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Boletín de Noticias

La democracia no llegará a través de concesiones y miedo | Boletín 24 (2024)

En 2024, 64 países y la UE celebrarán elecciones. En medio de la influencia corruptora del dinero, el poder y los discursos corrosivos, continúa la búsqueda de un auténtico espíritu democrático.

Aisha Khalid y Imran Qureshi (Pakistán), Two Wings to Fly, Not One [Dos alas para volar, no una], 2017.

Queridos amigos y amigas,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Hasta finales de año, la mitad de la población mundial tendrá la oportunidad de votar, ya que está previsto que 64 países y la Unión Europea abran sus urnas. Ningún año anterior había estado tan repleto de elecciones. Entre estos países se encuentra India, donde hubo que imprimir nada menos que 969 millones de papeletas antes de los comicios que culminaron el 1 de junio. Al final votaron 642 millones de personas (aproximadamente dos tercios de quienes tienen derecho a voto), la mitad de ellas mujeres. Se trata de la mayor participación femenina en unas elecciones en todo el mundo.

Mientras tanto, los 27 Estados miembros de la Unión Europea celebraron elecciones al Parlamento Europeo, lo que supuso que 373 millones de personas con derecho a voto tuvieran la oportunidad de elegir a los 720 miembros que componen el órgano legislativo. Si añadimos los votantes con derecho a voto en las elecciones de Estados Unidos (161 millones), Indonesia (204 millones), Pakistán (129 millones), Bangladesh (120 millones), México (98 millones) y Sudáfrica (42 millones), podemos entender por qué 2024 se presenta como el Año de las Elecciones.

Alfredo Ramos Martínez (México), Vendedora de alcatraces, 1929.

En las últimas semanas se han celebrado tres elecciones especialmente importantes en India, México y Sudáfrica. India y Sudáfrica son actores clave del bloque BRICS, que está trazando un camino hacia un orden mundial que no esté dominado por EE. UU. La naturaleza de las coaliciones de gobierno que lleguen al poder en estos países repercutirá en la agrupación y sin duda configurará la Cumbre de los BRICS de este año, que se celebrará en Kazán (Rusia) a finales de octubre. Aunque México no es miembro de los BRICS y no solicitó su adhesión durante la ampliación del año pasado, el país ha tratado de liberarse de las presiones de Estados Unidos (la mayoría de los mexicanos conocen la frase “Pobre México: tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos”, pronunciada por el Porfirio Díaz, presidente del país entre 1884 y 1911). La reciente aversión del gobierno mexicano a la injerencia estadounidense en América Latina y al marco neoliberal general de comercio y desarrollo ha llevado al país a dialogar más profundamente con proyectos alternativos como los BRICS.

Mientras que los resultados en India y Sudáfrica mostraron que los electorados están profundamente divididos, las y los votantes mexicanos se quedaron con el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) de centroizquierda, eligiendo el 2 de junio a Claudia Sheinbaum como la primera mujer presidenta en la historia del país. Sheinbaum tomará el relevo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que deja la presidencia con un notable 80% de aprobación. Como alcaldesa de Ciudad de México de 2018 a 2023 y aliada cercana de AMLO, Sheinbaum siguió los principios generales establecidos en el proyecto de la Cuarta Transformación (4T) establecido por AMLO en 2018. Este proyecto 4T de “humanismo mexicano” sigue tres periodos importantes en la historia de México: independencia (1810-1821), reforma (1858-1861) y revolución (1910-1917). Aunque AMLO habló a menudo de esta 4T como un avance en la historia de México, en realidad es un regreso a las promesas de la Revolución Mexicana con su llamado a nacionalizar los recursos (incluido el litio), aumentar los salarios, ampliar los programas de empleo del gobierno y revitalizar el bienestar social. Una de las razones por las que Sheinbaum triunfó sobre los otros candidatos fue su promesa de continuar con la agenda de la 4T, que tiene menos raíces en el populismo (como le gusta decir a la prensa burguesa) y más en un genuino humanismo de bienestar.

George Pemba (Sudáfrica), Township Games [Juegos de la barriada], 1973.

En mayo de este año, 30 años después del fin del apartheid, Sudáfrica celebró sus séptimas elecciones generales de la era post-apartheid, con unos resultados que contrastan fuertemente con los de México. La alianza tripartita gobernante —formada por el Congreso Nacional Africano (CNA), el Partido Comunista Sudafricano y el Congreso de Sindicatos Sudafricanos— sufrió un enorme desgaste en su porcentaje de votos, obteniendo solo el 40,18% (42 escaños menos que la mayoría), frente al 59,50% y una cómoda mayoría en la Asamblea Nacional en 2019. Lo sorprendente de las elecciones no es solo el descenso de la cuota de votos de la alianza, sino el rápido declive de la participación electoral. Desde 1999, cada vez menos personas se han molestado en ir a votar, y esta vez solo el 58% de los electores acudieron a las urnas (frente al 86% de 1994). Esto significa que la alianza tripartita solo obtuvo los votos del 15,5% de los electores, mientras que sus rivales obtuvieron porcentajes aún menores. No se trata únicamente de que la población sudafricana —como la de otros lugares— esté harta de tal o cual partido político, sino de que está cada vez más desilusionada con su proceso electoral y con el papel de los políticos en la sociedad.

Una evaluación mesurada de los resultados de las elecciones sudafricanas muestra que las dos fuerzas políticas que se separaron del CNA —uMkhonto we Sizwe (MK) de Jacob Zuma y Economic Freedom Fighters (EFF) [Combatientes por la Libertad Económica] de Julius Malema— obtuvieron conjuntamente el 64,28% de los votos, superando la cuota de votos que la alianza gobernante obtuvo en 1994. El programa general prometido por estas tres fuerzas permanece intacto (acabar con la pobreza, expropiar tierras, nacionalizar bancos y minas y ampliar el bienestar social), aunque las estrategias que les gustaría seguir son muy diferentes, una división acrecentada por sus rivalidades personales. Al final, en Sudáfrica se formará un gobierno de amplia coalición, pero no está claro si será capaz de definir siquiera una política socialdemócrata, como la de México. El declive general de la creencia de la población en el sistema refleja una falta de fe en cualquier proyecto político. Las promesas, si no se cumplen, pueden quedar anquilosadas.

Kalyan Joshi (India), Migration in the Time of COVID [Migración en tiempos de COVID], 2020.

En vísperas de las elecciones en India, celebradas a lo largo de seis semanas, del 19 de abril al 1 de junio, el actual primer ministro Narendra Modi, del partido de extrema derecha Bharatiya Janata Party (BJP), afirmó que su partido obtendría por sí solo una impresionante victoria de 370 de los 543 escaños del Parlamento. Al final, el BJP solo pudo reunir 240 escaños —63 menos que en las elecciones de 2019— y su Alianza Democrática Nacional obtuvo un total de 293 (por encima del umbral de 272 necesario para formar gobierno). Modi volverá para un tercer mandato como primer ministro, pero con un poder muy debilitado. Apenas pudo conservar su propio escaño por 150.000 votos, un descenso significativo respecto al margen de 450.000 votos de 2019, mientras que 15 miembros titulares de su gabinete perdieron sus puestos. Ningún discurso de odio contra la población musulmana o el uso de organismos gubernamentales para silenciar a los partidos de la oposición y a los medios de comunicación fue capaz de aumentar el control de la extrema derecha sobre el poder.

Una encuesta realizada en abril reveló que el desempleo y la inflación eran los problemas más importantes para dos tercios de las personas encuestadas, que afirman que cada vez es más difícil encontrar trabajo para las y los habitantes de las ciudades. El 40% de los 1.400 millones de habitantes de la India son menores de 25 años, y un estudio del Centre for Monitoring Indian Economy reveló que la juventud india de entre 15 y 24 años “se enfrenta a la doble lacra de unas tasas de participación laboral bajas y en descenso y a unas tasas de desempleo escandalosamente altas”. El desempleo juvenil es del 45,4%, seis veces superior a la tasa de desempleo general, del 7,5%.

La juventud obrera y campesina de India permanece en casa, y este dilema sensibiliza a sus familias. La desesperación ante la vida cotidiana ha carcomido el mito de que Modi es infalible. Modi volverá como primer ministro, pero la realidad de su mandato se definirá en parte por las demandas de decenas de millones de indios empobrecidos articuladas a través de una boyante fuerza de oposición que encontrará líderes entre los movimientos de masas. Entre ellos habrá agricultores y campesinos, como Amra Ram, líder del Partido Comunista de la India (Marxista) y de All India Kisan Sabha [Sindicato de agricultores de toda la India], que ganó con contundencia en Sikar, epicentro del movimiento campesino. Le acompañarán en el Parlamento Sachidanandam, dirigente del All India Kisan Sabha y del Partido Comunista de la India (Marxista) de Dindigul (Tamil Nadu), y Raja Ram Kushwaha, dirigente del Partido Comunista de la India (Marxista-Leninista) Liberación de Karakat (Bihar) y convocante del Comité de Coordinación All-India Kisan Sangharsh (‘Lucha de los agricultores de toda la India’), una alianza campesina que agrupa a 250 organizaciones. Las y los agricultores están ahora representados en el Parlamento.

Nitheesh Narayanan, de Tricontinental Research Services, señala que, aunque la izquierda no envió un gran contingente al Parlamento, ha desempeñado un papel importante en estas elecciones. Amra Ram, añade, “entra en el parlamento como representante del poder campesino que asestó el primer golpe a la incuestionable infalibilidad del BJP en el norte de la India. Su presencia se convierte en una garantía de la democracia de la India desde la calle”.

Heri Dono (Indonesia), Resistance to The Power of Persecution [Resistencia al poder de la persecución], 2021.

La idea de “democracia” no empieza y acaba en las urnas. Las elecciones —como en India y EE. UU.— se han vuelto grotescamente caras. Las elecciones de este año en India costaron 16.000 millones de dólares, la mayor parte gastados por el BJP y sus aliados. El dinero, el poder y la corrosividad del diálogo político han corrompido el espíritu democrático.

La búsqueda del espíritu democrático es al menos tan antigua como la propia democracia. En 1949, el poeta comunista Langston Hughes expresó este anhelo en su breve poema “Democracia”, que hablaba entonces de la denegación del derecho al voto y habla ahora de la necesidad de una reflexión mucho más profunda sobre lo que debe significar la democracia en nuestros tiempos, algo que no se puede comprar con dinero ni intimidar con el poder.

La democracia no llegará
hoy, este año,
ni nunca
a través de concesiones y miedo.

Tengo tanto derecho
como el otro
a pararme
sobre mis dos pies
y ser dueño de la tierra.

Me canso tanto de oír a gente decir,
“Deja que las cosas sigan su curso”
“Mañana será otro día”
No necesito mi libertad cuando esté muerto.
No puedo vivir del pan de mañana.

La libertad
es una semilla fuerte
Plantada
en una gran necesidad.
      Escucha, América…
Yo también vivo aquí
Quiero libertad
Igual que tú.

Cordialmente,

Vijay