La delegación más grande de fuera de Rusia en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo a comienzos de junio vino de China. El equipo chino estaba liderado por el presidente del país, Xi Jinping. En este 23º Foro, el mandarín se unió al ruso y el inglés como uno de los idiomas en la señalética y las conversaciones. Xi y el presidente de Rusia Vladimir Putin parecían sentirse cómodos entre sí, la simpatía entre los dos Estados es clara. Durante el Foro, los dos países organizaron un concierto de gala para celebrar el septuagésimo aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y Rusia. Putin dijoque los lazos entre los dos países han alcanzado un “nivel sin precedentes”, con acuerdos para la alineación comercial y militar.
¿Por qué Rusia y China cimentaron este nuevo acuerdo?
En primer lugar, se han unido por la presión que Estados Unidos y sus aliados han sostenido a largo plazo para interferir en la soberanía tanto de China como de Rusia, ya sea a través de la expansión de la Organización del Tratado del atlántico Norte (OTAN) hacia las fronteras rusas, o a través de la agresiva estrategia naval estadounidense desde Japón hasta Taiwán. Este entrometimiento ha conducido a un régimen duro de sanciones contra Rusia, que se ha encontrado aislada de los mercados europeos. Esto ha llevado a que Rusia busque lazos económicos más estrechos con China.
En segundo lugar, Estados Unidos ha intentado que China renuncia a sus ventajas económicas en favor de las empresas estadounidenses, lo que ha conducido a la actual guerra comercial (ver nuestro Dossier 7, agosto 2018, sobre El imperialismo del capital financiero y las “guerras comerciales”). China ha buscado durante mucho tiempo escapar de sus estrechos vínculos con el mercado estadounidense. Uno de los caminos fuera de ese mercado ha sido la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda (BRI, por sus siglas en inglés), y la iniciativa Collar de Perlas que va entre Eurasia y el Océano Índico. La Ruta se ha apoyado en los Estados de Asia Central, donde Rusia continúa teniendo una fuerte influencia, y en Asia Occidental, donde la intervención rusa en Siria demostró la voluntad de Rusia a actuar —casualmente— en función de los intereses chinos. El miedo a la acción de EE.UU. y la necesidad de una estrategia económica regional de Eurasia es lo que ha unido a estos dos grandes Estados.
Michael Yamashita, Mingsha Shan, The Singing Sand Dunes [Las dunas que cantan], Gansu, China, 2019
Tras la caída de la URSS, Occidente intentó atraer a Rusia a su órbita. El G7 integró a Rusia a sus filas en 1997, cuando el capital europeo y estadounidense hizo su entrada a Rusia y a Europa oriental. Ese mismo año, trece oligarcas liderados por Anatoly Chubais —y apoyados por Estados Unidos— robaron las elecciones en nombre de Boris Yeltsin a Gennady Zyuganov del Partido Comunista. Siete de estos trece oligarcas moldearon la economía rusa para su beneficio y el de sus socios occidentales. El país fue saqueado, su autoestima debilitada. Putin surgió de este crisol, con la promesa de revivir las fortunas de Rusia. La economía rusa depende de la exportación de materias primas, lo que la deja vulnerable a los mercados externos, principalmente Europa. Los intentos de Occidente por instalar su gobierno en Ucrania condujeron a la expulsión de Rusia del G8 y a sancionar al país. Rusia, que había buscado ser parte de Europa desde la caída de la URSS, ahora se volcaba hacia el Este, a Eurasia y, en particular, a China.
El momento no pudo haber sido mejor. China había apostado su nueva política económica desde 1978 en los mercados de Occidente, y se había transformado en la fábrica del mundo. La “era de la reforma” entregó millones de trabajadores chinos educados a la economía globalizada. La inversión de capital y tecnología inundó China, desde donde los productos arrasaron el mundo, aunque principalmente Occidente. Cuando se produjo la crisis financiera general en 2007-08, China tembló. Su dependencia en los mercados occidentales la dejó muy vulnerable. Intentando romper con esta dependencia, China experimentó con estrategias de transferencia de pagos dentro del país para aumentar la demanda doméstica y comenzar a desarrollar nuevos mercados a lo largo de la monumental Iniciativa de la Franja y la Ruta que se extiende por Eurasia, pero que también ha alcanzado a África y Sudamérica. La participación de Rusia en esta iniciativa es esencial, ya que Rusia continúa teniendo vínculos cercanos con los Estados de Asia Central y es el socio clave de China en Irán, Siria y Turquía. Para una mirada sobre el actual régimen de sanciones contra Irán y cómo ha impactado las relaciones entre China y Rusia en la región, manténganse atentxs al próximo Dossier 18 en agosto, Irán no olvidará.
Michael Yamashita, Inner Mongolia [Mongolia interior], 2018
Durante las últimas dos décadas, China ha llamado abiertamente a la creación de un orden mundial multilateral para equilibrar el orden unilateral producido por Occidente tras la caída de la URSS. En 2001, el entonces presidente chino, Hu Jintao, dijo que “la multipolaridad (duojihua) constituye una base importante en la política exterior china”. La guerra de EE.UU. contra Irak (2003) y la crisis financiera general (2007) debilitaron la hegemonía de Occidente. Fue en las postrimerías de estos dos eventos que Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica formaron el BRICS (2009). La principal agenda del bloque era empujar hacia el multilateralismo, más precisamente, para aprovechar la debilidad de Occidente para fortalecerse. Pero su propio programa era limitado, una versión del Sur del neoliberalismo sin una base institucional alternativa, visión ideológica o poder militar a sus pies. El giro hacia la derecha en Brasil, India y Sudáfrica pronto hizo del BRICS una formación menos cohesionada. Fue en este contexto que la alianza entre China y Rusia tomó un lugar central.
La señal de seriedad puede encontrarse en la solución de 2008 por parte de China y Rusia de su disputa fronteriza de décadas. Esa frontera de 4.200 kilómetros está ahora completamente delimitada. Los ejercicios militares regulares comenzaron, los que culminaron en Vostok en 2008, donde un tercio del ejército ruso entrenó junto a las tropas chinas. Junto con el entrenamiento militar y el alineamiento estratégico han llegado los acuerdos armamentísticos, incluyendo mejoras del lado ruso al Ejército Popular de Liberación de China y ahora barcos chinos e inteligencia artificial a Rusia.
Michael Yamashita, Reserva Panjiakou, Condado Qianxi, Provincia de Hebei, China, 2018
Pero hay ciertas debilidades en la alianza chino-rusa. China importa principalmente materias primas de Rusia —el 76% de las exportaciones son petróleo ruso y productos relacionados—, mientras el 8% de las exportaciones son productos de madera y papel. China compra ahora un cuarto del petróleo ruso, gracias al nuevo oleoducto desde Siberia oriental hasta China y a las sanciones estadounidenses y europeas a Rusia. Se está construyendo un nuevo gasoducto de gas natural, lo que no hará más que aumentar este intercambio. Mientras tanto, China exporta principalmente productos manufacturados a Rusia: automóviles, bienes de consumo y maquinaria. Este desequilibrio se agudiza por las bajas tasas de inversión china en Rusia. Parte del debate en San Petersburgo fue sobre estos asuntos, agudizados por los temores chinos sobre la situación empresarial en Rusia. Estas vulnerabilidades proporcionarán una apertura para Occidente.
En 2012, el informe del Consejo Nacional de Inteligencia de EE.UU. señaló que “para 2030, ningún país —sea EE.UU., China o cualquier otro país grande— será una potencia hegemónica”. Lo que pronostican los funcionarios de inteligencia estadounidenses es la “difusión del poder” entre los Estados, con la democracia como vector de esta transfusión. Pero EE.UU. no ha querido aceptar esta realidad. Sus políticos se mantienen atrapados por la Guía de Planes de Defensa de 1992 (escritos por Dick Cheney), que señalaban que EE.UU. “ahora se debe enfocar en impedir la emergencia de cualquier potencial competidor global futuro”.
Edward Burtynsky, Manufacturing #17 [Producción #17], Planta de procesamiento de pollo de Deda, Ciudad de Dehui, Provincia de Jilin, 2005
La torpe guerra comercial de Trump es parte de esta política, con la lanza estadounidense apuntando al gigante tecnológico chino, Huawei. EE.UU. sabe que la principal ventaja comparativa de su economía es Silicon Valley, así como su dominio sobre los derechos de propiedad intelectual. Sin embargo, en el ámbito de esta nueva tecnología, centrada en torno al 5G, Huawei está a la cabeza (seguido de Ericsson de Suecia y Nokia de Noruega). La guerra de Trump contra Huawei no es tan irracional como parece (como señalo en la columnade esta semana). Su administración —como otras antes— ha usado toda la presión política posible para limitar el crecimiento de tecnología en China. Las acusaciones de robo de propiedad intelectual y de lazos estrechos entre empresas y el ejército chino están diseñadas para disuadir a los clientes de los productos chinos. Ciertamente estas acusaciones han debilitado a la marca Huawei, pero es poco probable que destruyan su habilidad para expandirse por el mundo. Huawei afirma que dos tercios de las redes 5G fuera de China usan sus productos. El Consejo de Innovación de la Defensa de EE.UU. escribió recientemente que “El país que posee 5G poseerá muchas de estas innovaciones y establecerá los estándares para el resto del mundo. Por las razones que se exponen a continuación, actualmente es poco probable que ese país sea Estados Unidos”.
Las amenazas y la guerra son instrumentos para impedir —como Cheney escribió en 1992— “cualquier potencial competidor global futuro”. Esta es la esencia del imperialismo. Es por eso que esta categoría es tan significativa si queremos tener una comprensión precisa sobre la situación en el mundo. Las nuevas tácticas del imperialismo, como mostramos en el Dossier 17, Venezuela y las guerras híbridas en Nuestra América, incluyen el concepto de guerra híbrida. Hoy el imperialismo no se limita a la fuerza bruta, sino que emplea una serie de estrategias que buscan imponer una “dominación de espectro completo” sobre toda la sociedad, debilitando no solo la soberanía de la nación para tomar decisiones económicas y militares para sus propios beneficios, sino también infiltrando las “mentes, corazones y cuerpos” de su pueblo, el modo en que las personas se conciben a sí mismas y al mundo a su alrededor. La podredumbre de la guerra, como escribo en esta columna, no es irracional sino que es precisamente el último refugio del imperialismo.
Brasil, India y Sudáfrica continúan involucrados en el proyecto BRICS, pero menos centralmente que hace una década. Esto tiene que ver con el carácter de clase del bloque dominante en cada uno de esos países, en los que la aguja se ha ido decididamente hacia la derecha. Estos Estados se han convertido en los aliados subordinados de Estados Unidos. Cambiar su orientación geopolítica requiere de un cambio en el carácter de clase de su bloque dominante. El Dossier 18 es una entrevista a K. Hemalata, presidenta de la Central de Sindicatos de la India, quien ofrece caminos a la clase trabajadora y el campesinado indio para reivindicar su propio proyecto sobre la repúblico india. Aquí es clave la cuestión de cómo organizar a lxs trabajadorxs informales. Celina della Croce, coordinadora en el Instituto Tricontinental de Investigación Social, explica las implicancias de esta entrevista en su informe.
La reunión informal de BRICS al margen de la cumbre del G20 en Osaka elaboró una declaración que mantiene el impulso principal de las reflexiones anteriores de BRICS (multilateralismo, la necesidad de nuevas instituciones, más democracia interestatal), pero introduce algunos temas clave del momento actual, como las duras sanciones unilaterales que Estados Unidos ha impuesto a una serie de países —desde Irán a Venezuela—, y las amenazas de guerra estadounidenses. La cumbre BRICS se realizará en Brasilia (Brasil) en noviembre. Es poco probable que avance en su agenda.
“La esperanza», escribió el gran escritor chino Lu Xun, «es como un camino en el campo; nunca hubo un camino, pero cuando mucha gente camina por él, el camino se hace realidad».