Agrietar el gobierno neoliberal de los cuerpos individuales y colectivos
La pandemia que azota al mundo ha dejado a la luz los efectos del proyecto civilizatorio neoliberal. Frente a esto una pregunta insiste: ¿logrará este proceso hacer que buena parte de la población que apoyaba estrategias y líderes neoliberales comprenda y se enfrente a los efectos de tales líderes y proyectos? Esta pregunta noble y compartida por muchxs, requiere, para poder pensar, sin pretensiones de exhaustividad, tomar en cuenta varias reservas, precisamente para comprender el valor y relevancia de las posibles respuestas a la pregunta.
La primera reserva remite al hecho de que el proyecto neoliberal ha desplegado una interpelación ideológica centrada materialmente sobre los cuerpos a través de una paradoja que oscila entre terrores y ficciones de salvación desplegadas científicamente en guerras, desapariciones, pérdida de trabajo, tierra, viviendas, derechos laborales, salud pública y afectos. Todo ello configura un estado de crisis constante. Las crisis, que inicialmente se conocieron en la medicina, implicaban un proceso en el cual el cuerpo pasaba del estado de equilibrio a un desequilibrio: la enfermedad cuya evolución se resolvía, para bien o para mal, en lo que se dominaba el momento de crisis. Así, este término trasladado a otros ámbitos remite a períodos de cierta calma o equilibrio a los que suceden otros caracterizados por la incertidumbre: la crisis, de la cual se puede salir de diversos modos. Pues bien, el proyecto civilizatorio neoliberal paulatinamente, fue construyendo deliberadamente a la crisis como un estado constante en el cual la incertidumbre es un instrumento fundamental para gobernar (en el sentido de conducir sin que lxs conducidxs tomen consciencia de ello) a las subjetividades desde sus más profundas emociones, ya desde la infancia en una paradoja constante: la amenaza de terror y la identificación con figuras, ideas, proyectos que prometen una ficcional salvación que construye a un yo imaginariamente autosuficiente que deniega lazos solidarios y amorosos. Sobre esa superficie de crisis constante (económica, ambiental, militar, amistosa, educativa, sanitaria, política, institucional) se vienen construyendo deliberada y científicamente subjetividades desde hace décadas.
Lo anterior se liga a otra reserva, ella radica en cuestionar la persistente idea de nuestro sentido común, y de ciertas disciplinas universitarias, según la cual los seres humanos somos racionales y, que ante una evidencia concreta somos capaces de modificar nuestros pensamientos en términos de un balance entre pérdidas y beneficios. Pero ocurre que ya desde al menos el siglo XIX se ha sabido que eso no es así. Somos seres irracionales y buena parte de lo que decimos, pensamos sentimos, decidimos está conducido por fuerzas de las cuales no tenemos consciencia. De modo que a menudo, ante la evidencia más palmaria de diversos hechos, nuestras interpretaciones pueden no acordar con ellos, o incluso ni siquiera registrarlos (como ha ocurrido con parte de la población argentina en diversos genocidios ocurridos en este país). Ahora bien, este carácter irracional que nos atraviesa fue deliberada y científicamente estudiado por el proyecto civilizatorio neoliberal ya desde comienzos de la Primera Guerra Mundial y no ha cesado de complejizarse hasta el presente. El objetivo de tales investigaciones, sustentado por grandes corporaciones internacionales, auxiliadas por Estados, Universidades y tanques de pensamiento, ha sido gobernar a las poblaciones, a través de gestar en ellas una “revolución cultural” centrada en valores acordes a los intereses económicos y políticos del gran capital. La trama de la estrategia es compleja e imposible de agotar aquí, pero es sólo una ilusión creer que los hechos concretos la desarmarán fácilmente y menos aún cuáles serán sus derivas.
En este sentido, lo anterior se une a una tercera reserva. Es un error corriente sostener que la constitución subjetiva neoliberal que se derrama en lo colectivo está basada sólo en la propaganda, si así fuese una buena información podría lograr que las poblaciones comprendan que obedecen involuntariamente a un amo internacional vacío de rostro. No, la interpelación deliberada y científicamente conducida con el fin de que las poblaciones asuman valores centrados en los principios neoliberales tiene un carácter material concreto que se despliega impiadosamente sobre los cuerpos desde hace más de 100 años. (en ese sentido sería necesario no reducir situaciones actuales al proceso que en los años 2015-2019 que golpeó a la Argentina). La estrategia neoliberal de gobierno de las poblaciones se centra en los cuerpos y tiene un blanco: la constitución de subjetividades desde el momento del nacimiento hasta la incorporación de un sujeto a su cultura. Ellos saben muy bien que nuestros valores emergen en una familia inmersa en una cultura y es a la construcción de esos valores a la que destinan sus recursos económicos, militares y académicos. Para ello despliegan dos estrategias complementarias que pueden observarse en la historia. La constante construcción del terror y, al mismo tiempo la interpelación a ser exitosxs y completxs. Sin adentrarnos en los complejos meandros de la constitución subjetiva de la condición humana es necesario señalar que ante situaciones de terror es plausible que el psiquismo humano regrese inconscientemente a situaciones muy primitivas en las que el cuerpo infantil frente a dolores que no puede comprender experimenta una angustia, que sólo la compleja imagen materna ofrece una promesa de salvación en el amor. Así, frente a la indefensión del horror, el aparato psíquico, según las aventuras y desventuras de la propia existencia, sin que esto pretenda ser una afirmación universal, suele regresar hacia lo más primitivo de sí e identificarse con imaginarias ficciones que se le ofrecen alguna amorosa y ficcional promesa de salvación. Algo que podemos corroborar en situaciones no sólo de guerra, sino de peligro de pérdida del trabajo, de vivienda y de afectos. Esto indica que es en la materialidad de los cuerpos donde actúa el proyecto civilizatorio neoliberal con deliberados y conscientes objetivos, en cada cultura diferente, en cada territorio distinto, según sus costumbres e historia y que por ello toma como blanco de operaciones a la subjetividad individual. La propaganda sólo resignifica los terrores y las ilusiones de salvación que amenazan desde la material finitud de los cuerpos. He aquí el núcleo de la interpelación neoliberal: la lenta e insidiosa construcción de subjetividades que viven en un mundo imaginario en el cual el propio yo es como un castillo que se yergue triunfante y aislado, ignorando que sus cimientos se hunden en la tierra, el agua y el aire comunes. Ficción hija del terror y de una imaginaria completud que requiere ser exitosa frente a quienes estima inferiores; imaginería que revuelve racismos varios.
Tales reservas se ligan a una cuarta: se trata de asumir que es imposible predecir el futuro sin conocimientos seguros acerca de lo que acontece; al tiempo que es necesario saber que organizaciones internacionales como INECO, OSDE, FLENI, Neurencics, Oxford University, USAID, Fundación Gates y otras despliegan constantemente, desde hace mucho, pero aún más en tiempos de la pandemia, investigaciones cualitativas que indagan acerca de emociones, estados de ánimo, percepciones y proyectos de las poblaciones, que, desde situaciones de aislamiento social brindan datos voluntariamente desde sus teléfonos y computadoras. Datos que permiten, a esas corporaciones trazar planes estratégicos para continuar gobernado subjetividades colectivas a través de sus carencias y aspiraciones individuales, después de la pandemia.
No obstante, si los grupos hegemónicos del capital han debido desplegar esta estrategia, la forma más inhumana que ha conocido la historia de conducir poblaciones, en el sentido de gobernarlas desde sus más profundas emociones centradas en el odio al otro y la fascinación en el sí mismo; ello ha sido necesario precisamente pues ya desde fines de siglo XIX , las grande burguesías europeas advertían la irrefrenable voluntad de lucha de lxs trabajadorxs; precisamente la estrategia de gobernar poblaciones a partir de colonizar subjetividades toma su primer gran impulso luego de la Comuna de París en 1871 y tras la revolución rusa de 1917 y así podríamos continuar, si tuviésemos espacio; ir mostrando cómo el proyecto neoliberal intenta ser un proyecto civilizatorio que gobierne las emociones de los sujetos y las direccione hacia valores esperables pues el proyecto neoliberal comprende que la potencia de los cuerpos en los que rezuma vida es capaz de acciones por el simple amor al Otro; el proyecto neoliberal tiene que asumir, ante oleadas diversas, que la condición humana no es mercantilizable. En ese sentido la “revolución cultural” que el neoliberalismo intenta, vanamente, borrar memorias y valores ligados al lazo amoroso que conforma colectivos que tienden a la creatividad de la vida y se enfrentan a los señores. Es por ello que a pesar de su estrategia calculada de ilusión hollywoodense y muerte no logra atrapar a la vida de los pueblos en su multidimensionalidad.
Entonces, qué decir respecto de la posibilidad de que el gobierno de las poblaciones en la estrategia neoliberal sea desmontada o al menos agrietada con cierta profundidad. Por ahora sólo es posible pensar que hay grupos poblacionales en los que la complejidad de la interpelación material del neoliberalismo ha calado tan hondo que el horror presente sólo puede profundizar aún más su adhesión a ficciones y figuras; en ellos parece profundizarse una pérdida de todo sentido de realidad y un encierro en las propias ficciones alimentadas, pero no sólo, por las ilusiones digitales. Ilusiones tecnológicas que a pesar de la imaginería de que se tienen muchos “amigos”, sólo devuelven la fría oquedad de un espejo que sólo refleja la propia soledad que presentifica la muerte.
Otrxs, frente a ese mismo horror y fascinación optan por una actitud más activa: ponen sus cuerpos y sus almas al servicio enérgico de un imperio que a la vez los desprecia. Ello se visibiliza en grupos humanos en algunas zonas de Brasil y Bolivia, donde algunos sectores de población apoyan activamente a líderes cuyas acciones parecen tratar de exterminar a pueblos que tras siglos de luchas lograron formas de reconocimiento de derechos, que otra vez son pisoteados, masacrados por hermanxs que han perdido toda consciencia de la Ley que nos hace humanos.
Otrxs, a través de sus historias han logrado construir lazos creativos, con sus más y con sus menos y ellos son quienes se interrogan, intentan construir lazos humanos. Muchos de ellxs entregan sus vidas en barriadas populares, como en Argentina, al tiempo que luchan en las calles a pesar de todo, como en Chile o Haití, o diseñan sin cesar políticas nuevas como en Cuba, Nicaragua o Venezuela. Todos ellxs piensan o tratan de pensar en el después, pueden no coincidir en sus tácticas y estrategias, pero en ellxs por razones complejas y disímiles no se han borrado las memorias de viejas luchas y valores. Ellxs están comprendiendo y construyendo un más allá de la pandemia en el que el llamado “consenso” neoliberal” pueda ser desmembrado, al menos en parte.
Otrxs, lxs olvidadxs de la tierra, lxs invisibilizadxs, lxs que no tienen nombre ni rostro para encuestadores, líderes e intelectuales, han sido maltratadxs en tal nivel de subhumanidad que sólo pueden salir a las calles a gritar por un plato de comida o un poco de agua o a veces robar o a suicidarse. Los señores de los negocios mineros, agropecuario-industriales y del turismo, lxs han privado de todo, lxs han sometido a la máxima abyección, frente a ellxs toda ley se ha suspendido, todo abrazo de amor se ha encogido, toda historia se ha borrado. Cerrar los ojos ante ellxs es negar la realidad a la cual intenta conducir el neoliberalismo a todas las poblaciones excedentarias
Todxs nosotrxs tenemos algo de todas las figuras aquí escindidas artificialmente. Todas nuestras subjetividades han sido arrasadas por el proyecto neoliberal, todxs en diversa medida buscamos soluciones, todos amamos, todxs en algún momento, aun sin saberlo, somos aliadxs de nuestrxs verdugos. De este poliedro de cuerpos atormentados e ilusionados quien esto escribe, cree que a pesar de todo, sobre el dolor de nuestrxs hermanxs muertxs, construiremos nuevas grietas sobre el gobierno liberal de los pueblos. De otro modo no estaría escribiendo, por poco que esto sea.