Tenemos que revertir la cultura de la decadencia y marchar a la calle por una cultura de la humanidad | Boletín 1 (2024)
Los últimos meses de 2023 desgarraron nuestro sentido de la esperanza mientras Israel intensifica su Nakba permanente, con más de veinte mil palestinos asesinados desde el 7 de octubre. Mientras tanto, la COP28 sobre el cambio climático continuó la tendencia a hacer declaraciones vacías sin compromisos reales para reducir las emisiones de carbono, a medida que entramos a «la era del horno global», en palabras del secretario general de la ONU. Sin embargo, nada de esto ha impedido que millones de personas de todo el mundo salgan a la calle para transformar el dolor y la rabia en fuerza colectiva. Esta praxis reconstruirá nuestra cultura de la humanidad.
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Los últimos meses de 2023 desgarraron nuestro sentido de la esperanza y nos sumieron en una especie de tristeza mortal. La escalada de violencia de Israel ha matado a más de veinte mil palestinos y palestinas hasta la fecha, acabando con generaciones enteras de familias. Horripilantes imágenes y testimonios de Palestina han inundado todos los medios de comunicación, despertando un profundo sentimiento de angustia e indignación entre amplios sectores de la población mundial. Al mismo tiempo, en consonancia con los zigzags de la historia, este dolor colectivo se ha transformado en fuerza colectiva. Cientos de millones de personas de todo el mundo han salido a la calle día tras día, semana tras semana, para expresar su vehemente oposición a la Nakba permanente de Israel contra el pueblo palestino. Nuevas generaciones se han radicalizado con la lucha por la emancipación palestina y contra la hipocresía del bloque OTAN-G7. Toda la credibilidad que le quedaba a la retórica “humanitaria” occidental murió el 8 de diciembre, cuando el embajador adjunto de Estados Unidos ante la ONU, Robert Wood, levantó su solitaria mano en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para emitir el único voto en contra de una resolución que pedía un alto el fuego en Gaza, utilizando el poder de veto de su país para bloquear la medida (esta fue la tercera vez que EE. UU. bloquea una resolución que pedía un alto el fuego desde el 7 de octubre).
Mientras tanto, al sur de Palestina, en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), los Estados del mundo se reunieron en la 28ª Conferencia de las Partes (COP28) sobre el cambio climático, del 30 de noviembre al 12 de diciembre. Las reuniones oficiales parecían estar custodiadas por empresas transnacionales de energía, que, junto a las antiguas potencias coloniales, hacían declaraciones solemnes al tiempo que se negaban a comprometerse a reducir el exceso de emisiones de carbono. Ninguno de los acuerdos alcanzados en Dubai tiene rango de ley, son simplemente puntos de referencia que los países no están obligados a alcanzar. “No hemos pasado la página con la era de los combustibles fósiles”, afirmó el secretario ejecutivo de la ONU para el Cambio Climático, Simon Stiell. La COP28, prosiguió, “es el principio del fin”.
Tras veintiocho años de mediocridad, cabría preguntarse si Stiell se refería al fin del mundo y no a la era de los combustibles fósiles. La primera interpretación se ve respaldada por el anuncio del secretario general de la ONU, António Guterres, en julio: “La era del calentamiento global ha terminado. La era del horno global ha llegado”. No hubo protestas en Expo City Dubai, donde se celebró la COP28. Al terminar la conferencia, hubo que vaciar apresuradamente el centro porque había que instalar en este puerto desértico la Ciudad de Invierno, donde Papá Noel y sus renos, bañados en nieve falsa, invitan a los compradores navideños a unirse a sus “importantes eco-actividades”. Lejos de Dubai, quienes protestan sostienen carteles en los que se lee: “El océano está creciendo y nosotros también”.
Estas protestas por Palestina y por el planeta golpean a la puerta de la civilización moderna, sumida en la decadencia. La banalidad de la desigualdad social y la normalización de la guerra contradicen la idea de que el sufrimiento y las muertes masivas son insuperables. No solo los dirigentes políticos hablan con voz de hierro, sino también quienes producen parte de nuestra cultura, ya sea en la industria del entretenimiento o en la de la educación. Conceptos como la libertad y la justicia son tratados como abstracciones que pueden ser agitadas aquí y allá, vaciadas por gente que hace la guerra en su nombre. En la política, en el espectáculo, en la educación y en otros ámbitos de la vida moderna, estos conceptos se sacan de la historia y se tratan como productos, al igual que los bienes producidos por las y los trabajadores se sacan de su contexto y se tratan como mercancías. La libertad y la justicia no son abstracciones, sino ideas y prácticas nacidas de las valientes luchas de cientos de millones de personas a lo largo de la historia, gente corriente que se sacrificó por el bien de las generaciones futuras. Ellos y ellas produjeron estas palabras no para los libros de texto y los tribunales de justicia, sino para que nosotros sigamos refinando y ampliando su significado en nuestras propias luchas y las convirtamos en realidad.
Protestamos para dar sentido a estos conceptos, libertad y justicia, y devolverlos a su auténtica historia. Entendemos con gran alegría que la humanidad solo se redimirá mediante la praxis, lo que Karl Marx definió como la “actividad libre y consciente” que nos permite crear y dar forma a la realidad que nos rodea. Defender las propias convicciones no consiste únicamente en intentar cambiar una política, ya sea para detener una guerra o disminuir la desigualdad social; consiste en rechazar radicalmente la cultura de la decadencia y afirmar la cultura de una humanidad posible. La praxis no tiene lugar como la noble actividad del individuo, la vigilia solitaria llevada a cabo por razones morales tan abstractas como el uso ahistórico de los términos libertad y justicia. La praxis solo puede inaugurar una nueva cultura si tiene lugar colectivamente, produciendo a su paso un alegre conjunto de nuevas relaciones y certezas.
El propósito del Instituto Tricontinental de Investigación Social no es ser el archivista de una civilización en decadencia, sino formar parte de la gran corriente de la humanidad que, a través de su praxis, devolverá la esperanza genuina al mundo. Nuestro instituto, que se puso en marcha en marzo de 2018, ha construido un considerable corpus de trabajo, que incluye más de setenta dossieres mensuales, sin perder nunca una entrega. El mes pasado publicamos nuestro dossier nº 71, La cultura como arma de lucha: El Medu Art Ensemble y la liberación del sur de África, que celebró y destacó la necesidad de una producción cultural enraizada en la praxis. La eficiencia del equipo del Instituto Tricontinental es notable. Trabajamos día y noche para ofrecer el tipo de material que falta en nuestro diálogo global. El año que viene tenemos previsto presentar doce dossieres sobre los siguientes temas:
- El nuevo estado de ánimo en el Sur Global y la agitación del orden mundial, en colaboración con Global South Insights.
- El Movimiento Popular por la Ciencia en Karnataka, India.
- Nepal y la Corporación del Desafío del Milenio, en colaboración con la revista Bampanth (‘La Izquierda’).
- Cuarenta años del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil.
- El Noreste Asiático y la Nueva Guerra Fría, en colaboración con el Centro de Estrategia Internacional y Basta de Guerra Fría.
- La lucha del pueblo congoleño por controlar sus propios recursos, en colaboración con el Centre Culturel Andrée Blouin.
- Multipolaridad y modelos de desarrollo latinoamericanos.
- La política cultural del movimiento Telangana.
- Por qué avanza la derecha en América Latina.
- Las luchas de la clase trabajadora sin tierra en Tanzania, en colaboración con el Movimiento de Trabajadores Agrícolas (MVIWATA).
- La corrupción de las empresas transnacionales en África.
- La situación de la clase trabajadora en América Latina.
Sus comentarios, como siempre, son esenciales.
Cordialmente,
Vijay