Apuntando hacia un horizonte de paz y no alineación
Todo tipo de catástrofes se han desatado desde Ucrania, incluyendo una inflación galopante y fuera de control. Las zonas del mundo que no son parte directa del conflicto están siendo afectadas por el aumento de los precios y la inestabilidad política es una consecuencia inevitable. En este contexto, el Proyecto Paz y Justicia, (instituto de investigación dirigido por Jeremy Corbyn, el Instituto Tricontinental de Investigación Social y dos medios de comunicación aliados: Globetrotter y Morning Star, se han unido para elaborar una serie de reflexiones sobre los conceptos de no alineación y paz. El primer informe, elaborado por Roger McKenzie y Vijay Prashad, expone los temas que se analizan en los siguientes artículos de la serie.
Estos textos fueron originalmente producidos y distribuidos en inglés, español y portugués por Globetrotter y Morning Star entre abril y julio de 2022. El Instituto Tricontinental de Investigación Social los actualizó para su publicación en este folleto en septiembre de 2022.
Contenido
- Ahora es el momento para la no alineación y la paz – Roger Mackenzie y Vijay Prashad
- Ahora, hablemos de paz – Jeremy Corbyn
- Por qué la noalineación es un imperativo urgente para el Sur Global – Nontobeko Hlela
- Por qué América Latina necesita un nuevo orden mundial – Marco Fernandes
- India puede tener un rol clave en un posible nuevo orden mundial – Prasanth Radhakrishnan
- Europa en la encrucijada: entre el neoliberalismo y lo que la gente quiere – Nora García Nieves
- Cuba y el Movimiento de Países No Alineados: Una política exterior de socialismo y paz – Manolo De Los Santos
- No basta con rechazar la guerra: el racismo imposibilita la paz – Claudia Webbe
- Por qué la paz y el desarme están en el corazón de la no alineación – Kate Hudson
- 2 billones de dólares para la guerra vs. 100.000 millones para salvar el planeta – Murad Qureshi
Ahora es el momento para la no alineación y la paz
Roger McKenzie y Vijay Prashad
La guerra es una parte espantosa de la experiencia humana. Todo sobre ella es repulsivo. La guerra es, obviamente, la acción de invadir y la brutalidad que acompaña sus operaciones. Ninguna guerra es precisa; todas dañan a civiles. Cada acto de bombardeo provoca un escalofrío neurológico en la sociedad.
La Segunda Guerra Mundial demostró este espanto en el Holocausto y en el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. De Hiroshima y el Holocausto surgieron dos poderosos movimientos, uno por la paz y contra los peligros de nuevos ataques nucleares, y otro por el fin de las divisiones de la humanidad y por la no alineación de estas divisiones. El Llamamiento de Estocolmo de 1950, firmado por cerca de 300 millones de personas, pedía la prohibición absoluta de las armas nucleares. Cinco años más tarde, 29 países de África y Asia (que representaban el 54% de la población mundial) se reunieron en Bandung, Indonesia, para firmar un compromiso de 10 puntos contra la guerra y para la “promoción de los intereses mutuos y la cooperación”. El Espíritu de Bandung estaba a favor de la paz y de la no alineación, de que los pueblos del mundo pusieran sus esfuerzos en la construcción de un proceso para erradicar los lastres de la historia (analfabetismo, mala salud, hambre) utilizando su riqueza social. ¿Por qué invertir dinero en armas nucleares cuando debería invertirse en aulas y hospitales?
A pesar de los grandes logros de muchas de las nuevas naciones que salieron del colonialismo, la fuerza abrumadora de las antiguas potencias coloniales impidió que el Espíritu de Bandung definiera la historia de la humanidad. En su lugar, prevaleció la civilización de la guerra. Esta civilización de la guerra se revela en el despilfarro masivo de la riqueza humana en la producción de fuerzas armadas – suficientes para destruir cientos de planetas– y el uso de estas fuerzas armadas como primer instinto para resolver disputas. Desde la década de 1950, el campo de batalla de estas ambiciones no ha estado en Europa o en América del Norte, sino en África, Asia y América Latina, zonas del mundo donde las viejas sensibilidades coloniales creen que la vida humana es menos importante. Esta división internacional de la humanidad –que defiende que una guerra en Yemen es normal, mientras que una guerra en Ucrania es horrible– define nuestro tiempo. Hay 40 guerras en todo el mundo; es necesario que haya voluntad política para luchar por poner fin a cada una de ellas, no sólo a las que tienen lugar en Europa. La bandera ucraniana es omnipresente en Occidente. ¿Cuáles son los colores de la bandera yemení, de la saharaui y de la somalí?
Volver a la paz, volver a la no alineación
Estos días estamos abrumados por certezas que parecen cada vez menos reales. Mientras continúa la guerra de Rusia en Ucrania, existe una opinión desconcertante de que las negociaciones son inútiles. Esta opinión circula incluso cuando las personas razonables están de acuerdo en que todas las guerras deben terminar a través de negociaciones. Si es así, ¿por qué no pedir un alto al fuego inmediato y crear la confianza necesaria para las negociaciones? Las negociaciones sólo son factibles si hay respeto de todas las partes y si se intenta comprender que todas las partes de un conflicto militar tienen exigencias razonables. Por ejemplo, pintar esta guerra como los caprichos del presidente ruso Vladimir Putin es parte del ejercicio de la guerra permanente. Las garantías de seguridad para Ucrania son necesarias; pero también lo son las garantías de seguridad para Rusia, que incluirían volver a un régimen internacional serio.
La paz no llega simplemente porque la deseemos. Requiere una lucha en las trincheras de las ideas y las instituciones. Las fuerzas políticas en el poder se benefician de la guerra, y por eso se revisten de machismo para representar mejor a los traficantes de armas que quieren más guerra, no menos. No se puede confiar el futuro del mundo a estos burócratas de trajes azules. Nos fallan cuando se trata de la catástrofe climática; nos fallan cuando se trata de la pandemia; nos fallan cuando se trata de la pacificación. Tenemos que invocar los viejos espíritus de la paz y la no alineación y darles vida dentro de los movimientos de masas que son la única esperanza de este planeta.
No es meramente sentimental remontarse al pasado para dar vida al movimiento de los no alineados de hoy. Las contradicciones del presente ya han hecho surgir el espectro de la no alineación en diferentes partes de África, Asia y América Latina. La mayoría de estos países votaron en contra de la condena a Rusia, no porque apoyen la guerra de Rusia en Ucrania, sino porque reconocen que la polarización es un error fatal. Lo que se necesita es una alternativa al mundo de dos bandos de la Guerra Fría. Esa es la razón por la que muchos de los líderes de estos países –desde el chino Xi Jinping hasta el indio Narendra Modi o el sudafricano Cyril Ramaphosa– han pedido, a pesar de sus muy diferentes orientaciones políticas, que se abandone la “mentalidad de la Guerra Fría”. Ya están caminando hacia una nueva plataforma de no alineados. Es este movimiento actual de la historia el que nos hace reflexionar sobre un retorno a los conceptos de no alineación y de paz.
Nadie quiere imaginar todas las implicaciones del cerco a China y Rusia por parte de Estados Unidos y sus aliados. Incluso los países estrechamente aliados de Estados Unidos (como Alemania y Japón) reconocen que si un nuevo telón de acero desciende alrededor de China y Rusia, sería fatal para sus propios países. La guerra y las sanciones ya han creado graves crisis políticas en Honduras, Pakistán, Perú y Sri Lanka, a las que seguirán otras a medida que los precios de los alimentos y el combustible aumenten astronómicamente. La guerra es demasiado cara para las naciones más pobres. El gasto en la guerra está carcomiendo el espíritu humano, y la propia guerra aumenta el sentimiento general de desesperación de la gente.
Los guerreristas son idealistas. Sus guerras no resuelven los grandes dilemas de la humanidad. Las ideas de no alineación y paz, en cambio, son realistas; su marco tiene respuestas para los niños y niñas que quieren comer y aprender, jugar y soñar.
Ahora, hablemos de paz
Jeremy Corbyn
Con una lluvia de proyectiles rusos cayendo sobre las ciudades ucranianas, un inquietante alto el fuego en Yemen, el ataque a las y los palestinos durante la oración en Jerusalén y muchos otros conflictos en todo el mundo, a algunos puede parecerles inapropiado hablar de paz.
Sin embargo, cuando hay una guerra, es cuando se hace aún más imprescindible hacerlo. ¿De qué otra forma podemos evitar que se pierdan más vidas o que más millones de personas se vean obligadas a refugiarse en otros lugares del mundo? Se agradece que, por fin, las Naciones Unidas hayan tomado la iniciativa de poner en marcha la solicitud del secretario general, António Guterres, de celebrar reuniones cara a cara con el presidente de Rusia, Vladimir Putin y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Debe haber un alto al fuego inmediato en Ucrania, seguido de una retirada de las tropas rusas y un acuerdo entre Rusia y Ucrania sobre los futuros acuerdos de seguridad.
Todas las guerras se acaban con algún tipo de negociación, entonces… ¿Por qué no hacerlo ahora?
Todo el mundo sabe que esto es lo que va a ocurrir en algún momento. No hay ninguna razón para retrasarlo, para que sigan los bombardeos y la muerte, para que haya más personas refugiadas, más muertas y más familias en duelo en Ucrania y Rusia. Pero en lugar de instar a la paz, la mayoría de las naciones europeas han aprovechado la oportunidad para incrementar el suministro de armas, alimentar la maquinaria de guerra y aumentar los precios de las acciones de los fabricantes de armas.
También es tiempo para hablar sobre nuestra humanidad, o de la falta de ella, a las personas que se encuentran en una situación de profunda angustia como consecuencia de un conflicto armado, de la violación de sus derechos o de la pobreza extrema a la que muchos y muchas se enfrentan como consecuencia del sistema económico mundial.
Casi el 10% de la población de Ucrania está ahora exiliada, sufriendo traumas, pérdidas y miedo. La mayoría de los países de Europa han apoyado a las y los refugiados ucranianos. El Gobierno británico pretende hacerlo también, pero luego atrapa a estas personas en la pesadilla de la burocracia deliberadamente laberíntica del Ministerio del Interior, buscando disuadirlas. En vez de esto, debería apoyar y acoger a las y los refugiados ucranianos. Eso es lo que quiere el pueblo británico en general: la enorme generosidad de la gente de a pie está mostrando lo mejor de nuestra humanidad.
Sin embargo, en el trato hacia los refugiados desesperados, procedentes de guerras en las que Gran Bretaña tiene una responsabilidad directa – como Afganistán, Irak, Libia y Yemen – la historia es dolorosamente diferente.
Si alguien está tan desesperado que lo arriesga todo intentando cruzar el Canal de la Mancha en un bote endeble y peligroso, merece simpatía y apoyo. Pero en vez de eso, el plan del Ministerio del Interior es trasladarlos a Ruanda. Si creemos en la humanidad y en los derechos de las personas refugiadas, entonces habría que tratarlas a todas de forma equitativa y decente y se les debería permitir contribuir a nuestra sociedad, no criminalizarlas y encarcelarlas. Si el Partido Conservador se sale con la suya en esta externalización, otros países europeos harán lo mismo. El Gobierno danés ya se ha pronunciado favorablemente sobre esta propuesta, cruel e inviable.
Los efectos de esta guerra sobre la política y las esperanzas de nuestra sociedad van a ser enormes, sobre todo para las instituciones mundiales. Las Naciones Unidas se crearon tras la Segunda Guerra Mundial para “salvar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”. Desde entonces, podemos enumerar la larga y extensa lista de conflictos y guerras por delegación que el mundo ha soportado y que se han cobrado la vida de millones de personas. Corea, Vietnam, Irán-Irak, Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, India-Pakistán, la República Democrática del Congo y muchos otros conflictos apenas han sido reseñados por los medios de comunicación convencionales, quizá porque eran conflictos contra la ocupación colonial, como el de Kenia.
A la ONU hay que hacerle una gran pregunta con respecto al conflicto de Ucrania. Cuando Rusia invadió brutal e ilegalmente Ucrania, ¿no era ese el momento para que este organismo enviara a su secretario general a Moscú para exigir un alto al fuego? La ONU ha actuado con demasiada lentitud, y gran parte del sistema de Estados ha impulsado la escalada, no la negociación.
El llamado por unas instituciones internacionales más eficaces y proactivas para apoyar la paz se hizo con fuerza en abril de 2022 en Madrid, durante un congreso organizado por Podemos, tras un diálogo iniciado por la Internacional Progresista, una organización de activismo de izquierda. Cada uno de los 17 oradores condenó la guerra y la ocupación y pidió un alto al fuego y un futuro de paz para los pueblos de Ucrania y Rusia. Los participantes conocían los peligros de la escalada de este conflicto y de las nuevas guerras calientes, así como la violencia que traería una nueva Guerra Fría. Hay 1.800 cabezas nucleares en el mundo preparadas y listas para ser utilizadas. Un arma “táctica” mataría a cientos de miles de personas; una bomba nuclear mataría a millones. No se puede contener, ni limitar sus efectos.
En junio de 2022, Viena acogió una importante serie de actos por la paz en torno al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Este tratado, apoyado por la Asamblea General de la ONU y con la oposición de los Estados declarados poseedores de armas nucleares, ofrece la mejor esperanza y oportunidad para un futuro sin armas nucleares. Debemos aferrarnos a esta oportunidad con todas nuestras fuerzas.
Hay quien dice que hablar de paz en tiempos de guerra es un signo de debilidad; pero es lo contrario. Es la valentía de los manifestantes por la paz en todo el mundo la que impidió que algunos gobiernos se involucraran en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen o cualquiera de las docenas de otros conflictos en curso.
La paz no es sólo la ausencia de guerra; es la seguridad real. La seguridad de saber que podrás comer, que tus hijas e hijos tendrán educación y cuidados y que un servicio de salud estará ahí cuando lo necesites. Hoy, para millones de personas, esto no es una realidad. Las consecuencias de la guerra en Ucrania se lo arrebatarán a otros millones.
Mientras tanto, muchos países están aumentando el gasto en armamento e invirtiendo recursos en armas cada vez más peligrosas. Estados Unidos acaba de aprobar el mayor presupuesto de defensa de su historia. Todos los recursos que se destinan a armamento son recursos que no se utilizan para salud, educación, vivienda o protección del medio ambiente.
Este es un momento peligroso y arriesgado. Contemplar el horror y prepararse para más conflictos en el futuro no garantizará que se aborde la crisis climática, la crisis de la pobreza o el suministro de alimentos. De todas y todos nosotros depende construir y apoyar movimientos que puedan trazar otro rumbo hacia la paz, la seguridad y la justicia para todos y todas.
Por qué la no alineación es un imperativo urgente para el Sur Global
Nontobeko Hlela
Sudáfrica y otros países que se abstuvieron de votar contra Rusia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en respuesta a la guerra en Ucrania se enfrentan a intensas críticas internacionales. En Sudáfrica, las críticas internas han sido extraordinariamente estridentes, y a menudo claramente racializadas. Se suele asumir que la abstención significa que Sudáfrica apoya la invasión rusa, y que esto se debe a las relaciones corruptas entre las élites rusas y sudafricanas, a la nostalgia por el apoyo que la Unión Soviética prestó a la lucha contra el apartheid, o a ambas cosas.
Rara vez se reconoce que la no alineación, en este caso negarse a alinearse con Estados Unidos y sus aliados o con Rusia, puede ser un tema de principios, así como un astuto compromiso táctico con las realidades geopolíticas. Como dijeron dos figuras fundadoras del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), el entonces presidente de Yugoslavia Josip Broz Tito y el entonces primer ministro de la India Jawaharlal Nehru, en una declaración conjunta firmada el 22 de diciembre de 1954, “la política de no alineación con los bloques… no representa la ‘neutralidad’ o el ‘neutralismo’; tampoco representa la pasividad que a veces se alega. Representa la política positiva, activa y constructiva que, como objetivo, tiene la paz colectiva como base de la seguridad colectiva”.
El Sur Global alberga a más del 80% de la población mundial, pero sus países son sistemáticamente excluidos de cualquier toma de decisiones en las organizaciones internacionales que determinan cómo opera la “comunidad internacional”. Durante décadas, los países del Sur Global han abogado por la reforma de las Naciones Unidas para que se aleje del juego de suma cero de la mentalidad de la Guerra Fría que sigue dirigiéndola. Gabriel Valdés, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Chile, cuenta que en junio de 1969, Henry Kissinger le dijo: “Del Sur no puede salir nada importante. La historia nunca se ha producido en el Sur. El eje de la historia empieza en Moscú, va a Bonn, cruza a Washington y luego va a Tokio. Lo que ocurre en el Sur no tiene importancia”.
Unos pocos años antes, el 30 de septiembre de 1963, Jaja Wachuku, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Nigeria, planteó una pregunta todavía urgente en la 18ª sesión de la ONU: “¿Quiere esta Organización que… [los] Estados africanos sean sólo miembros vocales, sin derecho a expresar sus opiniones sobre ningún asunto concreto en los órganos importantes de las Naciones Unidas…[?] ¿Sólo vamos a seguir siendo ‘mirones de palo’?”. Los países del Sur Global siguen siendo “mirones de palo” viendo cómo los adultos dictan las normas y deciden el camino que debe seguir el mundo. Se les sigue sermoneando y reprendiendo cuando no hacen lo que se espera de ellos.
Es hora de revitalizar el MNOAL. El MNOAL sólo tendrá éxito si los líderes de los países del Sur Global dejan de lado sus egos, piensan estratégicamente a escala mundial y hacen un mejor uso de su considerable capital humano, sus recursos naturales y su ingenio tecnológico. El Sur Global incluye una China ascendente, la segunda economía más grande del mundo. Incluye a la India, uno de los países líderes en atención médica e innovación tecnológica. Incluye a África, rica en población creciente y en los recursos naturales necesarios para las industrias de la IA (inteligencia artificial) y de energías limpias, que están proliferando. Sin embargo, estos recursos se siguen extrayendo para obtener beneficios que se acumulan en capitales lejanos, mientras que África y gran parte del Sur Global siguen siendo subdesarrollados, con millones de personas aún atrapadas en la desesperación del empobrecimiento.
Un MNOAL renovado tiene un verdadero potencial si se toma el tiempo necesario para construir nuevas instituciones y crear amortiguadores contra la guerra económica que Estados Unidos ha estado librando contra países como Cuba y Venezuela y que ahora está desatando contra Rusia. La autonomía financiera es fundamental.
Los países que forman el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) han establecido el Nuevo Banco de Desarrollo para sus miembros. Para las 16 naciones de la Comunidad de Desarrollo de África Meridional (SADC) existe el Banco de Desarrollo de África Meridional. Sin embargo, las reservas de los países adheridos a estos proyectos siguen estando en los Estados Unidos o en capitales europeas. Ha llegado el momento de que las y los líderes del Sur Global despierten y se den cuenta de que, dado el tipo de guerra económica que se está desatando en un país como Rusia, los países más débiles del Sur Global no tienen ninguna autonomía significativa.
Ha llegado el momento de replantearse la forma de dirigir la política, la economía y la política exterior cuando está claro que Occidente puede decidir diezmar países enteros. Las armas económicas que se están construyendo contra Rusia estarán disponibles para ser utilizadas contra otros países que tengan la temeridad de no seguir la línea de Washington.
El BRICS ha sido decepcionante en muchos aspectos, pero ha abierto cierto espacio para que los países del Sur Global (con sus muchas diferencias de credo, cultura, y sistemas políticos y económicos) encuentren una forma de trabajar juntos. El rechazo a las intensas presiones para que se arrodillen colectivamente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es un ejemplo alentador de que el Sur Global rechaza la suposición de que deben seguir siendo “mirones de palo” permanentes.
A medida que Estados Unidos intensifica rápidamente su nueva guerra fría contra Rusia y China, y espera que otros países se pongan a su altura, es urgente rechazar esta mentalidad de Guerra Fría de querer dividir el mundo según las viejas líneas enconadas. El Sur Global debe rechazar esta visión y reclamar el respeto del derecho internacional por parte de todos los países. Cuando los derechos humanos y el derecho internacional sólo se invocan cuando son los países a los que Occidente no quiere o con los que no está de acuerdo los que los incumplen, resulta una burla de estos conceptos.
Sólo si se mantienen unidos y hablan con una sola voz, los países del Sur Global pueden esperar tener alguna influencia en los asuntos internacionales y no seguir siendo meros “firmantes” de las posturas de Occidente.
El Movimiento de Países No Alineados debe tener confianza y ser audaz y no pedir permiso a Occidente. Los líderes del MNOAL deben entender que están ahí para servir a sus pueblos y proteger sus intereses y no permitir que la tentación de ser incluidos en el “club de los grandes” influya en su postura sobre los asuntos. Deben tener siempre presente que se les ha mantenido como “mirones de palo” durante demasiado tiempo y, a menos que tomen realmente su destino en sus manos, estarán siempre a los pies de la mesa, con sus pueblos comiendo sólo las migajas de la riqueza acumulada por la economía global, gran parte de ella procedente de la explotación del Sur.
Por qué América Latina necesita un nuevo orden mundial
Marco Fernandes
El mundo quiere que el conflicto en Ucrania termine. Sin embargo, los países de la OTAN quieren prolongarlo, aumentando el suministro de armas a Ucrania y declarando que “quieren ver a Rusia debilitada”. Para el 3 de marzo de 2022, Estados Unidos ya había destinado US$ 13.600 millones para armar a Ucrania. Para el 28 de abril, Biden había solicitado US$ 33.000 millones adicionales. A modo de comparación, para acabar con el hambre en el mundo para el 2030 se necesitaría invertir US$ 45.000 millones por año.
Incluso si las negociaciones tienen lugar y la guerra se acaba, es muy probable que no sea posible una solución pacífica real. Nada hace pensar que las tensiones geopolíticas vayan a disminuir, ya que detrás del conflicto en torno a Ucrania está el esfuerzo de Occidente por frenar el desarrollo de China, romper sus vínculos con Rusia y acabar con las asociaciones estratégicas del país asiático con el Sur Global.
En marzo de 2022, los comandantes del Comando de África de los EE. UU. y del Comando Sur (el general Stephen J. Townsend y la general Laura Richardson respectivamente) advirtieron al Senado estadounidense sobre los peligros percibidos por el aumento de la influencia china y rusa en África, así como en América Latina y el Caribe. Los comandantes recomendaron que Estados Unidos debilite la influencia de Moscú y Pekín en estas regiones. Esta política forma parte de la doctrina de seguridad nacional de 2018 de Estados Unidos, que enmarca a China y Rusia como sus “desafíos centrales”.
No a la Guerra Fría
América Latina no quiere una nueva Guerra Fría. La región ya ha sufrido por décadas de gobiernos militares y políticas de austeridad justificadas en base a la llamada “amenaza comunista”. Decenas de miles de personas perdieron la vida y muchas decenas de miles más fueron encarceladas, torturadas y exiliadas sólo porque querían que sus países fueran soberanos y sus sociedades decentes. Esta violencia fue producto de la Guerra Fría impuesta por los Estados Unidos en América Latina.
América Latina quiere la paz. La paz sólo puede construirse sobre la base de la unidad regional. Este proceso comenzó hace más de 20 años, después de que un ciclo de levantamientos populares – impulsados por el tsunami de la austeridad neoliberal – condujera a la elección de gobiernos progresistas: Venezuela (1999), Brasil (2002), Argentina (2003), Uruguay (2004), Bolivia (2005), Ecuador (2007) y Paraguay (2008). Estos países, a los que se unieron Cuba y Nicaragua, crearon un conjunto de organizaciones regionales: la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) en 2004, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2008 y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011. Estas plataformas pretendían aumentar el comercio regional y la integración política. Sus logros se encontraron con una mayor agresión por parte de Washington, que trató de socavar el proceso intentando derrocar a los gobiernos de muchos de los países miembros y dividiendo los bloques regionales para adaptarlos a los intereses de Washington.
Brasil
Por su tamaño y su relevancia política, Brasil fue un actor clave en estas primeras organizaciones. En 2009, Brasil se unió a Rusia, India, China y Sudáfrica para formar el BRICS, una nueva alianza con el objetivo de reordenar las relaciones de poder del comercio y la política mundiales.
El papel de Brasil no le gustó a la Casa Blanca, que – evitando la crudeza de un golpe militar – organizó una exitosa operación en alianza con sectores de la élite brasileña. Utilizando el poder legislativo, el sistema judicial y los medios de comunicación brasileños derrocaron el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 y provocaron la detención del ex presidente Lula en 2018 (quien en ese momento lideraba las encuestas en las elecciones presidenciales). Ambos fueron acusados de formar parte de una cadena de corrupción que involucraba a la petrolera estatal brasileña. La justicia brasileña realizó una investigación conocida como “Operación Lava Jato”. La participación del Departamento de Justicia de Estados Unidos y del FBI en esa investigación se reveló tras una filtración masiva de los chats de Telegram del fiscal principal de la Operación. Sin embargo, antes de que se descubriera la injerencia estadounidense, la destitución política de Lula y Dilma devolvió el poder a la derecha en Brasilia, la capital del país. Brasil dejó de desempeñar un papel destacado en los proyectos regionales o mundiales que podían debilitar el poder de Estados Unidos, abandonó la UNASUR y la CELAC, y permanece en el BRICS sólo formalmente – como también es el caso de India –, debilitando la perspectiva de las alianzas estratégicas del Sur Global.
Cambio de rumbo
En los últimos años, América Latina ha experimentado una nueva ola de gobiernos progresistas. La idea de la integración regional vuelve a estar sobre la mesa. Después de cuatro años sin celebrar una cumbre, la CELAC volvió a reunirse en septiembre de 2021, bajo el liderazgo del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y el presidente argentino Alberto Fernández. Tras el triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales colombianas en junio de 2022 y si Lula gana en su campaña para la reelección a la presidencia de Brasil en octubre de 2022, por primera vez en décadas las cuatro mayores economías de América Latina (Brasil, México, Argentina y Colombia) estarían gobernadas por la centroizquierda, en particular los partidarios de la integración latinoamericana y caribeña. Lula ha dicho que si gana la presidencia, Brasil regresará a la CELAC y retomará una posición activa en el BRICS.
El Sur Global podría estar preparado para resurgir a finales de 2022 y se crearía un nuevo espacio dentro del orden mundial. Una prueba de ello es la falta de unanimidad que ha suscitado el intento de la OTAN de crear una mayor coalición para sancionar a Rusia. Este proyecto de la OTAN ha suscitado una reacción violenta en todo el Sur Global. Incluso los gobiernos que condenan la guerra (como Argentina, Brasil, la India y Sudáfrica) no están de acuerdo con la política de sanciones unilaterales de la OTAN y prefieren apoyar las negociaciones para una solución pacífica. La idea de reanudar un movimiento de países no alineados (inspirada en la iniciativa lanzada en la Conferencia de Bandung de 1955, celebrada en Indonesia) ha encontrado eco en numerosos círculos.
Su intención es correcta. Buscan desescalar las tensiones políticas mundiales, que son una amenaza para la soberanía de los países y tienden a impactar negativamente en la economía global. El espíritu de no confrontación y paz de la Conferencia de Bandung es hoy urgente.
El Movimiento de Países No Alineados surgió como un rechazo de los países del Tercer Mundo a elegir un bando en la polarización entre Estados Unidos y la URSS durante la Guerra Fría. Luchaban por su soberanía y el derecho a tener relaciones con los países de ambos sistemas, sin que su política exterior se decidiera en Washington o en Moscú.
Pero este no es el escenario actual. Sólo el eje Washington-Bruselas (y sus aliados) exigen la alineación con su llamado “orden internacional basado en reglas”. Los que no se alinean sufren las sanciones aplicadas contra decenas de países (devastando economías enteras, como las de Venezuela y Cuba), la confiscación ilegal de cientos de miles de millones de dólares en activos (como en los casos de Venezuela, Irán, Afganistán y Rusia), las invasiones e injerencias que resultan en guerras genocidas (como en Irak, Siria, Libia y Afganistán) y el apoyo exterior a las “revoluciones de colores” (desde Ucrania en 2014 hasta Brasil en 2016). La exigencia de alineación proviene únicamente de Occidente, no de China o Rusia.
La humanidad se enfrenta a retos urgentes, como la desigualdad, el hambre, la crisis climática y la amenaza de nuevas pandemias. Para superarlos, las alianzas regionales del Sur Global deben ser capaces de instituir una nueva multipolaridad en la política mundial. Pero los sospechosos de siempre pueden tener otros planes para la humanidad.
India puede tener un rol clave en un posible nuevo orden mundial
Prasanth Radhakrishnan
En la primera quincena de abril de 2022, el ministro de Asuntos Exteriores de la India, Subrahmanyam Jaishankar, hizo unas reveladoras declaraciones durante una rueda de prensa en Washington, D.C. Estaba junto al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin. Cuando se le preguntó por la compra de petróleo ruso por parte de la India, Jaishankar dijo: “Si están indagando sobre compras de energía a Rusia, yo sugeriría que su atención se centrara en Europa. Compramos algo de energía, que es necesaria para nuestra seguridad energética. Pero sospecho que, mirando las cifras, nuestras compras totales del mes serían menores que las que hace Europa en una tarde”.
La declaración de Jaishankar no es inusual. Tanto él como sus colegas han estado rebatiendo las “preocupaciones” y los “consejos” de Occidente a la India sobre su postura ante Rusia en el conflicto de Ucrania, incluida la negativa de la India a votar contra Rusia en las Naciones Unidas, así como las conversaciones de la India con Rusia para establecer un mecanismo de pago que eluda las sanciones impuestas por Occidente. Las visitas de los diplomáticos occidentales a la India no contribuyeron a modificar las acciones del Gobierno indio.
La India, bajo el Gobierno del primer ministro Narendra Modi, se ha parado firme ante el campo de los Estados Unidos, participando en la reactivación del Quad y subscribiendo tres acuerdos fundacionales de defensa con los Estados Unidos. Estos movimientos sugieren que la India está muy de acuerdo con el enfoque de los EE. UU. en la contención de China. ¿Se ha desviado entonces la India de esta alineación con los Estados Unidos a raíz de sus relaciones con Rusia? ¿Está la no alineación otra vez sobre la mesa? La respuesta a esta pregunta es mucho más complicada de lo que parece a primera vista.
Economía
Una parte de esta última respuesta de la India puede explicarse por simple economía. Para un gobierno que está lidiando con una inflación creciente, la perspectiva de obtener petróleo a precios reducidos de Rusia era demasiado buena para resistirse. Además, Rusia sigue siendo su mayor proveedor de armas, aunque la dependencia parece estar disminuyendo (las importaciones de Israel y Estados Unidos han aumentado en los últimos 30 años). Un hecho mucho menos público es que la India también depende de Rusia para los fertilizantes que son vitales para su sector agrícola. Estos lazos económicos son demasiado rentables como para cortarlos. Además, esta respuesta también tiene precedentes. Después de todo, la India no cedió a la presión estadounidense incluida la amenaza de sanciones cuando se trataba de adquirir el sistema de misiles S-400 de Rusia. Geopolíticamente, Rusia sigue siendo clave si la India quiere comprometerse con su entorno inmediato, donde anteriormente se quedó atrás en momentos clave, como durante la crisis de Afganistán.
Sin embargo, en el momento actual, las perspectivas netamente económicas y geopolíticas son quizás inadecuadas.
Autonomía estratégica
El enfoque de la India tras la Guerra Fría se ha definido a menudo como autonomía estratégica, que ha englobado a agrupaciones tan diversas como la alianza BRICS (formada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); la Organización de Cooperación de Shanghai; y el Quad (formado por Estados Unidos, India, Japón y Australia). Sin embargo, la política exterior de la India en las últimas décadas se ha caracterizado por un enfoque más transaccional, aprovechando lo que ha tenido sentido financiero y estratégico en un momento determinado más que cualquier perspectiva a largo plazo.
Las respuestas de Occidente y sus aliados a la guerra de Ucrania indican que ese enfoque tiene una utilidad limitada. El régimen de sanciones, la incautación de activos, el congelamiento de reservas y el ataque a la moneda rusa no son meras respuestas a un conflicto armado. Son acciones que se han convertido en armas anteriormente y se han desplegado contra países como Cuba, Venezuela e Irán, y son una advertencia para cualquiera que pretenda desafiar la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados. Son una señal de que cualquier desafío sustantivo al actual orden mundial tendrá una respuesta dura. Hoy el objetivo es Rusia. ¿Mañana podría ser China? ¿Pasado mañana la India?
Una robusta no alineación
El momento actual exige un nuevo enfoque, y aquí es donde surge la propuesta de no alineación. Aunque no es una idea nueva, puede que ahora haya encontrado su momento de urgencia.
La génesis del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) se encuentra en la tradición de las luchas anticoloniales. Por ejemplo, un MNOAL emergente intervino de forma crítica en los movimientos de liberación en África. En contraste con el colonialismo, que evolucionó y continuó con sus actividades depredadoras, el MNOAL se redujo a una voz moral, y sus miembros fueron aislados y depredados por el orden global neoliberal que surgió a partir de la década de 1970.
Entonces, ¿qué significa la no alineación hoy en día, cuando unos pocos hombres y mujeres, de un plumazo, pueden apoderarse de miles de millones en reservas extranjeras y prohibir el comercio entre dos países soberanos? Está claro que, para que la no alineación sea eficaz, no puede limitarse a relaciones transaccionales o a meras posturas morales.
También está claro que la no alineación de hoy debe basarse en la exigencia de la transformación del orden mundial, lo que implica el rechazo de la dictadura del Banco Mundial y del FMI y el impacto duradero de la deuda, la abolición de las sanciones como herramienta de guerra, y unas Naciones Unidas más equitativas. Esto requiere la construcción de estructuras para las que existen precedentes. Las naciones del BRICS tuvieron la idea correcta con el Nuevo Banco de Desarrollo, denominado anteriormente el Banco de Desarrollo BRICS, que puede ser un modelo para futuros bloques. Organizaciones como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en América Latina son ejemplos de agrupaciones de este tipo en acción.
Sin embargo, estas estructuras no se construyen de forma aislada o simplemente porque unos pocos líderes lo decreten. Sus cimientos deben basarse en una estrategia de dos vertientes por parte de los países. Uno de ellos debe ser un énfasis renovado en la autosuficiencia en el plano del desarrollo económico y la investigación científica y tecnológica. Esto es quizás lo que la India perdió cuando abandonó la planificación central y acabó siendo un proveedor de recursos humanos cualificados y un mero receptor tanto de tecnología como de bienes.
La otra vertiente tiene que ser la de las relaciones económicas que aprovechan los puntos fuertes de cada país y que pueden lograrse a pesar de las diferencias políticas y diplomáticas. Los bloques comerciales del sudeste asiático, África y América Latina han dado pistas de lo que esto podría significar y de lo mucho que podría afectar al orden mundial.
Para la India y otros países del Sur Global, este momento ofrece inmensos retos y deja entrever la posibilidad de un nuevo mundo. ¿Superará la India su enfoque transitorio y abrazará esta posibilidad? Hay pocas razones para esperar que exista un deseo de cambio por parte de la clase dirigente, pero su posibilidad forma parte de la agenda de los movimientos populares.
Europa en la encrucijada: entre el neoliberalismo y lo que la gente quiere
Nora García Nieves
“Ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima”: Este lema histórico del movimiento feminista español contra la guerra, sostiene una de las claves de fondo para construir un horizonte de paz. Reclama que la paz no es sólo un alto al fuego o la rendición y el silencio ante quienes imponen sus guerras. Sino que la paz es la construcción de los cimientos para unas relaciones basadas en el respeto mutuo y la cooperación.
Esta no es una idea naif ni algo imposible, porque si hay voluntad, hay un camino.
La construcción de este camino es la única alternativa posible para la sostenibilidad de la vida de las personas y el planeta. Lo contrario es la paz del cementerio, la pérdida de vidas humanas, un mundo partido en dos, en guerra permanente, armas nucleares y miseria para los pueblos.
Los que dicen defender la libertad no quieren que quienes no son como ellos la disfruten. Lo que se nos plantea es un “conmigo o contra mí” o en palabras de Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, “recordaremos a quienes no estén a nuestro lado”.
La libertad, por tanto, no es elegir únicamente frente a dos opciones, sino la posibilidad de crear opciones propias. Por eso es fundamental que ante esta visión mainstream del mundo, que nos arrebata la capacidad de construir nuevos imaginarios, articulemos uno donde podamos entrar todas juntas. La guerra no es inevitable.
“Europa es indefendible”
En el contexto que vivimos se respira amnesia y siglo XX. De nuevo la guerra, de nuevo el odio, de nuevo el “nosotros” y los “otros”. Es escandaloso que, ante esta Europa-fortaleza, que ha convertido el mar mediterráneo en una fosa común de personas que escapan de las guerras de países del Sur Global, que ilegalmente hace devoluciones en caliente de personas migrantes, y que encierra a solicitantes de asilo en centros de internamiento sin siquiera poder hablar con un abogado; sea tan fácil poner los instrumentos necesarios para abrir sus puertas a quienes escapan de la guerra de Ucrania, cuando las personas son blancas y de ojos azules. La guerra de Ucrania ha demostrado que la UE es perfectamente capaz de recibir refugiados, pero para los que están atrapados en Libia – ese país que destruímos con la OTAN – no hay rutas seguras, ni trenes, ni autobuses gratuitos. Esto nos dice de nuevo que si hay voluntad, hay un camino.
Todas las personas tienen derecho a huir de la guerra y rehacer su vida, como las personas afganas, kurdas o sirias hacinadas en Moria, el campo de refugiados de la isla de Lesbos, en Grecia, que se incendió durante la pandemia con casi 13.000 personas dentro y donde niños y niñas de 10 años han intentado suicidarse por la violencia, el hambre y el hacinamiento. Parece que la historia de la Europa colonial pervive, hay vidas que importan y vidas que no importan.
Pero no hace tantos años, miles de familias españolas huían del fascismo que también perseguía “a los otros”, como al pueblo gitano, personas de comunidad LGTBI, o defensoras de la República Española. Como escribe Aimé Césaire en su Discurso sobre el colonialismo, “Europa es indefendible”. El nivel de contradicciones es tan alto que sería suicida seguir por este camino en el que hablamos de paz y mandamos armas, hablamos de democracia y apoyamos la censura, hablamos de derechos humanos y desarticulamos la ONU, hablamos de libertad y cerramos los ojos ante el fascismo. Y en el centro de todo esto: la OTAN. Como si no fuera suficiente entregar nuestra soberanía a los mercados, también se la entregamos a las guerras de EE. UU.
“Con la dignidad no se come, pero un pueblo sin dignidad se pone de rodillas y termina sin comer”
La famosa frase del dirigente Julio Anguita, difunto alcalde de Córdoba e influyente líder político dentro de la izquierda española, “Con la dignidad no se come, pero un pueblo sin dignidad se pone de rodillas y termina sin comer” resuena en mi cabeza mientras intento discernir qué está ocurriendo en Europa, o más importante: qué es Europa y cómo podemos hacer que sea todo lo contrario a lo que es. Pero para entender qué es Europa hoy, debemos recordar que los debates que construyeron los consensos hacia esta Unión Europea se dieron en términos abstractos y aspiracionales, asociando la modernidad al neoliberalismo. Mientras los pueblos se ensimismaron con una identidad europea vacía, se construyeron los andamiajes hacia una economía independiente del poder político y democrático.
Como la sirenita, del popular cuento de Hans Christian Andersen, vendimos nuestra voz por una idea de amor romántico. Sin nuestra voz, los constructores de la UE rellenaron el abismo entre lo económico y lo social con instituciones generadoras de desigualdades y de un proyecto de seguridad europea al servicio de Washington. Las decisiones de la UE ante la crisis del 2008, la pandemia del COVID-19 o la Guerra de Ucrania no pueden estar más alejadas de las necesidades de seguridad real y cotidiana de las personas. Con la sirenita, aprendimos que sin nuestra voz no puede haber amor real.
La lucha contra la amnesia
Quienes luchamos contra la amnesia sabemos que no necesitamos alianzas militares, porque la guerra es un síntoma terrible, pero no es la enfermedad del mundo. Para extirparla, Europa necesita urgentemente un transplante de corazón, de un corazón antifascista y anticolonialista, que sea responsable del mundo que construye y de las gentes que viven y llegan a él. Entonces, ¿Cómo podemos hacer que Europa sea todo lo contrario a lo que es? En primer lugar, asumiendo que no podemos posponer abrir los ojos, mirar a Europa por lo que realmente es y abordar la tarea más difícil: construir un camino propio. Con memoria, podremos abordar ese camino, porque ese camino se ha intentado antes. Escuchemos al pasado y hagámoslo mejor. Ese camino va desde Rosa Luxemburgo, el Movimiento de Países No Alineados, el BRICS, el panafricanismo o la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo. Toda esta historia nos recuerda que la lucha por construir otro camino de paz está llena de coraje, y que quienes lucharon aprendieron que su voluntad también contaba.
Porque si hay voluntad, hay un camino.
Más armas no nos salvarán. Nosotras lo haremos.
Cuba y el Movimiento de Países No Alineados: Una política exterior de socialismo y paz
Manolo De Los Santos
Aunque Bandung y La Habana no podrían estar más alejadas geográficamente (Indonesia y Cuba, las islas en las que estas dos ciudades están situadas, están separadas por más de 17.000 km), han estado ideológicamente cerca en el imaginario de muchas personas del Sur Global. El Proyecto del Tercer Mundo, nacido de la continua colaboración entre los nuevos Estados independientes y sus luchas por la liberación nacional, ha definido y sigue definiendo, todavía, la historia de los movimientos por la paz y la no alineación.
Cuando empezó la Conferencia de Bandung, el 18 de abril de 1955, Fidel Castro era todavía un preso político en la entonces llamada Isla de Pinos, al sur de La Habana. Cumplía una condena de 15 años por organizar – apenas dos años antes – el fallido ataque al Cuartel Moncada. En esos años de prisión, durante los cuales un joven Fidel leía vorazmente, empezó a consolidar sus ideas sobre los conceptos de soberanía e independencia y cómo debían redefinirse durante la Guerra Fría, cuando el imperialismo estaba desarrollando nuevos enfoques sobre cómo dar continuidad al sometimiento de continentes enteros.
Mientras Fidel y sus compañeros de prisión proyectaban una nueva ruta para Cuba, quedaba claro que su causa de liberación nacional tenía que estar estrechamente vinculada con un proyecto más amplio de garantizar el desarrollo y el trabajo hacia la no alineación activa de los pueblos del Tercer Mundo.
Desde la mesa redonda de Bandung, en Indonesia, los dirigentes del Tercer Mundo desencadenaron una lucha global para reestructurar el sistema mundial imperante en aquella época. La conferencia fue testigo de la convergencia de países socialistas y del Tercer Mundo y vio una creciente unidad entre estas naciones, que luchaban por profundizar el proceso de descolonización.
En la Conferencia de Bandung, los gobiernos independientes de Asia y África plantearon la urgencia de reavivar la lucha antiimperialista y anticolonialista y la necesidad de unir y consolidar cada vez más los intereses y aspiraciones de sus pueblos. La gran mayoría de los gobiernos de América Latina, por su parte, fueron en contra de los intereses y aspiraciones comunes de sus pueblos, y se sometieron aún más al imperialismo estadounidense tras la mampara de la Organización de Estados Americanos (OEA), que ya funcionaba como el Ministerio de Colonias del Departamento de Estado de los Estados Unidos, como lo llamaría Fidel más tarde.
La Revolución Cubana triunfó en 1959. Marcó un punto de no retorno transformador para América Latina y sus relaciones con Estados Unidos. El Gobierno estadounidense decidió no reconocer el proceso revolucionario en la isla. En 1961, Cuba se convirtió en el punto central de la agresión estadounidense en la región, lo que dio lugar a un bloqueo que ya cumple seis décadas. Por primera vez en la historia, un movimiento guerrillero había llevado a cabo una revolución y se había enfrentado frente a frente al imperialismo estadounidense, desencadenando transformaciones de gran alcance en su estructura socioeconómica, que se oponían a los intereses neocoloniales de la dominación de Estados Unidos.
Poco después, Cuba se convirtió en el único país de América Latina que se incorporó al Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), creado en Yugoslavia en 1961. Fidel Castro y la Revolución Cubana comenzaron a jugar un rol estratégico en la solidaridad internacionalista con las luchas de liberación antiimperialistas y anticoloniales de los pueblos del Tercer Mundo.
La Revolución Cubana se construyó desde la conciencia de que su destino estaba unido al de los pueblos de América Latina, Asia y África. Como dijo Fidel en 1962: “¿Qué es la historia de Cuba sino la historia de América Latina? ¿Y qué es la historia de América Latina sino la historia de Asia, África y Oceanía? ¿Y qué es la historia de todos estos pueblos sino la historia de la explotación más despiadada y cruel del imperialismo en el mundo entero?”
Cuando Cuba se unió al MNOAL en 1961, su política internacional se encontraba en una fase de definición estratégica. El compromiso de Cuba con el Tercer Mundo se convirtió en un pilar de su estrategia internacionalista, ya fuera a través del Movimiento de Países No Alineados, de la Conferencia Tricontinental, o – posteriormente – de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL). En las décadas siguientes, muchos de los movimientos de liberación nacional que se reunieron en La Habana en enero de 1966, durante la primera conferencia de la OSPAAAL, pasarían a ser parte de los nuevos Estados que participaban en el Movimiento de Países No Alineados, convirtiéndose en el nuevo paradigma del Tercer Mundo.
Un compromiso con nuestros propios principios
En la reunión fundacional del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en 1961 en la Belgrado socialista (en ese momento capital de Yugoslavia), el entonces presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, declaró que ser no alineado “no significa que no seamos países comprometidos. Estamos comprometidos con nuestros propios principios. Y aquellos de nosotros que somos pueblos amantes de la paz, que luchan por afirmar su soberanía, y por alcanzar la plenitud del desarrollo nacional, estamos, en fin, comprometidos a responder a esas aspiraciones trascendentes y a no traicionar esos principios”. En un momento en el que muchos criticaban la aparente “alineación” de Cuba con la Unión Soviética y atacaban la premisa de que la liberación nacional estuviera ligada a un proyecto socialista, Dorticós, en el discurso de apertura de la reunión, trató de definir con mayor precisión la no alineación, afirmando que el momento requería “algo más que formulaciones generales, [y que] hay que considerar problemas concretos”.
Esta definición activa de la no alineación ha sido importante para la política internacional de Cuba en su relación con las fuerzas más progresistas del Tercer Mundo. El pensamiento del Movimiento de Países No Alineados, a partir de 1973, parece haber abandonado las ideas sobre “neutralidad” que habían impregnado el movimiento desde su creación. En defensa de la necesidad de un nuevo orden económico internacional, ha expandido sus actividades a las relaciones económicas internacionales con mucha más fuerza que en su período anterior.
Desde la caída de la URSS y el ascenso de Estados Unidos a una posición casi de primacía, el MNOAL luchó por adaptarse a las nuevas realidades y quedó a la deriva. Sin embargo, en los últimos años, con el resurgimiento del regionalismo en América Latina y la aparición de la integración euroasiática, la importancia de la no alineación y del MNOAL vuelve, gradualmente, a considerarse. Los pueblos de todo el mundo se resisten a las tácticas de coacción adoptadas por Estados Unidos, que ha intentado aislar a los países que no se someten a la voluntad de Washington. Esto ha quedado especialmente claro con la Cumbre de las Américas de la Organización de Estados Americanos en junio de 2022 en Los Ángeles, que países como Bolivia, México y Honduras boicotearon porque se prohibió la asistencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Como alternativa, la Cumbre de los Pueblos por la Democracia recogió el legado de Bandung y La Habana, reuniendo las voces de quienes han sido excluidos.
No basta con rechazar la guerra: el racismo imposibilita la paz
Claudia Webbe
La guerra y el racismo siempre han sido violenta y trágicamente inseparables. Durante siglos, los conflictos más devastadores y brutales del mundo han sido impulsados por destructivas ideas de superioridad racial y asesinas afirmaciones sobre las diferencias étnicas.
La invasión rusa a Ucrania es aborrecible y profundamente preocupante. Se trata de un atropello no provocado e injustificable y una terrible violación del derecho internacional, que tendrá consecuencias duraderas y trágicas. La agresión rusa, el bombardeo militar y el despliegue de tropas en Ucrania deben terminar inmediatamente.
La guerra y la escalada militar no pueden traer nada bueno. Como dijo en febrero de 2022 el periodista de Globetrotter, Vijay Prashad, en el The People’s Forum: “La guerra nunca es buena para los pobres. La guerra nunca es buena para las y los trabajadores. La guerra en sí misma es un crimen”. La comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos para encontrar una solución diplomática que garantice la paz y proteja la vida de los habitantes de Ucrania y de otros países azotados por la guerra.
Racismo y guerras
La ubicuidad del apoyo a Ucrania – especialmente por parte de los Estados occidentales – es un espejo que muestra cómo, a través del prisma del racismo, algunos conflictos, guerras e incidentes de sufrimiento masivo se consideran más importantes y merecedores de simpatía que otros. Ha habido numerosos casos de periodistas que han expresado su conmoción por el hecho de que las espantosas imágenes de sufrimiento de Ucrania tengan lugar en un país europeo con una población mayoritariamente blanca. Así lo expresó la corresponsal de NBC News en Londres, Kelly Cobiella, quien dijo: “Para decirlo sin rodeos, estos no son refugiados de Siria; son refugiados de la vecina Ucrania… Son cristianos; son blancos. Son muy similares [a nosotros]”. Haciendo eco de esta referencia explícita a la raza, el ex fiscal jefe adjunto de Ucrania, David Sakvarelidze, declaró a la BBC: “Es muy emotivo para mí porque veo que matan a personas europeas con ojos azules y pelo rubio”.
Si contrastamos esto con el lenguaje deshumanizado que se utiliza para describir a las personas refugiadas no-blancas, a solicitantes de asilo y a las víctimas de la guerra (como la descripción hecha por el ex primer ministro británico David Cameron de los y las refugiadas como un “enjambre”) se evidencia el – muy preocupante – racismo inherente a la forma en que los medios de comunicación, los líderes y el público de todo el mundo informan, discuten y responden a las crisis. Esta omisión de las personas no blancas y no europeas sirve para desestimar su sufrimiento. Deberíamos oponernos al trauma injustificable de la gente de Ucrania con la misma vehemencia con la que nos oponemos al sufrimiento de las víctimas de los conflictos en Palestina, Siria, Irak, Afganistán y otros países que sufren los males de la guerra.
Los medios de comunicación y el Gobierno del Reino Unido deben reconocer que todos los escenarios de conflicto merecen tanto nuestra solidaridad como nuestra compasión. Por lo tanto, el Gobierno del Reino Unido debe garantizar el ingreso y refugio a las personas desplazadas, refugiados y solicitantes de asilo que llegan de Ucrania, así como de todos los demás escenarios de conflicto alrededor del mundo. La continua hipocresía del Gobierno del Reino Unido es evidente con el abominable plan de procesamiento en el extranjero de Ruanda y la “anti-refugiados” Ley de Nacionalidad y Fronteras de 2022, que prevé cambios drásticos en el sistema de asilo de Gran Bretaña. Estas políticas deben ser desechadas inmediatamente.
La larga tradición de no alineación
El 2 de marzo de 2022, las Naciones Unidas votaron una moción que condenaba la invasión rusa de Ucrania. Esta fue apoyada por 141 de los 193 estados miembros, y sólo cinco Estados (Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria) votaron en contra. Para entender por qué 35 Estados – en su inmensa mayoría antiguas colonias del Sur Global – se abstuvieron de votar, hay que tomar en cuenta la larga tradición de no alineación sobre la que se sostienen.
La Conferencia de Bandung de 1955 se considera – justificadamente – una de las reuniones más importantes de la historia de la humanidad, por ser enormemente inspiradora para pueblos anteriormente colonizados y representar una fuerte afirmación del panafricanismo y la solidaridad antiimperialista. La conferencia también contribuyó a popularizar el Movimiento de Países No Alineados, un esfuerzo por contrarrestar la rápida polarización del mundo durante la Guerra Fría, en la que dos grandes potencias formaron bloques y se embarcaron en una política para atraer al resto del mundo a sus órbitas. Uno de estos bloques era el bloque comunista pro-soviético, unido bajo el Pacto de Varsovia, y el otro era el grupo de países capitalistas pro-estadounidenses, muchos de los cuales eran miembros de la OTAN. Millones de civiles murieron durante las guerras por delegación entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la segunda mitad del siglo XX, y la amenaza siempre presente de la aniquilación nuclear pendía como la espada de Damocles sobre todo el planeta.
La no alineación nos orienta hacia un futuro más seguro y pacífico. En 1961, basándose en los principios acordados en la Conferencia de Bandung de 1955, se estableció formalmente el Movimiento de Países No Alineados en Belgrado, entonces parte de Yugoslavia. En la actualidad, el Movimiento de Países No Alineados incluye a 120 países, que representan casi dos tercios de los miembros de las Naciones Unidas, donde vive el 55% de la población mundial. Kwame Nkrumah, primer presidente de Ghana y líder del Movimiento de Países No Alineados, dijo: “No miramos ni al Este ni al Oeste; miramos al frente”.
Aunque el Movimiento de Países No Alineados se desarrolló durante la geopolítica de la Guerra Fría, se fundó y ha perdurado sobre el reconocimiento de que nada bueno puede salir de la guerra y que los conflictos violentos, el colonialismo y el racismo siempre han estado estrechamente relacionados. Por ejemplo, de los 35 países que se abstuvieron de votar el 2 de marzo, 17 eran naciones africanas, que durante siglos sufrieron la extracción violenta del colonialismo. La abstención no fue, para nada, un reflejo del apoyo a la invasión rusa. Fue una afirmación de pacifismo, hecha por países que durante siglos han vivido bajo los abominables resultados racistas de la guerra colonial.
En todo el mundo, los casos de asesinatos y atroz violencia a manos del Estado británico se han borrado de nuestra imperial “memoria del presente”. Ha llegado el momento de que los antiguos Estados coloniales pidan disculpas y se tomen en serio la deuda histórica que tienen con los países, comunidades y personas que soportaron su crueldad. Un Movimiento de Países No Alineados revitalizado, guiado por los principios del pacifismo, la justicia y la cooperación internacional, podría ayudar a equilibrar la balanza de la política mundial, alejándola de las guerras racistas y acercándola a un futuro de paz.
Por qué la paz y el desarme están en el corazón de la no alineación
Kate Hudson
Nunca ha habido mayor necesidad de un nuevo equilibrio global, del rechazo a la guerra, a la explotación y la agresión de las grandes potencias como ahora, que nuestro mundo se acerca a la catástrofe de la guerra nuclear. Hoy más que nunca, necesitamos rechazar la brutal agenda unipolar de los Estados Unidos, la distribución del mundo entre potencias hostiles y la supresión de los derechos de muchos en interés de unos pocos. En donde todo esto se ve más claro es en cuanto a la posesión de armas nucleares: sólo nueve Estados poseen estas armas de destrucción masiva por excelencia, y, a pesar de ser tan pocos, pueden mantener al resto del mundo en jaque con su terror nuclear.
La lucha por un mundo genuinamente multipolar, alineado sólo con los pueblos del mundo y no con bloques militares, lleva la paz y el desarme en su centro: esto es tan cierto ahora como lo fue hace 60 años cuando se fundó el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL). Además de la oposición a la colonización y al sometimiento económico, los fundadores de este movimiento defendían la autodeterminación y la igualdad en las relaciones entre los Estados, y también coincidían en su oposición a los bloques militares, su compromiso con la paz mundial y una defensa muy firme del desarme nuclear mundial. Ese hilo conductor ha sido una constante desde entonces, y hoy seguimos viendo a los países del Sur Global liderando las iniciativas de desarme mundial.
Prácticamente todo el Sur Global está autoorganizado en zonas libres de armas nucleares reconocidas internacionalmente, propuesta que tiene sus orígenes en la década de los 60. En 1968, veinte países de América Latina establecieron una zona libre de armas nucleares, renunciando a la adquisición y al emplazamiento de las mismas en sus territorios. Los firmantes de este tratado, el Tratado de Tlatelolco, también aceptaron la jurisdicción del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) sobre sus instalaciones nucleares. A cambio, los Estados con armas nucleares acordaron no utilizar – ni amenazar con utilizar – armas nucleares contra ninguno de los Estados firmantes. El Tratado de Rarotonga se firmó en 1985 y prohibió los dispositivos explosivos nucleares en el Pacífico Sur, así como las pruebas y el uso de tecnologías de explosivos nucleares. La zona libre de armas nucleares de África se formalizó en 1996, con la firma del Tratado de Pelindaba, tras el desarme por parte de Sudáfrica de las armas nucleares que tenía desde la época del apartheid.
Ha habido un fuerte desarrollo regional en materia de desarme, liderado por el Sur Global, pero también hubo – y sigue habiendo – intentos por globalizar estas propuestas. El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) (negociado durante la década de 1960, pero que entró en vigor en 1970) fue impulsado, en gran parte, por la India, para controlar la proliferación y la expansión de los arsenales. Tanto la India como Pakistán se negaron a adherirse al TNP, afirmando que consagraba en la ley a los que tenían y a los que no tenían armas nucleares, un sistema de doble rasero. Lamentablemente, ambos probaron y desarrollaron sus propios arsenales. Pero el punto era correcto: los Estados con armas nucleares no cumplieron con sus obligaciones de desarme según el TNP. De hecho, posteriormente han tratado de reinterpretar el TNP como si este les permitiera conservar las armas nucleares.
Occidente se va
En los primeros años del siglo XXI, en el contexto de la llamada “Guerra contra el terrorismo”, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, intentaron cambiar el marco jurídico internacional que rige las armas nucleares. Buscaron anular el requisito de desarme, centrándose en evitar que más países adquirieran armas nucleares. Su objetivo era reinterpretar el TNP para legitimar la posesión de armas por parte de los Estados nucleares existentes, al tiempo que lo utilizaban como justificación para la confrontación con los Estados acusados de proliferación. Afirmaban que era necesario un nuevo documento que reflejara los drásticos cambios en las condiciones de seguridad internacional, incluidos los atentados del 11 de septiembre de 2001.
La realidad era que los Estados Unidos y el Reino Unido estaban realizando investigaciones para nuevas armas (que estarían dispuestos a utilizar incluso contra Estados no poseedores de armas nucleares) al tiempo que desarrollaban armas para enfrentarse a Estados más poderosos como Rusia o China. Este fue el verdadero motor de la proliferación nuclear, junto con la determinación de los Estados Unidos de convertir a Israel en el único Estado con armas nucleares de Oriente Medio.
Un nuevo camino
Fue la frustración con el TNP lo que llevó, en 2013, a la fundación de la Iniciativa Humanitaria sobre las consecuencias de las armas nucleares. Esta iniciativa se materializó en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), que entró en vigor en enero de 2021.
El tratado hace que las armas nucleares sean ilegales por primera vez, prohibiendo el desarrollo, la posesión y el despliegue de armas nucleares por parte de los Estados participantes. En la actualidad, el tratado cuenta con 61 Estados partes que están legalmente obligados a cumplirlo, y muchos más que están en proceso de adhesión. Los países del Sur Global están a la vanguardia de la consecución de este tratado; entienden que cualquier uso de armas nucleares por parte de los estados del Norte Global afectará de forma desastrosa a sus propias poblaciones, tierras y producción de alimentos. Mantienen la que ha siempre ha sido su postura: cualquier posesión de armas nucleares es inaceptable; no hay garantías cuando se trata de este tipo de armas.
Sin duda es notable que el tratado impone a los firmantes la obligación de ayudar a las víctimas del uso y las pruebas de armas nucleares. Exige la reparación de los terrenos contaminados por los ensayos nucleares. También reconoce explícitamente el impacto desproporcionado de las actividades de armamento nuclear sobre los pueblos indígenas, debido a las elecciones realizadas por las potencias nucleares coloniales para sus lugares de ensayo. Por ejemplo, muchas de las pruebas del Reino Unido se llevaron a cabo en los territorios de los primeros pueblos australianos en Emu Field y Maralinga, contaminando amplias zonas del sur de Australia. Francia realizó pruebas nucleares en sus antiguas colonias, incluyendo 17 en Argelia y 193 en la Polinesia Francesa. Estos errores históricos deben ser corregidos.
Las iniciativas de la mayoría mundial por la paz y el desarme demuestran que otro mundo es posible. La guerra es terrible. En todas las guerras, la gente sufre, y las consecuencias afectan a varias generaciones. Se destruye el futuro de innumerables personas, como vemos en Ucrania, Afganistán, Palestina, Yemen, Libia, Siria, Irak y el Sahel. Las prioridades de la humanidad son la lucha contra la desigualdad y la pobreza, hacer frente a la crisis climática y ampliar el acceso a la salud y a las vacunas. El gasto masivo de los Estados en producción y destrucción militar es un despilfarro criminal de recursos. Las alianzas militares no resuelven nuestros problemas, pero el diálogo, la desmilitarización y la cooperación internacional sí.
2 billones de dólares para la guerra vs. 100.000 millones para salvar el planeta
Murad Qureshi
Entre finales de abril y principios de mayo de 2022, el sur de Asia experimentó los terribles impactos del calentamiento global. Las temperaturas alcanzaron casi 50 grados Celsius (122 Fahrenheit) en algunas ciudades de la región. Esto vino acompañado de peligrosas inundaciones en el noreste de la India y en Bangladesh, ya que los ríos se desbordaron, produciendo inundaciones repentinas en lugares como Sunamganj en Sylhet, Bangladesh.
Saleemul Huq, director del International Center of Climate Change and Development,, es de Bangladesh. Es un veterano de las negociaciones de la ONU sobre el cambio climático. Cuando Huq leyó un tuit de Marianne Karlsen, copresidenta del Comité de Adaptación de la ONU, en el que decía que “se necesita más tiempo para llegar a un acuerdo”, refiriéndose a las negociaciones sobre la financiación de pérdidas y daños, tuiteó en respuesta: “¡Lo único que se nos ha acabado es el tiempo! Los impactos del cambio climático ya están ocurriendo, y los pobres están sufriendo pérdidas y daños debido a las emisiones de los ricos. Hablar ya no es un sustituto aceptable de la acción (¡dinero!)”. El comentario de Karlsen se produce a la luz del lento proceso de negociación sobre la agenda de “pérdidas y daños” para la 27ª Conferencia de las Partes o COP27 que se celebrará en noviembre de 2022 en Sharm el-Sheikh, Egipto.
En 2009, en la COP15, los países desarrollados del mundo acordaron un fondo de ayuda a la adaptación de 100.000 millones de dólares anuales, que debía pagarse antes de 2020. Este fondo estaba destinado a ayudar a los países del Sur Global a cambiar su dependencia del carbono por fuentes de energía renovable y a adaptarse a las realidades de la catástrofe climática. Sin embargo, en el momento de la reunión de la COP26 de Glasgow, en noviembre de 2021, los países desarrollados no pudieron cumplir este compromiso. Los 100.000 millones de dólares pueden parecer un fondo modesto, pero es mucho menos que el “Reto de la Financiación del Clima del Billón de Dólares”, que será necesario para garantizar una acción climática integral.
Los Estados más ricos – encabezados por Occidente – no sólo se han negado a financiar seriamente esta adaptación, sino que han renegado de los acuerdos originales, como el Protocolo de Kioto (1997), un paso importante para la mitigación de la crisis climática, que el Congreso estadounidense se ha negado a ratificar. Más aún, Estados Unidos ha cambiado los objetivos de reducción de sus emisiones de metano y se ha negado a dar cuenta de la enorme producción de emisiones de carbono del ejército estadounidense.
El dinero de Alemania se destina a la guerra en vez de al clima
Alemania alberga la secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En junio, como preludio a la COP27, la ONU celebró una conferencia sobre el cambio climático en Bonn. Las conversaciones terminaron en la acritud sobre la financiación de lo que se conoce como “pérdidas y daños”. La Unión Europea bloqueó sistemáticamente todos los debates sobre compensaciones. Eddy Pérez, de la Red de Acción por el Clima de Canadá, declaró: “Consumidos por sus estrechos intereses nacionales, los países ricos y, en particular, los países de la Unión Europea, acudieron a la Conferencia sobre el Clima de Bonn para bloquear, retrasar y socavar los esfuerzos de las personas y las comunidades en primera línea para hacer frente a las pérdidas y los daños causados por los combustibles fósiles”.
Sobre la mesa está la hipocresía de países como Alemania, que dice ser líder en estas cuestiones, pero que en cambio ha estado abasteciéndose de combustibles fósiles en el extranjero y ha estado invirtiendo cada vez más fondos en su ejército. Al mismo tiempo, estos países han negado su apoyo a los países en desarrollo que se enfrentan a la devastación de las supertormentas inducidas por el clima y la subida de los mares.
Tras las elecciones alemanas de septiembre de 2021, se esperaba que la nueva coalición de los socialdemócratas con el Partido Verde levantara la agenda verde. Sin embargo, en vez de ello, el canciller alemán Olaf Scholz ha prometido 100.000 millones de euros para el ejército, lo que el reportero del Financial Times Guy Chazan ha descrito como “el mayor aumento del gasto militar del país desde el final de la Guerra Fría”. El Canciller Scholz también se ha comprometido a aumentar el presupuesto militar hasta más del 2% del producto interno bruto. Esto significa más dinero para el ejército y menos para la mitigación del clima y la transformación ecológica.
Los militares y la catástrofe climática
El dinero que está siendo engullido por los aparatos militares occidentales no sólo se aleja de cualquier gasto climático, sino que promueve una mayor catástrofe climática. El ejército estadounidense es el mayor contaminador institucional del planeta. El mantenimiento de sus más de 800 bases militares en todo el mundo, por ejemplo, significa que el ejército estadounidense consume 395.000 barriles de petróleo al día. En 2021, los gobiernos del mundo gastaron 2 billones de dólares en armamento, siendo los principales países los más ricos (así como los más mojigatos en el debate climático). Hay dinero para la guerra, pero no para hacer frente a la catástrofe climática.
La forma en que se han vertido las armas en el conflicto de Ucrania nos hace reflexionar a muchos. La prolongación de esa guerra está intensificando la grave inseguridad alimentaria en una realidad mundial en la que ya se ha identificado que 49 millones de personas están en riesgo de hambruna en 46 países como consecuencia de los conflictos, el cambio climático y las condiciones meteorológicas extremas, según el informe “Hunger Hotspots” [Focos de hambre] de las agencias de Naciones Unidas, como consecuencia de las condiciones climáticas extremas y debido a los conflictos. Los conflictos y la violencia organizada fueron las principales fuentes de inseguridad alimentaria en África y Oriente Medio, concretamente en el norte de Nigeria, el centro del Sahel, el este de la República Democrática del Congo, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur, Yemen y Siria. La guerra en Ucrania ha agravado la crisis alimentaria al hacer subir el precio de los productos agrícolas., ya que Rusia y Ucrania representan conjuntamente alrededor del 30% del comercio mundial de trigo. Por tanto, cuanto más dure la guerra de Ucrania, más “focos de hambre” crecerán, llevando la concentración de inseguridad alimentaria severa más allá de África y Oriente Medio.
Aunque ya se ha celebrado una reunión de la COP en el continente africano, otra tendrá lugar a finales de 2022. En primer lugar, Abiyán (Costa de Marfil) albergó la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en mayo de 2022, y después Sharm el-Sheikh acogerá la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) en noviembre de 2022. Se trata de foros importantes para que los Estados africanos pongan sobre la mesa los grandes daños causados en algunas partes del continente por la catástrofe climática.
Cuando los representantes de los países del mundo se reúnan en Sharm el-Sheikh, escucharán a los representantes occidentales hablar del cambio climático, hacer promesas y luego hacer todo lo posible para seguir agravando la catástrofe. Lo que vimos en Bonn es un preludio de lo que será un fiasco en Sharm el-Sheikh.
Sobre los autores
Roger McKenzie es reportero del Morning Star. Es secretario general de Liberation, una de las organizaciones de derechos humanos más antiguas del Reino Unido.
Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. También es miembro senior no residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos La naciones oscuras y Las naciones pobres. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y, (con Noam Chomsky) The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the Fragility of U.S. Power.
Jeremy Corbyn es miembro del Parlamento de Reino Unido, ex líder del Partido Laborista del Reino Unido y fundador del Proyecto de Paz y Justicia.
Nontobeko Hlela fue la primera secretaria (política) del Alto Comisionado de Sudáfrica en Nairobi, Kenia. Actualmente trabaja como investigadora en la oficina sudafricana del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Marco Fernandes es investigador del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Es miembro de la campaña No Cold War y es cofundador y coeditor de News on China (Dongsheng). Vive en Shanghai.
Prasanth Radhakrishnan trabaja como periodista para NewsClick y Peoples Dispatch.
Nora García Nieves es miembro de No Cold War, vive en Madrid, en donde desarrolla su activismo en la lucha feminista, internacionalista y cultural.
Manolo De Los Santos es codirector ejecutivo del People’s Forum e investigador del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Coeditó, recientemente, Viviremos: Venezuela vs. Hybrid War (LeftWord Books/1804 Books, 2020) y Comrade of the Revolution: Selected Speeches of Fidel Castro (LeftWord Books/1804 Books, 2021). Es co-coordinador de la Cumbre de los Pueblos por la Democracia.
Claudia Webbe representa a Leicester East en el parlamento del Reino Unido. Puedes seguirla en Facebook y en Twitter @ClaudiaWebbe.
Kate Hudson es la secretaria general de la Campaña para el Desarme Nuclear. Es una destacada activista antinuclear y antibélica tanto en el Reino Unido como a nivel internacional.
Murad Qureshi es un antiguo miembro de la Asamblea de Londres y ex presidente de la Coalición Stop the War.