Elecciones departamentales en Uruguay: Contribuciones para un balance
Introducción
El pasado domingo 27 de septiembre se realizaron las elecciones departamentales y municipales en Uruguay, que renovaron los gobiernos de las 19 intendencias y las 125 alcaldías de ese país. En el plano nacional, esta contienda tuvo la relevancia de ser el primer test electoral del gobierno del presidente Lacalle Pou, iniciado a principios de año tras vencer al Frente Amplio en las elecciones de fines de 2019. Un gobierno que, en la escena política de ese país, es expresión de la ofensiva neoliberal conservadora que se despliega a nivel latinoamericano desde 2015.
En este sentido, en el contexto regional y global actual, dichas elecciones cobran una particular significación. Sobre ello, recordemos que son una de las primeras que se realizan en América Latina bajo la pandemia y las políticas de aislamiento social, tras la postergación de la fecha de mayo, prevista originalmente. Marcan así el comienzo de un intenso y condensado ciclo electoral latinoamericano que, pasando por las elecciones presidenciales en Bolivia y el referéndum en Chile en octubre, hasta las municipales en Brasil en noviembre, culminará con las elecciones legislativas en Venezuela —previstas para comienzos de diciembre— y las presidenciales en Ecuador de febrero de 2021.
Frente al carácter profundamente autoritario y colonial que asumió la última ola neoliberal en Nuestra América, acentuado por la COVID-19 y la emergencia sanitaria, las condiciones y la misma realización de muchas de estas convocatorias electorales estuvieron y están en el centro de las disputas sociales y se convirtieron en bandera de los movimientos populares. Por otra parte, limitada la capacidad de acción colectiva en las calles en razón de las políticas de confinamiento, las mismas se constituyen también en un terreno relevante de condensación y expresión de las relaciones de fuerza sociales entre los sectores dominantes, el imperialismo y los sujetos subalternos.
En este sentido, siendo el compromiso del OBSAL aportar al debate e interpretación de los procesos en Nuestra América, compilamos en esta ocasión esta serie de contribuciones preparadas por Nicolás Centurión, Antonio Elías y Gabriela Cultelli, sobre las recientes elecciones en Uruguay. Les agradecemos especialmente su disposición y los relevantes aportes que plantean para comprender mejor la realidad uruguaya actual.
En esta línea, próximamente publicaremos nuestro habitual Informe de Coyuntura bimestral —en este caso, el correspondiente al período Agosto/Octubre de 2020—, en el que desarrollaremos un análisis en profundidad de los principales hechos acontecidos en la región en los últimos meses, así como esperamos poder ampliar el examen de algunos de estos acontecimientos y los debates que despiertan con futuros cuadernos como el presente. Una labor que tiene el objetivo de sumar elementos y miradas al pensamiento crítico y al cambio social urgente en nuestro continente.
Consolidación del bloque de derechas, retroceso del Frente Amplio
El calendario electoral con “nueva normalidad” en América Latina y el Caribe empezó a tener rodaje. El puntapié inicial lo dio en julio República Dominicana y en América del Sur, el domingo 27 de septiembre se llevaron a cabo las elecciones departamentales en Uruguay, donde se eligen intendentes y juntas departamentales.
Barbijos, distanciamiento, alcohol en gel, colas interminables más largas que las usuales y a esperar si en quince días se da o no un brote de contagio de COVID-19. Así se desarrolló la jornada cívica que se realiza cada cinco años, cerrando un ciclo electoral que se inició en junio de 2019 con las elecciones internas en las que cada partido eligió su candidato presidencial.
Se disipó la niebla en los departamentos donde la contienda era impredecible, se confirmó la tendencia en donde la disputa ya estaba resuelta prácticamente de antemano. El mapa municipal de Uruguay quedó de la siguiente manera: Partido Nacional con 15 intendencias. Recuperó las intendencias de Paysandú, Rocha y Río Negro. El centroizquierdista Frente Amplio no acusó el golpe recibido en las elecciones nacionales del año anterior, cuando perdió el gobierno nacional tras quince años y en estos comicios departamentales redujo a la mitad las intendencias que poseía, pasando de seis a tres. A esto se le suma la pérdida de municipios que han sido referencia histórica para esta fuerza política como San Carlos y Piriápolis en Maldonado o el Chuy en el departamento de Rocha. Por otro lado, retuvo Montevideo, Canelones y Salto. Tres departamentos con gran población, donde se concentran dos tercios de la población uruguaya; demuestra el componente urbano de esta fuerza política, pero a la vez sigue sin dar en el clavo en los departamentos del interior, donde el Partido Nacional tiene su bastión por su componente histórico ruralista-terrateniente. El Partido Colorado conservó por un amplio margen su única intendencia, ubicada en Rivera, al noreste, en la frontera con Brasil. Cabildo Abierto, el partido de ultraderecha, no ha podido demostrar en este 2020 el buen desempeño que tuvo en las elecciones internas y nacionales de 2019.
En Montevideo, la derrota de la coalición multicolor —que llevaba a la candidata empresarial Laura Raffo— era un hecho incuestionable. Pero el aparato mediático cargó todas sus baterías para presentar a las elecciones en Montevideo como un ballotage entre Raffo y Carolina Cosse, que se presentaba como la favorita de las encuestas y que a la postre fue la intendenta electa por el Frente Amplio con un 21,2%. Seguida de Álvaro Villar con un 18,2% y Daniel Martinez con 12.4%. Lo cierto es que la diferencia entre el Frente Amplio y la Coalición Multicolor fue de 11%.
En la capital uruguaya, los sectores más a la izquierda dentro del Frente Amplio —Partido Comunista, Partido Socialista y Movimiento de Participación Popular – MPP— aglomeran un 70% de los votos, consolidando así un corrimiento hacia a la izquierda, que será el bloque de mayor resistencia contra el gobierno neoliberal de Luis Lacalle Pou. Por su parte, el ala socialdemócrata ha mermado su caudal de votos y se encuentra en crisis, mientras busca renovar sus liderazgos internos.
En Canelones, el triunfo de Yamandú Orsi —de las filas del MPP y respaldado por José “Pepe” Mujica— fue aplastante. Resultó victorioso con el 52%, duplicando al candidato del Partido Nacional. Con este resultado, Orsi confirma su proyección a las nacionales como presidenciable en el 2024, pero igual queda mucho trecho por recorrer.
Si pasamos raya a estas elecciones y tratamos de trazar ciertas líneas, el Frente Amplio proyecta figuras a nivel nacional y hace el recambio necesario de liderazgo, donde Mujica, Astori y Vázquez están en el ocaso de su carrera; mientras Andrade [ex precandidato presidencial y actual senador], Cosse y Orsi se posicionan como futuros líderes del Frente Amplio. De igual forma, esta fuerza política sigue sin poder forjar una figura del interior que se proyecte a nivel nacional.
El buen desempeño del Partido Nacional en el interior se explica por haber ido en coalición con otros partidos de derecha,al igual que en las elecciones nacionales de 2019. Si la victoria en Rocha resulta de haberse unido a Cabildo Abierto, la derrota en Salto se explica por no hacer alianza con el Partido Colorado. Allí, la suma de votos de blancos y colorados superó a la del Frente Amplio.
Pero no es solo la buena actuación de la coalición de derechas en el interior lo que dio buenos resultados para sus objetivos, sino también el retroceso del Frente Amplio, que todavía carga con el lastre de la derrota y el desgaste de los quince años de gobierno. Elección a elección, esta fuerza política redujo su caudal de votos, intendencias, municipios y en elecciones internas. El proceso de burocratización, la distancia con las bases y con la gente por parte de determinados líderes se tradujo en malos resultados electorales. En política no existen los espacios vacíos y donde el Frente Amplio se refugió, la derecha avanzó.
Hasta el momento, la derechista Coalición Multicolor que ganó las presidenciales el año pasado, a pesar de ciertos cortocircuitos en los últimos meses, demostró que goza de buena salud, aunque le cueste asumir la derrota en Montevideo, donde el Frente Amplio sumó su séptima victoria consecutiva.
Las consecuencias de las políticas neoliberales no se han desplegado en su total magnitud y el presidente goza de buen marketing. Esto ha sido una foto de la película neoliberal que recién está presentando a sus personajes. ¿El Frente Amplio cambiará su estrategia? Es hora de relevos generacionales, de asumir la autocrítica, de trabajar desde las bases y fortalecer el diálogo y las acciones con las organizaciones sociales, si lo que quiere es impedir nuevas derrotas ante la derecha neoliberal coaligada. La lucha social será otra medición que no cabe dentro de las urnas.
El fin del ciclo electoral 2019-2020 y el agotamiento del progresismo
Las elecciones presidenciales de 2019
En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2019 el candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, obtuvo una votación del 28,6% y el candidato del Frente Amplio, Daniel Martínez, alcanzó un 39%. Dado que la legislación electoral exige para ser electo en esta instancia el 50% de los sufragios emitidos (incluye votos en blanco y nulos), se convocó al balotaje.
Esa misma noche, Lacalle recibió el apoyo a su candidatura por parte de los partidos Colorado (12,3%), Cabildo Abierto (11%), Independiente y de la Gente, ambos 1%. En conjunto, la coalición de derecha, obtuvo el 53% de los votos emitidos, alcanzando 56 bancas en la Cámara de Representantes (integrada por 99 diputados) y 17 bancas en el Senado (integrada por 30 senadores y el vicepresidente de la República).
Finalmente, en el balotaje del 24 de noviembre, Lacalle Pou ganó la presidencia con 48,71%; mientras que Daniel Martínez alcanzó el 47,51%, lo que implicó un cambio sustancial respecto a las elecciones de octubre. Hay muchas hipótesis explicativas del crecimiento electoral del FA entre octubre y noviembre. A nuestro entender, la principal razón fue que un número significativo de frenteamplistas que no habían militado ni votado al FA en las elecciones de octubre, decidió militar activamente para evitar el triunfo de una coalición de derecha que incluía sectores militares de ultraderecha.
Esa reacción se produjo cuando Guido Manini Ríos[1], senador electo y líder de Cabildo Abierto, el partido de la corporación militar, dirigió un video a las tropas identificando al Frente Amplio como un enemigo de las fuerzas armadas y pidiendo que no lo votaran[2]. A lo que se sumó un comunicado del Centro Militar[3], típico de la guerra fría, que, con un estilo similar a Bolsonaro, llamó a extirpar el marxismo y “avisó” que las fuerzas armadas estaban prontos para actuar.
Hacia las elecciones departamentales de 2020
Lacalle Pou asumió el gobierno el 1 de marzo de 2020 y el 13 del mismo mes se declaró la emergencia sanitaria. Dicha emergencia sanitaria agravó una recesión económica que la precedía y generó un crecimiento de la pobreza y la indigencia, que no ha tenido una respuesta adecuada al tamaño de las necesidades de los sectores más carenciados, los trabajadores y los pequeños empresarios.
En este contexto, la coalición integrada por cinco partidos, de muy diverso peso político, pero donde predomina claramente el Partido Nacional, está implementando desde el 1 de marzo una política de ajuste fiscal y reforma regresiva del Estado.
Cabe destacar también que, desde un inicio, las medidas de contención de la epidemia y los muy buenos resultados obtenidos han generado que más de un 60% de la población respalde lo actuado por el gobierno, a pesar de ser notoria la insuficiencia de sus políticas de contención y el efecto de la implementación del ajuste.
En lo esencial, el gobierno ha preferido preservar los ingresos y beneficios impositivos del gran capital nacional y extranjero, bajo el supuesto de que van a invertir en el país y ser el motor de la economía y ha desatendido las necesidades sociales crecientes con el objetivo de preservar el grado inversor. Según datos difundidos por la CEPAL, Uruguay invirtió un 0,7% de su producto interno bruto (PIB) para enfrentar la crisis económica, cifra que asciende aproximadamente a 400 millones de dólares[4]. Los lineamientos salariales[5] son parte del programa de ajuste del gobierno, que busca generar mayores niveles de ganancia para el capital a costa del ingreso de los trabajadores privados y públicos.
En ese marco se realizaron las elecciones departamentales a fines de septiembre, cuyo resultado consolida el avance de la derecha, que ganó 16 departamentos del interior del país, recuperando tres que había ganado el Frente Amplio en las elecciones anteriores. El FA mantuvo el gobierno de Montevideo, que gobierna desde 1990; Canelones, donde se mantiene desde 2005; y Salto, que gobernó desde 2005, salvo el período 2010-2015.
En el caso del Frente Amplio, la novedad es que la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, es electa en el marco de una alianza entre los partidos Comunista, Socialista y Por la Victoria del Pueblo, organizaciones claramente de izquierda y con importante base en el movimiento sindical. Siendo ella, actualmente, una militante independiente.
En el gobierno de Canelones, es reelegido Yamandú Orsi, dirigente del Movimiento de Participación Popular, organización liderada por José Mujica, que es la fuerza mayoritaria del Frente Amplio, con una amplia representación parlamentaria.
La responsabilidad de los gobiernos del Frente Amplio
Existen múltiples ejes de análisis para tratar de explicar lo sucedido en este ciclo electoral que comenzó con las elecciones internas de los partidos en junio de 2019 y que continuó con las elecciones nacionales de octubre y el balotaje de noviembre, para concluir con las elecciones departamentales, que debieron ser en mayo pero que se realizaron en setiembre.
Errores en la estrategia electoral, malos candidatos, características de la campaña, etc.; la influencia de los medios masivos de comunicación sobre la población, con una campaña favorable a la derecha; la pérdida de peso de los grupos del FA que competían por el centro político con los partidos tradicionales, la implosión del Frente Líber Seregni; el hecho de que las capas medias pagaron el ajuste fiscal del tercer período de gobierno (2015-2019) y la actitud de los desheredados del sistema que, en la necesidad de sobrevivir cada día, buscan la protección de los “poderosos” sin importar el partido y que fueron los más afectados por el estancamiento de la economía y la pérdida de empleos.
Todas las razones señaladas aportan una parte de la explicación. A nuestro entender, el factor fundamental es que el Frente Amplio hizo un corrimiento al centro dejando de lado su programa. Recordemos que en el contexto de una importante crisis económica, el Frente Amplio alcanzó el gobierno en 2004, que mantuvo en 2009 y 2014, teniendo siempre mayorías parlamentarias.
En el proceso para acceder al gobierno, el FA desdibujó su programa histórico de cambios, y en el contexto de una estrategia “realista” incluyó una amplia política de alianzas para captar el voto del centro político.
El FA en el gobierno no se planteó en ningún momento aplicar políticas antiimperialistas y antioligárquicas, no solamente como práctica sociopolítica limitada por una determinada correlación de fuerzas, sino como sustento ideológico de su accionar. Las definiciones programáticas se fueron diluyendo: primero, en forma ambigua; luego, frontalmente para obtener el aval de los señores del «mercado».
Los tres gobiernos del FA, con sus matices y diferencias, se inscribieron dentro de las variadas opciones de la institucionalidad capitalista para administrar la crisis. Renunciaron a su lucha contra el neoliberalismo y asumieron las reformas institucionales de “segunda generación” del Banco Mundial como si fueran un programa superador del neoliberalismo. Los cambios son fuertes en el plano electoral, mínimos o nulos en lo ideológico, pero en lo económico e institucional se profundiza el capitalismo dependiente.
En el tercer gobierno se trató de administrar la caída de precios internacionales, el estancamiento productivo, el aumento del déficit fiscal con un ajuste fiscal gradual sobre el salario directo e indirecto de los trabajadores sin afectar al capital.
En efecto, la modificación del ciclo económico mundial y su impacto en el precio de las materias primas provocó una caída global de los ingresos del país. Las políticas de conciliación de clases (socialdemocracia) requieren recursos para atender los intereses del capital y del trabajo. Hasta el 2014 se mantuvieron con dificultades, pero luego el ajuste afectó fundamentalmente a los trabajadores y no al capital.
La inseguridad —el crecimiento de los delitos sobre las personas y la propiedad— se transformó en un problema muy importante. Más allá de que la población uruguaya esté en mejores condiciones de seguridad que otros países del continente, lo que compara la gente es su situación actual respecto a su situación anterior y esta objetivamente empeoró.
No se hizo ninguna política contra el capital transnacional, por el contrario, se lo favoreció ampliamente (Ley de promoción de inversiones, Zonas Francas, libertad absoluta para mover sus capitales). Tampoco se hicieron políticas de preservación del ambiente, las cianobacterias contaminan los ríos y las costas como consecuencia de los fertilizantes que aumentan las ganancias del agro negocio.
Por último, lo fundamental, no hubo lucha ideológica contra los principios y valores del sistema socioeconómico vigente. Esa falencia es una responsabilidad compartida: por un lado, el FA cortó las poleas de trasmisión que lo ligaron con sus bases y pasó a ser un ámbito cupular donde lo principal se debatió entre sus líderes; por otro lado, debe añadirse que sectores, no menores, del movimiento sindical, popular y de la propia universidad pública “moderaron” sus posiciones para no desgastar al gobierno progresista.
Termina una etapa que comenzó en 1996 con la renuncia del General Líber Seregni, a partir de la cual el Frente Amplio fue orientado por tres líderes: Tabaré Vázquez, primer intendente de Montevideo en 1990 y dos veces presidente 2005-2010 y 2015-2020; José Mujica, presidente de 2010 a 2015; Danilo Astori, vicepresidente 2010-2015 a cargo del área económica de la cual fue ministro en los dos gobiernos de Tabaré Vázquez.
Comienza una nueva etapa, luego de la frustración de la triple derrota electoral y el fin de tres períodos consecutivos de gobierno. El FA vuelve a su carácter de fuerza política metropolitana, sin liderazgos definidos, es un partido tradicional más, integrado al sistema, con una base social y popular muy importante, cuyo futuro está por escribirse.
De la capacidad del Frente Amplio para elaborar una estrategia que le permita enfrentar la ofensiva continental del capital contra el trabajo, que tenga el respaldo de las grandes mayorías populares, dependerá el futuro de esta organización que se fundó en 1971 para revolucionar el país, al servicio de los oprimidos y contra la oligarquía y el imperialismo.
Uruguay: Tiempos de crisis y elecciones
El resultado electoral del domingo 27 de septiembre culminó un primer ciclo de avance neoliberal que va mucho más allá de elecciones departamentales y municipales, e incluso nacionales, trascendiendo fronteras. Este artículo pretenderá primero describir el pronunciamiento popular mencionado, para luego y en un marco más general y retrospectivo, observar algunos elementos causales, para intentar situarnos en la prospectiva de corto y mediano plazo.
Uruguay y el último resultado electoral
Los comicios celebrados el mes pasado dieron nuevamente el triunfo al Frente Amplio en las intendencias de Montevideo, Canelones y Salto, departamentos donde vive el 57,3% de la población. Sin embargo, en el departamento de Rocha (2,1% de la población) el Frente Amplio perdió ante el candidato del Partido actualmente gobernante a nivel nacional (Partido Nacional o Blanco) y obviamente, el resto de la derecha (Partido Independiente, Cabildo Abierto y Partido Colorado desde sus votantes), que se le sumó para que así fuese. Se estuvo cerca y esperanzados en otros dos departamentos, dónde tampoco fue posible el triunfo de la izquierda (Paysandú y Río Negro), sufriendo derrotas avasallantes en Cerro Largo, Treinta y Tres y Tacuarembó, para mencionar algunos. La victoria de la derecha en departamentos como Colonia y Maldonado con los mismos intendentes y sus historias públicas de corrupción de diversa índole, completa un panorama lamentable.
Al mismo tiempo, votábamos los gobiernos de mayor cercanía, o sea las alcaldías. En Montevideo se perdió una más, manteniendo 5 de 8. Fue el municipio “F”, zona mayormente popular y no de élite como las otras dos alcaldías no frenteamplistas.
Sin embargo, hubo tres sucesos importantísimos, y que tal vez la prensa dominante no los destacó como merecen. El primero, referente al triunfo del Frente Amplio en Canelones y cada vez con mayor apoyo para el Intendente que repetirá por otros cinco años su mandato, Yamandú Orsi, con gran arraigo popular y posible futuro candidato nacional de la izquierda uruguaya. El segundo, que se tiene a la tercera mujer (Carolina Cosse) intendenta de Montevideo (Alba Roballo la primera y Ana Olivera la segunda, todas de izquierda), llegando una mayor cantidad de mujeres a las juntas departamentales y los consejos vecinales por el planteo de paridad que hiciera el Frente Amplio en el armado de sus listas. El tercero, la acumulación mayoritaria de votos en los sectores autodeclarados socialistas, como el MPP (Movimiento de Participación Popular), el PCU (Partido Comunista del Uruguay) y PS (Partido Socialista).
En términos generales, el Frente Amplio en las últimas elecciones reafirmó la disminución de votantes que ya había sucedido en los comicios nacionales. Sin embargo, aún es temprano para afirmar que esa baja en la cantidad de votos sea sinónimo de un proceso de desacumulación popular en las luchas por una nueva sociedad más justa y solidaria.
El contexto
El mundo aparece peor en cada informe que se mira. Es así que para la CEPAL la caída del Producto Bruto Interno para la región, y según informe de abril, se situaría en -5,3%, equiparable solamente a la sufrida en 1930 (-5%) o a la de 1914 (-4,9%). La primera comparación es relativa a las repercusiones de una de las crisis mayores del siglo XX del sistema capitalista (1929-1933), y la otra, compara con el momento del reparto del mundo o reacomodo imperialista que implicó la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, un informe de un mes posterior, publicado por el Banco Mundial, estimó una caída mayor para América Latina y el Caribe, del -7,2%, suponiendo una baja del PIB mundial del 5,2%. Luego, y con menos de un mes de diferencia (24 de junio), el FMI publicó otro informe y en él estimaba una reducción económica para el mismo espacio geográfico de -9.4%. En cierta medida, confirmando aquellas predicciones del FMI ahora, o sea con fecha 6 de octubre, un nuevo informe cepalino[6] anuncia el derrumbe del -9,1% para América Latina y el Caribe, lo que implicaría el cierre de 2,7 millones de empresas, 44 millones de desempleadas/os, 231 millones de pobres. Resumiendo, otra década perdida, pues al final del 2020 se regresaría a niveles del 2010, aunque en términos de pobreza la cuestión sería aún peor, retomando niveles del 2005. La incertidumbre es atroz y la recuperación se espera sea lenta.
En este marco, la economía uruguaya en el primer semestre 2020, y en particular en el segundo trimestre que sigue a la asunción del gobierno por parte de la Coalición liderada por el Partido Nacional y al arribo de la pandemia del Covid19, ha caído en tal magnitud que ha superado a los peores registros de la crisis de 2002, la producción nacional de bienes y servicios (PIB) en el segundo trimestre (abril a junio) tuvo una caída de casi el 11% con respecto a igual trimestre de 2019. A la crisis que ya venía gestándose, se le sumó la pandemia, y a esto el regreso del neoliberalismo que, jugando al achique del Estado, agravó más la situación existente. Este fue el ámbito general en que se desarrolló la última elección, con un gran aparato publicitario que hacía aparecer a una especie de “gobierno víctima” tanto de un supuesto “pasado atroz” como de las tristes circunstancias que rodearon la pandemia.
Pero todo tiene sus antecedentes. El último quinquenio fue de crecimiento leve, casi estancamiento. En épocas del Frente Amplio, debió haberse profundizado el proceso de redistribución de los ingresos derivando recursos públicos a la producción directa de bienes y servicios, fortaleciendo al mismo tiempo las empresas públicas existentes y sus 60 empresas subsidiarias. En términos generales se debió fomentar la inversión cuando el capital privado se negaba a hacerlo, diversificando la misma, agregando contenido tecnológico. El objetivo tendría que haber sido una economía material y de servicios más fortalecida por el lado de la producción y la distribución, con la acción directa del Estado y no solo desde el panorama de las grandes cuentas macroeconómicas. Pero los cambios estuvieron ausentes, cuando el mundo y la región se habían transformado.
De hecho y para comprender no solo este, si no todo el resultado electoral, o sea el acaecido en octubre 2019 para las elecciones nacionales y un mes después en el balotaje, habría que observar (entre otras cosas) que en el último quinquenio perdimos el 18% de los empleos que se habían generado en los primeros diez años de gobierno frenteamplista, por lo que en los dos últimos la pobreza aumentó. Estas son situaciones gravísimas que pagamos todos perdiendo las elecciones. No nos gusta hacer historia contrafáctica, pero también decíamos en aquellos días, cuando recién la crisis había comenzado, que no eran caídas catastróficas, pues estábamos bajo el paraguas frenteamplista, pero la pobreza y el desempleo ya eran una realidad ascendente. Téngase presente además que los avances en la integración latinoamericana que se crearon durante el primer decenio frenteamplista se fueron agotando. El neoliberalismo volvía al continente, como hoy lo está haciendo en Uruguay.
En síntesis, la crisis empezó mucho antes en el mundo, en la región y en el Uruguay, el coronavirus la agudizó y en nuestro caso, la ortodoxia neoliberal del nuevo gobierno la llevará a sus extremos, y ello se reflejó en los resultados electorales. Podríamos mencionar aquello de que el hambre no crea conciencia, o al menos no necesariamente. Las crisis suelen ser incluso crisis de valores, y si no echamos mano a la teoría de la hegemonía, difícilmente encontremos alguna respuesta
Los límites que el propio sistema pone a los procesos distributivos, vienen de la mano del necesario desarrollo del consumo y su ciclo vital impuesto por la necesidad de realizar ganancias capitalistas. Con ello el desarrollo de la competencia, y de la conciencia de lo individual, que termina imponiéndose por medios cada vez más sofisticados y poderosos. Todo esto tiene su reflejo en las internas beligerantes de las organizaciones populares, conformando un todo que culmina en luchas de poder intestinas, sectarismos y sobre todo, procesos de burocratización que separan cada vez más esa herramienta de la masa que la conforma y sostiene.
En perspectiva
Durante los 15 años de gobiernos frenteamplistas hubo un importante gasto social derivado de una acumulación de ingresos en el sector público. Por otra parte, la masa salarial total creció con el incremento salarial y de empleos (a pesar de los perdidos en el último quinquenio). Todo esto dio lugar a una importante redistribución del ingreso hacia los sectores populares mayoritarios, y obviamente a una menor tasa de explotación.
El gobierno actual llegó para revertir estos resultados, iniciando una gran transferencia de recursos desde el ámbito público y de trabajadores/as privados/as hacia las finanzas empresariales. El resultado final será un descenso de la masa salarial, al mismo tiempo que el excedente apropiado en forma de ganancias capitalistas aumentará. Ambos resultados se estima que incrementen la tasa de explotación (o plusvalía) en un 20%.
Ante esta situación, lejos estamos de pensar en nuevas elecciones: cientos de miles de uruguayes se suman a las ollas populares creadas por el pueblo para solidarizarse consigo mismo y ante la ausencia de apoyo estatal. Resistir el embate neoliberal, muy a pesar de las derrotas electorales, parece ser el camino y para ello uno de los focos será reconstruir y fortalecer las herramientas organizativas de la gente. La autocrítica frenteamplista se hace más necesaria que nunca.
Referencias
[1] Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas desde el 2 de febrero de 2015 hasta el 12 de marzo de 2019, cuando fue destituido por el Presidente de la República, después de insubordinarse al criticar a la Justicia Civil y al Poder Ejecutivo, ocultando información que incriminaba a uno de los principales asesinos y torturadores de la dictadura cívico militar (1973-1984).
[2] Uruguay: polémico Manini Ríos manda mensaje directo a soldados para que no voten a Martínez. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=x8Qx5ewUqGs
[3] Martes. Periodismo y Comunicación (22 de Noviembre de 2019). Centro Militar difunde editorial de revista Nación. Recuperado de https://www.martes.com.uy/comunicado-centro-militar
[4] Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Julio de 2020). Enfrentar los efectos cada vez mayores del COVID-19 para una reactivación con igualdad: nuevas proyecciones. Recuperado de https://www.cepal.org/es/publicaciones/45782-enfrentar-efectos-cada-vez-mayores-covid-19-reactivacion-igualdad-nuevas
[5] Ministerio de Seguridad social. Lineamientos salariales. Recuperado de https://www.gub.uy/ministerio-trabajo-seguridad-social/sites/ministerio-trabajo-seguridad-social/files/documentos/noticias/Lineamientos%20Salariales%20-%20CONSEJO%20SUPERIOR%20TRIPARTITO%20SECTOR%20PRIVADO%2018.06.20-1.pdf
[6] Darcena, A. “Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2020: principales condicionantes de las políticas fiscal y monetaria en la era post pandemia de COVID-19