Estimados amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Hace casi exactamente un año, el 10 de noviembre de 2019, un golpe de Estado azotó al pueblo boliviano luego de que el general Williams Kalimen “sugirió” que el presidente Evo Morales Ayma renunciara. Morales —después de actos y amenazas de violencia física contra él, su familia y su partido político— dejó la presidencia, se fue a México y luego se exilió en Argentina.
El golpe se dio después de una elección que habría derivado en el cuarto mandato de Morales como presidente, resultados que fueron cuestionados por la Organización de Estados Americanos – OEA (cuyo presupuesto proviene en un 60% del gobierno de Estados Unidos). Ese tercer mandato de Morales no habría terminado varios meses antes si no hubiera molestado a liberales en todo el mundo, quienes adoptaron la perspectiva de la OEA de que había habido fraude en las elecciones de octubre de 2019. Posteriormente, cientistas políticos estadounidenses demostraron que tal fraude no había ocurrido; en realidad, Morales había sido derrocado por un golpe a la antigua. Ahora hay un llamado de los gobiernos progresistas latinoamericanos pidiendo la renuncia de Luis Almagro, secretario general de la OEA.
Una represión brutal se lanzó contra el pueblo boliviano en nombre de la “democracia” que había llegado. Esta “democracia” consistía en un ataque contra la mayoría indígena de la población, que enfrentó una guerra de clases bañada de un imaginario conquistador. Patricia Arce Guzmán, alcaldesa de Vinto en Cochabamba (Bolivia) y líder del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido político de Morales, fue arrastrada de su oficina por matones que le tiraron pintura roja y bencina, y que le cortaron el pelo haciéndole una herida en la cabeza. Todo esto sucedió con las cámaras grabando. “No tengo miedo. Vivo en un país libre”, dijo Arce desafiante. Con valentía, Arce se negó a renunciar. Se ocultó por un breve periodo, y reapareció dos semanas después para retomar su puesto en la alcaldía. Patricia Arce representa la gran valentía del pueblo boliviano que se negó a permitir que un golpe quebrara su confianza.
Fue el coraje de esa resistencia lo que permitió al MAS reconstruir su fuerza y triunfar en las urnas el 18 de octubre. Un increíble 87% de las personas inscritas emitieron su voto, dando la presidencia al MAS —Luis Arce (presidente) y David Choquehuanca (vicepresidente)—, una victoria con el 55,1% de los votos, muy por delante del 28,8% del segundo lugar, el candidato ultraderechista Carlos Mesa. Aún más notable fue que el MAS arrasó en las elecciones parlamentarias, con 73 de los 130 puestos en la cámara baja y 21 de los 36 en el Senado. Una de las veinte mujeres senadoras electas por un gran margen es Patricia Arce. “Con trabajo, humildad y con el apoyo del pueblo boliviano, recuperaremos nuestro país, para todas y todos con unidad y valentía”, escribió Arce en Twitter. Agradeció al pueblo por ayudar a Bolivia a “recuperar el Estado después del golpe”.
Estados Unidos, que jugó un rol protagónico en el golpe de 2019, felicitó al nuevo gobierno con una declaración escueta, que terminó con la frase anodina de que Washington trabajará con el gobierno de Arce-Choquehuanca “en materias de interés mutuo”.
Cuando Arce y Choquehuanca asuman, su agenda estará llena. El golpe de Estado que los precedió bloqueó toda política efectiva para romper la cadena de contagios de covid-19 y para amortiguar el impacto de las dificultades económicas sobre el pueblo. Arce, economista, estableció algunas políticas claves para la continuación del proyecto socialista boliviano que comenzó con Evo Morales. Esta política está compuesta de cinco elementos clave:
1.Erradicar el hambre. En septiembre, el Senado controlado por el MAS aprobó varias leyes importantes para ofrecer un alivio a la población afectada por el caos del golpe de Estado y la pandemia: leyes para proveer atención sanitaria (Bono Salud), apoyo a las personas mayores y enfermas, y un Bono Contra el Hambre que dará un pago fijo a cada bolivianx. El gobierno golpista se negó a firmar las leyes, rechazando la necesidad de la población de un alivio inmediato. Arce dice que uno de los primeros actos de su gobierno será llevar a cabo estas medidas de ayuda.
2.Industrialización. Durante sus casi catorce años de gobierno (2006-2019), Morales dirigió grandes mejoras en la vida del pueblo, desde bajar los índices de pobreza de 28,2% a 15,2% cuando dejó el poder, hasta aumentar el promedio de esperanza de vida en nueve años y desarrollar un sistema universal de salud. El Estado boliviano pudo financiar esas reformas en gran medida negociando mejores acuerdos con las empresas mineras transnacionales. Esto fue una forma de socialismo de los recursos.
Arce señala que el próximo paso del proyecto del MAS es introducir una industrialización por sustitución de importaciones. La producción de bienes de consumo básico será prioridad, ya que las importaciones de estos productos —bastante fáciles de fabricar— agotan las reservas de divisas extranjeras del país. Antes del golpe, Morales inauguró un nuevo automóvil eléctrico, producido por Quantum Motors y Yacimientos de Litio Bolivianos, la empresa estatal de litio. En ese momento, las baterías eran importadas de China, pero estas empresas estatales planean desarrollar la capacidad de Bolivia de procesar su propio litio y fabricar baterías para automóviles E2 y E3. Arce dijo que pondrá sus esfuerzos —probablemente con apoyo de China— para desarrollar estos automóviles, inicialmente para el mercado interno, pero luego para exportación.
3.Producción de alimentos. Debido a las interrupciones en la cadena de suministro de alimentos, lxs pequeñxs agricultorxs han tenido grandes dificultades para hacer llegar sus productos al mercado y han sido sustituidos por las grandes empresas de agronegocios, que cobran altos precios por bienes básicos. Incluso antes de la pandemia, Bolivia había llegado a depender de la exportación de soja relativamente sin procesar (como tortas de prensa, harina y sémola), principalmente a través de compañías extranjeras. Arce busca aumentar la soberanía alimentaria de Bolivia, con un énfasis en innovaciones tecnológicas para pequeñxs agricultorxs.
4.Cancelación de la deuda. Mientras la vecina Argentina está luchando con su enorme deuda externa y con las obligaciones adquiridas con el Fondo Monetario Internacional durante el gobierno del ex presidente Mauricio Macri (2015-2019), Arce promete que Bolivia no tomará nuevas deudas, que solo profundizarían su dependencia de los ricos tenedores de bonos. En cambio, Bolivia buscará una renegociación de sus 11.000 millones de dólares de deuda externa. Se espera que una suspensión del servicio de la deuda por los próximos dos años permita utilizar los ahorros de 1.600 millones para financiar programas de ayuda contra el hambre, industrialización y producción de alimentos.
5.Impuestos. Además, Luis Arce ha dicho que su gobierno pondrá un impuesto al 0,001% de la sociedad boliviana (alrededor de 113 individuos de una población de 11,5 millones) que amasan una cantidad comparativamente obscena de dinero. Esto recaudaría unos 400 millones para las arcas públicas.
El MAS volvió al poder no solo gracias a la plataforma de Arce y Choquehuanca, sino también por lo que los gobiernos de Morales lograron en catorce años. Durante ese periodo, el PIB creció en un 46% aproximadamente, con un promedio anual de crecimiento del PIB per cápita de 3,2% (si se toma el porcentaje de inversiones fijas en el PIB de Bolivia, este creció de 14,3% a 20,8% durante el gobierno de Morales). De manera notable, la mayoría de los indicadores sociales mejoraron para el pueblo: su nutrición, salud y alfabetización han mejorado muy rápido.
Arce plantea que el MAS continuará con este proyecto, pero el gobierno enfrentará grandes desafíos. Primero, la industria de la deuda internacional se ha negado a condonar la deuda. Segundo, el gobierno estadounidense va a utilizar todos los mecanismos para frenar el avance del proyecto del MAS en Bolivia. Hay un amplio reconocimiento en Washington de que retratar a Arce como un “moderado” e intentar trazar una línea divisoria entre él y Morales no será posible. Arce claramente volverá a alinear la política exterior boliviana con Venezuela y Cuba, alejándola del Grupo de Lima u otras iniciativas de derecha. La combinación de los ricos tenedores de bonos y el gobierno de EE. UU. harán que el sensato programa de Arce sea difícil de implementar.
Aquí es cuando aparece China. Bolivia y China ya han establecido una asociación comercial, que incluye la colaboración en el desarrollo en torno al litio, la expansión hidroeléctrica (el proyecto Rositas), y la construcción de una autopista (el proyecto de la autopista El Espino), así como el lanzamiento del satélite de telecomunicaciones Tupac Katari en 2013. Estos proyectos fueron financiados con una combinación de préstamos de bancos chinos y ahorros bolivianos.
Ahora hay una necesidad de una asociación de desarrollo más profunda, no solo comercial, que debiera incluir subvenciones para impulsar la industrialización de los recursos de litio de Bolivia y expandir su soberanía alimentaria. El ministro de Comercio de China así como Chinese Export and Credit Insurance Corporation (Sinosure) han entregado más de 200 préstamos sin intereses por un total de 3.000 millones a países altamente endeudados (solo el 5% de los préstamos totales chinos), 85% de los cuales han sido pagados, lo que significa que son básicamente subvenciones. El programa de Arce necesitará un financiamiento que no atrape a Bolivia en la dependencia de la deuda. Se necesitan formas adicionales de financiamiento, diferentes a las del sector comercial o el Banco Mundial.
Juan Carlos Pinto Quintanilla, quien trabajó con Morales, dijo recientemente a People’s Dispatch que el proyecto del MAS debe profundizar “la percepción del horizonte político”, atraer participación popular al programa, y crear conciencia de la totalidad de este. Esta percepción descentralizada asegurará que una nueva generación de bolivianxs defienda un proyecto que es realmente suyo.
Mientras se publicaban los resultados de la elección en Bolivia, el Banco Suizo (UBS) publicaba su nuevo informe de multimillonarios. La riqueza de la clase multimillonaria aumentó un 27,5% entre abril y julio de 2020, con un récord de 10,2 billones de dólares distribuidos solamente entre 2.189 personas. Mientras tanto, el Banco Mundial anunciaba que las tasas de pobreza aumentarán por primera vez desde 1988. Esta es la esencia de la lucha de clases, que tiene por un lado a Jeff Bezos, de Amazon, con 203.000 millones de dólares, y por otro, a la mitad de la población mundial yendo a la cama con hambre por las noches. El nuevo gobierno boliviano, como todos los movimientos y partidos políticos que son sensibles al valor de la vida humana, deberá luchar para que cada persona del país tenga qué comer.
Cordialmente, Vijay.