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Boletines de Noticias

El doctor Víctor Frankenstein reniega de su monstruo | Boletín 2 (2025)

Aunque las sombrías realidades de la guerra y el hambre amenazan con apagar la luz de la humanidad, la chispeante danza roja de nuestras luchas ilumina el camino hacia adelante.

Zulkifli Yusoff (Malasia), Sin título, 1995.

Queridas amigas y amigos,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Muy pocos seres humanos han tenido la suerte de descender a las profundidades de los océanos del mundo. La Fosa de las Marianas, situada justo al norte de las 607 islas de los Estados Federados de Micronesia, en el Océano Pacífico, es el lugar más profundo del planeta. Alcanza los 11.000 metros bajo el nivel del mar en su punto más hondo (en comparación, el Monte Everest se eleva a casi 9.000 metros sobre el nivel del mar). En estas profundidades, a más de 6.000 metros bajo la superficie, en lo que se denomina la zona hadal, no hay luz. Esta región lleva el nombre de Hades, el antiguo dios griego del inframundo. En Los Persas, de Esquilo, el coro canta: “Hades, el dios que todo lo recibe, todo lo apresa y nunca lo suelta”. Las profundidades se tratan con temor y la oscuridad de abajo se percibe casi como una puerta al ardiente infierno de Hades.

Quienes han explorado los fondos marinos más profundos en submarinos afirman que la oscuridad es cegadora a más de 6.000 metros. Sin embargo, incluso en las aguas más profundas, han sido testigos de destellos de luz y han comprobado que muchas criaturas de las profundidades marinas emiten su propia luz (bioluminiscencia) para atraer parejas o cazar alimento. Este fenómeno ocurre mediante la producción de luciferina (una molécula emisora de luz) y luciferasa (una enzima), ambas denominadas así por el latín lux ferre (“portador de luz”), que interactúan y producen fotones. De hecho, un estudio reciente revela que el 76% de estas criaturas de las profundidades marinas poseen esta capacidad. Algunas son tan pequeñas como algas unicelulares, invisibles al ojo humano, mientras otras, como el calamar gigante, pueden alcanzar hasta 13 metros de longitud.

En estas grandes profundidades hay criaturas únicas, muchas de ellas evolucionadas para adaptarse no solo a la oscuridad, sino también a la extrema presión del agua (más de 1.125 kg/cm², en comparación con aproximadamente 1,03 kg/cm² al nivel del mar). Las personas les han asignado nombres fantásticos debido a su rareza: tiburón duende, pulpo dumbo, calamar vampiro, gusano zombi, pez hacha semidesnudo. La clave de su supervivencia no radica únicamente en sus fascinantes ojos y bocas, sino en la luz que producen para combatir la oscuridad.

Jean Cocteau (Francia), Oedipus or the Crossroads of the Three Roads [Edipo o la encrucijada de los tres caminos], 1951.

La lucha por la supervivencia define tanto la historia natural como la humana de la Tierra. Ningún animal ni planta se rinde fácilmente ante los desafíos más extremos que enfrenta. En las playas de Pohnpei, uno de los Estados Federados de Micronesia, florecen plantas como los hermosos hibiscos costeros de colores naranja, rosa y rojo, que brotan de suelos arenosos y prosperan incluso cuando el agua salada las inunda. En 2013, el poeta de Pohnpei, Emelihter Kihleng, escribió Marea, un poema que captura esa resiliencia:

La marea tira de mí,
un recordatorio de las cosas que se pierden
y de las cosas que regresan.
Me paro en la orilla,
con los pies hundiéndose en la arena,
preguntándome si el océano me recuerda.

Pohnpei no fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial ni se vio afectada por las pruebas nucleares que devastaron otros atolones cercanos, como Bikini (23 pruebas nucleares estadounidenses entre 1946 y 1958) y Enewetak (43 pruebas nucleares entre 1948 y 1958), ubicados a aproximadamente a 900 y 600 kilómetros de distancia, respectivamente.

En 1934, Jean Cocteau publicó la obra La máquina infernal. En ella, el Oráculo de Delfos, quien conoce la historia del Hades, le dice al sabio Edipo: “El mundo subterráneo no es más que un espejo del mundo de arriba, donde sólo encontramos el mismo rostro, los mismos destinos y las mismas sombras”. Sin embargo, el Oráculo de Delfos se equivocaba. En las profundidades, cerca de las puertas del Hades, en lugar de sucumbir a las condiciones extremas, las criaturas que habitan allí —a pesar de la brutal realidad del lema de Thomas Hobbes, Bellum omnium contra omnes [Guerra de todos contra todos]— generan su propia luz interior. Lo hacen para reproducirse o sobrevivir. Al leer sobre la omnipresencia de estos animales bioluminiscentes en las profundidades del océano, sentí no solo la fascinación por sus implicaciones evolutivas, sino también un poderoso significado metafórico: ¿es su luminiscencia simplemente una reacción bioquímica o podría interpretarse como un acto de resistencia?

Desde el Instituto Tricontinental de Investigación Social llega el dossier n° 83 (diciembre de 2024), El falso concepto de populismo y los desafíos de la izquierda: un análisis de coyuntura de la política en el Atlántico Norte. Este documento fue motivado por la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos y por la percepción, dentro de sectores del viejo liberalismo y la socialdemocracia, que el ascenso de la extrema derecha actual es la causa principal de los problemas que enfrenta la humanidad. Sin embargo, Trump no es el origen de los patrones de intimidación y represión que Estados Unidos y sus aliados han infligido históricamente al Sur Global.

Trump nació en 1946, apenas un año después que Estados Unidos lanzara bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Durante su infancia, Estados Unidos invadió la península de Corea (1945) e intervino en las elecciones de Costa Rica (1948), Siria (1949), Irán (1953) y Guatemala (1954). Si bien Trump facilitó la agresión regional israelí a través de los Acuerdos de Abraham (2020), no fue quien firmó las órdenes para transferir sistemas de armas peligrosos a Israel en su guerra genocida, ni es la única fuerza del Atlántico Norte comprometida con la defensa de sus financiadores.

Trump es un producto del pacto neoliberal, un verdadero Frankenstein del sistema. Su afirmación de ser un multimillonario “hecho a sí mismo” es tan ficticia como su declaración de ser un político “hecho a sí mismo”: en ambas áreas, fue impulsado por fuerzas mucho más grandes que él. Cuando lxs viejxs liberales y muchxs socialdemócratas abandonaron sus compromisos con el bienestar social y el bien común para abrazar el neoliberalismo, perdieron apoyo entre amplios sectores del electorado del Atlántico Norte. Estos sectores liberales utilizaron al Estado para desviar enormes porciones del excedente económico con el fin de crear multimillonarios, al tiempo que desmantelaban empleos para sus propias poblaciones.

Al perder su base de apoyo en las masas, la clase dominante buscó desesperadamente formas de mantener su hegemonía electoral. Esto implicó, primero, sabotear cualquier posibilidad de resurgimiento de las políticas de bienestar social a través de la centroizquierda (como lo demuestran el sabotaje a la campaña de Bernie Sanders y la conspiración contra Jeremy Corbyn). Luego, encontrar candidatxs dispuestxs a decir cualquier cosa para construir y disciplinar una nueva base popular, siempre que estos candidatxs, como Trump, siguieran comprometidos con las rígidas estructuras de extracción de excedentes del trabajo colectivo para beneficiar las cuentas bancarias de unos pocos.

Con el tiempo, Trump y otros líderes de la extrema derecha actual caerán en desgracia con sus bases, incapaces de cumplir las promesas que les hicieron. Cuando esto ocurra, la clase dominante —los Frankenstein del capitalismo— encontrarán otro u otra ilusionista dispuesta a deslumbrar a una base desorientada mientras perpetúan las mismas brutalidades contra la clase trabajadora y el campesinado del mundo.

Salah Elmur (Sudán), Golden Jubilee [Bodas de oro], 2020

¿Qué significará la presidencia de Trump para el mundo?, se pregunta el analista político liberal. ¿Qué ha significado para el mundo el pacto neoliberal? Cuando el “mal menor” del pacto neoliberal —Biden en Estados Unidos, Starmer en el Reino Unido, Macron en Francia, Scholz en Alemania (y hasta el patético final de su carrera política, Trudeau en Canadá)— es totalmente cómplice de un genocidio en curso. Ante esto, poco puede hacer Trump para empeorar la situación. Más allá de “terminar el trabajo” en Gaza, como él y sus aliados se han comprometido a hacer, quizás lo único que queda es preguntarse si, al estilo del Dr. Strangelove, llevará a cabo el exterminio de la humanidad y la aniquilación del planeta. Pero, incluso cuando se trata de la destrucción del planeta, ¿qué han hecho las megacorporaciones del pacto neoliberal sino cometer ecocidio e ignorar la evidencia de la catástrofe climática?

Estas fuerzas neoliberales dicen respaldar formas de liberalismo, como la libertad de expresión. Sin embargo, en realidad, son estas mismas fuerzas liberales y ex socialdemócratas del mundo atlántico las que introdujeron poderes ampliamente incontrolables para las fuerzas represivas en nombre del antiterrorismo. Entregaron así esos poderes a fuerzas como Trump, que por instinto están en contra de las libertades de expresión y asociación. Los viejos liberales y los antiguos socialdemócratas dirán que al menos no son patriarcales ni racistas, pero incluso en este aspecto sus registros son deplorables: la tasa de deportación en Estados Unidos es tan alta o más con presidentes liberales que con conservadores. Los viejos liberales y antiguos socialdemócratas no han hecho casi nada para defender los derechos de las mujeres, convertidos en un simple tema de campaña en lugar de un verdadero campo de lucha.

Esa es precisamente la cuestión: ni los viejos liberales ni los antiguos socialdemócratas ni la extrema derecha actual son capaces de ampliar el campo de lucha. Esto deja espacio para que lxs trabajadorxs entren en ese campo con confianza y claridad y den forma a una política de emancipación de las garras del capitalismo. Así, se les permite profundizar en la batalla de ideas y plantear cuestiones programáticas que busquen resolver problemas reales, en lugar de limitarse a intentar construir formaciones electorales para derrotar a la derecha.

Larkin Durey (Costa de Marfil), Haut les mains [Manos arriba], 2020.

No puedo dejar de pensar en esas criaturas de las profundidades marinas. En un pasaje de la novela Frankenstein de Mary Shelley, el monstruo dice que, aunque “debería ser tu Adán [el de su creador]”, él es, más bien, “el ángel caído” (es decir, Lucifer). El nombre Lucifer, al igual que luciferina y luciferasa, proviene del latín, que significa “portador de luz”. Aunque el término apareció por primera vez en una traducción de la Biblia hebrea, realizada a fines del siglo IV, como interpretación de la frase hebrea Heilel, o “el que brilla”, no fue sino hasta la obra de John Milton El paraíso perdido (1667) cuando se asoció con el ángel caído.

¿Será posible que los monstruos, los representantes de la extrema derecha actual, como Trump, sean también, en cierto modo, ‘portadores de luz’ luciferinos, cuyas contradicciones nos permiten ver con más claridad los engaños del pacto neoliberal? Pueden hacerlo, pero ellos y el resto de los monstruos del mundo noratlántico no son capaces de hacer mucho más. No son como las criaturas de las profundidades marinas. Sus seguidorxs pueden emocionarse momentáneamente por su carisma, pero pronto temblarán ante sus fracasos. ¿Adónde irán esas multitudes cuando pierdan el interés por esa extrema derecha actual? Las sombrías realidades de la guerra y el hambre han entorpecido las posibilidades de una luz interior para muchos seres humanos que parecen haber perdido la chispa en sus ojos, esa que guarda la promesa de iluminar el camino hacia el futuro.

Pero esa luz no puede apagarse. Siempre hay un destello de luz. El poeta haitiano Paul Laraque (1920-2007) escribió de forma surrealista sobre esas breves ráfagas de luz en la danza de las criaturas y las flores en las profundidades del agua, en su poema Mourir [Morir], que forma parte de su colección de 1979 Les armes quotidiennes: Poésie quotidienne [Las armas cotidianas: Poesía cotidiana]:

La ola de sombra los arrastró a la nada,
al fondo del mar, donde descansan entre los corales,
que se abren como rosas, la danza roja y chispeante de los peces,
los restos oxidados de los barcos, la irrisoria opulencia de las arenas.

Esa danza roja y chispeante de los peces, nuestra protesta por un mundo nuevo.

Cordialmente,

Vijay