Estimados amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Beirut, mon amour.
Esos espejos destrozados alguna vez fueron
los ojos sonrientes de los niños,
ahora están iluminados por las estrellas.
Las noches de esta ciudad son brillantes
y luminoso es el Líbano.
Beirut, ornamento de nuestro mundo.
Rostros decorados con sangre
Deslumbrante, sobrepasa la belleza.
Su elegante esplendor
Ilumina las calles de la ciudad.
Y radiante es el Líbano.
Beirut, ornamento de nuestro mundo.
Cada casa carbonizada, cada ruina
es igual a las ciudadelas de Darío.
Cada guerrero provoca envidia a Alejandro.
Cada hija es como Laila.
Esta ciudad se levanta en la creación del tiempo.
Esta ciudad se levantará al final del tiempo.– Faiz Ahmed Faiz (1911-1984).
El nuevo coronavirus continúa su marcha por el mundo, con 18 millones de casos confirmados y al menos 685.000 muertes. Estados Unidos, Brasil e India son los países más golpeados, albergando alrededor de la mitad de los casos mundiales. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, sostiene que estas cifras son altas debido a la alta tasa de exámenes, pero esa afirmación no está sustentada en los hechos, que muestran que no es el número de pruebas lo que ha hecho crecer exponencialmente las cifras, sino la parálisis de los gobiernos de Trump, Jair Bolsonaro (Brasil) y Narendra Modi (India) y su fracaso en el control de los contagios. En estos tres países ha sido difícil acceder a los exámenes y los resultados han sido poco fiables.
Trump, Bolsonaro y Modi comparten una orientación política en términos amplios, una que se inclina tan fuertemente hacia la ultraderecha que no puede caminar erguida. Pero bajo sus declaraciones bufonescas sobre el virus y su resistencia a tomarlo con seriedad, yace un problema mucho más profundo que es compartido por una serie de países. Este problema tiene el nombre de neoliberalismo, una orientación política que emergió en la década de 1970 para estabilizar una crisis profunda de estancamiento e inflación (“estanflación”) del capitalismo mundial. Definimos el neoliberalismo en términos sencillos en la siguiente imagen:
La huelga tributaria de las grandes fortunas, la liberalización de las finanzas, la desregulación de las leyes laborales, y el debilitamiento de los servicios de bienestar social profundizaron la desigualdad y redujeron el papel de la gran mayoría de la población mundial en la política. La tendencia a que los “tecnócratas” —especialmente los banqueros— dirigieran el mundo produjo un sentimiento adverso hacia la política en grandes sectores del mundo, que se volvieron progresivamente más alienados de sus gobiernos y de la actividad política.
Las instituciones de la sociedad que emergieron para protegernos de diversos tipos de catástrofes fueron debilitadas. Los sistemas de salud pública fueron desmantelados en países como Estados Unidos e India, mientras los servicios sociales para el cuidado infantil y de las personas mayores sufrieron fuertes recortes o fueron destruidos. En 2018 un estudio de la ONU reveló que solo el 29% de la población mundial tiene acceso a sistemas de protección social (como seguridad de ingresos, acceso a la atención sanitaria, seguro de desempleo, prestaciones por discapacidad, pensiones de vejez, transferencias en efectivo y en especie, y otros programas financiados con los impuestos). Una consecuencia de terminar con la escasa protección social de lxs trabajadorxs (como las bajas por enfermedad) y de no proveer atención universal de salud es que, por ejemplo, en caso de una pandemia, lxs trabajadores no pueden permitirse permanecer en casa ni pueden acceder a servicios de salud: se les deja a merced de los lobos del “libre mercado”, que realmente es un mundo diseñado en torno a las ganancias y no al bienestar de las personas.
No es que no haya habido advertencias sobre el marco político conocido como neoliberalismo y el proyecto de austeridad que ha impulsado. En septiembre de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió sobre los profundos recortes al gasto en salud pública —incluyendo el déficit de contratación de trabajadorxs en la salud pública— y el impacto que esto tendría si se desatara una pandemia. Eso fue justo antes de esta pandemia, aunque epidemias anteriores (H1N1, Ébola, SARS, MERS) ya habían mostrado la debilidad de los sistemas de salud pública para manejar los brotes.
Desde el comienzo del neoliberalismo, los partidos políticos y movimientos sociales advirtieron sobre la amenaza que implican esos recortes. A medida que se van desmantelando las instituciones sociales, la capacidad de la sociedad para enfrentar cualquier crisis —ya sea económica o epidemiológica— se va deteriorando. Con una notable insensibilidad, esos llamados de atención no fueron tomados en cuenta.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, su sigla en inglés), fundada en 1964, encendió una luz roja de precaución desde la publicación de su primer Informe sobre el Comercio y el Desarrollo (TDR, su sigla en inglés) en 1981. Este organismo de la ONU hizo un seguimiento de la nueva agenda económica basada en el libre comercio, la inversión impulsada por la deuda en los países en desarrollo, y la lenta emergencia de una amplia gama de políticas de austeridad promovidas por los programas de ajuste estructural del FMI. Los programas de austeridad impuestos en los países por el FMI y los ricos tenedores de bonos impactaron negativamente en el crecimiento del PIB y produjeron grandes desbalances fiscales. El crecimiento de la Inversión Extranjera Directa y las exportaciones no significó necesariamente un aumento de los ingresos para las personas del mundo en vías de desarrollo. El TDR de 2002 exploró la paradoja de que, a medida que los países en desarrollo aumentaban su comercio, ganaban menos; esto significaba que el sistema de comercio estaba diseñado contra esos países, cuyas economías dependen en gran medida de la exportación de materias primas.
El TDR de 2011 analizó detalladamente las secuelas de la crisis crediticia de 2007-2008, crisis que “ha cuestionado seriamente la fe que se tenía en la liberalización y la autorregulación de los mercados. Los mercados financieros liberalizados han alentado la especulación excesiva (que equivale a un juego de azar) y la inestabilidad. Además, las innovaciones financieras están al servicio de su propio sector y no del interés social general. Si se pasan por alto esos defectos se corre el riesgo de sufrir otra crisis, que podría ser incluso peor”, señalaba el informe.
Tras volver a leer el TDR de 2011, escribí a Heiner Flassbeck, quien era el Director de Microeconomía y Desarrollo en la UNCTAD desde 2003 a 2012, para preguntarle sobre ese informe y su percepción sobre él una década después. Flassbeck volvió a leer el informe y escribió: “me parece que aún es una buena guía hacia un nuevo orden mundial”. El año pasado, Flassbeck escribió una serie de tres artículos titulada “La gran paradoja: el liberalismo destruye la economía de mercado”, en el que sostiene que el neoliberalismo destruyó la capacidad de la actividad económica para crear trabajos y riqueza para la mayoría de la gente. Ahora, Flassbeck quiere enfatizar la importancia del estancamiento salarial como un indicador de problemas, así como un lugar desde el que desarrollar una solución.
El TDR de 2011 sostenía que “En muchos países desarrollados y en desarrollo, las fuerzas liberadas por la globalización han producido cambios significativos en la distribución de los ingresos, cuyo resultado ha sido una reducción de la proporción relativa de los ingresos salariales y un aumento de la de los beneficios empresariales”. El Consenso de Seúl para el Desarrollo de 2010 recomendó que “para que se mantenga la prosperidad esta debe ser compartida”. Fuera de China, que desarrolló un enorme programa en 2013 para erradicar la pobreza y compartir el crecimiento, en la mayoría de los países el crecimiento de los salarios fue inferior al crecimiento de la productividad, lo que significa que la demanda interna creció más lento la oferta de productos. Tampoco fueron sostenibles las soluciones de depender de la demanda externa o de estimular la demanda interna con créditos.
Flassbeck respondió al Instituto Tricontinental de Investigación Social: “El núcleo del asunto son los salarios. Eso faltaba en el TDR de 2011. Todos los intentos de estabilizar nuestras economías y de hacer crecer con fuerza las inversiones son fútiles si no se arregla la cuestión de los salarios. Solucionarlo significa implementar en todo los países del mundo una regulación fuerte para asegurar que lxs asalariadxs participen plenamente en el crecimiento de la productividad de sus economías nacionales. En el mundo en desarrollo, esto se entiende en Asia oriental, pero en ningún otro lugar. Se necesita una intervención gubernamental fuerte para obligar a las empresas, tanto nacionales como internacionales, a aplicar un crecimiento de los salarios acorde con el crecimiento de la productividad y el objetivo de inflación establecido por el gobierno o el banco central. Esto puede ser impulsado por decisiones gubernamentales sobre el aumento del salario mínimo, como hizo China, o por la presión informal sobre las empresas, como hizo Japón”.
En un informe reciente, Flassbeck sostuvo que muchos países en desarrollo —incluso en medio de la recesión por el coronavirus— toman como referencia a los países de capitalismo avanzado, que están recortando salarios y gastos sociales, y buscando políticas fallidas de “flexibilidad del mercado laboral”. El FMI suele imponer esas políticas, que son “los principales obstáculos para un mejor crecimiento y desarrollo”.
Este boletín está ilustrado con afiches de nuestra actual Exposición de afiches antiimperialistas. La primera serie fue en torno al tema del capitalismo, y la segunda es sobre el neoliberalismo, para la cual recibimos entregas de 59 artistas de 27 países y 20 organizaciones. Por favor dediquen un tiempo para disfrutar de la creatividad de estxs artistas.
Su imaginación nos da confianza para ser creativxs y atrevidxs en nuestras demandas a la sociedad, que rechazan el marco capitalista neoliberal. Si queremos alcanzar el cielo, no tiene sentido levantar las manos para rendirnos a los dueños y los poderosos. Necesitamos alcanzar el cielo para levantar el mundo del pantano de la desesperación.
Cordialmente, Vijay.
El 3 de agosto, todo el equipo del Instituto Tricontinental de Investigación Social se encontró en una reunión global virtual. Discutimos nuestra agenda y nos levantamos el espíritu unxs a otrxs, esperando trabajar duro como lo hemos hecho durante esta pandemia para ayudar a comprender y producir análisis agudos sobre cinco crisis: (1) la pandemia del coronavirus, (2) la crisis de desempleo, (3) el problema del hambre, (4) la escalada de violencia estatal, y (5) la agudeza de la tensión social (incluyendo el aumento de violencia contra las mujeres y minorías).
No solemos pedir su solidaridad, pero les invitamos a visitar nuestro sitio web y a donar para nuestros proyectos.