Las mujeres indias en un arduo camino hacia la igualdad
Hace unos pocos siglos, el poeta telugu Baddena escribió un canto lírico al papel de esposa: alguien que trabaja como una sirvienta, alimenta como una madre, se ve como una diosa, da placer como una prostituta y tiene la tolerancia de la tierra. Estas “virtudes femeninas” plasmadas en la poesía del siglo XIII resuenan tanto en la sociedad india moderna que, incluso hoy, este poema se glorifica a menudo en películas, música y literatura.
Para las mujeres indias, cada una de estas “virtudes” se traduce en facetas de opresión que representan el trabajo doméstico, la cosificación del cuerpo y la sexualidad, y la expectativa de que las mujeres deben aceptar abusos, violencia y explotación como su destino, cumpliendo sus roles socialmente asignados de madres, esposas, hermanas e hijas. En ningún momento deben ser personas con su propia agencia independiente. De hecho, el Manusmriti (El libro de leyes de Manu, 200 a.C. – 200 d.C.), un texto muy querido y ampliamente citado por la derecha hindú que codifica esencialmente la opresión por motivos de casta, clase y género en la sociedad india, afirma sin ambigüedad que las mujeres necesitan estar bajo el control de sus padres durante su infancia, de sus maridos en la edad adulta y de sus hijos durante la vejez, y que no tienen existencia independiente más allá de estos roles en relación con los hombres. Tal opresión encuentra aceptación en todas las comunidades en India, incluidas las no hindúes.
En la India moderna, hay una cultura omnipresente de justificación de una serie de restricciones al comportamiento, apariencia, movimientos e interacciones sociales de las mujeres, así como de aceptación de una amplia variedad de atrocidades contra ellas, como la violencia doméstica, el abuso sexual y la violación, que son vistas como el resultado de la violación de las normas culturales por parte de las mujeres.
Los datos de todo el país muestran que al menos un tercio de las mujeres indias casadas han sufrido violencia doméstica a manos de sus esposos (IIPS e ICF, 2017). Esta violencia está muy arraigada en las comunidades y familias indias, hasta el punto de que muchas mujeres han internalizado las justificaciones para la violencia infringida contra ellas. El 52% de las mujeres indias entre 15 y 49 años creen que un hombre tiene derecho a golpear a su esposa por al menos una de las siguientes razones: si ella sale de la casa sin avisar a su marido, si el hombre piensa que ella está descuidando a sus hijos, si discute con él, si se niega a tener relaciones sexuales con él, si no cocina bien la comida, si él sospecha que es infiel o cree que le falta el respeto a sus parientes.
Han pasado dos milenios desde Manu y casi ocho siglos desde Baddena y todavía, como muestran los resultados de la encuesta, las mujeres del siglo XXI en India, que probablemente nunca han leído a Manu ni escuchado de Baddena, tienen un sentido similar de obligación hacia sus esposos y familias. Esta internalización no es sorprendente en una sociedad que aprueba ampliamente este tipo de violencia y en la que los principales partidos políticos se oponen implacablemente a criminalizar la violación en el matrimonio. La legislación india dice que las relaciones sexuales entre un hombre y su esposa mayor de edad no pueden ser consideradas violación, sin importar si la esposa consintió o no a ellas. En agosto de 2021, la Corte Suprema de Chhattisgarh se negó a procesar a un hombre por violación conyugal, afirmando que “las relaciones sexuales o cualquier acto sexual del marido con ella (la esposa) no constituiría violación, aunque fuera por la fuerza o contra su voluntad”. Incluso cuando los jueces progresistas reconocieron el pleno derecho de una mujer casada sobre su propia sexualidad, sus manos estaban largamente atadas por la ley retrógrada que es aplicada implícitamente por el Estado indio y que apoyan tácitamente la mayoría de los partidos políticos.
Hay, por supuesto, ciertas cosas que han cambiado para mejor con el paso de los años. En 1911, solo el 1% de las mujeres sabían leer y escribir (Gait, 1911). Poco más de un siglo después, la tasa de alfabetización de las mujeres indias es de un 70% (Gobierno de la India, 2020c). Las perspectivas para las mujeres en la educación hoy son más esperanzadoras: la tasa de alfabetización entre las mujeres menores de 24 años es de alrededor de 90% y está casi a la par con la tasa de los hombres del mismo grupo de edad (Chandra, 2019). Actualmente, la matrícula femenina en educación superior es comparable a la de los hombres. El 49% de lxs estudiantes matriculadxs en educación superior son mujeres, aunque su presencia es más escasa en campos como la ingeniería y la medicina, donde los cursos son más costosos y abren camino a empleos más lucrativos (Gobierno de la India, 2020a).
A pesar del progreso de las mujeres en alfabetismo y educación, los roles domésticos asignados a las mujeres parecen haber cambiado poco. Las mujeres en edad de trabajar destinan una media de 5 horas y 15 minutos al día a quehaceres domésticos como cocinar, limpiar y lavar (Gobierno de la India, 2020f). Este es el tiempo medio que dedican al trabajo doméstico más del 92% de las mujeres en edad de trabajar. Además del tiempo empleado en tareas domésticas, un tercio de las mujeres y sobre todo aquellas con niñxs pequeñxs, dedican una media de 2 horas y 17 minutos cada día a cuidar e instruir a lxs niñxs. En contraste, menos del 30 % de los hombres realizan tareas domésticas y solo un 16 % dedica tiempo a cuidar e instruir a lxs niñxs. Esta minoría de hombres que asumen tareas domésticas y de cuidado de niñxs dedican a ellas apenas una fracción del tiempo dedicado por las mujeres (Ibíd.). Los hombres con estudios no son diferentes del resto en cuanto a su mínima participación en estas responsabilidades. Asimismo, el peso de este trabajo para las mujeres con educación superior no es significativamente diferente que para las demás mujeres.
Está claro que las mujeres indias en general llevan a cabo actividades productivas muy significativas en la forma de trabajo doméstico y de cuidado en sus propias familias. Sin embargo, esta contribución de las mujeres indias al muy necesario proceso de reproducción social no tiene reconocimiento ni recompensa. En el mejor de los casos, el papel principal de las mujeres en sus familias en la reproducción social —tener hijxs, cuidarlxs e instruirlxs, y reproducir la familia del trabajador no solo para el siguiente día cocinando, limpiando, etc., sino también para las futuras demandas de la clase capitalista— parece estrechamente asociado con los múltiples problemas que las mujeres enfrentan en la sociedad.
Las mujeres como trabajadoras
Las estadísticas muestran que la presencia de mujeres en la fuerza de trabajo ha disminuido drásticamente en las tres últimas décadas de capitalismo neoliberal en la India. De 41% en 1999-2000, su participación bajó a 32% en 2011-12, y para 2018-19 había caído bruscamente al 25%. Efectivamente, en 2018-19, mientras que tres cuartas partes de los hombres en edad de trabajar estaban empleados en ocupaciones remuneradas, tres cuartas partes de las mujeres en edad de trabajar no estaban ganándose el pan sino dedicadas al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado (Gobierno de la India, 2000g). El porcentaje de mujeres no empleadas en ocupaciones pagadas probablemente aumentará durante la crisis económica inducida por la pandemia, ya que la movilidad de las mujeres se ha restringido aún más.
Muchxs defensorxs de políticas gubernamentales atribuyen la disminución de la presencia de mujeres en la fuerza de trabajo al “efecto ingreso”, un signo positivo de que el crecimiento económico de India está sacando a las familias de la pobreza, lo que permite a las mujeres depender de los mayores ingresos de los hombres y no tener que trabajar. En la sociedad india, el argumento es el siguiente: cuando se incrementa el ingreso familiar, se prefiere que las mujeres se queden en la casa y no trabajen. Que las mujeres no trabajen se considera un signo de mayor estatus social.
La realidad, por supuesto, no es para nada así. Las racionalizaciones pseudosociológicas de la relativa reducción de la fuerza de trabajo femenina pasan por alto el hecho de que las mujeres no están optando libremente por no trabajar fuera de casa para vivir con comodidad, sino que están siendo obligadas a dejar la fuerza de trabajo. Las mujeres han sido expulsadas por los cambios estructurales de la economía india a lo largo de los años —especialmente desde la liberalización a partir de 1991— y por el impacto que esos cambios han tenido en la economía rural.
Mientras que las tasas de participación laboral de las mujeres urbanas siempre han sido bajas y han estado más o menos estancadas durante décadas, las tasas de participación laboral de las mujeres rurales eran más altas en la época anterior a la liberalización, aunque nunca a la par con las de los hombres. Incluso hoy en día, la mayoría de las mujeres en la población económicamente activa son de áreas rurales y la mayoría de ellas están empleadas en la agricultura y actividades relacionadas.
Cuando el nivel de mecanización de la agricultura es bajo, las familias campesinas pequeñas y marginales que subsisten de esta actividad utilizan al máximo la mano de obra familiar. Como resultado, las mujeres campesinas hacen tanto o a menudo incluso más trabajo en los campos que los hombres. Más aún, la naturaleza estacional del trabajo agrícola asegura que haya una alta demanda de trabajadorxs durante las operaciones estacionales intensivas en mano de obra, haciendo que las trabajadoras sean indispensables para la agricultura.
En la adopción por parte de India del capitalismo desregulado y sin restricciones —o capitalismo neoliberal—, la agricultura fue el sector más adversamente afectado. En las últimas tres décadas, el aumento de la falta de tierras, el cambio en los patrones de cultivo y el aumento de la mecanización, junto con el uso generalizado de herbicidas, redujeron mucho el empleo en actividades agrícolas estacionales como cosechar, trasplantar y deshierbar, que proporcionaban la mayor parte del empleo remunerado a las mujeres de familias campesinas, así como a las trabajadoras agrícolas en general.
El tipo de crecimiento económico elevado que India experimentó desde inicios de la década de 2000 hasta comienzos de la década de 2010 no ha creado ningún empleo alternativo sostenible en las aldeas. En cambio, las industrias artesanales orientadas a las aldeas como el tejido, telares manuales, fabricación de jabón, preparación de comida, etc., que proporcionaban algún empleo no agrícola a las mujeres, han sido diezmadas y las empresas se han apoderado de la mayoría de los mercados de estos productos. Las industrias modernas que se desarrollaron a lo largo de los años no solo fueron incapaces de compensar la pérdida de empleo agrícola, sino que se mantuvieron en gran medida lejos de la India rural. Dichas industrias estaban mayormente concentradas en bolsones industriales específicos de ciertos estados y regiones, a los que emigraron para conseguir su sustento trabajadorxs de estados agrícolas mayoritariamente pobres como Uttar Pradesh, Bihar, Bengala Occidental, Odisha y Madhya Pradesh.
Durante los años de gran crecimiento de la economía no agrícola, las y los trabajadores agrícolas desplazados se pasaron cada vez más a ese sector laboral. El trabajo no agrícola implicaba inevitablemente un desplazamiento del lugar de trabajo fuera de la aldea, como sucede con muchos hombres rurales que emigran sea a corto o a largo plazo a zonas urbanas o metropolitanas para trabajar en la construcción, la hostelería, el transporte, el comercio minorista y otros sectores que emplean el grueso de la mano de obra informal de la India.[1] Para las mujeres es mucho más difícil hacer este cambio exitosamente.
La reducción del empleo agrícola, que no se compensa por ninguna otra vía de empleo, significa que una proporción importante de las mujeres rurales que permanecieron en las aldeas fueron forzadas a un desempleo de larga duración. Esto creó la percepción de que las mujeres no estaban disponibles para trabajar fuera del hogar. Aquellas que aún son oficialmente parte de la fuerza de trabajo rural están en su mayoría en un semiempleo mal remunerado, dependen totalmente del poco trabajo disponible, como tareas agrícolas aún no mecanizadas, construcción rural, trabajo vinculado al Programa Nacional de Garantía de Empleo Rural Mahatma Gandhi [Mahatma Gandhi National Rural Employment Guarantee Scheme], trabajo doméstico mal pagado en casas de familias campesinas más acomodadas, etc. La mayoría de las mujeres que emigran con sus familias y se integran al medio urbano tienen pocas opciones de empleo fuera de los trabajos peor pagados y con más explotación como cocinar, limpiar y otras tareas domésticas, o trabajos a domicilio tercerizados y muy mal pagados como costura, bordado y empaquetado.
Las altas tasas de crecimiento económico de la India no han contribuido a un aumento proporcional del empleo. Como resultado, lxs trabajadorxs indixs se enfrentan a un grave desempleo y subempleo. El porcentaje de trabajadorxs con empleo regular es muy bajo y lxs trabajadorxs urbanxs están empleados en su mayoría en actividades informales y efímeras. Aparte de los prejuicios y la discriminación contra las mujeres, esos altos niveles de desempleo general hacen que, excepto para lo que se considera como trabajo específicamente femenino, los empleadores casi siempre contraten a un hombre en lugar de a una mujer.
Las mujeres con hijxs pequeñxs dedican una media de 7 horas y 32 minutos por día al trabajo doméstico y de cuidado. Si se considera también el tiempo de desplazamiento al lugar de trabajo (60-90 minutos es el tiempo promedio para los hombres), las mujeres tienen dificultades para ubicarse en un lugar de trabajo con una jornada de ocho horas o más y con un empleador exigente. El trabajo informal es aún más duro para las mujeres que deben cumplir responsabilidades domésticas, ya que a menudo exige que lxs trabajadorxs se desplacen en busca de trabajo y frecuentemente que cambien de sitio de trabajo dependiendo de la disponibilidad de este.
Aunque los salarios que las mujeres reciben por el trabajo agrícola son los más bajos comparados con otros sectores, este sector tiene la ventaja de ofrecer la flexibilidad que las mujeres necesitan para el cuidado de niñxs y el trabajo doméstico y tiene menores tiempos de desplazamiento. Entonces, hasta cierto punto, las mujeres rurales logran conciliar su papel como cuidadoras primarias de la familia con el empleo externo.
En la India urbana, la mayoría de las oficinas no tienen la cultura de proporcionar cuidado infantil y guarderías. En el sector informal, el tema ni siquiera está en la agenda. Los gobiernos no ofrecen guarderías gratis o asequibles en los barrios en una escala adecuada para las trabajadoras con bajos ingresos. En el país, la idea de licencia de maternidad en el sector informal no existe. De hecho, las leyes laborales que establecen la obligatoriedad de la licencia de maternidad y las guarderías han provocado que las mujeres pierdan empleos, porque los empleadores simplemente evitan contratarlas en lugar de proporcionar estas facilidades. Actualmente, para acceder a un empleo en el sector de tecnologías de la información, las mujeres se ven obligadas a aceptar turnos de noche, renunciando a beneficios laborales duramente ganados que disponen que a las mujeres no se les debe exigir trabajar en horarios nocturnos.
En las zonas urbanas, las tasas de participación laboral de las mujeres suelen ser más altas, tanto entre la pequeña minoría de mujeres altamente educadas como entre las analfabetas y semianalfabetas. En un extremo de este espectro están las mujeres que se ven obligadas a trabajar por su gran pobreza, a menudo a una semana de salario de pasar hambre. Entre otros trabajos, muchas de estas mujeres realizan trabajo doméstico en varias casas con salarios muy bajos. En el otro extremo del espectro se encuentran las mujeres que ejercen profesiones cuyos salarios son lo suficientemente altos como para poder emplear a trabajadoras domésticas para llevar a cabo mucho del trabajo que las mujeres normalmente realizan para sus familias. Es irónico que la capacidad de un segmento de mujeres de clase media de trabajar y ganar independencia económica, liberarse de la monotonía y tener la sensación de logro y emancipación depende de la disponibilidad de mujeres extremadamente pobres de la clase trabajadora cuyas condiciones son lo suficientemente desesperadas como para forzarlas a trabajar por los salarios más bajos existentes.
En general, se acepta que la independencia económica es una condición necesaria pero insuficiente para que las mujeres alcancen un estatus de igualdad en la sociedad. Actualmente, el 75 % de las mujeres indias que están desempleadas no tienen independencia económica. La mayoría del 25% restante ganan salarios tan bajos que es difícil que eviten el hambre, mucho menos que alcancen la independencia económica (Gobierno de la India, 2000g). En esta situación, ¿puede alcanzar la igualdad una minoría de mujeres de las clases media y alta —de las que se puede decir que son económicamente independientes— cuando su lucha por ella está divorciada de las condiciones del resto de mujeres?
También hay muchas pruebas de discriminación y abusos físicos y sexuales en los lugares de trabajo más profesionales. No obstante, la violencia se dirige particularmente a las mujeres trabajadoras y a las mujeres que se atreven a participar en espacios públicos, como represalia patriarcal por la violación de los roles de género. Las estadísticas muestran que, en la India, las mujeres que trabajan tienen más posibilidades de sufrir violencia física: casi el 40% de las mujeres que trabajan han experimentado violencia física, frente al 26% de las mujeres que no trabajan (IIPS e ICF, 2017).
La falta de independencia económica de la mayoría de las mujeres desempeña un papel fundamental en el mantenimiento a largo plazo de actitudes retrógradas hacia las mujeres en las familias y comunidades. Sin importar su estatus, clase e ingresos, todas las mujeres están sujetas a ello.
Estas son las condiciones socioeconómicas en las que las mujeres indias luchan por su dignidad, libertad y derechos como seres humanos.
La lucha de las mujeres por la igualdad
A pesar de las restricciones que sus condiciones socioeconómicas les imponen constantemente, las mujeres indias han construido una voz colectiva para luchar por sus derechos. Existe un vibrante movimiento de mujeres en varias partes de la India, que a lo largo de los años ha luchado contra la apatía del Estado ante la situación de las mujeres en general, logrando pequeñas y grandes victorias en la reivindicación de los derechos constitucionales de las mujeres como ciudadanas y trabajadoras.
En India, al igual que en muchas otras naciones del Tercer Mundo que surgieron de las luchas contra la opresión colonial, el nacimiento del movimiento de mujeres está estrechamente vinculado con las luchas contra todos los tipos de opresión y explotación, hasta el punto de que cualquier discusión sobre el movimiento de mujeres implica necesariamente discutir sobre las luchas anticoloniales, las luchas campesinas, los movimientos de trabajadorxs y los movimientos contra la opresión de casta. La primera expresión significativa y clara de las mujeres como seres políticos independientes tuvo lugar en estas luchas.
Cuando la lucha anticolonial en India estaba en su punto más álgido en diferentes partes del país, las mujeres se movilizaron en manifestaciones masivas contra el dominio británico, boicoteando sus productos, desafiando las leyes coloniales sobre impuestos y defendiendo sus aldeas contra las atrocidades de la policía. La participación de las mujeres contribuyó al mayor atractivo democrático del movimiento por la independencia de India. A su vez, el movimiento independentista tenía que reconocer a las mujeres en los espacios políticos y comprometerse a aceptar sus derechos de ciudadanía como iguales a los de los hombres. Aunque esos derechos eran un anatema para buena parte de la población india, los líderes del movimiento de liberación, que acabaron convirtiéndose en los dirigentes de la India independiente, tuvieron que aceptar las reivindicaciones de igualdad de aquellas que lucharon codo a codo con ellos, lo que dio lugar a la incorporación de la igualdad de derechos para las mujeres en la Constitución de la India independiente en 1950.
Las luchas campesinas contra la explotación feudal y colonial tuvieron un impacto aún más profundo en el despertar político de las mujeres. Mientras que el movimiento por la libertad liderado por el partido Congreso Nacional Indio atrajo a un gran número de mujeres de las clases medias, las luchas agrarias militantes, lideradas sobre todo por el Partido Comunista —la lucha armada de Telangana, el Movimiento Tebhaga, la Revuelta Warli Adivasi y otras movilizaciones similares en diferentes regiones— atrajeron a mujeres de contextos campesinos y de la clase trabajadora a las luchas militantes por la independencia. Las mujeres rurales que participaron en estas luchas no solo se movilizaron contra la explotación de los terratenientes, sino que también fueron capaces de entender y expresar sus propios problemas en tanto mujeres, campesinas y trabajadoras en una sociedad de clases. Sobre todo, por primera vez, las mujeres de la India rural experimentaron el poder de su propia acción colectiva y se dieron cuenta de su papel más allá de lo circunscrito por una sociedad patriarcal feudal. Se puede decir que estas luchas sentaron las bases para el movimiento de mujeres indio y contribuyeron a su profunda presencia entre las clases explotadas de la sociedad.
Desde el principio, el movimiento de mujeres de India ha tenido dos grandes vertientes en sus formas de abordar la cuestión de la igualdad de las mujeres. La primera vertiente lleva consigo el legado del movimiento de independencia indio y construye las luchas de las mujeres principalmente alrededor de los derechos civiles y políticos. Este enfoque lo adoptan las organizaciones autónomas de mujeres y activistas independientes que sobre todo hacen campañas y lobby en torno a asuntos como una legislación progresista para abordar la violencia doméstica, las violaciones, la violencia sexual, el acoso por la dote, los derechos de propiedad y las violaciones de los derechos humanos de las mujeres. Cada organización o activista a menudo se especializa en un asunto específico. Aunque el número de estas organizaciones y activistas es significativo, carecen de presencia arraigada entre las masas. Su funcionamiento se limita en gran medida a la propaganda entre las clases medias y el cabildeo en círculos políticos. Aunque ha sido valioso para el movimiento de mujeres en general, no deja de ser limitado en su potencial y en su visión a largo plazo de la emancipación de las mujeres.
El segundo enfoque para abordar la igualdad de las mujeres surgió de las movilizaciones de mujeres en diversos movimientos campesinos y de trabajadorxs. Esta vertiente no es contradictoria o dicotómica respecto a la primera, sino que integra ese enfoque con la comprensión de que la lucha de las mujeres contra el patriarcado implica necesariamente confrontar las estructuras de explotación de clase y que las mujeres no son solo mujeres, sino también campesinas, trabajadoras agrícolas, trabajadoras industriales y demás.
A lo largo de los años, las organizaciones que han seguido el segundo enfoque evolucionaron hasta convertirse en un sólido movimiento de mujeres de izquierda en India. Actualmente, estas son las organizaciones de mujeres más militantes y activas, con una presencia significativa entre las campesinas y las trabajadoras rurales, así como entre la clase trabajadora urbana y la clase media baja. En las regiones en donde están presentes, estas organizaciones trabajan independientemente en asuntos relacionados con las mujeres y, al mismo tiempo, luchan junto con los movimientos campesinos y obreros. La presencia de estos movimientos de trabajadorxs y campesinxs de izquierda dentro de las comunidades ayuda y crea un ambiente propicio para las activistas del movimiento de mujeres dentro de sus propias familias y comunidades. Esto se refleja en el hecho de que las regiones en las que el movimiento de mujeres ha hecho incursiones significativas y ha emprendido grandes movilizaciones son mayormente regiones con una notable presencia histórica de movimientos campesinos y de la clase trabajadora. Más aún, trabajar junto con estas organizaciones de clase permite al movimiento de mujeres conseguir apoyo para sus reivindicaciones más allá de sus propias seguidoras. Por otra parte, el movimiento de mujeres también incorpora las demandas específicas de las mujeres trabajadoras al conjunto de reivindicaciones de otros movimientos, como igual salario por igual trabajo, licencia de maternidad, guarderías en los lugares de trabajo y mecanismos de prevención y reparación del acoso sexual en los centros de trabajo.
A pesar de los dos enfoques diferentes, las organizaciones de mujeres y las activistas de todas las orientaciones se han unido y coordinado con frecuencia alrededor de varias reivindicaciones y problemas, así como en luchas específicas. Eso es sobre todo porque el movimiento de izquierda en sí mismo entiende la importancia de abordar las cuestiones de derechos humanos y derechos de ciudadanía de las mujeres y, al mismo tiempo, enfrentarse a los fundamentos de clase de la sociedad.
Enfrentar la violencia patriarcal
La mayoría de incidentes de violencia sexual son perpetrados por la pareja (86%) o por parientes y amigos (IIPS e ICF, 2017). El 30% de las mujeres indias casadas han sido golpeadas por sus maridos, un tipo de violencia que tiene aceptación social dentro de las familias. La dependencia económica y psicológica de sus familias hace que a las mujeres les sea difícil expresarse cuando suceden estos ataques. A menudo, las mujeres buscan ayuda solo cuando la violencia alcanza niveles que consideran intolerables. Solo el 2% de los casos llegan a las comisarías (Ibíd.). En ese momento, la policía a menudo intenta convencer a las mujeres de llegar a un acuerdo con sus agresores. Hace falta la intervención de las mujeres del vecindario o de organizaciones de mujeres para obligar a la policía a actuar. Muchas víctimas eligen evitar la vía judicial porque los procedimientos policiales y legales son costosos e inciertos y, muy a menudo, ellas y sus hijxs dependen completamente del autor de la violencia para sobrevivir. Además, el miedo a la estigmatización social influye mucho para que las mujeres no recurran a la vía legal. En los casos en que las mujeres se dirigen a la policía o las cortes, a menudo solo pueden hacerlo porque organizaciones de mujeres les proporcionan asistencia legal y las animan a actuar.
Debido al carácter familiar de la mayoría de la violencia de género, a las organizaciones de mujeres les resulta difícil intervenir directamente. Por ello, el movimiento de mujeres ha luchado a través de los procesos políticos y sociales para impulsar leyes que apoyen a las mujeres que luchan contra la violencia física y sexual. Movilizar a las personas en torno a la exigencia de promulgar leyes que apoyen los derechos de las mujeres ha costado horrendos incidentes de violencia.
[Mathura] En 1972, la violación por parte de dos policías de Mathura, una niña de 14 años de una comunidad tribal en Maharashtra, desencadenó una protesta generalizada entre las mujeres. Mathura, quien fue a la estación de policía para testificar en un caso presentado contra el chico con el que mantenía una relación, fue violada por los policías que la citaron. Su batalla legal duró siete años y puso de manifiesto la ineptitud, los prejuicios, la ignorancia y la profunda misoginia del sistema judicial y policial. La sentencia final de la Corte Suprema de India concluyó que la chica de 14 años no podía haber sido violada, ya que era de una comunidad tribal y por ello de moral laxa, no era virgen, no dio la voz de alarma, no sufrió lesiones visibles en su cuerpo y muy probablemente incitó a los policías ebrios a tener sexo con ella. La violación por parte de los policías estando bajo custodia y el sesgo misógino y antitribal mostrado por la corte más alta del país hacia Mathura provocaron la que probablemente sea la primera movilización nacional contra la violencia sexual, liderada por organizaciones de mujeres y una serie de activistas. Las protestas, junto con los esfuerzos posteriores de activistas y parlamentarias de los partidos de izquierda, obligó al parlamento a modificar el código penal y emitir leyes para cambiar la carga de la prueba de las agresiones sexuales de la víctima al acusado y para reconocer la violación bajo custodia como delito específico.
[Muertes por dote] A principios de la década de 1980, se produjo en todo el país una oleada de muertes violentas y ampliamente publicitadas por la dote. Se presionaba a las mujeres para que pidieran más dote después de su boda y, si no podían cumplir esas exigencias, a menudo eran incineradas hasta su muerte por sus esposos y parientes políticos. Los perpetradores decían que estos asesinatos eran suicidios o muertes accidentales debido a incendios en las cocinas. Aunque la violencia y las muertes relacionadas con las dotes no eran nuevas, la expansión de las organizaciones y grupos de mujeres durante este período llevó a protestas de mujeres en las calles en todo el país. A su vez, esto condujo a que se promulgue una ley que colocó sobre el marido y los parientes políticos la responsabilidad de demostrar su inocencia si una esposa moría en los primeros siete años de matrimonio por quemaduras o lesiones corporales. No obstante, estas agresiones continúan hasta hoy.
[Violación grupal] En 1992, Bhanwari Devi, una mal pagada trabajadora social del gobierno, fue violada por un grupo de hombres de la casta dominante en su aldea. Una de sus responsabilidades como trabajadora social era impedir el matrimonio infantil, por lo que trató de evitar el matrimonio de una niña de nueve años. Debido a ello su familia enfrentó acoso, comenzando por el boicot económico y social y luego la violencia. Cinco hombres violaron a Bhanwari Devi delante de su esposo que fue golpeado por los agresores.
La policía demoró en registrar el caso, los médicos forenses inicialmente se negaron a examinarla (y luego demoraron tanto en realizar el examen que las pruebas se diluyeron), cinco jueces fueron cambiados inexplicablemente en el caso y, en 1995 el sexto juez absolvió a los violadores por motivos ridículos (que los hombres, de una casta superior, no habrían violado a una mujer de una casta inferior y que no podrían haberla violado en presencia de su marido). El apoyo a los violadores por personas de la casta dominante fue tal que el miembro del parlamento local que pertenecía al partido de extrema derecha Bharatiya Janata Party (BJP) organizó un mitin de la victoria para los violadores tras su absolución. El empleador de Bhanwari Devi, el gobierno del estado de Rajasthan, no tomó ninguna medida para apoyarla ni para prevenir la violencia sexual a futuro. Su valiente postura y el apoyo de miles de mujeres que se manifestaron por su causa presionó al parlamento y al sistema judicial, abriendo el camino para un histórica sentencia de la Corte Suprema de India, conocida como la sentencia Vishaka, que estableció las directrices para tratar los casos de acoso sexual en el lugar de trabajo.
La sentencia de Vishaka de 1997 responsabiliza a los empleadores de garantizar un ambiente de trabajo seguro para las mujeres y de proporcionar un mecanismo para hacer frente al acoso sexual en el lugar de trabajo. A lo largo de los años, estudiantes en muchas universidades han liderado luchas para que se implementen estas directrices en sus instituciones. Incluso hoy, las mujeres trabajadoras exigen y luchan para que se apliquen estas pautas en sus lugares de trabajo.
Aunque las violaciones están muy extendidas en India, menos del 1% de las víctimas de agresiones sexuales denuncian los casos a la policía. El tipo de violencia sexual brutal infringida a mujeres como Bhanwari Devi es un instrumento del patriarcado dirigido a ellas por atreverse a ir más allá de sus roles tradicionales en una sociedad conservadora. Lo que es notable es que estas mujeres muestran una extraordinaria determinación en su lucha, lo que ha abierto el espacio al movimiento de mujeres más amplio para hacer campañas, cabildeo y presionar al establishment para que promulgue legislación progresista.
Para las mujeres indias, la mitad de las cuales no pueden salir solas, los derechos ganados por el movimiento de mujeres en papel rara vez alcanzan una existencia real. Su aislamiento de la esfera pública y del colectivo impide la reparación en los casos de violencia sexual. Es por ello que los actos de mujeres como Bhanwari Devi son extraordinarios. Aunque las batallas por nuevas leyes son importantes para abrir posibilidades a las mujeres que están preparadas y equipadas para avanzar en estas luchas, estas batallas no reemplazan la necesidad de que las mujeres combatan colectivamente la violencia, el acoso y la discriminación que enfrentan cotidianamente en sus comunidades. El movimiento de mujeres de izquierda demostró la posibilidad de estas movilizaciones colectivas a pesar de las limitaciones a las que se enfrenta.
[El movimiento anti arrack] En los años 90 en el estado de Andra Pradesh, las mujeres se movilizaron colectivamente contra la violencia doméstica y contra el arrack, una bebida alcohólica destilada barata. En esa época, este estado registraba el mayor consumo de alcohol. Los gobiernos estaduales, que habían visto reducidos sus ingresos como resultado de la implementación de políticas neoliberales, recurrieron a los impuestos especiales sobre el alcohol para recaudar fondos. En India, casi el 30% de los hombres y alrededor del 1% de las mujeres consumen alcohol. Los datos muestran una conexión entre el consumo de alcohol y la violencia patriarcal: 71% de las mujeres cuyos maridos beben a menudo reportan violencia doméstica, comparado con el 22% de las mujeres cuyos maridos no beben (IIPS e ICF, 2017). Cuando el gobierno impulsó la venta de arrack, la violencia doméstica y sexual en las comunidades aldeanas aumentó. Las mujeres de hogares de trabajadores agrícolas —predominantemente dalits— se enfrentaron a los hombres de sus familias, la industria licorera y la maquinaria estatal.
El movimiento anti arrack comenzó en una época en que el movimiento de mujeres de izquierda y el movimiento de ciencia popular habían iniciado una campaña de alfabetización de adultos en numerosas aldeas. Cuando las mujeres se juntaron para organizar la campaña de alfabetización, sus discusiones pronto giraron en torno a sus propios problemas, especialmente la violencia impulsada por el alcohol en sus hogares. La violencia doméstica no era el único problema, la gran parte del salario destinada al consumo de alcohol, incluidos los salarios de las propias mujeres que los hombres a menudo les arrebataban para comprar licor también significaba que alimentar a lxs niñxs y el funcionamiento del hogar se volvía más difícil.
En la aldea Dubbaka, donde se produjeron episodios particularmente violentos con personas alcoholizadas, las mujeres que se juntaban en la campaña de alfabetización destruyeron la tienda local de licores. Pronto el movimiento de mujeres en todo el estado adoptó este método y las mujeres se movilizaron aldea tras aldea para destruir las licorerías y los suministros de licor, irrumpir en las subastas de licencias del gobierno para vender alcohol, a veces para encerrar a los hombres en casa, así como para participar en enfrentamientos físicos con los hombres de la comunidad, la policía y los matones empleados por los dueños de las licorerías. Las mujeres continuaron este movimiento durante dos años hasta que el gobierno del estado se vio obligado a prohibir la venta de alcohol (aunque la prohibición se levantó unos pocos años después).
El movimiento anti arrack sigue siendo un punto poderoso de movilización de las mujeres en muchos estados y comunidades, aunque las movilizaciones actuales no alcancen la escala de las de 1992, ya que las prohibiciones han sido a menudo diluidas y luego levantadas por los gobiernos estaduales. Un factor importante que ayudó al movimiento de 1992 fue la presencia de organizaciones campesinas y de trabajadorxs de izquierda en el estado, que apoyaron firmemente a las mujeres y las activistas en las aldeas.
Las mujeres en la política
El aumento de los niveles de alfabetización y educación, la mayor exposición a los medios de comunicación visuales e impresos, y la participación en los movimientos contra el arrack, la dote, el aumento de precios y la disminución de los ingresos —entre otros asuntos— han profundizado la participación de las mujeres en actividades políticas, incluidas las elecciones. Los partidos políticos han desarrollado mecanismos para atraer a las mujeres a través de promesas dirigidas a ellas, como programas para proporcionar gas doméstico, construcción de baños, pensiones para mujeres, acceso al crédito y subvenciones para grupos de autoayuda. Aunque no es una carga presupuestaria inmensa para los gobiernos, para las mujeres con bajos ingresos familiares y poca independencia económica, incluso estos pequeños gestos pueden ser puntos de partida para aliviar su angustia.
Sin embargo, el aumento de la participación de las mujeres en la política no se ha traducido en un aumento sustancial de las mujeres elegidas o en la dirección de partidos políticos, incluso en los partidos de izquierda. Solo 14% de lxs miembrxs del actual parlamento indio (2019-2024) son mujeres. Durante décadas, las organizaciones de mujeres han exigido reservar el 33% de los escaños de la legislatura para mujeres. La mayoría de los partidos —excepto los de izquierda— apenas atienden esta demanda de boca para afuera, mientras que en realidad trabajan para socavarla. Por ejemplo, el primer ministro actual, Narendra Modi, del BJP, prometió antes de las elecciones reservar el 33% de los escaños del parlamento para las mujeres. No obstante, a pesar de la mayoría que este partido disfruta en el parlamento actual, ha mantenido un estudiado silencio sobre este asunto después de las elecciones.
Respecto a las elecciones para instituciones de autogobierno local en aldeas y zonas urbanas, el gobierno indio accedió a la demanda de reservar el 33% de los escaños para las mujeres (desde 1992 esto se aplica a este nivel de gobierno). Algunos estados fueron más allá del 33% y reservaron el 50% de los escaños para las mujeres. Muchxs preveían que sucedería lo mismo a continuación en las legislaturas estaduales y en el parlamento nacional, pero no ha sido así.
Las instituciones de autogobierno local reciben solo una pequeña fracción de los fondos gubernamentales, pero el impacto de las mujeres en la política a este nivel ha sido significativo. Aunque es cierto que en muchos casos mujeres emparentadas con hombres que son líderes políticos locales disputan estos escaños, también lo es que a menudo desarrollan sus propias carreras políticas y establecen importantes nuevos estándares. La visibilidad de las mujeres en espacios de poder local ha sido por sí sola revolucionaria para las sociedades aldeanas. La autonomía de la participación de las mujeres en las instituciones locales de autogobierno es mayor en las regiones donde hay presencia de movimientos de mujeres, campesinxs y de la clase trabajadora.
En la era neoliberal
Durante los últimos 30 años, el movimiento de mujeres de izquierda ha hecho importantes intervenciones entre las mujeres, intensificando sus movilizaciones en un amplio conjunto de asuntos y enfrentando al neoliberalismo. El movimiento adoptó una estrategia doble: movilizó a las mujeres alrededor de asuntos relacionados con los beneficios sociales y, en el proceso, forjó la resistencia contra la violencia y la discriminación en sus propias familias y comunidades. En 1981, varias organizaciones de mujeres de izquierda originadas en luchas campesinas y de la clase trabajadora de toda la India se juntaron para formar la Asociación Democrática de Mujeres de toda la India (AIDWA, por su sigla en inglés). Actualmente es la mayor organización de mujeres de la India en términos de membresía, extensión geográfica y capacidad para abordar una serie de nuevas cuestiones que han surgido en este período.
El movimiento de mujeres en los grupos de autoayuda
La intensa angustia agraria, la miseria económica generalizada y la creciente pobreza durante el período de reformas neoliberales impulsaron al movimiento de mujeres para organizarse en torno al problema de los beneficios sociales. Cuando los gobiernos intentaron recortar los gastos en el Sistema de Distribución Pública (PDS por su sigla en inglés) reduciendo el número de tarjetas de racionamiento y la cantidad de granos y provisiones distribuidas a través de él, el movimiento de mujeres de izquierda tomó la iniciativa de movilizar a las mujeres a nivel local y nacional contra los recortes de fondos. En estados como Tamil Nadu, Andhra Pradesh y Karnataka, la izquierda organizó a mujeres en vecindarios de la clase trabajadora y en las aldeas para exigir que las tiendas de racionamiento se establezcan en las localidades y para luchar por raciones y tarjetas de racionamiento adecuadas. Las mujeres aprendieron a lidiar con las autoridades locales en el proceso de exigir raciones y servicios como agua, alumbrado público y carreteras.
De manera similar, las mujeres se movilizaron cuando subieron los precios de los productos básicos, porque entendieron que las subidas de precios repercutían directamente en sus cocinas, y lucharon a nivel local para que se apliquen los programas del gobierno. Aunque grandes grupos de mujeres se retiraron de la fuerza de trabajo por la falta de empleos, estuvieron de todos modos en la vanguardia de las luchas para apuntalar los beneficios sociales de las familias y comunidades. Las activistas se formaron en el proceso de estas luchas.
Mientras tanto, como parte de su estrategia neoliberal, el Banco Mundial abogó por programas de microfinanciación para comunidades de la clase trabajadora que se convertirían en nuevos clientes para el sector financiero. La microfinanciación se presentó como un antídoto contra las dificultades económicas y el consumo reducido de la clase trabajadora. El Banco presentó esta expansión del capital financiero como “empoderamiento” para las mujeres. Las organizaciones no gubernamentales entraron al sector para juntar a las mujeres, reunir sus magros ahorros y solicitar créditos a los que antes no podían acceder. Este crédito debía utilizarse en actividades generadoras de ingreso que las sacarían de la pobreza. El gobierno indio creó los Grupos de Autoayuda (SHG por su sigla en inglés), que son una forma de grupos de microcrédito financiados por los bancos del sector público, así como por los gobiernos estaduales y federal. Actualmente, la membresía de los SGH alcanza cerca de 60 millones de personas, es decir, más del 12% de la población femenina adulta de la India.
Inicialmente, el movimiento de mujeres estaba aprensivo respecto a los SHG. Estos temores no eran infundados. Hay una tendencia creciente de grupos de microcrédito para mujeres, que se forman bajo el auspicio de compañías de microfinanzas, que han causado estragos entre las mujeres. A diferencia de los SHG apoyados por el gobierno, este nuevo conjunto de grupos de microcrédito no son financiados por bancos del sector público ni respaldados por el gobierno. Las empresas le dan préstamos a estos grupos a tipos de interés exorbitantes. Como todos los miembros del grupo son responsables conjuntamente de los reembolsos a tiempo, la dinámica resultante destruye los vínculos sociales entre las mujeres. La incapacidad de una integrante de pagar su préstamo resulta en censura, desconfianza y violencia de otras mujeres del grupo, así como de los matones de las empresas de microfinanzas.
Esta coerción social, junto con tasas de interés usureras (a veces tan altas como el 60%), ha provocado un inmenso sufrimiento, incluida una ola de suicidios y, no es de extrañar, la oposición de las mujeres a estas empresas de microfinanciación.
Los movimientos de mujeres de izquierda han trabajado con los SHG para luchar contra el funcionamiento explotador de las empresas de microfinanciación y para utilizarlas como focos de movilización. Frente a la ausencia de lugares de trabajo colectivos, ya que las mujeres han sido expulsadas de la fuerza de trabajo, los SHG abren caminos para organizar a las mujeres. La izquierda ha organizado a las mujeres en los SHG en torno a la exigencia de tasas más bajas de interés, mayores subvenciones del gobierno a los SHG y moratoria en los pagos de capital e intereses en tiempos difíciles como la pandemia de COVID-19, cuando las mujeres con poco o ningún ingreso no pueden devolver sus préstamos. En las regiones donde el movimiento de mujeres ha intervenido en los SHG, estos están muy politizados y son muy activos en la lucha contra el acoso por la dote, el arrack y las supersticiones, además de participar en las reuniones de la aldea e intervenir en otros problemas de la comunidad. En el estado de Kerala, Kudumbashree, un sistema de SHG altamente evolucionado que cuenta con apoyo e impulso sustanciales del gobierno de izquierda y una membresía de 4,5 millones de mujeres, se ha convertido en un modelo de desarrollo de la capacidad económica, política y de poder entre las mujeres. Las mujeres rurales, que constituyen la mayoría de la membresía de las organizaciones de mujeres de izquierda, han estado al frente de la adquisición forzada de tierras agrícolas en varios estados, exigiendo más empleo y mejores salarios a través del Programa Nacional de Empleo Rural Mahatma Gandhi. Tanto la campaña dentro de los SHG como la lucha por la implementación de los programas son más fuertes donde el movimiento de mujeres se ha desarrollado en conjunto con movimientos democráticos y de izquierda. En contraste, el movimiento de mujeres ha sido débil donde estos movimientos más amplios están ausentes, lo que apunta a la necesidad de los movimientos contra la explotación de clase para el desarrollo de un movimiento de mujeres robusto.
Enfrentarse a las castas
La casta es un sistema de jerarquía social miserable y omnipresente. Lxs dalit, la comunidad más discriminada en el sistema, enfrentan a diario humillaciones visibles e invisibles. Aunque estas discriminaciones son ilegales, las prácticas continúan de diversas formas, siempre cambiantes, tanto en las sociedades urbanas como en las rurales. La lista de humillaciones es larga: no entrar en el templo de la aldea; no caminar por ciertas calles, incluso con zapatos y ropa limpia; no beber agua de ciertos pozos; no celebrar los buenos resultados en los exámenes; no beber en ciertos tipos de vasos; no pedir salarios más altos. Si cualquier dalit rompe estas “reglas” no solo que esa persona va a enfrentar un castigo, sino que su comunidad también va a enfrentar un castigo colectivo, incluida la violencia sexual contra mujeres y niñxs. La violencia de las castas dominantes siempre encuentra blancos blandos en los cuerpos de las mujeres dalit. Incidentes de mujeres dalit violadas, exhibidas desnudas, brutalmente golpeadas y obligadas a beber orina por supuestas violaciones de las normas de casta son demasiado comunes.
A pesar de varias leyes que supuestamente las protegen, las mujeres y hombres dalit —que dependen de las castas superiores para ganarse la vida, ya que muchos dalit no tienen tierra y son trabajadorxs precarixs— tienen pocos recursos contra la opresión y la violencia. Incluso cuando una familia dalit logra alcanzar una prosperidad relativa, eso mismo se convierte en un motivo para la violencia.
Las mujeres dalit, que son en su gran mayoría trabajadoras agrícolas, están entre lxs trabajadorxs peor pagadxs en la economía india. A pesar de su triple opresión —por casta, clase y género—, un hecho no reconocido es que han sido uno de los sectores más militantes del movimiento de mujeres y constituyen una proporción significativa de la membresía de grandes organizaciones de mujeres de izquierda, como AIDWA. A pesar de ser blancos fáciles de violencia de varios tipos, las mujeres dalit se han movilizado militantemente en diversas luchas locales del movimiento de mujeres que no aparecen en los medios de comunicación nacionales. Sin embargo, aunque hay una gran presencia de mujeres dalit en la membresía de las organizaciones de mujeres de izquierda, los problemas relacionados con su posición de casta no se han abordado de forma significativa. Aunque el movimiento de mujeres ha reaccionado ante atrocidades específicas contra las mujeres dalit a través de apoyo legal y de otros tipos, y ha llevado a cabo protestas exigiendo acción judicial, no hubo movilizaciones sostenidas sobre estos asuntos.
Esto cambió en la era neoliberal cuando un movimiento de mujeres de izquierda mejor organizado comenzó a asumir los problemas específicos de las mujeres dalit de forma significativa en estados como Tamil Nadu. Cuando lo hicieron, las activistas de comunidades dalit junto con sus compañeras de otras comunidades emprendieron la lucha contra las diversas formas de intocabilidad y las discriminaciones a las que se enfrentaban en su vida cotidiana, y así encabezaron luchas que ponían de manifiesto la falta de agua potable, salones comunitarios y cementerios en los barrios dalit. Se han enfrentado a la policía, a las administraciones distritales y al Estado con la solidaridad y el apoyo del movimiento amplio de izquierda en esas regiones. Aunque las prácticas discriminatorias continúan, ya que la base material para la opresión de casta permanece, las mujeres dalit han crecido en activismo y liderazgo en los movimientos y en la política, lo que es muy importante para el movimiento de mujeres. Aunque AIDWA y otras organizaciones de mujeres han intervenido regularmente en incidentes de violencia de casta en toda la India, el ejemplo de Tamil Nadu aún no se ha reproducido en todo su potencial en otros lugares del país.
El periodo posterior al ascenso al poder del BJP —un partido declaradamente manuvadi—[2] ha visto un enorme aumento en la violencia a la que se ven sometidas las bebés, niñas y mujeres dalit en muchas partes del país, especialmente en los estados gobernados por el BJP. En varios casos los perpetradores de los crímenes han sido líderes del BJP que han recibido todo el apoyo del gobierno. También se han dado casos como el de Hathras en el estado de Uttar Pradesh, donde una joven perteneciente a una comunidad de la casta Balmiki (una casta dalit) fue violada por cuatro hombres de casta superior. Murió poco después. El gobierno del estado repetidamente afirmó que la violación no había ocurrido. Solo después de airadas manifestaciones en todo el país se detuvo a los acusados. La familia de la víctima aún no ha recibido indemnización y vive en una atmósfera de miedo e inseguridad.
Enfrentarse al comunalismo[3]
El ascenso de la derecha hindú al dominio político ha supuesto un reto significativo y un obstáculo para el movimiento de mujeres. Un ejemplo de ello es el surgimiento de una fuerte retórica antimusulmana centrada en el control de los cuerpos de las mujeres y la negación de la autonomía, tanto de las hindúes como de las musulmanas. La derecha ha desarrollado el concepto de “yihad del amor” para deslegitimar los matrimonios interreligiosos, atacar las decisiones de las mujeres jóvenes y criminalizar a los hombres musulmanes. Una combinación de grupos de vigilantes estatales y paraestatales han asumido la “responsabilidad” de dar una “lección” a las parejas interreligiosas mediante la violencia y la humillación con total impunidad. Varios estados gobernados por el BJP han aprobado leyes que invalidan los matrimonios interreligiosos. Mientras que estas leyes se usan para victimizar y acosar a familias y hombres musulmanes, permiten la tortura y diferentes formas de maltrato a las mujeres hindúes, al tiempo que las privan de su derecho a elegir a sus compañeros de vida. Refuerzan la creencia de que las mujeres son de propiedad de sus familias, de las que se puede disponer como la familia elija. Aunque el sistema judicial se ha pronunciado en gran medida a favor del derecho de las personas adultas a elegir sus parejas, no cesan las amenazas de la derecha y la violencia contra lxs jóvenes que escogen parejas de comunidades diferentes a la propia.
El horror infringido a los cuerpos de musulmanas durante el pogromo del estado de Gujarat en 2002, cuando Narendra Modi era el primer ministro del estado, aún está fresco en las mentes de las integrantes del movimiento de mujeres. La espantosa violencia –que incluyó violaciones grupales, asesinatos, abrir vientres de mujeres embarazadas y romper cabezas de niñxs—conmocionó a las mujeres de todo el país. Cuando Modi se convirtió en primer ministro de la India en 2004 trajo estas actitudes al gobierno federal. El BJP baila entre una retórica poco sincera sobre desarrollo y crecimiento económico y los duros ataques contra las minorías y las mujeres.
Aún así, este es un período sin precedentes de visibilidad y prominencia de las musulmanas en la India. Ganaron la batalla contra la práctica del “triple talaq”, que permitía a los musulmanes divorciarse de sus esposas pronunciando la palabra talaq (divorcio en árabe) tres veces, incluso por teléfono, sin negociaciones ni pasos preliminares. El fin de esta práctica había sido durante décadas una reivindicación de las musulmanas y del movimiento de mujeres, que finalmente se materializó en 2017 cuando la Corte Suprema de India sentenció que la práctica es una violación de la Constitución. Sin embargo, en vez de simplemente aplicar la sentencia de la Corte Suprema, el gobierno de Modi utilizó la sentencia como un arma contra los hombres musulmanes, promulgando la ley de triple talaq que criminalizaba los procedimientos civiles de divorcio en las comunidades musulmanas. Esta ley simplemente atacó a los hombres musulmanes, sin proteger los derechos de las mujeres musulmanas divorciadas.
En 2020, hubo una amplia movilización de mujeres musulmanas contra el Registro Nacional de Ciudadanos (NRC por su sigla en inglés) y la Ley de Enmienda de Ciudadanía (CAA por su sigla en inglés), que constituían el plan del gobierno de Modi para arrebatarles los derechos de ciudadanía a las personas indias musulmanas. En los primeros meses de 2020, cientos de miles de musulmanas salieron a las calles durante varias semanas, haciendo sentadas y manifestaciones contra la CAA-NRC. La presencia de un número tan grande de mujeres musulmanas en espacios públicos planteando reivindicaciones políticas quizá no tenga precedentes en la India y supone un rayo de esperanza para el movimiento de mujeres que se solidariza totalmente con ellas.
En tanto estas movilizaciones ganaron inmenso apoyo en todo el país, el gobierno de Modi quedó atrapado en el medio, no quería retirar la CAA-NRC ni era capaz de hacerla aprobar ante las inamovibles mujeres de la primera línea. Sin embargo, muchas de estas luchas llegaron a un punto muerto cuando la pandemia arrasó el país.
Mirando hacia el futuro
El inepto manejo de la pandemia de COVID-19 por parte del gobierno provocó cientos de miles de fallecimientos, con imágenes catastróficas de muerte y desesperación pasando por las pantallas mientras las personas en India jadeaban. La economía india está en ruinas y sin perspectivas de recuperación inmediata. La crisis de lxs migrantes internxs que volvieron a casa al desempleo continúa. Las mujeres de la clase trabajadora hacen cola para conseguir un trabajo garantizado que es inadecuado y exigen más. Una vez más, los temas del hambre y del desempleo están de vuelta en su punto de mira. Decenas de miles de mujeres que son promotoras de salud comunitaria y cuidadoras en guarderías que estuvieron en la primera línea de lucha contra la pandemia y que recibieron reconocimiento universal, aún no han recibido sus salarios y están organizándose para luchar contra los recortes presupuestarios de los programas comunitarios que las emplean.
Aunque el movimiento de mujeres de la India ha sufrido muchos altibajos a lo largo de las décadas, ha permanecido resiliente, se ha adaptado a las cambiantes condiciones socioeconómicas e incluso se ha expandido. La situación actual puede presentar una oportunidad para fortalecer los movimientos de masas y orientar la atención hacia los derechos y los medios de vida de las mujeres y la clase trabajadora. La movilización del movimiento campesino indio que comenzó antes de la pandemia y continúa fuerte, ofrece la oportunidad de orientar el discurso nacional hacia esa agenda. La tremenda participación de mujeres rurales que viajaron desde diferentes estados para sentarse por turnos en los límites de la capital nacional durante días es un fenómeno histórico. Su presencia en el movimiento campesino da esperanza al movimiento de mujeres en un futuro pospandémico.
Notas
[1] Aunque el trabajo no agrícola aumentó en las áreas rurales, no es suficiente para emplear a toda la fuerza de trabajo rural y tal empleo no está disponible para las mujeres.
[2] Manuvadi es alguien que venera las leyes retrógradas sobre casta, género y religión establecidas en el Manusmriti.
[3] El comunalismo en el sur de Asia se refiere a la idea de que las comunidades religiosas son comunidades políticas con intereses seculares que se oponen entre sí. Los partidos políticos que suscriben la visión de mundo del comunalismo se denominan partidos comunales. Términos como «violencia comunal» y «disturbios comunales» se utilizan para referirse a los enfrentamientos entre personas pertenecientes a diferentes comunidades religiosas en el contexto de un ambiente cargado de comunalismo.
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