Uzma Nawchoo, “Cuando éramos pequeños, las cosas eran muy sencillas; simplemente usaban kaend-taar (alambre de púas) para crear una jaula. Ahora que somos adultos, estamos enjaulados en algo vanguardista llamado alambre de cuchillas”

Estimadxs amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Más de siete millones de cachemires permanecen asfixiadxs por el gobierno indio. El toque de queda que comenzó el 5 de agosto sigue en vigor. Los medios no pueden llegar al estado y ofrecer un informe sobre la situación. Se han cortado los servicios de internet y telefonía. Más de dos mil académicxs, periodistas y políticxs están encarcelados o en prisión domiciliaria. Recientemente, el gobierno indio arrestó a Farooq Abdullah (de 82 años) bajo la Ley de Seguridad Pública de 1978 (que Amnistía Internacional llama “la ley sin ley”). El padre de Abdullah —Sheikh Abdullah— era el líder indiscutido del movimiento de liberación de Cachemira en los años 40.

A pesar de la producción de un estado de terror, personas valientes han salido a las calles a protestar por la situación. Un alto funcionario del gobierno dijo que ha habido al menos 722 protestas desde el 5 de agosto. Esto es un testimonio firme de la determinación del pueblo cachemir para evitar su eliminación. Pero sus protestas y sus palabras no son difundidas. Es como si Cachemira hubiera desaparecido del mapa.

Entre lxs cachemires valientes está Mohammed Yusuf Tarigami, líder del movimiento comunista en el estado. Tarigami, quien viene de un pequeño pueblo al sur de Cachemira, ha pasado los últimos cincuenta años luchando por Cachemira, soñando con una Cachemira libre de guerra y pobreza. Ganó cuatro veces un escaño en la Asamblea Legislativa de Jammu y Cachemira (1996, 2002, 2008 y 2014), asamblea que el gobierno de derecha de Nueva Delhi suspendió. Las prisiones son tan familiares para él como la Asamblea. Hay “rabia acumulada” en Cachemira, dice, rabia que no tiene una salida política fácil. Para saber más sobre la situación en Cachemira, por favor lean la Alerta Roja Nº 1 del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

 

El 12 de septiembre, miles de personas se tomaron las calles en todo Sudán para exigir la destitución del jefe de la Justicia y del fiscal general. La Asociación de Profesionales Sudaneses —y el Partido Comunista de Sudán— han dicho que están descontentos de que las riendas del poder estén con personas como el General Abdel Fattah al-Burhan y el General Mohammed Hamdan Dagalo. Quieren ver un gobierno de carácter más civil. Para comprender la situación en Sudán, el Instituto Tricontinental de Investigación Social ha publicado esta semana la Alerta Roja Nº 2. La pueden descargar aquí, y leer a continuación:


¿Qué pasó en Sudán?

El 19 de diciembre de 2018 comenzó un levantamiento en Sudán. Este levantamiento culminaría con la destitución del presidente de Sudán, Omar al-Bashir, el 11 de abril de 2019. El Ejército montó un golpe militar conservador para detener la oleada revolucionaria y mantener las mismas viejas políticas. Disolvió el Parlamento y estableció un régimen militar de dos años dirigido por el Consejo Militar de Transición. Las fuerzas revolucionarias —unidas en la Alianza por la Libertad y el Cambio, con el Partido Comunista de Sudán y la Asociación de Profesionales de Sudán al frente— continuaron su marcha, determinadas a hacer una revolución completa. El choque entre el Consejo Militar de Transición y la Alianza por la Libertad y el Cambio continúa. Podría dar como resultado una solución como la de Egipto, donde el régimen militar aparenta ser un partido democrático, o podría avanzar con una democracia revolucionaria.

¿Por qué se alzó el pueblo sudanés?

En 2018 aumentó la presión social negativa producto del estancamiento económico del país. La tasa de crecimiento cayó a -2,3% ese año. Esto se debió a al menos cuatro razones:

  1. Guerras. Omar al-Bashir había estado en el poder desde 1989. Él dirigió dos guerras mortíferas en este periodo. La primera fue entre el norte y el sur del país, una guerra que en su segunda etapa duró entre 1983 y 2005. Esta guerra produjo la muerte de dos millones de personas, el desplazamiento de cuatro millones y la división del país en Sudán y Sudán del sur en 2011. La segunda guerra fue en la provincia de Darfur, y provocó la muerte de millones y la destrucción de esa región vasta y marginalizada que ha sido profundamente afectada por la desecación del desierto de Sahara. Ambos conflictos debilitaron a Sudán.
  2. Petróleo. La economía de Sudán depende de las exportaciones de petróleo, la mayor parte del cual está en la zona sur del país. Con la división de Sudán, el país de Sudán perdió el 75% de sus reservar de petróleo en manos de Sudán del sur. Sin embargo, el 2008, el 21,5% del PIB de Sudán provenía de las exportaciones de petróleo (y generó una tasa de crecimiento del 11,5%). Cuando los precios globales de petróleo colapsaron en 2014, la economía de Sudán comenzó un descenso rápido.
  3. FMI. En 2017, Sudán tenía una deuda externa de más de 50.000 millones de dólares —el 61% de su PIB—, y alrededor del 84% estaba atrasada. Sudán debía el 89% de su deuda a países y bancos comerciales (el resto a instituciones financieras internacionales). En noviembre de 2017, el FMI recomendó que el gobierno de Sudán redujera los subsidios al pan y al combustible y devaluara la libra sudanesa. El gobierno siguió el consejo del FMI. Ya el 50% de la población sudanesa vivía en la pobreza. La situación descontroló tras los recortes a los subsidios y la devaluación.
  4. Islam Político. Desde 1976 Sudán se ha inclinado hacia la visión de mundo del Islam político. El dictador Jaafar al-Nimeiri, apoyado por EE.UU., se alió con los Hermanos Musulmanes ese año. Un levantamiento de masas estalló en abril de 1985, provocando el derrocamiento del régimen de al-Nimeiri y abriendo el camino para la restauración de un proceso democrático. Se hicieron intentos entre 1985-89 para alcanzar una solución pacífica a la guerra civil en el sur y para abolir la Sharia (o ley islámica) que fue introducida por la alianza de al-Nimeiri y los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, el proceso democrático duró poco. En junio de 1989 los Hermanos Musulmanes montaron un golpe, derribaron al gobierno elegido democráticamente, y disolvieron el Parlamento, los partidos políticos, los sindicatos y todas las organizaciones de la sociedad civil. Impuso un régimen profundamente reaccionario que produjo la continuación de la guerra en el sur, el despido de más de 250.000 trabajadorxs y funcionarixs públicxs de sus trabajos, y el establecimiento de “casas fantasma” donde eran torturadxs (y algunxs asesinadxs) lxs líderes de las fuerzas democráticas. Omar al-Bashir, quien heredó este régimen, continuó con la agenda de los Hermanos Musulmanes. En lugar de abordar los serios problemas políticos, económicos y sociales en Sudán, los gobiernos de al-Nimeiri y al-Bashir se escondieron detrás de una dura agenda cultural (que incluía leyes de blasfemia, leyes contra los derechos de las mujeres, y políticas contra la diversidad de pueblos y culturas de Sudán). Tanto al-Nimeiri como al-Bashir cayeron porque no tenían respuesta a la crisis económica; su única respuesta era reprimir las protestas contra el FMI.

 

 

¿Cómo se alzó el pueblo sudanés?

El levantamiento comenzó en Atbara, una ciudad de clase trabajadora que fue testigo del nacimiento del movimiento sindicalista sudanés en los años 40. Los residuos de esa lucha, y de las luchas exitosas para derrocar al dictador Ibrahim Abboud apoyado por los británicos (en octubre de 1964) y a al-Nimieri (abril de 1985), permanecen.

Una serie de antiguas organizaciones políticas (el Partido Comunista de Sudán y el Sindicato de Mujeres de Sudán) y nuevas organizaciones (la Asociación de Profesionales de Sudán, formada en 2016 por 17 sindicatos) se unieron a la lucha actual con grupos de la sociedad civil y partidos políticos junto a un nuevo grupo cuyo nombre define la situación: Girifna (“estamos asqueados”). Estos grupos se reunieron en torno a una Declaración de Libertad y Cambio, que exigía plena democracia sobre la política y la economía del país, y un compromiso con la salud, la educación, la vivienda y la protección del medioambiente, así como la formación inmediata de un Comité Nacional para la Constitución. Esta declaración vincula a varios actores políticos en una estrecha unidad.

¿Qué es posible en Sudán?

Por el momento, los militares parecen tener ventaja. Enfrentados a la determinación y la continuación heroica del movimiento masivo de protestas bajo el liderazgo de la Alianza por la Libertad y el Cambio, y al apoyo de oficiales jóvenes, la junta militar aceptó las propuestas de compromiso de la Unión Africana de compartir el poder con la Alianza por los próximos tres años. Los militares no están preparados para aplastar completamente el movimiento, porque muchos suboficiales jóvenes simpatizan con sus objetivos. Esto no quiere decir que los militares —como antes al-Bashir— no hayan usado la violencia. La han usado. Pero la Alianza, arraigada en la Declaración, ha sido resistente. Para ellxs, el proceso revolucionario no ha terminado.


Esa sensación de proceso inacabado viene de Sudán, pero también define la situación en Cachemira y en Túnez. En 1971, la dictadura militar de Sudán llevó al líder del Partido Comunista de Sudán —Abdel Khaliq Mahjub— ante un tribunal.  Fue sentenciado a pena de muerte y ejecutado. Mohammed el-Fayturi (1929-2015), uno de los poetas sudaneses más extraordinarios, escribió el exquisito No caves ninguna tumba para mí en honor de Mahjub.

No caves ninguna tumba para mí;
Yaceré en cada centímetro de la tierra.
Viviré como el agua sobre el cuerpo del Nilo;
Como el sol sobre los campos de mi tierra.

Sé por qué los tiranos creen en sus armas.
No tengo miedo
Mi voz es la horca de todos los tiranos.

 

Una de las camaradas cercanas de Mahjub era Fatima Ahmed Ibrahim, cuyo esposo, al-Shafie Ahmed al-Sheikh, fue ejecutado junto a Mahjub en 1971. Fatima fue la primera mujer en entrar al Parlamento de Sudán en 1965, como miembro del Partido Comunista de Sudán. Ya era miembro del Politburó del partido y presidenta del Sindicato de Mujeres de Sudán. Son mujeres como Fatima Ahmed Ibrahim, y hombres como Mohammed Yusuf Tarigami, quienes construyen el camino que debemos continuar construyendo hacia el futuro. Construye caminos, dicen, no tumbas. Esa es nuestra perspectiva.

Cordialmente, Vijay.