Dossier no. 42 | Publicación conjunta con Socialist Movement of Ghana Research Group
¿Cómo se visualiza la huella del Imperio?
Las imágenes de este dossier cartografían algunas de las bases militares de AFRICOM en el continente africano, tanto las «duraderas» como las «no duraderas», como se denominan oficialmente. Las fotos satelitales fueron recopiladas por el artista de datos Josh Begley, que dirigió un proyecto de cartografía para responder a la pregunta: «¿cómo se mide una huella militar?»
Para este dossier, el Instituto Tricontinental de Investigación Social proyectó físicamente las imágenes y las coordenadas de estos lugares ocultos en un mapa de África, reconstruyendo visualmente el aparato de militarización actual. Al mismo tiempo, los alfileres e hilos que conectan estos lugares nos recuerdan los «cuartos de guerra» de la dominación colonial. El conjunto de imágenes es un testimonio visual de la continua «fragmentación y subordinación de los pueblos y gobiernos del continente», tal y como lo describe este dossier.
[Queremos] rechazar el estado de supervivencia, aflojar las presiones, liberar nuestro campo de un inmovilismo o regresión medieval, democratizar nuestra sociedad, abrir nuestras mentes a un universo de responsabilidad colectiva para atrevernos a inventar el futuro. Romper y reconstruir la administración a través de una imagen diferente del funcionario [público], sumergir a nuestro ejército en el pueblo a través del trabajo productivo y recordarles incesantemente que, sin formación patriótica, un soldado es sólo un criminal en potencia. Este es nuestro programa político.
Thomas Sankara (presidente de Burkina Faso) ante la ONU, 4 de octubre de 1984.
El 30 de mayo de 2016, el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana (PSC por su sigla en inglés) celebró su reunión número 601. Aunque la agenda era amplia, lxs integrantes del PSC llegaron a la reunión preocupadxs por una serie de conflictos: el colapso del Estado libio y el impacto que había tenido en la región del Sahel, las luchas continuas en la región del lago Chad con la persistencia de Boko Haram, y las guerras que marcaron la región de los Grandes Lagos (con la pérdida de soberanía de la República Democrática del Congo en su flanco oriental). La “responsabilidad primaria de asegurar la prevención efectiva de conflictos”, señaló el PSC, “recae en los Estados miembros”, es decir, los 55 países del continente africano, desde Argelia hasta Zimbabue.
El PSC no necesitaba lecciones de nadie sobre sus propias limitaciones, que eran dos:
- Fragmentación interna. Solo meses antes de esa reunión de mayo, el PSC había autorizado el despliegue de 5.000 efectivos de la Misión Africana de Prevención y Protección en Burundi. Esto se debió, en parte, a las duraderas causas del prolongado conflicto en los Grandes Lagos que incluyó la Guerra Civil de Burundi (1993-2005), así como la crisis política causada por la asfixia del sistema político por parte del presidente Pierre Nkurunziza, que desencadenó protestas y represión estatal en 2015. El presidente Nkurunziza impulsó una agenda entre los jefes de gobierno africanos para bloquear la decisión del PSC. La Unión Africana decidió que la situación en Burundi se había calmado, pese a que la ONU encontró evidencia de crímenes de lesa humanidad. Este fue un ejemplo de la fragmentación de los líderes africanos, que impidió que el PSC consiga avanzar una agenda.
- Presiones externas. Entre febrero y marzo de 2011, el PSC se reunió para diseñar una hoja de ruta completa para hacer retroceder el conflicto en Libia. Una misión del PSC se congregó en Nuakchot, Mauritania, para viajar a Trípoli, Libia, y comenzar las negociaciones sobre la base del párrafo 7 del comunicado del PSC. Este párrafo —conocido como la “hoja de ruta”— contenía una elegante vía de cuatro puntos, incluyendo el cese de hostilidades, la entrega de ayuda humanitaria a través de la cooperación, la protección de la ciudadanía extranjera y la adopción e implementación de reformas políticas para eliminar las causas de la crisis. Tanto el gobierno de Libia como la oposición rechazaron inicialmente la hoja de ruta, pero el diálogo permaneció abierto, razón por la cual una misión del PSC estaba lista para ir a Trípoli. El día antes de que la misión pudiera partir, Francia y Estados Unidos comenzaron a bombardear Libia. Este bombardeo sucedió con el auspicio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU (votada por tres países africanos: Gabón, Nigeria y Sudáfrica). Esta “intervención humanitaria” rápidamente excedió el mandato de la ONU de proteger a la ciudadanía, avanzando hacia un cambio de régimen con una inmensa violencia que provocó víctimas civiles. El desprecio mostrado por los estados del Atlántico Norte por la Unión Africana y el PSC ha pasado prácticamente desapercibido.
Tras la guerra de la OTAN contra Libia, la región del Sahel experimentó una serie de conflictos, muchos de ellos impulsados por el surgimiento de formas de militarismo, piratería y contrabando. Con el pretexto de esos conflictos e incentivados por la guerra de la OTAN, Francia y Estados Unidos intervinieron militarmente en todo el Sahel. En 2014, Francia estableció el G-5 Sahel, un acuerdo militar que incluía a Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger: y expandió o abrió nuevas bases en Gao, Mali; Yamena, Chad; Niamey, Níger; y Uagadugú, Burkina Faso. Estados Unidos, por su parte, construyó una enorme base de aviones no tripulados en Agadez, Níger, desde donde lleva a cabo sus ataques con drones y la vigilancia aérea de todo el Sahel y el desierto del Sahara. Esta es una de las muchas bases estadounidenses en el continente africano. Estados Unidos tiene 29 instalaciones militares conocidas en 15 países del continente, mientras que Francia tiene bases en 10 países. Ningún otro país de fuera del continente tiene tantas bases militares en África.
El número de bases militares extranjeras en el continente africano alarmó al PSC, que lo planteó como una cuestión importante en su reunión de mayo de 2016:
El Consejo observa con profunda preocupación la existencia de bases militares extranjeras y el establecimiento de otras nuevas en algunos países africanos, junto con la incapacidad de los Estados miembros afectados para monitorear eficazmente el movimiento de armas hacia y desde esas bases. En este sentido, el Consejo enfatiza la necesidad de que los Estados miembros sean siempre circunspectos cuando celebren acuerdos que conduzcan al establecimiento de bases militares extranjeras en sus países.
Desde 2016, poco se ha avanzado respecto a la declaración del PSC. Es decidor que la institución no haya nombrado a los países que tienen más bases en el continente, una cuestión de cantidad que tiene un impacto en la calidad de la supresión de la soberanía africana. Si el PSC hubiera nombrado a Estados Unidos y Francia como los principales países que tienen bases militares en África, habría tenido que reconocer las razones particulares por las cuales estos dos países continúan requiriendo una presencia militar para sus objetivos.
Es importante reconocer que estos acontecimientos no son la norma en la historia moderna de África ni son inevitables. En 1965, el expresidente de Ghana, Kwame Nkrumah, publicó un importante libro: Neocolonialismo: la última etapa del imperialismo, que reflexionaba sobre el fenómeno de las bases militares. Estas habían sido muy comunes en todo el continente durante el tiempo del alto colonialismo, desde la base británica de Salisbury en la antigua Rodesia (actualmente Harare, Zimbabue) a la base francesa en Mers El Kébir en Argelia. Los ejércitos británico y estadounidense tenían bases en Libia, desde la Base Aérea Wheelus hasta los puestos militares de Tobruk y El Adén. A cambio de la tierra y el derecho a acuartelar tropas en estos lugares, Reino Unido y Estados Unidos proporcionaban “ayuda” a Libia, que Nkrumah dijo —con razón— que era un pago por la pérdida de soberanía. Aquí está la evaluación de Nkrumah sobre estas bases en África:
Una potencia mundial que ha decidido, basándose en principios de estrategia global, que es necesario tener una base militar en este o aquel Estado independiente nominal, debe asegurar que el país en el que esté establecida la base sea amigable. Esta es otra razón de la balcanización. Si la base está situada en un país constituido en tal forma económica que no puede subsistir sin la “ayuda” sustancial de la potencia militar que posee la base, entonces, se arguye, puede asegurarse la seguridad de la base. Como tantas otras presunciones en las que se basa el neocolonialismo, esta es falsa. La presencia de bases extranjeras hace surgir la hostilidad popular contra los acuerdos neocoloniales que las permiten con más rapidez y fuerza que cualquier otra cosa, y estas bases van desapareciendo en toda África. Libia es un ejemplo del fracaso de esta política.
En 1964, el egipcio Gamal Abdel Nasser pidió la remoción de esas bases, y en 1970, después de que el coronel Muammar Gaddafi derrocara a la monarquía, las bases fueron retiradas. Cinco años antes, Nkrumah juzgó correctamente el estado de ánimo del pueblo libio, el mismo ánimo que hay desde 1965 hasta la actualidad. Desde su creación en 2007, el Comando Africano del gobierno estadounidense (AFRICOM) no ha conseguido encontrar un hogar en el continente africano; su sede está en Stuttgart, Alemania. Los pueblos africanos continúan presionando a sus gobiernos para que no cedan a las exigencias estadounidenses de trasladar la sede de AFRICOM de Europa a África.
El neocolonialismo, señalaba Nkrumah, busca fragmentar África, debilitar sus instituciones estatales, evitar la unidad y la soberanía africanas, e insertar ahí su poder para subordinar las aspiraciones del continente a la consolidación panafricana. Ni la Organización de la Unidad Africana (1963-2002) ni la Unión Africana (desde 2002) han sido capaces de hacer realidad los dos principios más importantes del panafricanismo: la unidad política y la soberanía territorial. La presencia constante de bases militares extranjeras no solo simboliza la falta de unidad y soberanía; también refuerza la fragmentación y subordinación de los gobiernos y pueblos del continente.
La entrega de nuestra soberanía
En 2018, el Departamento de Defensa de Estados Unidos propuso que este país y Ghana firmaran un Status of Forces Agreement (SOFA) [Acuerdo sobre el Estatuto de las Fuerzas], que por 20 millones de dólares permitiría al ejército estadounidense expandir su presencia en Ghana. En marzo, un descontento generalizado respecto de este acuerdo llevó a grandes sectores de la población a las calles. Los partidos de oposición, preocupados por la posibilidad de que Estados Unidos construyera una base militar en el país, plantearon sus objeciones en el parlamento. Para abril, el presidente Ghana Nana Akufo-Addo declaró que su gobierno “no había ofrecido ni ofrecerá una base militar a Estados Unidos de América”. La embajada estadounidense en Accra repitió esta declaración, afirmando que “EE. UU. no ha solicitado ni planea establecer una base o bases militares en África”. El acuerdo SOFA fue firmado en mayo de 2018.
No se requiere una lectura detenida del texto del acuerdo para saber que, de hecho, existe la posibilidad de que Estados Unidos construya una base en el país. El artículo 5, por ejemplo, dice:
Por el presente, Ghana facilita a las fuerzas estadounidenses y a los contratistas de Estados Unidos el acceso y uso irrestricto de las instalaciones y áreas acordadas, y otras según lo acordado mutuamente. Las instalaciones y áreas acordadas, o partes de ellas, proporcionadas por Ghana serán designadas para uso exclusivo de las fuerzas estadounidenses o para ser utilizadas conjuntamente por Ghana y las fuerzas estadounidenses. Ghana también proporcionará acceso y uso de una pista de aterrizaje que cumpla los requerimientos de las fuerzas estadounidenses.
Con este artículo, se permite a Estados Unidos crear sus propias instalaciones militares en Ghana. Bajo cualquier definición, esto quiere decir que puede establecer una base. La cesión de la soberanía de Ghana también sale a luz cuando el acuerdo SOFA establece, en su artículo 6, que Estados Unidos “tendrá prioridad en el acceso y uso de las instalaciones y áreas acordadas” y que dicho uso y acceso por parte de otros “podrá ser autorizado con el expreso consentimiento tanto de las fuerzas de Estados Unidos como las de Ghana”.
Más aún, el artículo 3 dice que las tropas estadounidenses “pueden poseer y portar armas en Ghana mientras estén en servicio oficial” y que las tropas estadounidenses tendrán “los privilegios, excepciones e inmunidades equivalentes a los concedidos al personal administrativo y técnico de una misión diplomática”. En otras palabras, las tropas estadounidenses pueden ir armadas y, si son acusadas de un delito, no serán juzgadas en los tribunales de Ghana.
En marzo de 2018, Kwesi Pratt del Socialist Forum Ghana (SFG) [Foro Socialista de Ghana] cuestionó en una estación de radio al ministro de Defensa de dicho país, Dominic Nitiwul. Este dijo que no había nada peculiar en el acuerdo, ya que otros países africanos, como Senegal, habían firmado acuerdos de este tipo. Ghana —dijo Nitiwul— había firmado acuerdos parecidos con Estados Unidos en 1998 y 2007, pero estos fueron hechos en secreto porque no había exención tributaria. Pratt advirtió que Ghana estaría “renunciando su soberanía” al firmar este acuerdo. El sentimiento generalizado en el país era contrario a la base, por lo que tanto el gobierno de Ghana como el de Estados Unidos negaron que eso fuera a ocurrir.
Pero Pratt tenía razón. La presencia estadounidense en el Aeropuerto Internacional de Kotoka en Accra se convirtió en el corazón de la Red Logística de África Occidental del ejército de EE. UU. Para 2018, vuelos semanales desde la Base Aérea de Ramstein en Alemania aterrizaban en Accra con suministros (incluyendo armas y municiones) para al menos 1.800 efectivos de las fuerzas especiales estadounidenses repartidos por África Occidental. El general de brigada Leonard Kosinski dijo en 2019 que este vuelo semanal era “básicamente una ruta de autobuses”. En el aeropuerto de Kotoka, Estados Unidos mantiene un espacio de seguridad cooperativa. Esta es una base en todo menos en el nombre.
La huella de Estados Unidos
El continente africano no tiene un número inusualmente grande de bases militares extranjeras. Estas pueden encontrarse en todo el mundo, desde las bases estadounidenses en Japón, hasta las bases británicas en Australia. En el mundo no hay un país que tenga una huella militar mayor que Estados Unidos. Según el Plan de Operaciones Empresariales de la Defensa Nacional de EE. UU. (2018-2022), el ejército estadounidense gestiona una “cartera global que consiste en más de 568.000 activos (edificios e infraestructura) ubicados en 4.800 lugares en todo el mundo”.
En 2019, AFRICOM elaboró una lista de algunas de sus bases militares conocidas en el continente africano, distinguiendo entre las que tienen una “huella duradera” (bases permanentes) y aquellas con una “huella no duradera” o lily pads (‘nenúfares’) (bases semipermanentes).
Huella duradera | Huella no duradera |
1. Chebelley, Yibuti | 1. Bizerte, Túnez |
2. Camp Lemonnier, Yibuti | 2. Arlit, Níger |
3. Entebbe, Uganda | 3. Dirkou, Níger |
4. Mombasa, Kenia | 4. Diffa, Níger |
5. Manda Bay, Kenia | 5. Ouallam, Níger |
6. Libreville, Gabón | 6. Bamako, Mali |
7. Santa Elena, Isla de la Ascensión | 7. Garoua, Camerún |
8. Accra, Ghana | 8. Maroua, Camerún |
9. Uagadugú, Burkina Faso | 9. Misrata, Libia |
10. Dakar, Senegal | 10. Trípoli, Libia |
11. Agadez, Níger | 11. Baledogle, Somalia |
12. Niamey, Níger | 12. Bosaso, Somalia |
13. Yamena, Chad | 13. Galkayo, Somalia |
14. Kismayo, Somalia | |
15. Mogadiscio, Somalia | |
16. Wajir, Kenia
17. Kotoka, Ghana |
La lista no incluye las bases donde Estados Unidos utiliza “instalaciones de la nación anfitriona”, como en Singo, Uganda o en Theis, Senegal.
La gran presencia de las Fuerzas Armadas estadounidenses en el continente africano no es una sorpresa. Estados Unidos tiene la mayor fuerza militar del planeta, tanto en términos del vasto número de recursos que destina a sus fuerzas armadas, así como en términos del alcance de estas a través de su estructura de bases y de su capacidad aérea y naval. Ninguna otra fuerza militar en el mundo se iguala a la de Estados Unidos, que gasta más que los 11 países siguientes juntos. China, que sigue a Estados Unidos en gasto militar, solo desembolsa un tercio de lo que gasta este en un año.
La huella del ejército estadounidense en el continente africano no es solo cuantitativamente mayor que la de las bases de cualquier otro país no africano, sino que la mera escala de su presencia y actividades militares le confiere un carácter cualitativamente diferente, que incluye la capacidad de Estados Unidos para defender sus intereses en el continente e intentar impedir cualquier competencia seria a su control de recursos y mercados. Hay dos tareas que el ejército estadounidense cumple en el continente:
- Funciones de gendarme. Las fuerzas armadas estadounidenses operan no solo para proporcionar ventaja a su país y sus élites gobernantes, sino que funcionan —junto con los ejércitos de los demás países de la OTAN, incluida Francia— como garantes de los intereses corporativos occidentales y de los principios del capitalismo. Nkrumah llegó a la misma conclusión en 1965, al afirmar que “las materias primas de África son una consideración importante en la acumulación militar de los países de la OTAN. (…) Sus industrias, especialmente las fábricas estratégicas y nucleares, dependen en gran medida de las materias primas que provienen de los países menos desarrollados”. Los informes militares estadounidenses esbozan sistemáticamente la responsabilidad de sus diversas fuerzas armadas para asegurar un flujo estable de materias primas para las corporaciones —especialmente energía— y para mantener la circulación sin obstáculos de mercancías a través de los canales de transporte. Entre estos informes se encuentran National Energy Policy [Política Nacional Energética] (mayo 2001) del Grupo Nacional de Desarrollo de Política Energética, liderado por el exvicepresidente Dick Cheney; y Assessing and Strengthening the Manufacturing and Defense Industrial Base and Supply Chain Resiliency of the United States (septiembre 2018) [Evaluación y fortalecimiento de la base industrial manufacturera y de defensa y de la resistencia de la cadena de suministro de Estados Unidos] del Grupo de Tarea Interagencial para llevar a cabo la Orden Ejecutiva 13806. En este sentido, el ejército estadounidense, junto a sus socios de la OTAN, actúa como un gendarme, no para la comunidad mundial, sino para los beneficiarios del capitalismo. Junto a Estados Unidos está Francia, cuya presencia militar en Níger está estrechamente vinculada a los imperativos del sector energético francés, que requiere del uranio de las minas de Arlit. Una de cada tres bombillas francesas funciona con el uranio de ese pueblo en Níger, que está copado por tropas francesas.
- La Nueva Guerra Fría. A medida que han aumentado los intereses comerciales privados y públicos chinos en el continente africano, y que las empresas chinas consistentemente superan las ofertas de las empresas occidentales, la presión de Estados Unidos para contener a China en el continente se ha incrementado. La New Africa Strategy (2019) [Nueva Estrategia para África] del gobierno estadounidense caracteriza la situación en términos competitivos: “las grandes potencias en competencia como China y Rusia están expandiendo rápidamente su influencia financiera y política por toda África. Están enfocando sus inversiones deliberada y agresivamente en la región para ganar una ventaja competitiva sobre Estados Unidos”. La Unión Europea también emitió un informe llamado Towards a Comprehensive Strategy with Africa (2020) [Hacia una estrategia global con África], donde, aunque no menciona directamente a China, se preocupa por la “competencia por los recursos naturales”.
Estos dos puntos: la función de gendarme y la Nueva Guerra Fría, requieren mayor elaboración.
Explotación de recursos
África es la segunda masa terrestre más grande del mundo con la segunda mayor población continental (1.340 millones de personas en 2020), más que la población de América del Norte y Europa juntas (1.100 millones). Asia es el continente más grande con la mayor población (4.640 millones de personas).
El subsuelo de África alberga una serie de importantes recursos naturales: 98% del cromo del mundo, 90% del cobalto, 90% del platino, 70% del coltán, 70% de la tantalita, 64% del manganeso, 50% del oro, 33% del uranio, así como una parte significativa de las reservas mundiales de otros minerales como bauxita, diamantes, tantalio, wolframio y estaño. El continente tiene el 30% de todas las reservas minerales, 12% de las reservas de petróleo conocidas, 8% de las de gas natural y 65% de la tierra cultivable del mundo. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estimó que el capital natural de África representa entre el 30% y el 50% de la riqueza total de los países africanos. En 2012, la ONU estimó que los recursos naturales representaban un 77% del total de exportaciones y el 42% del total de los ingresos gubernamentales.
La dependencia de los Estados africanos de la exportación de materias primas de varios tipos —debido al poder de las empresas multinacionales y la falta de industrialización suficiente en una serie de países africanos— los ha colocado en una posición de dependencia del capital extranjero. Esta condición de dependencia fue estructurada por las políticas de los gobernantes coloniales, que mantuvieron una actividad económica en África basada en la extracción y el cultivo de materias primas, que después eran vendidas a través de concesiones coloniales a los países de sus gobernantes. Esta dependencia fue heredada por generaciones de elites postcoloniales, que recibían rentas de ella y no hacían nada por cambiar la estructura. Los Estados africanos, entonces, dependen de ingresos del exterior, procedentes de la exportación de materias primas, de los programas de ayuda de gobiernos occidentales y de la ayuda institucional.
Esta dependencia crea vías para manipulaciones por parte de estos gobiernos extranjeros que tienen intereses permanentes en África. Los gobiernos de turno usan los recursos naturales de los que disponen para asegurarse la ayuda de socios externos, sin prestar mucha atención a los requisitos y condiciones de esa ayuda. Las condiciones de ayuda despojan a los países africanos de los ingresos necesarios. Por ejemplo, la Comisión Económica para África de la ONU reporta que en los últimos 50 años los flujos financieros ilícitos han resultado en la pérdida de al menos un billón de dólares, “una suma casi equivalente a toda la ayuda al desarrollo oficial que el continente ha recibido en ese mismo período”. Se trata de fondos preciados que podrían haberse utilizado para diversificar las economías africanas, construir infraestructura faltante y mejorar los beneficios sociales en el continente. La dependencia económica reduce las opciones para los gobiernos africanos, que se subordinan cada vez más a las potencias e intereses extranjeros. Entre los gobiernos que están subordinados económicamente, la voluntad política de resistirse a la intervención militar, desde establecer nuevas bases extranjeras hasta permitir a militares extranjeros operen en múltiples otras formas, es ínfima.
En la última época han surgido varias plataformas panafricanas para rectificar esta dependencia, incluyendo el Marco Africano Alternativo para los Programas de Ajuste Estructural para la Recuperación y la Transformación Socioeconómica (1989), la Visión Minera de África (2008), la Declaración de Gaborone para el Desarrollo Sostenible en África (2012), la Declaración de Arusha sobre la Estrategia africana para el desarrollo sostenible post Rio+20 (2012), el comunicado del Foro Africano de Desarrollo en la octava cumbre (2014), que culminó con la adopción por parte de la Unión Africana del primer Plan Decenal de Implementación (2014-2023), esbozado en el tercer documento de la Agenda 2063: El África que queremos (2015). Cada uno de estos documentos —con diferentes niveles de énfasis— señala la necesidad de romper la dependencia de las exportaciones de materias primas, gestionar mejor los contratos firmados con empresas multinacionales y utilizar los recursos obtenidos de las exportaciones para mejorar las condiciones de vida social, tal y como se recoge en los acuerdos de la ONU sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La incapacidad de aprovechar adecuadamente los recursos e impulsar un programa de desarrollo centrado en la gente produce un contexto social propicio para conflictos políticos y militares, incluyendo insurgencias que a menudo se dividen según líneas étnicas y religiosas, y para la expansión de la migración dentro el continente y hacia Europa. Estos dos resultados de la profunda crisis económica de los Estados africanos —conflicto y migración— son la excusa superficial para que países como Estados Unidos y Francia establezcan bases militares en el continente.
- Conflicto. El gobierno estadounidense ha establecido relaciones militares regulares —incluyendo bases lilypad— en São Tomé y Príncipe en el Golfo of Guinea. Por un lado, las explicaciones para la presencia estadounidense allí no evitan decir directamente que se trata del traslado del petróleo de Nigeria y del Golfo de Guinea a Estados Unidos. Nigeria, miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), es el onceavo mayor productor de petróleo en el mundo. Por otro lado, el gobierno estadounidense afirma que tiene una presencia en el Golfo de Guinea para frenar el crecimiento de las milicias islámicas, especialmente de ISIS y Al-Qaeda, incluso aunque los funcionarios de gobierno coinciden en que estos grupos no tienen una presencia amenazadora allí.
En África Central, AFRICOM ha participado por más de una década en el entrenamiento del ejército de la República Democrática del Congo (RDC), especialmente en Camp Base, una base militar en las afueras de Kisangani. De acuerdo con un comunicado de AFRICOM en 2010, el entrenamiento militar formaría “parte de una asociación multilateral a largo plazo entre EE. UU. y RDC para promover la reforma del sector de seguridad en el país [lo que] ayudaría al gobierno de RDC en sus esfuerzos en marcha para transformar las Fuerzas Armadas de RCD”. Las relaciones entre RDC y AFRICOM se han profundizado desde entonces.
En 2007 se hizo un gran descubrimiento de petróleo (alrededor de 1.700 millones de barriles) en la frontera entre Congo y Uganda, en la región del Lago Alberto. No sorprende, entonces, que esta región se haya militarizado fuertemente. Esto es particularmente evidente en el pueblo de Beni, en Kivu del Norte. Beni es el epicentro de decenas de espantosos asesinatos atribuidos a menudo a un grupo rebelde ugandés llamado Allied Democratic Forces (ADF) [Fuerzas Democráticas Aliadas], que ha operado en Congo desde comienzos de la década de 1990. El 27 de enero de 2021, una delegación de funcionarios de AFRICOM llegó a RDC para discutir con el ejército congoleño la necesidad de “cooperación y compromisos, esfuerzos de seguridad y estabilidad, y trabajar juntos para profesionalizar más el ejército de RDC y fortalecer los lazos”.
El 10 de marzo de 2021, el Departamento de Estado estadounidense designó a ADF como “organización terrorista extranjera” y “terroristas globales especialmente designados”, aunque las organizaciones locales y el Grupo de Expertos sobre República Democrática del Congo de la ONU dice que no hay evidencia de vínculos de ADF con ISIS. El Departamento de Estado estadounidense adoptó esta postura basándose en lo que sostiene la Bridgeway Foundation, la rama benéfica de la empresa de inversiones Bridgeway Capital Management, con sede en Texas. Esta designación permite un aumento de la presencia militar estadounidense en el Congo. El área principal de esta presencia será la adyacente a las reservas de petróleo. Los militares estadounidenses continuarán proporcionando estabilidad a los “hombres duros” africanos, que dependen del apoyo de Estados Unidos para su continuidad.
- Migración. Una migración a gran escala en todo el continente ha sido provocada por los programas de austeridad impulsados por el FMI y la incapacidad de los Estados africanos para administrar la venta de recursos de forma que proporcione una vida digna para su población. Una cuarta parte de los cerca de 41,3 millones de migrantes desplazados por la violencia y los conflictos ha intentado migrar a Europa, mientras que el resto se ha desplazado dentro del continente. Lxs migrantes que quieren ir a Europa cruzan el desierto del Sahara hasta Libia —rota por la guerra de la OTAN—, y luego atraviesan el Mediterráneo. El viaje es peligroso, pero cuando la ONU encuestó a las personas que consiguieron cruzar arenas y aguas, más del 90% de ellas dice que lo haría de nuevo.
Los intentos europeos de detener el flujo de migrantes que cruzan el Mediterráneo han sido inútiles. Se han empleado ejércitos extranjeros en el Sahel para limitar la migración y mantener a lxs migrantes lo más lejos posible de la frontera con Europa. Esta es en parte la razón por la que Francia estableció la Iniciativa G5 del Sahel y por la que Estados Unidos construyó una gran base de drones en Agadez, que proporciona importante vigilancia aérea de la migración en la región. Lo que han hecho los países europeos es exportar sus fronteras lejos de su propio territorio y asegurarse de que la dura interdicción de personas refugiadas y migrantes se haga fuera de la cobertura de sus propios medios de comunicación. Se trata de una especie de externalización de la crisis de refugiadxs: Occidente consigue impulsar sus terribles políticas antimigrantes al mismo tiempo en que logra parecer inocente mientras sus filiales hacen su trabajo sucio. Europa ha movido su frontera sur desde el límite norte del Mediterráneo hasta el borde sur del desierto del Sahara, ahora salpicado de bases militares, desde Mauritania hasta Chad.
Los argumentos superficiales de prevención de conflictos y gestión de la migración son lugares comunes. Pero, de vez en cuando, algunos funcionarios estadounidenses aclaran las motivaciones más profundas. Como dijo en 2008 el comodoro John Nowell, quien dirige la Africa Partnership Station [Estación de Asociación con África] de AFRICOM, “No estaríamos aquí si no fuera por los intereses [de Estados Unidos]”. Por “aquí”, el comodoro Nowell se refería al continente africano.
La Nueva Guerra Fría
En la Quadrennial Defense Review [Revisión cuadrienal de la Defensa] de 2006 del gobierno estadounidense, los autores escribieron que: “de las potencias principales y emergentes, China es la nación con mayor potencial para competir militarmente con Estados Unidos y disponer de tecnologías militares disruptivas que con el tiempo podrían contrarrestar las ventajas tradicionales de Estados Unidos”. De hecho, la capacidad militar de China es principalmente defensiva, ya que ha construido su capacidad militar para defender su costa y su territorio. El ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, ha enfatizado que su país está comprometido con el multilateralismo: “China nunca busca la hegemonía global”, dijo el 24 de abril de 2021. Lo que los planificadores estadounidenses indican con mayor precisión es que no les gustaría ver que el poder político y comercial chino desafiara la hegemonía global de Estados Unidos. Como dijo el comodoro Nowell, los intereses estadounidenses son la razón de la presencia del país en la región, cualquier amenaza a esos intereses debe ser socavada por cualquier medio necesario.
En 2013, el gobierno chino inauguró la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (NRS). En 2000, antes de su formalización, se creó el Foro de Cooperación China-África entre Beijing e inicialmente 44 países africanos (desde entonces, 53 de los 55 países del continente han establecido relaciones con China en el marco del Foro). Desde 2013, China ha invertido en casi todos los países africanos y todos ellos —excepto Eswatini (antes Suazilandia)— han roto lazos con Taiwán y reconocido a la República Popular China.
A lo largo de los años, China ha firmado varios memorandos de entendimiento con la Unión Africana, incluyendo uno en 2015 dentro del marco de la Agenda 2063 para apoyar la construcción de infraestructura. China ha invertido grandes cantidades de dinero en infraestructura clave, como el proyecto ferroviario Mali-Guinea y la ferrovía Sudán-Senegal; en infraestructura energética, el proyecto hidroeléctrico de Mambilla, de 2600 MW en Nigeria y la represa Bui, de 400 MW en Ghana; también en telecomunicaciones como equipamiento para Etiopía, Ghana, Kenia y Sudán. En diciembre de 2020, comenzó la construcción de la nueva sede de los Centros Africanos para el Control y Prevención de Enfermedades, financiados por China con 80 millones de dólares, al sur de Adis Abeba, Etiopía. Actualmente hay alrededor de 600 proyectos de la NRS terminados en todo el mundo.
La ayuda china —a diferencia de la ayuda del FMI, de las inversiones comerciales occidentales o de la ayuda al desarrollo en el extranjero—no llega con el vicio de condicionalidades debilitantes. Las pruebas de que los términos son más favorables constan en varios acuerdos firmados por China, pero más que eso, provienen de la teoría china del capital paciente, que hasta ahora se ha adoptado dentro de los límites de China, pero que poco a poco, a través de los bancos estatales chinos, ha surgido como un importante inversor fuera de su territorio. China es ahora el segundo país que más invierte en el mundo, con el China Export-Import Bank y el China Development Bank como los principales inversionistas. Los préstamos que otorgan estas instituciones estatales son inversiones a largo plazo y no tienen calendarios cortos de reembolso. China entiende perfectamente que sus préstamos se conceden para liberar cuellos de botella de infraestructura y así apoyar el desarrollo social. Se les da flexibilidad a los países que reciben préstamos ya que los beneficios se prevén a largo plazo. Por ejemplo, el 30% de las inversiones en Asia central y el 80% de las inversiones en Pakistán no se recuperarán.
Más que desarrollar su propia política de ayuda al desarrollo humano y comercial que beneficiaría al pueblo africano, Estados Unidos ha abierto una “Nueva Guerra Fría” contra China en el continente africano. El desarrollo de AFRICOM en 2007 junto con la escalada de bases militares de Estados Unidos y sus aliados en la región del Sahel, el Cuerno de África y otros lugares, forman parte de esta Nueva Guerra Fría. Básicamente, esta guerra ha sido estructurada mediante una guerra de (des)información que consiste en dos elementos principales:
- El nuevo colonialismo de China. Sorprendentemente, las antiguas potencias coloniales, que continúan su política neocolonial hacia África —como ilustró Nkrumah y es evidente en su estructura de base— ahora se vuelven hacia China y la acusan de ser una potencia colonial. La retórica principal utilizada en esta guerra de (des)información es que China supuestamente utiliza sus recursos financieros para enganchar a los países en una trampa de deuda que los obliga a entregar sus recursos a precios bajos. El término “diplomacia de la trampa de la deuda” se utiliza contra China; sin embargo, no fue China la que impuso los programas de ajuste estructural que arrastraron a la mayoría de los países africanos a una trampa de la deuda catastrófica, que durante la pandemia solo se ha profundizado. No fue China, sino el FMI, quien llevó adelante un marco de políticas impulsado por el Departamento del Tesoro de EE. UU. Mientras este país acusa a China de “negarse a renegociar los términos [de los préstamos] y después tomar control de la propia infraestructura”, la realidad es que los prestamistas chinos han cancelado, diferido y reestructurado los términos de los préstamos existentes (antes y durante la pandemia) y jamás han confiscado los activos soberanos de un país. Dos profesores estadounidenses senior publicaron un artículo en The Atlantic en febrero de 2021 con el decidor título “The Chinese ‘Debt Trap’ is a Myth” [La “trampa de la deuda” china es un mito]. La acusación de colonialismo contra China la hacen países que tienen una historia bien documentada de colonialismo y neocolonialismo en África.
- La capacidad militar de China. Las antiguas potencias coloniales acusan a China de aumentar su presencia militar en África. Reavivando un cuento viejo y falso, el comandante de AFRICOM, el general Townsend, recientemente afirmó sin fundamento que China busca construir una base naval en África Occidental. De hecho, la presencia militar china es irrisoria comparada con la huella militar occidental. En 2008, China se unió a las maniobras antipiratería en el Cuerno de África y en el Golfo de Adén, operaciones basadas en la Resolución 1816 (2008) del Consejo de Seguridad de la ONU, que requería a sus Estados miembros proporcionar al gobierno de transición de Somalia “todos los medios necesarios para reprimir actos de piratería y robo armado”. Después de una década de tales operaciones, China estableció su primera base militar en el extranjero en Yibuti. El propósito de esta base era doble: uno, proporcionar apoyo logístico para buques escolta de los tanqueros chinos en el Golfo de Adén, y dos, apoyar las campañas antipiratería multinacionales. Al mismo tiempo, en la altamente militarizada región del Cuerno de África, el gobierno chino financió la construcción de la ferrovía eléctrica Etiopía-Yibuti, con un proyecto de 4.000 millones de dólares, mientras que el China Export-Import Bank otorgó fondos por más de 300 millones de dólares para una tubería para llevar agua potable de Etiopía a Yibuti. El enfoque chino en torno a la paz es cualitativamente diferente a las actividades militares extranjeras —que se enfocan en funciones de gendarme y en el armamento—, pues opta por centrarse en el desarrollo económico impulsado por la infraestructura y la reducción de la pobreza.
La Unión Africana
En 2016, la Unión Africana (UA) planteó la cuestión de las bases militares extranjeras en el continente africano. El debate no se ha profundizado desde entonces. La dependencia de la Unión Africana de financiamiento y recursos extranjeros para sus operaciones, incluida mantener la paz, ha limitado su libertad para tomar decisiones independientes, estratégicas y tácticas en su operación. Para el mantenimiento de la paz, por ejemplo, los Estados africanos recaudan apenas el 2% del costo de las operaciones de paz y seguridad de la UA, mientras que los financiadores extranjeros —como la Unión Europea— aportan el 98% de los fondos. Esto ha limitado la capacidad del Consejo de Paz y Seguridad para impulsar su propia agenda y es la razón por la cual la UA no ha podido continuar eficazmente el debate sobre las bases militares extranjeras.
El 15 de octubre de 2003, Nile Gardiner y James Carafano de la Heritage Foundation de EE. UU. publicaron un libro blanco llamado US Military Assistance for Africa: A Better Solution [Asistencia militar estadounidense para África: una mejor solución, en traducción libre]. En él argumentaron que el gobierno estadounidense debería crear un Comando para África que intervendría en este continente “cuando los intereses nacionales vitales (estadounidenses) se vieran amenazados”, en la misma tradición que se siguió en América Latina y el Caribe con el establecimiento del Comando del Sur de Estados Unidos en 1963. Esto se hizo realidad en 2007. Dos países africanos, Botsuana y Liberia, expresaron que estarían complacidos de albergar la sede de AFRICOM. En ese momento Sudáfrica manifestó su oposición a que AFRICOM se traslade al continente. Debido a la intervención de la UA, Botsuana y Liberia retrocedieron.
El espíritu de impedir que la sede de AFRICOM se instale en el continente sigue vigente en los pueblos africanos. No obstante, esto no ha detenido a los jefes de estado de EE. UU. y de otros países africanos. En una reunión con el secretario de Estado estadounidense Blinken, el 27 de abril de 2021, el presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, pidió a Estados Unidos trasladar la sede de AFRICOM de Stuttgart, Alemania, al continente africano para ayudar a combatir la insurgencia. La creciente presión de los disidentes, islámicos y otros, ha aumentado la inestabilidad en Nigeria y puede haber sido un factor que contribuye al pedido del presidente Buhari, aunque no llegó a sugerir que Nigeria fuera la sede. La posición de este país es un cambio importante desde su posición inicial que, hace una década, era contraria a la presencia de AFRICOM en el continente. Sin embargo, las bases militares estadounidenses proliferaron a partir de esa fecha. La UA se refirió al peligro de esta proliferación en 2016 pero, incluso en ese momento, todo lo que la UA pudo juntar fueron las tibias palabras “preocupación” y “circunspección”. A pesar de estas palabras, AFRICOM se insinuó en la UA con un agregado al PSC y equipo en la División de Prevención de Conflictos y Alerta Temprana de la UA, así como en la División de Operaciones de Apoyo a la Paz. Con la entrada de AFRICOM en la UA en nombre de la “interoperabilidad” para vincular a las fuerzas militares estadounidenses con las fuerzas de paz de la UA, Estados Unidos ha comenzado a dar forma al marco de seguridad de la UA de forma más directa.
En su libro sobre neocolonialismo, Nkrumah escribió:
El peligro para la paz mundial surge, no de la acción de quienes buscan el fin del neocolonialismo, sino de la inacción de los que permiten que continúe. (…) Si no ha de ocurrir, la Guerra Mundial debe ser evitada mediante una acción positiva. Esta acción positiva está dentro de la fuerza de los pueblos de estas regiones del mundo que ahora sufren bajo el neocolonialismo, pero está solo dentro de su fuerza si actúan de inmediato, con resolución y unidad.
Estas palabras de 1965 siguen siendo vigentes en la actualidad.
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