En las ruinas del presente

Ağaca balta vurmuşlar ‘sapı bendendir’ demiş.

Cuando el hacha llegó al bosque, los árboles dijeron: el mango es uno de los nuestros.

(Proverbio turco)

 

Raoul Peck, el cineasta haitiano, comienza su película – Der Junge Karl Marx (2017) [El joven Marx] – en los bosques de Prusia. Unos campesinos recogen madera caída. Parece que están hambrientos y con frío. Se oyen caballos a la distancia. Los guardias y los aristócratas están cerca. Han venido a reclamar el derecho a todo lo que hay en el bosque. Los campesinos corren. Pero no tienen energía. Caen. Los látigos y las lanzas de los aristócratas y de los guardias los golpean. Algunos campesinos mueren. Ni siquiera la madera caída les es permitida.

El joven Karl Marx en Colonia en 1842, está impresionado con la violencia contra los campesinos alemanes. Los campesinos, escribe, saben su castigo. Están siendo golpeados, incluso asesinados. Pero lo que no saben es su crimen. ¿Por qué crimen están siendo castigados?

Peck es inteligente al comenzar su película con este dilema, ya que es la pregunta que toda persona sensible debería hacer hoy. ¿Cuál es el crimen por el cual los pobres del mundo están siendo castigados? La pobreza y la guerra producen refugiados de los bombardeos y del hambre, pero se les niega la movilidad, se les niega toda salida de su infortunio. Saben el castigo que enfrentan: la indignidad, el hambre y la muerte. Esto lo saben. Lo que no saben es su crimen. ¿Qué han hecho para merecer esto?

El escritor dominicano estadounidense Junot Díaz visitó Haití después del devastador terremoto de 2010. En un ensayo memorable llamado «Apocalipsis», Junot Díaz hizo notar que Haití nos advierte sobre una nueva etapa «zombi» del capitalismo, en la cual naciones enteras son transformadas a través de alquimia económica en muertos-vivientes. En los viejos tiempos, un zombi era una figura cuya vida y cujo trabajo habían sido capturados por medios mágicos. Se esperaba que los antiguos zombis trabajaran todo el día sin parar. El nuevo zombi no puede esperar trabajo de ningún tipo, solo espera morir.

Y al nuevo zombi no se le permite proveerse de comida, abrigo o medicinas. El nuevo zombi, realmente, solo tiene que esperar morir. Este es el castigo. ¿Pero, cuál es el crimen?

 


Parte 1: Estructura

La División Internacional de la Humanidad

Aadmi tha, bari mushqil se insaan hua.

Éramos personas. Con gran dificultad nos convertimos en seres humanos.

—Akbar Illahabadi

 

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump amenaza con aniquilar a Corea del Norte, Irán y Venezuela. Este es el nuevo Eje del Mal, un concepto que su predecesor, George W. Bush usó en 2002, pero que entonces no incluía Venezuela. Sí incluía Irak, que los Estados Unidos bombardeó en 2003 como parte de su invasión ilegal del país. Desde entonces Estados Unidos también ha destruido Libia y otros países que incluyen Haití, ahora sustancialmente bajo ocupación de EE. UU. y la ONU. Como un dragón herido, Estados Unidos sacude su cola por el planeta y lanza fuego a las personas, destruyendo países, venciendo a sus enemigos. Sus heridas no son fatales, sino estratégicas. Estados Unidos aún posee las fuerzas armadas más poderosas del mundo, capaces de destruir cualquier país mediante bombardeos aéreos y el uso de armas de destrucción masiva. Pero usa su poder en formas que no siempre favorecen sus ambiciones. Porque Estados Unidos si bien es el país más poderoso del mundo, no es divino, comete errores que deben ser cuidadosamente rastreados por aquellos que prefieren la humanidad a la sumisión.

Hay hierro en el alma del imperialismo. Utiliza su inmenso poder militar contra seres humanos y luego – convenientemente – ignora el costo humano del sufrimiento subsiguiente. Nunca ha asumido responsabilidad alguna por el uso de armas nucleares en Japón en 1945, ni por el espantoso bombardeo de Corea en la década de 1950, ni el masivo bombardeo de Vietnam en las décadas de 1960 y 1970, ni tampoco por la interminable guerra en Afganistán o por la destrucción de Iraq y Libia. El hierro está tan bien alojado en su alma que apenas hay preocupación cuando Estados Unidos arroja una bomba masiva sobre Afganistán. Las autoridades locales – empujadas por el gobierno de los EUA y el gobierno afgano – se negaron a permitir que los periodistas ingresaran al lugar, alegando motivos de seguridad. Cuando las personas alrededor del lugar donde cayó la bomba hablaron, sus palabras fueron escalofriantes. La tierra parecía un bote en medio de una tormenta, dijo Mohammed Shahzad. Se sentía como si el cielo estuviera cayendo sobre nuestras cabezas. El alcalde de Achin, Naveed Shinwari reflexionó: «No hay duda de que ISIS fue brutal y cometió atrocidades contra nuestro pueblo. Pero no entiendo porque lanzaron esa bomba. Aterrorizó a nuestra gente. Mis parientes pensaron que el fin del mundo había llegado».

Se siente como si fuera la era de la aniquilación, cuando el mundo parece estar al borde del caos climático inducido por el capitalismo y también de la guerra nuclear.

Por lo tanto, es apropiado hacer una pausa y registrar las graves palabras de aquellos que ya han experimentado la aniquilación – los supervivientes del uso de Estados Unidos de armas de destrucción masiva contra Japón. Torako Hironaka, que sobrevivió a la bomba atómica arrojada por los EE. UU. sobre Hiroshima hizo una lista en su diario de lo que recordaba:

  1. Algunas ropas de trabajo quemadas.
  2. Una mujer desnuda.
  3. Chicas desnudas llorando «estúpida América».
  4. Un campo de sandías.
  5. Que, con los gatos muertos, cerdos y personas, era el infierno en la tierra.

En su Diario de Hiroshima (1955), escrito después del ataque nuclear, el Dr. Michihiko Hachiya escribió:

Aquellos que pudieron, caminaron silenciosamente hacia los suburbios en las colinas lejanas, con sus espíritus rotos y su iniciativa perdida. Cuando les preguntaron de dónde venían, apuntaron hacia la ciudad y dijeron, «de allá», cuando les preguntaron hacia donde iban dijeron «hacia allá». Estaban tan quebrantados y confundidos que se movían y se comportaban como autómatas. Sus reacciones pasmaron a los forasteros, que reportaron con asombro el espectáculo de largas filas de personas, manteniéndose impasibles en un camino angosto y accidentado, cuando muy cerca había un camino suave y fácil en la misma dirección. Los forasteros no podían entender que estaban siendo testigos del éxodo de personas que caminaban en el reino de los sueños.

Las palabras de los hibakusha, los sobrevivientes del ataque nuclear, son esenciales para nuestros tiempos, cuando parece que la aniquilación está en el horizonte. Son advertencias contra la complacencia. Ofrecen la calidez de la supervivencia humana contra la dureza del hierro y del odio.

Los eventos naturales catastróficos – huracanes y niveles del mar más elevados – capturan nuestra imaginación mientras las islas del Caribe son arrasadas por el viento y las inundaciones y las islas del Mar del Sur desaparecen en los océanos. El agua ahoga la tierra como el capital ahoga los sueños de supervivencia humana. Los datos de las agencias internacionales nos muestran que el empleo formal es un sueño imposible para millones de nuestros hermanos en el planeta. Sin embargo, siempre hay trabajo con los militares. Las guerras continúan sin fin. Futuros despiadados se presentan ante los jóvenes. Su confianza en la humanidad es frágil.

Hay una división internacional de la humanidad. Es como si una muralla separara nuestra humanidad; los que viven en zonas de gran guerra y tragedia están separados de aquellos que viven con la ilusión de la paz en los países que producen las condiciones para la guerra, pero niegan que tienen que ver con ello.

¿Cómo entender un mundo de desempleo y aniquilación, de pobreza, catástrofe climática y guerra? ¿Qué conceptos tenemos para aprehender estas complejas realidades? Los modos de pensamiento que vienen del positivismo estadounidense (teoría de juegos, análisis de regresiones, modelos multinivel, estadística inferencial), no son capaces de ofrecer una teoría general de nuestra condición. Inmersos en el sentido común y en una comprensión ingenua del papel de las élites en nuestro mundo, esas aproximaciones solo explican este o aquel aspecto de nuestro mundo.

Pero, ¿pueden explicar la relación entre la crisis endémica producida por la globalización, el fracaso del neoliberalismo para manejar esta crisis y el surgimiento del neofascismo como su consenso actual? ¿Tienen los conceptos – como imperialismo – que son esenciales para una investigación del mundo real en el que vivimos y no el mundo ilusorio soñado por los primeros principios de las ciencias sociales burguesas? ¿Podemos entender por qué la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) quiere bombardear este país o porque el Fondo Monetario Internacional (FMI) quiere sacar su tajada de aquel otro país? ¿Tienen una explicación de porqué los países del mundo gastan más dinero en arsenales para la represión que en la producción de bienes sociales, por qué en nuestras calles hay más policías que trabajadoras sociales y artistas?

Globalización

¿Dónde se cobra el ingreso per cápita? A más de un muerto de hambre le gustaría saberlo.

­—Eduardo Galeano

 

El concepto utilizado para explicar el marchitamiento de la vida social en todo el planeta es el neoliberalismo. El neoliberalismo es esencialmente una plataforma de políticas diseñada por agencias multinacionales como el FMI y el Banco Mundial, así como por los intelectuales alrededor de estas instituciones. Estos intelectuales han absorbido la lógica burguesa de que es el ingenio corporativo lo que hace la historia más que el trabajo social de los seres humanos. Son las corporaciones, dicen, las que crean empleos, entonces para que una economía vibre, hay que satisfacer las necesidades de las corporaciones. Se ve al capital como el motor de la historia: corporaciones y empresarios. No se considera el trabajo social – las y los trabajadores que diseñan nuestro futuro y cuyo arduo trabajo produce los bienes que mejoran nuestro presente.

Los académicos que critican la arremetida de políticas neoliberales, recurren a los proyectos de la primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher y del presidente estadounidense, Ronald Reagan, para explicar cómo el neoliberalismo cambió el mundo. Como si ellos hubieran sido hechiceros, conjurando políticas públicas de la nada e imponiendo su agenda a través de las instituciones del planeta. Ellos lideraron la privatización de los bienes comunes protegidos y la canibalización de los recursos sociales. Este es de hecho el caso. ¿Pero, por qué? ¿Por qué avanzaron hacia la privatización y la canibalización?

Una aproximación idealista a la historia humana no es adecuada. El neoliberalismo no surgió de la nada. Fue implantado por esos gobiernos para resolver problemas prácticos producidos por los cambios estructurales en el modo de producción global. El capitalismo siempre ha buscado un mercado global, ansioso por liberarse de los límites establecidos por los gobiernos nacionales, ansioso por encontrar nuevos recursos y nuevas técnicas para producir bienes a menor costo y encontrar nuevos mercados para vender esos productos a precios más altos. Pero las grandes ambiciones globales del capitalismo fueron constreñidas por limitaciones tecnológicas, como la imposibilidad de acceder a información en tiempo real de todo el planeta, y por los movimientos de la clase trabajadora que exigían que los estados nación restringieran al capital para beneficiar al trabajo. Pero para mediados de la década de 1970, ciertas barreras tecnológicas habían sido superadas y el poder de la clase trabajadora se había agotado relativamente. Ahora, el capital podía montar en sus naves y observar el planeta desde arriba, mirándolo desde sus satélites, acaparando información en sus computadoras y buscando los trabajadores más baratos y los mercados más deseables. Esa posición cuasi divina del capital inaugura la era de la globalización.

Una verdadera era mágica comenzó para el capital. Los avances tecnológicos llegaron rápidamente mientras una ola de trabajadores marchaba en fila india hacia fábricas globales y se desarrollaba el nuevo régimen de propiedad intelectual para proteger los logros del capital pese a las objeciones políticas de los estados, debilitados en todo el mundo. Cualquier poder que las y los trabajadores y campesinos tenían sobre el Estado fue entregado enteramente a los capitalistas. Ahora, se puede decir verdaderamente que el Estado funciona como un comité para administrar los asuntos comunes de la burguesía.

Las condiciones políticas para la globalización fueron establecidas por las crisis de deuda externa inducidas en los países del Tercer Mundo por el sistema financiero occidental. Un agudo incremento de las tasas de interés en Estados Unidos en 1979, el shock Volcker (llamado así en referencia a Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos) sacudió las economías del Tercer Mundo. Lo que Volcker hizo con su política monetaria fue exportar la inflación de las costas de los Estados Unidos al resto del mundo. Las altas tasas de interés implicaron que la tasa de oferta interbancaria de Londres, conocida como tasa LIBOR se dispare. Sin culpa, los estados del Tercer Mundo se hallaron de pronto catastróficamente endeudados con bancos comerciales y gobiernos occidentales. La situación de los 15 países más gravemente endeudados (basada en una evaluación del Banco Mundial) es ilustrativa. En 1970 estos países tenían una deuda externa total de 17,9 mil millones de dólares (9,8% de su Producto Interno Bruto, PIB). Para 1987, en el punto más alto de la crisis de la deuda, la cifra subió a 402.200 millones (47,5% de su PIB). Los pagos del servicio de la deuda o de intereses sobre estos préstamos eran monumentales, desde un pago muy alto de US$ 2,8 mil millones (1970) subió a inmanejables US$ 36,3 mil millones (1987). Para 1991 las cifras estaban fuera de control. El total de la deuda externa de los estados del Tercer Mundo era 1,4 billones de dólares, equivalente a 126,5% del total de exportaciones de esos países. Eso significa que la cantidad que adeudaban a bancos comerciales y otros gobiernos era mayor que lo que obtenían por exportaciones de bienes y servicios.

La crisis de la deuda del Tercer Mundo destruyó la capacidad de esos estados de proveer bienes sociales a su población. UNICEF, Agencia de la Infancia de la ONU, indicó que la crisis de la deuda resultó en una caída del 25% en los ingresos promedio en los años ochenta, una década perdida. Los 37 países más pobres del mundo redujeron su gasto per cápita en salud en un 25% y en educación en un 50%. El interés de UNICEF es la niñez. Se estima que en 1988 medio millón de niñas y niños murieron de enfermedades prevenibles como resultado de la crisis de la deuda. Eso significa, señaló UNICEF, que 40.000 niños murieron cada día por culpa del sistema financiero. En esos tiempos, Julius Nyerere, presidente de Tanzania, dijo claramente: «¿Debemos matar de hambre a nuestros niños y niñas para pagar nuestras deudas?»

La crisis de la deuda externa en el Tercer Mundo destruyó la confianza política en muchos de los estados en África, América Latina y Asia – lo que significa que tenían poco con que negociar cuando las compañías llegaron a instalar zonas económicas especiales y buscar otras ventajas. Fue la crisis de la deuda la que debilitó el poder de negociación de los estados poscoloniales, debilitando la determinación de sus líderes y la confianza cultural de las elites nacionalistas. La dependencia es una consecuencia de la falta de independencia. «Quien te alimenta» advirtió Thomas Sankara de Burkina Faso, «te controla». Así ha sido.

La nueva arquitectura de la globalización se construye sobre las tumbas de esos niños y niñas y sobre la debilidad de los estados del Tercer Mundo. Hay tres elementos en esta nueva dinámica: el desarrollo de nuevas tecnologías, la entrega de millones de nuevos trabajadores a las estrategias de acumulación de las empresas monopólicas y la creación de un nuevo régimen de propiedad intelectual.

En primer lugar, nuevas tecnologías como las comunicaciones satelitales, la informatización y los barcos portacontenedores proporcionaron a las empresas la capacidad de gestionar bases de datos globales en tiempo real y de mover mercancías lo más rápido posible. Las empresas podían dividir las fábricas y colocarlas en diferentes países al mismo tiempo, un proceso conocido como desarticulación de la producción. En cada fábrica se produce una parte de la mercancía final y la empresa es capaz, gracias a la información detallada almacenada en su propia base de datos, de juzgar qué país le proporciona la ubicación más barata para cada necesidad de producción. El capital ya no requiere construir fábricas cerca de los mercados o construir una fábrica gigante. Esos días terminaron. Ahora el capital puede aprovechar pequeñas variaciones en los precios de los insumos para construir fábricas más pequeñas en muchos lugares. Debido a los avances en la transportación – por ejemplo, el uso de contenedores – el capital puede mover partes de las mercancías rápidamente y de forma relativamente barata, así como trasladar las mercancías a los mercados con relativa facilidad. Los medios tecnológicos para separar la producción de un territorio y distribuirla alrededor del planeta están ahora disponibles.

En segundo lugar, las barreras erigidas por la Revolución Rusa, la Revolución China y el proyecto del Tercer Mundo empezaron a derrumbarse en la década de 1980 debido a la crisis de la deuda del Tercer Mundo, la caída de la URSS y la apertura del mercado laboral chino al capital extranjero. Millones de trabajadores, previamente resguardados de las demandas del capitalismo a gran escala, se volvieron presa del mercado capitalista. Esperarían a que la fábrica desarticulada llegue a sus vidas.

En tercer lugar, el capital fue a la ronda final del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT por sus siglas en inglés), la ronda de Uruguay, entre 1986 y 1994, para asegurarse de que los derechos de propiedad intelectual estuvieran en las manos del capital y no de la sociedad. Anteriormente la propiedad intelectual residía en el proceso de producción de un bien, no en el bien en sí mismo. Eso permitía a las personas encontrar nuevas maneras de fabricar bienes y así mejorar la ciencia y la tecnología. La ingeniería inversa de bienes era posible, lo cual fue crucial para el sector farmacéutico en los países más pobres, que podía desarrollar medicinas que salvan la vida de los pobres. Después de la ronda final del GATT, que creó la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1994, la concepción de propiedad intelectual cambió. Ahora, el bien en sí mismo sería patentado, lo que significa que el capital puede obtener rentas de cualquiera que produzca el bien, independientemente de las innovaciones que incorpore. También significa que el valor de los bienes producidos fuera del territorio central del capital – Norteamérica y Europa Occidental, estará protegido por este nuevo régimen de propiedad intelectual. Además, el nuevo régimen de propiedad intelectual a través de patentar nanotecnologías, genomas y transgénicos, proporcionó un nuevo poder a las corporaciones de alimentos, uno que trasciende al control de la tierra agrícola. También proporcionó a las «empresas de la información», las bases para un nuevo impulso de la «colonización digital», – es decir, el robo de datos por parte de grandes «empresas de la información» hacia la consolidación de nuevos deseos a través de nuevos métodos de vigilancia del consumidor y de la difusión de contenido, principalmente occidental, a las personas de todo el planeta (la muerte progresiva de la neutralidad de la red como principio del internet social es otro indicador de la colonización digital). Este fue el nuevo marco legal de la arquitectura de la desarticulación de la producción.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) surgió como resultado del llamado «gran regateo» como señaló el economista Omar Dahi. La mayor parte del Sur global, paralizado por la crisis de la deuda, renunció a su política industrial y a la protección de sus trabajadores y de sus mercados a cambio de exportaciones agrícolas y de materias primas extraídas. En realidad, lo que se perdió fue la soberanía económica tanto en la industria como en la agricultura.

Estos desarrollos tecnológicos, la entrega de millones de trabajadores potenciales y las nuevas reglas de propiedad intelectual permitieron que las compañías operen a escala global. Utilizaron dos estrategias diferentes en la cadena global de mercancías para la producción de bienes y servicios. En primer lugar, trasladaron procesos de producción completos a un país del extranjero. Eso se conoce como la deslocalización por inversión extranjera directa (IED). Aquí, la empresa multinacional aún tiene que invertir dinero en otros lugares para construir la infraestructura física para la producción. En segundo lugar, para producir los productos las compañías multinacionales subcontratan empresas que luchan unas contra otras en una carrera por los precios más bajos. Esta «externalización a distancia», como la definió el economista político John Smith, permite a las empresas multinacionales ahorrar su capital y casi no afrontar riesgos en el proceso de producción. De cualquier manera, por medio de la IED o de la «externalización a distancia» el capital encontró sus ventajas en el arbitraje laboral, empleando mano de obra más barata y más débil para hacer sus productos, al mismo tiempo que vaciaba las sociedades del Norte y del Sur.

Esta nueva geografía de la producción debilita el poder de los trabajadores al eliminar los dos marcos institucionales para la construcción del poder de las y los trabajadores: los sindicatos y la nacionalización. ¿Cómo pueden las y los trabajadores crear sindicatos en estas empresas «subcontratadas en condiciones de plena competencia» que se manejan con bajos márgenes y en las que los propietarios utilizan los medios más brutales para extraer el trabajo de trabajadores reemplazables? ¿Cómo pueden los estados, si son asumidos por los trabajadores, nacionalizar partes del proceso de producción si no controlan todo el proceso de producción de un producto? Ninguno de estos medios está disponible para los trabajadores. Sus acciones para cambiar el mundo se ven sofocadas por las características de campo de concentración de las zonas económicas especiales y las fábricas maquiladoras.

La «externalización a distancia» permite que las empresas del Norte ya no inviertan su capital en el proceso de producción. Nike, Apple y otras similares no invierten dinero en fábricas. Son empresas de marcas. Las ganancias que obtienen de las regalías que recaudan de sus marcas son astronómicas y no se reinvierten sustancialmente en empresas productivas. No es de extrañar que las empresas tengan enormes cantidades de dinero en efectivo o que hayan colocado montañas de capital en el improductivo casino financiero. En lugar de invertir su dinero en empresas productivas o en el bien de la sociedad, lo acaparan en circuitos financieros donde intentan producir más dinero sin intermediación de la producción. No sorprende entonces que las personas que controlan algunas de estas empresas se vuelvan obscenamente ricas. De acuerdo con un estudio de la OXFAM, ocho hombres tienen tanta riqueza como la mitad de la humanidad de menos recursos. Su riqueza es un resultado directo de la «externalización a distancia» establecida por la producción desarticulada y del crecimiento desmedido del sector financiero como resultado de la falta de necesidad de invertir en la producción.

Los ricos y las grandes corporaciones no solo han acumulado grandes cantidades de efectivo, sino que han sido, durante los últimos 40 años, mezquinos con ese dinero. Las corporaciones estadounidenses, por sí mismas, tienen US$ 1,9 billones en efectivo dentro de los Estados Unidos y adicionalmente, US​$ 1,1 billones en sus cuentas de operaciones en el exterior. Los bancos de Estados Unidos tienen US$ 1 billón de reservas en efectivo. Esto significa un total de 4 billones de dólares. Si a eso le sumamos el efectivo en manos de bancos y corporaciones en Europa y Japón, el total asciende a 7,3 billones de dólares, una cifra que no incluye el «dinero gris» acumulado en Luxemburgo, Singapur, Suiza y otros paraísos bancarios similares. Esa cifra – según un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica y basado en números del Banco de Pagos Internacionales – indica que los paraísos fiscales tenían, en 2007, un estimado de 5,6 billones de dólares. La riqueza extraterritorial – mantenida en estos paraísos – equivale aproximadamente al 10% del PIB mundial. En algunos países como los Emiratos Árabes Unidos (EAU), la riqueza extraterritorial está por encima del 70% del PIB. Las élites de los EAU, Venezuela, Arabia Saudita, Rusia y Argentina convierten a sus países en los estados con mayor riqueza extraterritorial como porcentaje del PIB. Esta vasta cantidad de capital acumulado significa que las empresas e individuos más ricos han externalizado el estancamiento en el corazón del mundo: se han negado a invertir este dinero en el mundo del trabajo social, mientras insisten en recortes a los presupuestos nacionales financiados con impuestos pagados por trabajadores y campesinos y en estándares de vida más bajos para estos últimos. No hay mayor escándalo que este estreñimiento estructural del capital, esta «huelga de inversión».

Sobre la base de esta sombría realidad, es necesario desarrollar, en lenguaje sencillo, el concepto de «huelga tributaria». Aquellos que poseen capital, los dueños de la propiedad, han estado, esencialmente, en huelga contra los regímenes de impuestos. Utilizan su enorme riqueza para ocultar su dinero o para cambiar las leyes tributarias de modo que les ofrezcan cada vez mayor protección. Este vasto acumulado de riqueza no se usa sustancialmente de ninguna forma productiva. Si se utiliza, se pone a trabajar para inflar el mercado de valores y varias burbujas de activos. La versión más obscena de este uso del capital está en su centro financiero: Wall Street. La turbulencia que esta dinámica puede producir se demostró en la explosión de 2007-2008, la mayor burbuja de activos que ha estallado a la fecha, el mercado inmobiliario estadounidense. En el apogeo del boom inmobiliario, el flujo de liquidez del gobierno estadounidense a los bancos fue llamado «colocación Greenspan» . El presidente de la Reserva Federal era famoso por inundar los mercados con capital, que era usado para inflar burbujas de activos como los precios de las viviendas. Sin esquemas reales de seguridad social o de pensiones, la jubilación para la clase media adulta mayor residente en los Estados Unidos se basaba en el aumento de los precios de las casas. Este era el principal activo, por lo cual, la clase media del país, para su propio beneficio a corto plazo, accedió de buena gana a la colocación Greenspan y aplaudió que el sistema financiero se desarrolle fuera de control. Esto es lo que la colocación Greenspan permitió, que el sueño americano para la clase media y los estratos superiores de la clase trabajadora esté ahora fundamentado en el aumento de precios de las propiedades.

Si los precios de las viviendas proporcionaban a la clase media y a los estratos superiores de la clase trabajadora estadounidense el sueño de la jubilación, el crédito de los bancos les permitía consumir a tasas muy por encima de sus ingresos. El mercado de Estados Unidos opera como «comprador de última instancia» para el mercado mundial, absorbiendo bienes y servicios, así como recursos de todo tipo de todo el planeta. La escala de consumo estadounidense es astronómica. Siendo apenas el 5% de la población mundial, Estados Unidos consume por lo menos un cuarto de la energía. Si cada persona del planeta viviera como un residente en los Estados Unidos, se requerirían por lo menos cuatro Tierras para sostener ese nivel de consumo. La escala de consumo, impulsada por la colocación Greenspan y por el crédito entregado a través del sistema bancario internacional permite que el consumidor estadounidense se vuelva esencial para los fabricantes, desde China hasta México. Por lo tanto, la inflación de los mercados de activos y la entrada de crédito barato en el sector de consumo de Estados Unidos no es irracional para este sistema, sino perfectamente racional. El sistema está diseñado de esta manera, con una racionalidad que lo lleva de una crisis a otra, del caos al caos.

Cuando el mercado inmobiliario de Estados Unidos – una burbuja demasiado inflada – estalló, Greenspan, uno de los principales especialistas monetarios, dijo que estaba «conmocionado». Cuando Greenspan compareció ante el Congreso de Estados Unidos en 2008, se enfrentó a las preguntas sagaces del diputado Henry Waxman (California):

Greenspan: cometí un error al suponer que el interés propio de las organizaciones, específicamente los bancos y otros, era tal que eran capaces de proteger a sus propios accionistas y su capital en las empresas.

Waxman: En otras palabras, descubrió que su visión del mundo, su ideología, no era correcta, no funcionaba.

Greenspan: Absolutamente, precisamente. Sabe que esa es precisamente la razón por la que me sorprendió, porque he estado operando durante cuarenta años o más con evidencia considerable de que funcionaba excepcionalmente bien.

La ideología de Greenspan, su teoría, era defectuosa, y él se conmocionó, y sin embargo eso no tuvo ningún impacto en la Economía como profesión o en sus enfoques de política pública. El monetarismo salió ileso de esta crisis. La política macroeconómica permaneció en manos de tecnócratas que reforzaron la opinión de que no es necesario que haya una discusión política sobre sus elecciones. Estaban por encima de la política, en la tierra de la teoría, una teoría que el propio Greenspan le había dicho al Congreso de los Estados Unidos que había estado equivocada. El ex ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis lo dijo con toda claridad: «El peligro de un golpe en estos días no proviene de un tanque, sino de un banco». No fue necesario un golpe militar (excepto en ciertos países) cuando los lobistas bien pagados y los banqueros bien comportados pusieron cadenas a la democracia.

Esta huelga tributaria permitió que individuos acumulen grandes – inimaginables – cantidades de riqueza social. Esta riqueza, mucho más allá de lo que una persona o una familia puede consumir, creó el mórbido culto de la filantropía. Los donantes ricos se convirtieron en los héroes de nuestros tiempos, con Bill Gates destacado por su trabajo en medicina y otros hombres y mujeres adinerados vistos como campeones contra la pobreza. Fueron estos individuos quienes se convirtieron en promotores clave de políticas sociales contra las necesidades producidas democráticamente en un país. De esta forma, las políticas públicas están ahora impulsadas menos por las instituciones democráticas y más por las agendas de los donantes. Como dijo Sarah Musaka del Foro Feminista Africano: «Debemos advertir contra los intentos de despolitizar la economía y el desarrollo y prevenir que esta agenda [de nuevo desarrollo] sea totalmente dirigida por los donantes».

Las huelgas tributarias, se unen a la insistencia de los responsables oficiales de políticas públicas (respaldados con toda la fuerza del gran capital) de que los funcionarios públicos deben equilibrar los libros de las finanzas públicas. Los gobiernos deben equilibrar sus presupuestos, incluso mientras el capital reduce sus pagos al erario público. Esto significa que los gobiernos se ven forzados a vender sus activos para recaudar fondos a fin de seguir manteniendo las instituciones sociales o bien se deshacen de los bienes sociales. La responsabilidad fiscal junto con la huelga tributaria significa finanzas gubernamentales empobrecidas. No es de extrañar, entonces, que la presión social ahora se desplace desde el Estado hacia la sociedad. Lo que la mano invisible destruyó, el corazón invisible tuvo que mantener unido, los costos sociales de la globalización deshilaron a la sociedad, cuyos lazos sueltos se mantuvieron unidos por el trabajo de triple jornada, realizado mayormente por las mujeres en las familias.

Neoliberalismo

Filosofía de una sociedad sin esperanza,

El hombre come al hombre, el hombre no puede planear

Sociedad de hombres blancos, FMI y subsidios,

y como mendigos, seguimos estirando las manos.

—Kalamashaka, Ni Wakati

 

Los estados modernos, con compromisos sociales obtenidos por su población a través de luchas sostenidas, no pudieron cortar inmediatamente todos los beneficios sociales. Cuidado infantil, educación, transporte, aire fresco, bienestar, pensiones, la gente había forzado a los Estados a proveerle todo esto. Estos fueron parte de la definición mínima de la civilización moderna. El neoliberalismo fue producido por la huelga tributaria, la irresponsabilidad fiscal y las demandas públicas por bienes sociales. El neoliberalismo, en otras palabras, fue un producto de una solución de política pública burguesa a la crisis de la globalización.

Las huelgas, tributaria y de inversión junto con la responsabilidad fiscal, evaporaron los presupuestos públicos. Los gobiernos burgueses simplemente no pudieron encontrar los medios para cumplir con sus obligaciones. Los activos públicos arduamente ganados y parte de la naturaleza no mercantilizada fueron al bloque de subastas. Esta privatización recaudó fondos para mantener las débiles finanzas de los estados modernos. Las entidades internacionales como el FMI y los bancos comerciales castigaron a los estados que no recortaron lo suficiente sus finanzas públicas, degradando sus bonos, impidiéndoles recaudar capital a corto plazo que los podía proteger de la espiral hacia la insolvencia. El control de las instituciones occidentales sobre las «naciones en desarrollo» es ahora bien conocido. Un informe del Banco Mundial de 2007 reveló que, para fines del año anterior, «las agencias calificadoras solo habían calificado 86 países en desarrollo. De ellos, 15 países no habían sido calificados desde 2004. Casi 70 países en desarrollo nunca habían sido calificados». En otras palabras, las agencias calificadoras privadas – Fitch, Moody’s y Standard & Poors ignoran a estos países y les dificultan obtener capital en los mercados comerciales. Quien califica a estos países es el FMI, a menudo de forma adversa, haciendo que el dinero sea caro para ellos. Estos países no solo pierden porque su PIB está sub reportado (ya que exportan valiosas materias primas a precios bajos que son marcados cuando ingresan a la zona imperialista), sino que también sufren prejuicios porque se los considera deudores de alto riesgo. Esta es la trampa del financiamiento del desarrollo, donde las naciones pobres en capital están condenadas a permanecer así. La liquidación de activos públicos es vista como la única forma de contener sus presupuestos nacionales hemorrágicos.

El dinero recaudado de las privatizaciones continúa siendo usado para pagar las obligaciones de la deuda, así como para pagar costosas importaciones de energía. Este es dinero que no proporciona nueva infraestructura ni incrementa la riqueza social; raramente es usado para invertir en educación y ampliar las capacidades de la población. Esta es, esencialmente, una forma de robo. Un estudio reciente de Global Financial Integrity y el Centre for Applied Research (Norwegian School of Economics) encontró que el total de ayudas, inversiones e ingresos que llegaron a los países en desarrollo desde el exterior en 2012 ascendió a US$ 1,3 billones. Esta es una gran cantidad de dinero. Pero luego, el estudio observó los flujos que salieron de los países en desarrollo en el mismo año y descubrió que la cifra era de US​$ 3,3 billones. En otras palabras, el mundo en desarrollo sufrió una hemorragia de US$ 2 billones hacia Occidente. Desde 1980, el total de riqueza drenado ascendía a US​$ 16,3 billones. Las naciones más ricas, como vampiros, han succionado la riqueza de los países más pobres – no solo en el auge de la colonización, como efectivamente sucedió – sino en la era actual. ¿Cuál es el carácter de este dinero que escapa del mundo en desarrollo? Llega en tres paquetes – US$ 4,2 billones en servicio de la deuda (casi cuatro veces el total del paquete de ayudas), ingresos de empresas extranjeras que son repatriados al Norte Global y flujos desregulados e ilegales de capital (no solo «dinero negro» sino también subfacturación comercial, que en sí misma alcanzó una cifra de US$ 700 mil millones en pérdidas de capital). Para el Sur Global, entonces, los fondos para el desarrollo social básico no están fácilmente disponibles.

Las cosas no son más sencillas en el Norte Global donde las obligaciones neoliberales del Estado han llevado el desarrollo social hacia el sector privado. De hecho, la experiencia de la política pública neoliberal en el Norte Global se ha vuelto mundial. Los recortes de los impuestos a los ricos y las restricciones laxas para que las corporaciones repatrien sus ganancias a los territorios donde están domiciliadas han disminuido los activos en los presupuestos nacionales. El enorme gasto militar y en servicios de seguridad mina el tesoro nacional. No se proporcionan recursos para servicios sociales esenciales como educación y salud. Entonces, se vuelve una obligación privada de los ciudadanos encontrar los medios para pagar lo que debería ser una función social. Como resultado, la deuda personal aumenta cuando las personas estudian y/o se enferman. Los jóvenes y trabajadores mayores que cambian de trabajo están obligados a pagar su educación endeudándose, ya que esta educación se promete como la vía para el progreso individual. La deuda por préstamos estudiantiles en Estados Unidos es actualmente 1,3 billones de dólares, en el Reino Unido, 500 mil millones. Este modelo de privatización de los bienes sociales se exportó rápidamente al resto del mundo. El endeudamiento estudiantil está creciendo de China a Sudáfrica, de India hasta México. En los Estados Unidos, el 85% de la población tiene algún tipo de seguro de salud y, sin embargo, en 2012, los residentes en ese país gastaron US$ 2,7 billones en cuidado de la salud de sus propios bolsillos. Un estudio de 2010 mostró que 40% de las personas que viven en Estados Unidos tienen dificultades para pagar sus facturas médicas. Las deudas médicas son la principal razón por la que individuos en Estados Unidos se declaran en quiebra. Este “modelo estadounidense” de privatización ha resultado en un aumento de la bancarrota por facturas de atención médica en el mundo. En India, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS) descubrieron que, en 2011, 52,5 millones de personas se habían empobrecido debido a los costos de la atención de salud. Cada año, según muestran el Banco Mundial y la OMS, alrededor de cien millones de personas se convierten en “pobres extremos” como resultado de los costos de la atención de salud. El número se incrementa a 180 millones de personas por año si se eleva el umbral de la pobreza extrema de US​$ 1,90 o menos de ingreso por día a US$ 3,10 diarios.

La educación universitaria gratuita – una gran ganancia de la socialdemocracia – se está reduciendo gradualmente en todo el mundo. Las deudas universitarias ahogan la capacidad de los estudiantes para experimentar con nuevas ideas. Están ansiosos por carreras que incrementen su capacidad de encontrar un trabajo bien remunerado una vez que se gradúen. Con este fin, dedican su tiempo a buscar pasantías no pagadas, cuyo crecimiento ha sido astronómico en las últimas dos décadas. Los estudiantes buscan clases de «coaching» que les ayuden con su inglés, para ingresar en instituciones de posgrado privadas y caras, y esperan que estas inversiones den sus frutos en trabajos que están cada vez menos disponibles. Esto significa que los cursos que desafían el orden social imperante o que introducen a los estudiantes al pensamiento innovador (sea en las artes o en las ciencias) parecen menos atractivos. La universidad se vuelve menos una incubadora social y más un trampolín para el éxito individual, no impulsado por la codicia sino por la desesperación inducida por las deudas. Esto tiene un impacto en la vida intelectual en general. «Érase una vez, dijo el profesor Issa Shivji de la Universidad de Dar es Salaam (Tanzania), en que nuestras universidades se sentían orgullosas de ser centros de controversia, ahora procuramos ser centros de excelencia. No se puede alcanzar la excelencia si se es controversial.» En otras palabras, el discurso de la «excelencia» absorbe la energía de las nuevas ideas, especialmente las elaboraciones de pensamiento contrahegemónico fundamentadas en las experiencias de trabajadores, campesinos y desempleados.

¿Cómo debía crecer la economía? La política neoliberal apostó por dejar sueltos los espíritus salvajes del consumismo, pagado a través de la deuda y por la creación de nuevas tecnologías y activos que aumentarían milagrosamente las tasas de crecimiento y producirían una riqueza social que podría – de alguna manera – gastarse en bienes sociales. Nada de esto sucedió. Al contrario, el consumismo y la aparición de nuevas tecnologías llevaron al endeudamiento y los activos inflados a una mayor turbulencia de la economía global, una civilización vicaria, basada en el engaño y el robo. Para hacer que la economía crezca, la gente común tuvo que endeudarse.

La deuda es parte del plan para mantener el ritmo de la economía, para asegurarse de que la sobreabundancia de productos encuentre compradores. La proliferación de publicidad para crear nuevos deseos es evidente en el paisaje visual que nos rodea. Las empresas han desarrollado sofisticadas teorías de segmentación del mercado para enfocarse más finamente en los deseos y así producir subculturas de consumo. Se crea demanda para bienes que no son esenciales o que son nuevas versiones de productos previos que no necesitaban ser reemplazados (como los requerimientos de tener teléfonos o automóviles nuevos). Este impulso de la obsolescencia programada ciertamente ayuda a expandir el mercado saturado, pero al mismo tiempo crea volúmenes enormes de desperdicios. La producción anual de basura en el mundo, según un estudio del Banco Mundial, llega a 1,3 mil millones de toneladas de desperdicios, esto es, alrededor de 11 millones de toneladas de basura al día. Se estima que el 99% de lo que se compra se desecha dentro de seis meses. El estudio del Banco Mundial muestra que para el año 2025 el total de basura diaria se triplicará y que en 2100 el total de basura excederá los 4 mil millones de toneladas. Desde 1950, el mundo ha generado 9 mil millones de toneladas de residuos plásticos, de los cuales solo el 9% se recicla. La imagen especular de la obsolescencia programada para expandir un mercado en contracción son las montañas de deshechos que encuentran su hogar en el fondo del mar y los gases tóxicos producto de las incineraciones en vertederos que se filtran en tierras fértiles y en valiosa agua potable. El volumen de basura y la destrucción de la naturaleza están erosionando lentamente la capacidad del capitalismo para cabalgar hacia su propia versión del Nirvana.

Más que como política económica, el neoliberalismo ha funcionado como agenda cultural deseable. La promesa de un mundo de mercancías es el atractivo de la política neoliberal. Pero bajo ella yace un llamado a vivir la propia vida no como ser humano sino como empresa comercial. La sensibilidad de una cultura empresarial o de una cultura del emprendimiento atrae a personas de todos los orígenes, pero – como muestran una gran cantidad de investigaciones sicológicas – impacta de maneras divergentes en los seres humanos. Aquellas personas con menos recursos no son tan capaces de florecer en un mundo de auto superación y auto motivación, no son tan capaces de vivir con la asunción de ser individuos auto impulsados en un mundo donde el éxito se basa en los orígenes y en la suerte. La depresión y la inseguridad son el resultado de una sociedad que cada vez más está dirigida por un impulso quijotesco de éxito inmediato basado en el talento o la motivación individuales. El fracaso es un costo que se asume individualmente. «La vida psíquica del neoliberalismo» como lo expresó la socióloga Christina Scharff, daña no solo a la sociedad sino a la personalidad humana. Socava la cultura de la solidaridad a favor de las culturas del consumismo y del individualismo, lo que lleva, en suma, a una mayor ansiedad dispersa y a menos cohesión social. Para aclarar el punto, la Organización Mundial de la Salud ha sugerido que en los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en un 60%. El suicidio es ahora, como lo ha señalado la OMS, una las tres principales causas de muerte entre mujeres y hombres de 15 a 44 años. La ideología del neoliberalismo, por seductora que sea, tiene duros efectos en una sociedad desigual y particularmente para la juventud.

Los datos sobre la pobreza en nuestros tiempos son absolutamente espantosos. Empecemos por el hecho de que 22 mil niñas y niños mueren cada día por causa de la pobreza. Cada diez segundos un-a niño muere de hambre. Alrededor de la mitad de la población del mundo vive con menos de US$ 2,5 por día. Las tasas de endeudamiento de los hogares en buena parte del mundo han aumentado astronómicamente, involucrando a la clase media en patrones de consumo impulsados por el endeudamiento. Estos datos tienen consecuencias miserables: la riqueza global, extraída de la explotación del trabajo social, ha sido secuestrada por un número muy pequeño de personas; y la reducción del sufrimiento de un gran número de personas será esporádica e insuficiente.

Categorías más antiguas que han sido dejadas de lado por las ciencias sociales, tales como humillación, frustración, desolación, alienación, rabia – van a ser necesarias para entender las condiciones en el planeta de los barrios marginales. En lugar de luchar para acabar con la huelga tributaria, los gobiernos del mundo vuelcan su energía en acorralar a las masas a través de dispositivos de gran ingenio: la Guerra contra las Drogas, la Guerra contra el Terrorismo, con un nuevo vocabulario que sugiere la inevitabilidad de los nuevos mecanismos de control: seguridad, vigilancia, mitigación de riesgos, análisis de sensibilidad, peligros. La riqueza social que podría usarse para superar la pobreza ahora se mueve, cada vez más, para construir el arsenal de la «seguridad».

Un informe de 2016 del Instituto de Economía y Paz mostró que el costo total de la violencia por año es de aproximadamente US 6,6 billones) es gasto militar y un cuarto (US$ 3,5 billones) corresponde a gastos en seguridad interna. El costo total de la violencia asciende al 13,3% del PIB mundial. Dado que el compromiso declarado para Ayuda Oficial al Desarrollo es apenas 0,7% del PIB, esta discrepancia entre ayuda y violencia muestra que el mercado ha fracasado. La política neoliberal, que es esencialmente asfixiar la parte social de las políticas públicas y ser indulgente con la parte militar de las mismas, tiene pocas respuestas ante la creciente brecha de desigualdad y la sensación de desesperación, cada vez más profunda, que se apodera de gran parte del planeta. Las armas intimidan a las personas, pero no les brindan ninguna esperanza de un futuro mejor.

Neofascismo

Simplemente no quiero un pobre.

—Donald Trump

 

La fijación con Donald Trump es un instinto natural. Es el más belicoso de los hombres duros, una larga fila que va desde el filipino Rodrigo Duterte, pasando por Narendra Modi de India hasta el turco Recip Tayip Erdogan. De estos hombres, Trump está a cargo del Estado más poderoso, con vastas capacidades militares, cuyo poder fluye a través de las instituciones financieras internacionales y la diplomacia.

Trump y los neofascistas europeos proporcionan una silente oposición retórica al neoliberalismo. No se oponen a las políticas neoliberales de ninguna forma directa, ya que siguen comprometidos con políticas para aumentar el crecimiento económico y con políticas de reducción del gasto social. Las críticas sustanciales a la globalización no se encuentran en el nivel de las políticas públicas, sino solo en el nivel retórico o político. Es allí, en los discursos ante sus electores que Trump y los neofascistas hacen un guiño a políticas de soberanía económica. Refunfuñan sobre la pérdida de empleos y las políticas comerciales, pero, como los neoliberales, no tienen una alternativa real a la globalización. Están atrapados por sus contradicciones materiales: inmensos beneficios cosechados por las corporaciones multinacionales que alimentan la estructura financiera, mientras crece la miseria para las masas de la población mundial que producen la riqueza social, a la cual no parecen tener ningún derecho.

El neofascismo es el inverso de la vida psíquica del neoliberalismo. La atmósfera cultural general del neoliberalismo engendra la actitud de que el éxito es un viaje personal, que la auto dirección impulsa a la excelencia y la riqueza. Esta es la actitud de Howard Roark, personaje de la novela El manantial (1943) de la novelista y filósofa Ayn Rand, quien cree que los de «segunda mano» deben ser apartados para que las personas de talento y motivación, como él mismo, puedan ganar. Pero, ¿qué sucede con aquellos que no «ganan», que no son «exitosos», que les resulta difícil incluso vivir al nivel que creen que es necesario para sus deseos? No se puede permitir que el fracaso sea personal, pero tampoco se entiende en términos estructurales. Es alguien más, el chivo expiatorio, la razón de su fracaso, no las propias limitaciones o las barreras colocadas al avance social por la manera en que está estructurado el sistema. Los que fracasan conforme las reglas de Ayn Rand, miran por encima del hombro para encontrar alguien a quien culpar. Es, como Ernst Bloch escribió hace casi un siglo, una «estafa de satisfacción», una comunidad falsa y brutal que sustituye a una comunidad genuinamente humana. Si el neoliberalismo culpa a los individuos por su «fracaso», el neofascismo culpa a un chivo expiatorio.

Lo que los neofascistas prometen es mucho más débil que la soberanía económica estructurada en torno a los estados-nación o alrededor de la clase trabajadora. Su retórica brilla con nacionalismo económico, pero de hecho sus medidas de política están atoradas en el límite del nacionalismo cultural. Se obsesionan con una fantasía de homogeneidad cultural: Europa sin minaretes ni hijabs, India sin musulmanes, Estados Unidos sin mexicanos. El sentimiento anti inmigrante es la plataforma de su nacionalismo. El comercio deja de basarse en los principios de intercambio y es cada vez más acerca del racismo. Hay pocas discusiones serias sobre como las mayores tasas de productividad en Occidente, impulsadas por la tecnología, han causado pérdida de empleos. El comercio ha desempeñado un papel marginal en la sangría de trabajos «de cuello blanco». La discusión económica seria es dejada de lado, ya que el antídoto contra el sufrimiento se ve ahogado por «Construir el Muro» «Prohibición Musulmana» «Prohibición de carne» y la guerra contra «traficantes de drogas, ladrones y vagos», eslóganes de gran significado para quienes son golpeados por ellos, pero con poco significado para quienes padecen inseguridad económica. Esta es la crueldad del neofascismo, la forma política dominante de nuestros tiempos.

Los hijos de Ayn Rand, los que creen que triunfaron, ahora están a cargo, muy boyantes en Wall Street, en Finanzplatz, en Dalal Street, y en la City de Londres, con la sensación de que la carga tributaria disminuirá aún más y que la liquidez permitirá que se cree mucha más riqueza que antes en el mundo financiero. Las «reformas» tributarias de la administración de Trump son indicadores del favoritismo hacia los hijos de Ayn Rand más que hacia las poblaciones desposeídas. La riqueza se siente cómoda con el neofascismo, aunque esté un poco avergonzada por su obscenidad cultural. La huelga tributaria permanece sacrosanta. También la huelga de inversiones. Nada de esto está amenazado por el «nacionalismo» de los neofascistas que están bastante contentos con dirigir su atención contra los vulnerables en lugar de contra los propietarios.

Los neofascistas no están obligados a enmascarar su beligerancia, a esconderse detrás de frases como «intervencionismo humanitario» o «seguridad». Creen en la violencia y quieren usarla en dosis alopáticas para mantener su dominio. Los llamados a la recolonización se suman a los llamados al saqueo de los recursos naturales. Sus guerras, internas y externas, son la profilaxis contra el fracaso de su fantasía de soberanía cultural. No pueden crear un mundo culturalmente homogéneo, entonces utilizan la fuerza para intimidar a aquellos que son vistos como extranjeros, como forasteros, como seres humanos inferiores.

Imperialismo

Cuando el imperialismo se siente débil, recurre a la fuerza bruta.

­—Hugo Chávez

 

Ni el neoliberalismo ni el neofascismo son capaces de movilizar una agenda humana contra las contradicciones producidas por la globalización. Los seres humanos se consideran desechables, mientras una civilización de urbanizaciones cerradas se incrusta por sobre el conjunto de la sociedad. Enfrentamos un mundo miserable.

Es importante decir directamente que esta nueva arquitectura de producción se mantiene mediante la extorsión legal y diplomática, así como por la intimidación militar. Cuando los países no están de acuerdo con los arreglos institucionales que benefician a las empresas multinacionales en gran parte del Norte o si las políticas van contra la propiedad, toda la fuerza de los medios de comunicación corporativos y del aparato militar del Norte se movilizan en acción. La presión que va de Venezuela a Irán a Corea del Norte es una demostración visible del imperialismo, es decir, el poder extraeconómico usado por los estados en la era del capitalismo híper monopólico de «externalización a distancia».

En la era actual, el gobierno de los Estados Unidos ha sido el principal gendarme de la estructura del imperialismo. Vincula una red de aliados que se extiende desde los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hasta importantes aliados regionales como Arabia Saudita, India y Colombia. Estados Unidos y sus aliados europeos deben mantener un conjunto insostenible de contradicciones. Los Estados Unidos han dejado en claro que no les gustaría ver que ningún rival desafíe su supuesta hegemonía, siendo China y Rusia los mayores rivales en nuestros tiempos. El Foro Económico Mundial estima que en 2017 Estados Unidos tenía la mayor economía del mundo (US$ 18 billones, justo por encima del 24% del tamaño de la economía mundial), le sigue China (US$ 11 billones, 14,84% de la economía mundial). Los datos del FMI muestran que la economía china creció un 6,7% en 2016, mientras que la economía estadounidense creció a un ritmo mucho más lento, del 1,6%. Un estudio de PricewaterhouseCoopers indica que China será la mayor economía para 2050. China, en otras palabras, está lista para convertirse en la mayor economía del mundo. Más aún, ahora el dinamismo económico de China ya no se basa en bajos salarios, sino en mejoras de la productividad impulsadas por la tecnología. El informe de 2016 de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual mostró que, el año anterior, China había presentado la mayor cantidad de solicitudes de patentes, el doble de las solicitudes realizadas por entidades con sede en Estados Unidos. China, de hecho, fue responsable por un tercio de las solicitudes de patentes del mundo en 2015. Esto sugiere que China puede desafiar el dominio de Estados Unidos y Occidente sobre la estrategia de acumulación por «externalización a distancia» basada en la propiedad intelectual.

Si estos rivales – China y Rusia – emergen para convertirse en polos poderosos, entonces desafiarían los tres pilares del ventajoso sistema occidental de producción desarticulada y acumulación global de capital: «externalización a distancia», derechos de propiedad intelectual y uso de la violencia por parte de Occidente para sus propios fines. Hay pequeñas señales de que estos tres pilares de hecho están siendo desafiados. Los dos primeros ciertamente están siendo socavados, aunque pasarán muchas décadas antes de que puedan ser descartados por completo. El tercer pilar, el monopolio de la fuerza, será más difícil de remover. Los Estados Unidos, en 2016, gastaron en armas más que los siguientes ocho países que más gastaron en armas combinados, esto es: China, Rusia, Arabia Saudita, India, Francia, Reino Unido, Japón y Alemania. Con US$ 611,2 mil millones, Estados Unidos empequeñece, por comparación, al segundo mayor inversionista, China, que gastó solo US​$ 215,7 mil millones. El aumento propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump al presupuesto militar de los EE. UU. agregará más gasto militar que el total gastado por el tercer mayor inversionista, a saber, Rusia, con US​$ 69,2 mil millones. Estados Unidos también tiene una huella militar masiva con sus ochocientas bases repartidas en setenta países. Reino Unido, Francia y Rusia combinados tienen un total de treinta bases en el extranjero. China tiene una base militar en el extranjero, en Yibuti, a la sombra de una enorme base estadounidense en el mismo país. Las bases militares de Rusia se encuentran principalmente en la antigua Unión Soviética (sobre todo en Asia Central), con dos bases en los extremos de Asia (Siria y Vietnam). No hay indicios de que estos poderes, China y Rusia, puedan desafiar la supremacía militar estadounidense en ningún momento. Como máximo, podrán detener el comportamiento agresivo de los Estados Unidos para llevar a cabo operaciones de cambio de régimen, como en Siria.

Pese a su debilidad militar, estos países no pueden ser fácilmente subordinados. Demasiada presión sobre ellos los volcaría hacia dentro o hacia la construcción de sus propias redes de acumulación fuera de los parámetros de las instituciones occidentales. China, a través de su proyecto de nueva Ruta de la Seda y sus inversiones en África, así como sus propios desarrollos de propiedad intelectual, ya está construyendo una arquitectura de producción y acumulación que socavaría los procesos de producción desarticulada que dan ventaja a las empresas occidentales. Presionar mucho a China y a Rusia podría llevar a China a retirarse lentamente del sistema bancario occidental para guardar sus excedentes en otros lugares y dejar de depender de los mercados occidentales para la venta de sus productos. La contradicción entre controlar a los rivales y al mismo tiempo asegurarse de que no se muevan fuera de la órbita de Occidente es la compleja tarea del imperialismo moderno.

El uso de la fuerza con fines económicos es evidente en la expansión de la OTAN hacia Rusia y en el cerco de China. Los conflictos calientes en Ucrania y Corea del Norte y los conflictos fríos alrededor del Mar del Sur de China son la medida de estas luchas. Ni Rusia ni China están dispuestas a proporcionar ventajas económicas a Occidente. China es la piedra en el zapato para Estados Unidos. Sus superávits comerciales resienten. El comportamiento de China, opuesto al de Japón, es instructivo. En los años ochenta y noventa los superávits comerciales de Japón también molestaron a Estados Unidos. El gobierno japonés, por presión política estadounidense, permitió revaluar el yen en dos ocasiones para mejorar el dólar (Acuerdo Plaza de 1985 y Acuerdo Plaza Reverso de 1995). Cuando el pueblo japonés eligió un gobierno reformista con el mandato de remover la base de Okinawa en 2010, la secretaria de Estado Hillary Clinton intervino directamente para conseguir la renuncia del Primer Ministro Yukio Hatoyama. No ha sido tan fácil obligar a China a revaluar su moneda ni permitir que su sistema político sea dictado por Washington. Ha sido entonces imperativo, desafiar el uso de China de las rutas marítimas y amenazar su seguridad con bases militares y sobrevuelos. Casi el mismo tipo de ruido de sables es evidente en la expansión de la OTAN hacia el Este, rompiendo los acuerdos mínimos entre soviéticos y alemanes cuando la absorción de la recién unificada Alemania en la OTAN. El ministro de Relaciones Exteriores alemán Hans-Dietrich Genscher le dijo a su equivalente soviético Eduard Shevardnadze: «Sabemos que la pertenencia a la OTAN de Alemania unificada plantea cuestiones complicadas. Para nosotros, una cosa es cierta: la OTAN no se expandirá hacia el Este». Pero lo ha hecho y al hacerlo con un agresivo escudo de defensa de misiles, ha amenazado directamente la seguridad de Rusia. La crisis de Ucrania es claramente consecuencia de la expansión de la OTAN en Europa del Este. Esta expansión no es solo para proteger a los países a lo largo del perímetro ruso, sino para asegurarse de que estos países permanezcan en los tentáculos de una economía política dominada por Occidente y no por China o Rusia. La fuerza de las armas es el puño de hierro dentro del guante de seda de la globalización.

A puerta cerrada, los Dueños del Mundo – los estados que forman el G7 – continúan con sus trastadas pese a la crisis financiera mundial. El espacio para las políticas públicas es constreñido por ellos en las instituciones internacionales, lo que les permite gran flexibilidad en cuanto a sus subsidios, pero da poca libertad al Sur Global. La presión que ejercen contra el Sur Global con sus requerimientos de seguridad alimentaria es un ejemplo de esto. Otro es el Acuerdo de Comercio de Servicios (TISA por sus siglas en inglés) impulsado por Estados Unidos, la Unión Europea y sus «muy buenos amigos» (una extraña expresión acuñada por EE.UU. y la UE para referirse al bloque que crearon juntos). El grueso de los «muy buenos amigos» involucrados en las negociaciones del TISA provienen países de ingreso alto, participan solo dos países de ingreso bajo: Paraguay y Pakistán. El TISA impulsa la privatización de los servicios públicos y el control de datos por parte de grandes corporaciones fuera de los territorios donde se extraen esos datos. El objetivo de la agenda del TISA es dejar de lado el viejo proyecto de desarrollo para colocar en su lugar una estrategia de comercio electrónico para reducir la pobreza. Un informe de la empresa de servicios bancarios y financieros UBS sugiere que la agenda de comercio electrónico, en vez de acabar con la pobreza, la exacerbaría. Con el comercio electrónico, dicen los analistas bancarios, los países del Sur Global van a enfrentar la amenaza de la Cuarta Revolución Industrial, que reduce los empleos de baja cualificación por la automatización extrema, pero quizá no tengan la habilidad tecnológica para disfrutar las ganancias relativas que podrían ser redistribuidas por la extrema conectividad. Esto significa que el colonialismo global le dará a un puñado de empresas – Facebook, Amazon, Netflix y Google [FANG por su acrónimo inglés, que a su vez significa colmillo] – el poder de proveer servicios en todo el planeta, recolectar datos en este proceso y obtener ganancias de la eficiencia que benefician al capital, pero tienen impactos negativos en el trabajo y en la sociedad.

Junto al TISA, está el régimen de comercio impulsado por Occidente en ambos flancos de Eurasia, la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP por sus siglas en inglés) en el Atlántico y el Acuerdo de Cooperación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés) en el Pacífico. El TTIP y el TPP vinculan a los países con las redes occidentales de hegemonía comercial y mantienen a los países más débiles fuera de las redes de Rusia y China. Ambos han sido negociados en completo secreto – y si no fuera por filtraciones ocasionales – todo el contenido de la discusión sería desconocido para el público. Las leyes nacionales serían dejadas de lado ante el TTIP y el TPP, con el Norte estableciendo la agenda para el resto de «socios». Uno de los documentos filtrados sugiere que Estados Unidos está aplicando «fuerte presión» sobre los países para superar las divergencias de opinión respecto de cuestiones de propiedad intelectual. Uno de los documentos muestra que, en el debate sobre inversiones, los Estados Unidos han sido inflexibles en sus propuestas. El resultado de estas «negociaciones» es típicamente una victoria para Occidente. La presión occidental sigue siendo abrumadora. Sus reglas continuarán subordinando las economías del Sur a la ventaja occidental. Cualquier regla de comercio que debilite el régimen de propiedad intelectual que beneficia a las grandes firmas occidentales monopolizadoras de renta será rechazada rotundamente por los líderes occidentales. Esta es la esencia de la presión imperialista en las discusiones sobre comercio.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó un decreto ejecutivo para desmantelar el TPP. Considerar el rechazo de Trump al TPP como un cambio de dirección es una ilusión. El verdadero problema del TPP no son las reglas de comercio en sí mismas, sino China y ni siquiera China, sino el surgimiento de rivales que puedan reescribir las reglas de comercio y producir nuevas redes para la producción y acumulación globales. El 5 de octubre de 2015 el ex presidente de Estados Unidos Barack Obama dijo: «No podemos permitir que países como China escriban las reglas de la economía global». El TPP no era lo esencial. Lo eran el aislamiento de China y prevenir que cualquier rival escriba las reglas del orden global. Trump ha usado un tono mucho más duro, pero dice exactamente la misma cosa. China, un país soberano con la segunda economía más grande del mundo, no puede sentarse a la mesa cuando se escriben las reglas de la economía global. Este es el sustrato del imperialismo. Debe definir las reglas.

El imperialismo de la nueva era tiene dos ejes. Primero, en el frente institucional, el Norte Global impulsa una serie de organizaciones, como la OMC, para constituirse en el único foro de discusión de las cuestiones de comercio y desarrollo. Al mismo tiempo, el Norte Global subordina a instituciones más antiguas, como la ONU, para hacer su propuesta en términos de uso de la fuerza. Segundo, en el frente ideológico, el Norte Global argumentó contra cualquier alternativa al conjunto de políticas que llevan el nombre de neoliberalismo. El crecimiento impulsado por el sector privado para las ganancias del sector privado es visto como el único camino lógico para el desarrollo. Este, entonces, ha sido el nuevo imperialismo, las llamadas instituciones globales que apoyan una plataforma de políticas neoliberales, incluso cuando los neofascistas lamentan las amenazas a su cultura.

En la década de 2000 surgió el primer gran desafío interestatal al nuevo imperialismo. En 2003 muchos estados en la ONU cuestionaron el deseo de Estados Unidos de extender su guerra en Irak, mientras en la reunión de la OMC en Cancún, los estados emergentes bloquearon la agenda de propiedad intelectual del Norte Global. Estos dos desarrollos, entre otros, proporcionaron la base para el surgimiento del proyecto de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). ¿Qué era el bloque de los BRICS en su etapa inicial? No era una plataforma antimperialista. Una plataforma antimperialista habría requerido que el bloque de los BRICS asumiera el imperialismo tanto a nivel institucional como ideológico. El agrupamiento de los BRICS fue solamente un desafío institucional a la «unipolaridad», una movida de los principales estados para construir un mundo multipolar.

Los BRICS ciertamente han intentado una nueva base institucional además de la del Norte Global – el Nuevo Banco de Desarrollo contra el Banco Mundial; el Acuerdo de Reservas de Contingencia contra el FMI; la demanda por escaños permanentes para los estados BRICS en el Consejo de Seguridad de la ONU. Se habla de una agencia de calificación del Sur contra la hegemonía de Fitch, Moody’s y Standard & Poors. También se discute otras monedas para denominar el comercio interestatal. Menos convincentemente, los BRICS han comenzado la discusión sobre la creación de una nueva arquitectura de seguridad.

Pero el bloque BRICS, dada la naturaleza de sus clases dominantes (especialmente ahora con la derecha en ascenso en Brasil y en India), no tiene alternativa ideológica al imperialismo. Las políticas domésticas adoptadas por los estados BRICS pueden ser descritas como neoliberalismo con características del Sur, con foco en la venta de commodities, bajos salarios para los trabajadores, y excedentes reciclados entregados como crédito al Norte, incluso cuando las condiciones de vida de sus ciudadanos están en peligro, e incluso si han desarrollado nuevos mercados en otros países, con frecuencia más vulnerables, que alguna vez fueron parte del bloque del Tercer Mundo. Hay pocos argumentos dentro de los BRIC para defender la soberanía alimentaria o el derecho a la alimentación, para crear empleos decentes contra la riqueza acumulada, no luchan contra el poder de los banqueros. De hecho, las nuevas instituciones de los BRICS se unirán al FMI y al dólar, no están dispuestas a crear una nueva plataforma de comercio y desarrollo por fuera del orden del Norte Global. El Acuerdo de Reservas de Contingencia va a continuar bajo la supervisión de los acuerdos del FMI como forma de medir sus propios préstamos. El dólar es omnipresente en estos mecanismos. El entusiasmo por los mercados occidentales aún domina la agenda de los BRIC. Las inmensas necesidades de sus poblaciones no dirigen sus orientaciones de políticas públicas.

Finalmente, el proyecto de los BRIC no tiene la capacidad de contrarrestar el dominio militar de los Estados Unidos y la OTAN. Cuando la ONU vota para permitir que «los estados miembros usen todas las medidas necesarias» como lo hizo en la Resolución 1973 sobre Libia, esencialmente da carta blanca al mundo atlántico para operar con fuerza militar. No hay alternativas regionales que tengan la capacidad de operar tales resoluciones de la ONU. Las intervenciones militares rusas en Crimea en 2014 y en Siria en 2015 son indicaciones de que la unipolaridad militar estadounidense puede estar ligeramente debilitada, pero para nada cerca de su fin. Estados Unidos es una fuerza global con bases en todos los continentes y la capacidad de atacar en casi cualquier lugar. Los mecanismos regionales para la paz y la resolución de conflictos están debilitados por la presencia de la maquinaria de guerra de los Estados Unidos y la presencia global de la OTAN. Un poder militar abrumador se traduce en poder político. Los BRIC tienen pocos medios, en este momento, para desafiar ese poder.

Las alianzas rusas y chinas en Eurasia, en torno a seguridad y algunas líneas económicas no son signos de la creación de un polo alternativo al imperialismo occidental. Son meras señales de defensa contra agresiones imperialistas; Rusia sancionada busca refugio en los excedentes chinos, a la par que la cautela china recibe algún impulso de la confianza rusa. Los ejercicios navales ruso-chinos durante el enfrentamiento entre EE.UU. y Corea del Norte de 2017 y la entrada de fuerzas rusas en Asia Occidental, apoyadas por China, son señales de que no van a permitir la dominación completa de Estados Unidos, como ha sido el caso desde 1991 hasta el presente. Lo que está en juego es proteger su soberanía y la zona de influencia en torno a su territorio, no una competencia en todo el mundo contra el poder imperialista de los Estados Unidos.

Lo que tenemos, más que un conflicto interimperialista es un conflicto intercapitalista, con los BRIC, sobre todo China, presionando por su participación en el mercado mundial y haciendo retroceder al debilitado bloque económico occidental. Las tensiones entre la política de Trump, «Primero Estados Unidos» y el orden económico político que se ha basado en vastas cantidades de mano de obra atraída hacia la órbita capitalista desde la década de 1990 ha llevado a que la crisis intercapitalista tome dimensiones interestatales. Las fantasías occidentales de dominación china se remontan por lo menos una década, cuando China y otros superávits rescataron del colapso al orden financiero occidental. Pero esas fantasías no siempre se trasladaron de la retórica a la política. El peligro ahora es que puedan aparecer políticas que confundan al sistema mientras opera. El primer ministro chino, Xi Jinping lo expresó claramente en la reunión de Davos de 2017 «Nadie saldrá ganador en una guerra comercial». Lo que quiso decir no es solamente una guerra comercial, sino un conflicto interestatal con resultados confusos. En tanto las rivalidades intercapitalistas aceleran la tendencia hacia conflictos interestatales y con el tiempo interimperialistas, no deben ser subestimadas.

El imperialismo continúa estructurando el orden mundial, pero ya no aparece como colonialismo crudo ni como el neocolonialismo de mediados del siglo XX. Las cosas son más complejas. Aquí seis características del imperialismo del siglo XXI:

  1. Mantener un sistema de alianzas con Estados Unidos como centro y sus aliados secundarios (Reino Unido, Francia, Alemania, Japón y otros) como sus portavoces. En el extremo exterior de estos portavoces están aliados subsidiarios, como Colombia, India, Israel y Arabia Saudita. Estos aliados son esenciales para el alcance global del poder estadounidense. Cualquier desafío a los aliados será rápidamente sofocado por la fuerza total del ejército de los Estados Unidos y con flujos de equipamiento militar y entrenamiento desde los poderes atlánticos a sus aliados subsidiarios.
  2. Garantizar que no se permita que surja ningún desafío al sistema de alianzas. El fin de la Guerra Fría marcó la desaparición de la mayor amenaza para la alianza – la Unión Soviética y sus satélites. Desde entonces, Estados Unidos y sus cómplices se han asegurado de extirpar cualquier desafío al sistema. La presión se ha acumulado en China y Rusia por la expansión de la OTAN en Europa del Este y de las fuerzas estadounidenses en la región de la Cuenca del Pacífico. El surgimiento de Sudamérica ha tenido que ser coartado, ya sea a través de golpes de Estado pasados de moda (como en Honduras) o mediante golpes posmodernos (como en Brasil). BRICS, ALBA, o cualquier otra sigla que buscara una base de poder alternativa tenía que ser desarticulada.
  3. Garantizar que la confianza estadounidense permanezca alta. Durante la primera Guerra del Golfo de 1990-91, el presidente de Estados Unidos G. H. W. Bush dijo que el «síndrome de Vietnam» había sido superado. Los Estados Unidos ahora sentían nuevamente confianza para actuar como una gran potencia en el escenario mundial, sin miedo de ejercer toda su fuerza. Las guerras proxy de la década de 1980 podían ser dejadas de lado. Estados Unidos ahora podría actuar con dominación de espectro completo contra sus adversarios. Las llamadas a «otro siglo de Estados Unidos» resonaron luego de la guerra de Estados Unidos contra Irak en 2003, – existía temor de que el embrollo en Irak aumentara las dudas sobre el poder de Estados Unidos. Esto tuvo que ser aplastado. Era importante revivir la auto imagen de Estados Unidos como primus inter pares: el primero entre iguales, el «poder indispensable» como lo expresó Madeleine Albright, la Secretaria de Estado estadounidense. Las amenazas contra Irán y Corea del Norte son representaciones visibles de esta bravata.
  4. Proteger la cadena global de commodities, que es la base de la producción industrial, cuyos beneficios están asegurados para las corporaciones transnacionales basadas en el Norte Global. Los sitios de producción desarticulada (con fábricas distribuidas en varios países) y leyes estrictas de propiedad intelectual, permiten que estas corporaciones tengan mucho más poder a lo largo de esta cadena global de commodities que las organizaciones de trabajadores y que los estados-nación. El poder diplomático y militar del sistema de alianzas del Norte Global se usa contra las políticas de nacionalización y los bienes comunes intelectuales. Los mecanismos de externalización de la disciplina laboral permiten al Norte Global mantener altos estándares morales mientras dependen completamente de condiciones de trabajo brutales que vuelven tóxicas las relaciones sociales.
  5. Garantizar el tránsito seguro de las materias primas extraídas de minas y pozos a tasas muy por debajo de lo que podría pagarse a las personas que son las guardianas de esa riqueza. Prácticas de extracción inhumanas y ambientalmente perniciosas se ocultan en bosques y desiertos, donde las protestas son combatidas en nombre de la Guerra contra el Terrorismo o la Guerra contra las Drogas o alguna clase de guerra que permita la extracción sin amenazas. Tanto los socios subsidiarios del Norte Global como los estados emergentes confían en las exportaciones de materias primas para sus agendas de crecimiento, dejando al Norte Global lavarse las manos respecto de la dureza que acontece en la oscuridad – fuera de su control directo.
  6. Asegurar el poder financiero del Norte Global, ya sea protegiendo a la familia real de Arabia Saudita para garantizar el flujo de petrodólares a los bancos del Norte, ya sea asegurándose de que las deudas contraídas por los países pobres sean pagadas completamente. Cuando la crisis financiera impactó al mundo atlántico, el Norte Global suplicó a los grandes estados asiáticos (China, India e Indonesia) que proporcionaran liquidez al sistema. A cambio, el Norte Global prometió cerrar su ejecutivo, el Grupo de los Siete (G7) y sustituirlo por el Grupo de los Veinte (G20). Esa promesa fue olvidada después de que los bancos se recuperaron. El poder financiero debía ser restaurado. Eso era lo esencial.

Actualmente, el desafío de los BRICS se ha silenciado en gran medida. Esto tiene mucho que ver con sus propias contradicciones internas, el ascenso al poder de la derecha en Brasil y en India, así como la deriva en el mismo sentido en Sudáfrica, junto con los precios más bajos de las commodities que golpearon el corazón del poder económico de los BRICS. Los BRICS han fallado, por el momento, en reequilibrar el orden mundial. Quedó para dos de sus miembros, Rusia y China, crear un modesto desafío al imperialismo occidental. Apretados entre los dos flancos de Eurasia por maniobras militares y por las amenazas occidentales contra Irán y Corea del Norte, así como por las sanciones a Rusia por su intervención en Crimea, rusos y chinos firmaron tratados económicos y comerciales, así como acuerdos estratégicos y militares. Los lazos económicos y comerciales, particularmente para la venta de energía, siguen siendo, sin embargo, modestos. Las maniobras navales de Rusia y China en la costa de Corea del Norte y la entrada de buques de guerra chinos en el Mediterráneo cerca de barcos rusos son señales de que ahora no permitirán fácilmente que Occidente use su fuerza para modelar el mundo a su favor. Pero estas son posturas defensivas, incapaces de reequilibrar por completo el orden mundial, mucho menos de proporcionar una estructura alternativa a ese orden. Si serán capaces de sostener sus intentos defensivos en estos tiempos de neofascismo es difícil de decir: ¿aviones rusos y chinos aterrizarán en Teherán y en Pionyang para prevenir cambios de régimen en estos dos estados en los límites de Eurasia?

 


Parte 2: Agencia

Descomposición del Agente de la Historia

 

General, su tanque es un vehículo fuerte.

Destruye un bosque y aplasta a cien personas.

Pero tiene un defecto: necesita un conductor.

—Bertolt Brecht, Un libro de guerra alemán.

 

¿Qué queda ante nosotros? En todo el planeta hay muchos movimientos populares fuertes y poderosos: luchas laborales y luchas por la dignidad, luchas para defender el derecho a los recursos naturales y luchas para defender los derechos sobre el propio cuerpo. Estas son las principales vías de resistencia frente a los poderosos.

Durante cien años, las fábricas y las oficinas atrajeron un gran número de trabajadoras y trabajadores en un ambiente denso de vigilancia y productividad. El capital, hambriento de ganancias, vio las ventajas de crear fábricas y oficinas gigantescas. La escala de la producción beneficiaba al capital –produciendo cantidades inmensas de mercaderías, el capital podía bajar el precio de las materias primas y saturar el mercado con su volumen. Las empresas más pequeñas cerraron. El oficio en cada tipo de trabajo se desvaneció lentamente, mientras las y los trabajadores ocupaban su lugar en interminables líneas de producción, en las cuales empleaban su energía en tareas cada vez más pequeñas, que sumadas – fuera de su control – creaban la mercancía. Ningún trabajador fabricaba toda la mercancía, pero todos los y las trabajadores, combinados, producían la mercancía. Esto convirtió a las y los trabajadores individuales en «apéndices de las máquinas», como escribió Marx en El Capital (1867). Las demandas intelectuales para los trabajadores cayeron y los artesanos vieron como sus habilidades eran suplantadas por las máquinas y la línea de montaje. La vida de las y los trabajadores se volvió deudora de la fábrica y la clase trabajadora se vio arrastrada – como escribió Marx – «bajo las ruedas del Juggernaut del capital».

La ventaja del capital pronto se convirtió en su desventaja. Tener un gran número de trabajadores consolidados en una fábrica les permitió conversar entre ellos. Deliberaron sobre sus problemas y meditaron sobre cómo entender el colapso de su dignidad. Fue en estas conversaciones y acciones que se desarrolló el movimiento sindical moderno. Las fábricas fueron su centro, porque eran los lugares con densidad de trabajadores. También eran trampas para el capital, que había invertido dinero en ellas, entonces cualquier segundo de desperdicio producía pérdidas para los patrones. Esto significaba que, si las y los trabajadores podían hacer huelga, podían presionar al capital. En ese período, en Gran Bretaña, por ejemplo, el grueso de las personas asalariadas no estaba empleado en las fábricas, sino en el servicio doméstico. Pero las y los trabajadores domésticos no tenían la ventaja de estar en una fábrica, donde podían organizarse y hacer huelgas que podían presionar al capital. Si una persona que trabajaba en el servicio doméstico protestaba, ella o él era despedido. Era más difícil despedir a toda la fuerza de trabajo de una fábrica. Es por esto que las fábricas se volvieron el núcleo del movimiento sindical y fue por esto que marxistas y socialistas consideraron a los sindicatos como el centro del futuro socialista. También revela como el machismo de parte del movimiento sindical se reprodujo en la estrategia del sindicalismo industrial: la mayoría de la clase trabajadora, difícil de organizar porque estaba esparcida en las casas de los propietarios, estaba fuera de la hegemonía de las organizaciones de la clase trabajadora.

A mediados del siglo XX, cien años después del movimiento sindical y sus logros, el capital recurrió a nuevos métodos de explotación. Hemos entrado en una era – como hemos visto – de producción desarticulada. Las fábricas más pequeñas ya no tienen el tipo de densidad de trabajadores que tienen las grandes. Si una mercancía es producida atravesando fronteras nacionales, se beneficia el capital por sobre las naciones, es difícil para los gobiernos populares nacionalizar una fábrica ya que solo podrían nacionalizar una parte de la cadena de producción. La cadena de mercancías anula la estrategia de nacionalización. La desarticulación de la producción hace que el sindicalismo sea difícil, porque el capital señala ahora que, si hay huelga en una fábrica, la cierra y mueve la producción a otro lugar. Sus inversiones ya no están atrapadas como solían estarlo antes. Dado que una gran parte de la producción se subcontrata a pequeños capitalistas en tierras distantes, las empresas monopólicas no se lo piensan antes de abandonar un proveedor por otro en un país diferente. Su lealtad con los proveedores es cero. En otras palabras, las nuevas técnicas de producción han perjudicado al sindicalismo. También en estas fábricas nuevas, más pequeñas y dispersas, las trabajadoras mujeres se han vuelto un ente crucial, extraídas por menos de una década de sus vidas, desgastadas por la aceleración de la fábrica y luego enviadas de vuelta a sus vidas rurales de donde vinieron, cual productos de desecho del capitalismo contemporáneo.

Con las y los trabajadores viajando en busca de trabajos inseguros, la jornada laboral se ha alargado de tal manera que ahora el tiempo libre es mínimo, si no inexistente, por lo que el tiempo requerido para construir los baluartes de la clase trabajadora y el campesinado se ha agotado. El tiempo de traslado ha consumido el tiempo de la comunidad y del sindicato. La vida social se ha desgastado, a medida que el tiempo le ha sido robado a las personas, no solo por los empleadores, sino también por la estructura de inseguridad y por el trabajo a tiempo parcial. Muchas veces se gasta más tiempo en la búsqueda de trabajo que en el trabajo mismo.

Además, la cultura del sindicalismo, ha sido castigada por la cultura de las mercancías. Las personas se han convertido, cada vez más, por una feroz explosión de los medios de comunicación, de la industria publicitaria y de las instituciones educativas, en consumidoras y no trabajadoras. Esto es, la nueva identidad, desgastada por la vida psíquica del neoliberalismo, no es ser visto en relación al lugar de trabajo de cada uno, sino a sus patrones de consumo. Los centros comerciales y los anuncios atraen a personas de muchas clases que se imaginan a sí mismas como alguien más. Cuando no son los centros comerciales, entonces son los espacios religiosos – templos, mezquitas, iglesias – los que se han convertido cada vez más en bálsamos para los trabajadores informales desplazados, cuyos cuerpos y conciencias derrotados son ahora redimidos a través de la salvación prometida por predicadores de diferentes credos. El pentecostalismo en América Latina, el cristianismo protestante en China, etc., han hecho presencia obstinadamente donde una vez predominaron la cultura sindical y socialista. Las comunidades se crean en torno al deseo de mercancías y alrededor de la fe. En muchos lugares se han vuelto más atractivas que la cultura del sindicato y las asociaciones socialistas.

El sindicalismo, en este contexto, parece anacrónico. Se lo retrata en la opinión pública predominante como la cultura del ayer, con sus lemas representados como reminiscencias de los días sin centros comerciales ni anuncios. Pero esto no es todo, ya que incluso los sentimientos más generales de unidad, como el nacionalismo y el patriotismo, se han erosionado. Se están convirtiendo simplemente en estilos de vida, atributos culturales no significativos. Uno puede pretender ser nacionalista sin tener ningún compromiso con las personas que componen la nación. El filo del nacionalismo se frota fuertemente contra la disidencia. La sedición llorosa se ha convertido en el orden del día. Estudiantes, periodistas, trabajadores, campesinos, mujeres, cualquiera que pretenda sugerir que hay problemas con el «consenso» nacional es considerado como ajeno a la nación. El «nacionalismo» aceptable es una forma de cohesión social odiosa e irreflexiva que no requiere el trabajo de construir una sociedad, sino que, por el contrario, se basa en actividades antisociales y en la violencia.

El desempleo estructural y el sector informal ampliado canalizan las quejas fuera del lugar de trabajo y en las calles. La supervivencia en estas calles, conduce a actividades que podrían considerarse ilegales – tráfico de drogas, sexo, armas o incluso el trueque. La existencia de estas actividades brinda al Estado la oportunidad de hacer la guerra contra la población. El carácter del Estado tiende más a la seguridad que al bienestar, a la vigilancia de la población en lugar de a su cuidado. Las ideologías que defienden un Estado más pequeño (neoliberalismo) no tienen problema alguno con un aparato estatal ampliado para la seguridad. El cálculo entre la desesperación y la revolución es claro para la élite. Tom Clausen del Bank of America es ejemplar al respecto: «Cuando la gente está desesperada, hay revoluciones. Es, evidentemente, en nuestro propio interés, que no se vea forzada a ello. Se debe mantener al paciente vivo, porque de otra manera no se lo puede curar.» Para prevenir la jornada revolucionaria, solo hay dos caminos abiertos para la élite, concesiones para paliar los peores efectos de las políticas neoliberales (que fue el carácter del liberalismo) o duras medidas de seguridad para aplastar el espíritu de rebelión (que fue el carácter del fascismo). Pero, de hecho, en nuestros tiempos, solo se abre un camino a medida que el neoliberalismo y el neofascismo hacen causa común: enviar a la policía antidisturbios. La brecha se estrecha entre la fuerza del «libre comercio» y la «intervención humanitaria», entre las cadenas globales de commodities que envuelven al mundo y las guerras de cambio de régimen que rompen los Estados para crear caos. La fuerza es, escribió Marx en 1867, «en sí misma un poder económico».

 

Recomposición del Agente de la Historia

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.

—Berta Cáceres

 

¿Qué hace la izquierda hoy cuando se ve confrontada con la desarticulación de la producción, la cultura del consumismo y el surgimiento del Estado de seguridad? No hay respuestas fáciles, pero hay preguntas esenciales. No puede haber un renacimiento completo del poder sindical sin revivir la cultura de las y los trabajadores. No se puede reavivar fácilmente el poder sindical sin reconocer la desarticulación de la producción, y la necesidad, entonces, de construir el poder de las y los trabajadores donde viven los trabajadores, si no es siempre posible que se organicen donde trabajan. El punto es construir poder popular, no solo poder en las fábricas. Grandes cambios económicos y sociales están a nuestros pies, lo que va a generar frustración e ira entre las y los trabajadores. El papel de los centinelas de estos, es decir sindicatos y partidos, es estar preparados cuando surjan estas olas, cuando las condiciones objetivas de angustia lleven al estallido subjetivo de la protesta. Por esta razón, la recomposición de la clase trabajadora y del campesinado es esencial.

La promesa del sindicalismo es construir el poder de las y los trabajadores. Construir ese poder no solo significa crear sindicatos en el lugar de trabajo, especialmente en las fábricas y en los campos. No hay duda de que sigue siendo importante organizar a las y los trabajadores en sindicatos. Pero, las dificultades en muchos sectores, especialmente en los pequeños talleres de manufactura en las zonas económicas especiales y en el trabajo en casa, significa que hay que desplegar otros medios, creativos, para organizar a las y los trabajadores. Por ejemplo, mucho del trabajo de organización más dinámico en el mundo se ha llevado a cabo en los lugares donde viven las y los trabajadores, mientras luchan para sobrevivir ante los precios en alza de servicios esenciales, incluyendo el agua, y mientras luchan por producir espacios seguros para sus familias. Tales batallas, por el agua y los espacios públicos han unido a las y los trabajadores y campesinos alrededor de nociones como «comunidad» o «barrio», términos que superficialmente no tienen connotación de clase, pero que ciertamente la tienen cuando uno los aborda desde una perspectiva materialista. Después de todo, la «comunidad» que las y los trabajadores de Cochabamba (Bolivia), organizados por sindicalistas, defendieron durante la «guerra del agua» no era una abstracción, sino la comunidad concreta de trabajadores que cuyas vidas estaban siendo destruidas por la privatización. Sabían que su comunidad era un hecho tangible en sus vidas, la solidaridad que necesitaban para luchar contra la privatización del agua y los lazos sociales a los que necesitaban aferrarse y reconstruir para su supervivencia en las prolongadas luchas que se avecinaban.

Las experiencias en Sudáfrica de Abahali baseMjondolo (AbM o habitantes de barrios marginales) y del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil (MST) así como también de la Federación de la Juventud Democrática de India (DYFI por sus siglas en inglés) y la Asociación de Mujeres Democráticas de toda la India (AIDWA por sus siglas en inglés) –ambas organizaciones de masas del movimiento comunista indio, muestran la eficacia de construir poder campesino y popular donde viven las y los campesinos y trabajadores. Los barrios marginales son los hogares de las y los trabajadores y campesinos de nuestros días. Son áreas congestionadas, con mínimo apoyo estatal. ONU HABITAT estima que un cuarto de la población mundial vive en barrios marginales. En algunas ciudades del Sur Global, la mitad de la población vive en barrios marginales, con viviendas inadecuadas, falta de agua potable, saneamiento deficiente y poco o ningún servicio de salud y educación. Las cifras de las agencias internacionales parecen subestimaciones. Por ejemplo, se dice que el barrio marginal de Khayelitsha en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) tiene 400.000 residentes, pero quienes trabajan allí actualmente, dicen que el número es por lo menos tres veces mayor. Dharavi en Bombay (India), alberga entre 1 y 1,5 millones de personas, mientras que el de Ciudad Neza en la Ciudad de México (México) aloja a un millón de personas. Se dice que el barrio marginal más grande del mundo es Orangi Town en Karachi (Pakistán), que alberga a más de 2,5 millones de personas. En estos barrios marginales viven personas que trabajan en el sector informal – en algunos países cerca de la totalidad de la fuerza de trabajo (el sector informal de India, por ejemplo, es el 90% de la fuerza de trabajo). Estas poblaciones de la clase trabajadora están fuera de las regulaciones sociales de la política laboral impulsada por el Estado y están a menudo, también, fuera de las redes de los sindicatos.

La riqueza social no gotea en estos lugares. El lado bueno del Estado está largamente ausente aquí. Como resultado, las y los trabajadores en estas áreas confían en a) su propio ingenio y auto organización; b) los mercados creados por delincuentes de uno u otro tipo, así como por órdenes religiosas y ONG; c) el corazón invisible de las mujeres trabajadoras, cuya lucha para proteger la integridad de sus familias las mueve a grandes esfuerzos de reproducción social. La primera práctica demuestra la posibilidad del socialismo. Es aquí donde se ve la formación de cooperativas y grupos de autoayuda por parte de la clase trabajadora y para la clase trabajadora. El segundo es el desafío más importante, ya que es aquí que las organizaciones religiosas y las mafias hunden sus tentáculos más profundamente en la vida de la clase trabajadora. Ellos, incluyendo las ONG, son un impedimento estructural para el crecimiento de la izquierda. Pero la izquierda ya ha aprendido que no conseguirá crecer simplemente desafiando frontalmente a estas entidades. Experiencias en todo el Sur Global nos muestran que la izquierda tendrá que demostrar, por su trabajo en la arena de la reproducción social, que es en verdad, una mejor alternativa a las organizaciones religiosas y caritativas, así como a las mafias. Las organizaciones de izquierda ya están trabajando para crear plataformas para ayudar a la clase trabajadora en sus luchas por agua, electricidad, vivienda, calles, escuelas y servicios de salud, y al mismo tiempo, trabajando junto a la clase trabajadora mientras comienza a proveer estos servicios de forma relativamente autónoma. Esta es una actividad peligrosa. Significa socavar a las bandas criminales, a los grupos religiosos y a las ONG, todos los cuales tienen grandes intereses en este tipo de trabajo. Al mismo tiempo, la intervención de la izquierda en estos espacios socializa el trabajo privatizado de reproducción social realizado mayormente por mujeres. Deberá hacerse un gran esfuerzo para construir las instituciones de reproducción social entre las y los trabajadores y campesinos, y así mismo, una gran cantidad de trabajo deberá ser realizada por las y los intelectuales para estudiar estas iniciativas, escribir sobre ellas, compartirlas en diferentes entornos e intercambiar las mejores experiencias y resultados que han surgido de esta energía popular.

Más aún, el poder de la clase trabajadora, en nuestros tiempos, se construye con gran energía contra las divisiones sociales de género, etnia, religiosas y otros tipos de jerarquías y discriminaciones. Los marxistas a menudo se preocupaban de que estas divisiones de la jerarquía social podrían «romper» la unidad de la clase trabajadora; de hecho, estas divisiones de la sociedad ya han roto la unidad y más descuido de estos asuntos solo exacerba la desunión y la desconfianza. Las luchas por dignidad de las y los trabajadores y campesinos no están fuera de la política de clases. Son precisamente la esencia de una política de clases que desea liberarnos de la opresión y la explotación y redimirnos como seres humanos completos. Las y los trabajadores y campesinos no pueden ser poderosos a menos que estén unidos. Los 180 millones de trabajadoras y trabajadores en India que, bajo la bandera del movimiento sindical, se declararon en huelga en septiembre de 2016, lo hicieron porque los temas sobre la mesa incluían cuestiones políticas relativas a las divisiones sociales, comprendida la división entre trabajadores sindicalizados del sector formal y aquellos no sindicalizados en el sector informal (muchos de ellos mujeres, como es el caso de trabajadoras de la salud pública y de la educación inicial). Estas y estos trabajadores demostraron que la lucha contra las jerarquías sociales, el sectarismo religioso y la misoginia es central para la construcción del poder de la clase trabajadora y campesina.

Una gran limitación para la construcción del poder de los trabajadores ha sido el sobrecogedor poder de la cultura de las mercancías dominada por la burguesía que propaga la idea de las personas como consumidores. Este impulso cultural, dirigido por los medios corporativos y por la urgencia de la publicidad socava las nociones de historia y colectividad, la historia se ve reducida a insignias para la venta de mercancías y en la historia se oscurecen las luchas colectivas de las clases populares a favor de la intervención de individuos. Estas ideas están firmemente insertadas en los medios de comunicación y en los discursos académicos, donde hay una gran vacilación para admitir la importancia de la acción popular en la construcción de la historia y donde hay un sentimiento general de que el cambio transformacional quizá no sea deseable ni posible. Esto implica que hay la necesidad de una lucha cultural que enriquezca los reservorios de la historia de la izquierda, para enfatizar e iluminar la contribución de las y los trabajadores y campesinos al mundo. Los jóvenes ya no aprenden sobre la izquierda de manera sólida. La lucha para introducir la historia de la izquierda y de las y los trabajadores y campesinos en la imaginación de la juventud es esencial, no tangencial, para cualquier lucha por reconstruir la fuerza de la izquierda. Los intelectuales simpatizantes deberán hacer conexiones con los movimientos populares para ayudar a impulsar esta agenda.

El debate sobre las ideas, en otras palabras, es un frente central para los movimientos de la esperanza y las posibilidades. Los medios de comunicación dirigidos por las corporaciones, por ejemplo, operan dentro de un régimen de verdad que promociona la idea de que Occidente es benevolente cuando bombardea países e impone políticas de comercio que destruyen la agricultura en los países. Cuando el ejército de los Estados Unidos mata civiles en Afganistán o Somalia, los hechos son tratados como accidentes, cuando un gobierno que es considerado un problema mata a un civil, el hecho es visto como esencial al carácter de ese país o civilización. Si una política de comercio impulsada por Occidente acaba destruyendo la producción de algodón en Mali, por ejemplo, se considera un efecto necesario de las leyes de la naturaleza, cuando un país que es tratado como un problema comete un error en su política económica, es visto como el resultado de un modelo fallido. El control de la narrativa de la historia es un problema, pero el control de las representaciones mediáticas del presente es otro. Unos medios corporativos estrechos y escleróticos, ya sea CNN Internacional o la Red Globo, están saturados con un marco ideológico que considera que las guerras de cambio de régimen impulsadas por Occidente son aceptables y que las políticas de comercio inducidas por Occidente son inevitables. Es crucial rechazar el control institucional de estos medios y su marco ideológico, así como proveer redes alternativas para el intercambio de información emancipadora.

¿Cuál es la tarea de las y los intelectuales socialistas, junto con el trabajo que realizan los movimientos populares sociales y políticos? En una época anterior, se consideraba obvio que los intelectuales socialistas aprenderían de los movimientos, mirarían que tipo de alternativas proponían para con ellas construir teorías de futuro en toda regla. Esta postura de las y los intelectuales socialistas ya no es evidente por sí misma. Muchos de ellos, por diversas razones, se encuentran distanciados de los movimientos. Esto se da por una serie de motivos, el aburguesamiento de la clase intelectual (tanto los intelectuales en los medios como los académicos), la descomposición de los movimientos y la adopción de la idea de que un cambio mayor simplemente no es posible, la vergüenza en la era posmoderna de tomar una posición fuerte en torno a valores que se consideran contingentes y poco aterrizados. Sin embargo, hay millones de intelectuales alrededor del mundo que no han sido impactados por estos procesos y aún tienen lazos fuertes con los movimientos y continúan desempeñando papeles vitales para ellos. Una de las tareas de Tricontinental: Instituto de Investigación Social es juntar a esos investigadores cruzando fronteras nacionales e inspirar – mediante su trabajo – a otros a unirse a proyectos que se lleven a cabo en estrecha asociación con los movimientos sociales y políticos con fines emancipadores.

Si miramos de cerca a nuestros movimientos, hallaremos que quieren colocar a las políticas macroeconómicas bajo control democrático, quieren incrementar la inversión social, quieren construir infraestructura que atienda las necesidades populares, quieren romper la huelga tributaria de las corporaciones y la élite, quieren convertir a los bancos, entidades privadas, en utilidades públicas, quieren asegurar que todas las personas puedan ganarse la vida y quieren vivienda para todos. Aquí hay elementos de un futuro. Depende de los intelectuales tomar estas ideas y estimular los debates a su alrededor. Es importante que nutramos una plataforma intelectual para un orden económico, político, social y cultural alternativo tomado de la experiencia de los mismos movimientos. Es igualmente importante recuperar dos ideas que han sido erosionadas por las embestidas de la ideología burguesa, esto es, las ideas socialistas de qué es lo humano y del futuro.

La cultura de las mercancías y la noción de las personas como consumidores han menoscabado la idea de lo humano. Los socialistas bolivianos han analizado profundamente sus propias tradiciones y han elaborado un vocabulario para hablar sobre el carácter humano, de una sociedad humana no subsumida por las normas sociales capitalistas. David Choquehuanca, secretario ejecutivo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), habla del Qhapaq ñan, el camino del buen vivir, de la necesidad de crear iyambae, personas sin dueño y no consumidores y propietarios. Ser una persona sin dueño es, como dice Choquehuanca, «el futuro, el camino de las personas que buscan el buen vivir». Tales esfuerzos para revivir las ideas de lo humano y la necesidad de la creación de una comunidad humana, requieren un gran esfuerzo, el mismo que ya es evidente en los movimientos de masas que luchan contra la reducción de la toma de decisiones humana a la lógica del libro de contabilidad de doble entrada.

Como intelectuales socialistas, es importante que recuperemos la idea de que el presente no es eterno y de que es posible una transformación. La posibilidad de tal transformación es nada más que una idea de futuro. No hay discusión entre nosotros sobre la existencia de un pasado y de un presente. Son términos autoevidentes. Pero no hay debate sobre el futuro. Sabemos que llegará mañana y luego el día siguiente, y el mes siguiente y el año siguiente. Pero esto se ve solo como tiempo secuencial, como el presente que se extiende hacia adelante. Pero esta no es la idea de futuro. Si hay una idea de sentido común sobre el futuro, la tecnología se ha apropiado de ella. La tecnología, no el carácter de lo humano, se ha convertido en la idea de futuro. En este período se imagina que los nuevos avances tecnológicos resolverán nuestras crisis sociales: nuevas tecnologías verdes nos librarán del cambio climático, nuevas tecnologías digitales y nanotecnologías nos liberarán del estancamiento económico. El determinismo tecnológico ha significado que los problemas que se ciernen sobre los sueños de miles de millones de personas no tengan barreras sociales o políticas, sino enteramente técnicas. Esta es una idea muy limitada de la historia y del futuro. Ciertamente, algunos desarrollos tecnológicos serán esenciales para un mundo mejor, pero la tecnología por sí misma no dará forma a la historia. Las jerarquías de riqueza y de poder más antiguas, heredadas, deberán ser confrontadas antes de que los avances tecnológicos puedan tener un impacto social positivo y no simplemente proporcionen más y más riqueza y poder a aquellos que están en la parte superior de estas jerarquías heredadas.

Una idea de futuro fructífera requiere que imaginemos que el presente no va a ser eterno. Las transformaciones son posibles, se necesitan nuevas soluciones a los problemas actuales, se deben construir nuevos horizontes. Las soluciones vendrán de personas que conocen en su propia carne que la organización social de la sociedad es inadecuada para nuestros sueños y esperanzas. Nuestros movimientos nos dan indicadores de estos horizontes. Debemos asegurarnos de que nuestras ciencias sociales no se conviertan en el cinismo de lo imposible.

La bestialidad organizada de nuestros tiempos, que niega alimentos a las personas y vende armas entusiastamente a naciones con escasos recursos públicos, es poco condenada. El cinismo y el nihilismo están a la orden del día. Esto abre las puertas a una actitud despreocupada con la idea de humanidad, con el esfuerzo necesario para producir la libertad humana. Todas las tradiciones conocidas de humanidad parecen estar bajo gran amenaza. Conceptos como la democracia, la paz y la cultura se han desgastado. Significan tan poco, a menudo un frágil cascarón de las ideas poderosas en que podrían convertirse. Para nosotros es claro que algo en nuestro mundo está muriendo. Lo que no queda claro es lo que está naciendo en reemplazo de lo viejo.

Treinta millones de personas están actualmente en el umbral de la hambruna. Quisieran huir hacia la comida, lejos de la sequía, de los incendios forestales y de la guerra. Estrujados entre el fin de sus medios de subsistencia y la negativa a permitirles migrar, los pobres del mundo experimentan el castigo por un crimen desconocido. ¿Qué han hecho para merecer su suerte? ¿Por qué están siendo castigados cuando no han cometido ningún crimen?

 


Referencias

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Para escuchar la entrevista que Radio KPFA realizó sobre nuestro Documento de Trabajo de Tricontinental: Instituto de Investigación Social, con Vijay Prashad, el director, pulse aquí.