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Boletín de Noticias

La inundación de austeridad y catástrofe climática en Brasil | Boletín 22 (2024)

Mientras millones de personas sufren inundaciones extremas en Rio Grande do Sul (Brasil), el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra se dedica a ofrecer ayuda de emergencia.

Asentamiento Padre Josimo

Queridos amigos y amigas,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Desde el 28 de abril, lluvias torrenciales, fuertes vientos e inundaciones generalizadas han azotado el estado brasileño de Rio Grande do Sul, causando más de 160 muertes y 2,3 millones de damnificados. Las aguas subieron y volvieron a subir, arrasando casas y campos, borrando no solo las viviendas y los recuerdos construidos en ellas, sino también muchos cultivos en el mayor estado productor de arroz y potencia agrícola del país. Los impactos de estas inundaciones probablemente repercutirán en toda la nación.

Las agencias meteorológicas y los funcionarios predijeron los acontecimientos con una precisión espeluznante. Una semana después de la inundación, los expertos señalaron las extraordinarias precipitaciones como la causa principal. Estael Sias, director general de la empresa de predicción meteorológica MetSul, escribió que “No se trata solo de un episodio de lluvia extrema que está castigando Río Grande do Sul desde hace días. Lo que está castigando al estado con feroz intensidad es un evento meteorológico cuyos adjetivos son todos superlativos, desde extraordinario a excepcional. (…) Lo que ha llovido desde finales de la semana pasada en Rio Grande do Sul está absurda y extrañamente por encima de lo normal”. La región tardará mucho tiempo en recuperarse.

Entre las aguas de las inundaciones hay varios campamentos y asentamientos del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) de Brasil, sobre el que publicamos un dossier el mes pasado para conmemorar el 40 aniversario del movimiento. El MST nació de las luchas por la tierra en Rio Grande do Sul, donde mantiene una fuerte presencia y se ha convertido en el epicentro de la producción agroecológica de arroz del MST. Son los mismos campos en los que el MST cultivó gran parte de las 13 toneladas de alimentos que donó a la Franja de Gaza de octubre a diciembre del año pasado y las más de 6.000 toneladas de alimentos que donó a las comunidades necesitadas durante la pandemia de COVID-19, como relatamos en nuestro dossier. Muchos de estos campos, así como las instalaciones utilizadas para procesar sus cosechas, han resultado dañados por la inundación. Los habitantes de asentamientos del MST como Apolônio de Carvalho e Integração Gaúcha han perdido cantidades inmensas de sus recursos.

Las imágenes de este boletín, tomadas de un informe del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) de Brasil, son imágenes satelitales del Programa M.A.I.S. de Brasil, del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, que muestran algunas de las tierras del MST antes de las inundaciones y el estado actual de los lotes inundados por las aguas que han arrastrado materiales tóxicos al suelo. El MST ha centrado sus esfuerzos de socorro no solo en sus propios miembros, sino también en las y los habitantes de la región que lo han perdido todo en unas crecidas de las que no pueden escapar. Si desean ayudar al MST en sus esfuerzos de socorro por las inundaciones y para reconstruir los asentamientos, pueden hacerlo aquí.

El año pasado, después de que una inundación mucho menos grave afectara a Porto Alegre, la capital de Rio Grande do Sul, la arquitecta brasileña Mima Feltrin, basándose en el trabajo del profesor de hidrología Carlos Tucci, advirtió que Rio Grande do Sul se enfrentaba a un riesgo inminente de inundación igual o peor que las inundaciones históricas de 1941 y 1967. Los análisis de estudiosos como Tucci y Feltrin han advertido repetidamente del impacto y las amenazas inminentes del cambio climático provocado por las emisiones de carbono en todo el mundo, así como de las deficiencias de las políticas puestas en marcha por políticos imprudentes que niegan el cambio climático.

Cuando las aguas crecieron en Rio Grande do Sul en 2023, también se inundaron Derna (Libia), el centro de Grecia, el sur de China, el sur de Nevada (Estados Unidos) y el noreste de Turquía. La explicación inmediata de estas inundaciones es que están causadas por el cambio climático provocado por las emisiones de carbono, intensificado por la negativa de los gobiernos del Norte Global a contener sus desmesuradas emisiones de carbono. Pero la explicación más amplia es que la catástrofe climática es en gran medida producto de un desarrollo capitalista irresponsable, sobre todo en ciudades situadas dentro de zonas previsiblemente peligrosas para habitar (como asentamientos costeros de tierras bajas construidos junto a manglares salvajes y caudales fluviales mal gestionados o junto a bosques que se enfrentan a largos periodos de sequía). Este desarrollo negligente se ve exacerbado por la galopante falta de financiación de los organismos reguladores del medio ambiente y el recorte deliberado de los presupuestos que mantienen y revitalizan las infraestructuras cruciales para proteger a la población de los fenómenos climáticos adversos. Con la inundación de Libia, por ejemplo, el Estado —ya destruido por el duro bombardeo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 2011 y sumido en la confusión y la corrupción— descuidó las presas en ruinas de Derna. En el sur de Brasil se ha observado una actitud muy parecida en las últimas décadas.

Los dos últimos alcaldes de Porto Alegre, Nelson Marchezan Júnior (2017-2021) y Sebastião Melo (2021-presente), así como el gobernador de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite (2019-marzo 2022 y luego enero 2023-presente), pasaron sus mandatos erosionando las instituciones básicas de sus administraciones. El gobernador Leite, por ejemplo, “suavizó” 480 normas del código medioambiental de su estado como parte de la agenda antiambiental que perseguía el entonces presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro (2019-2022). Mientras tanto, el alcalde Marchezan Júnior ignoró la necesidad de financiar la infraestructura de prevención de inundaciones, incluida la renovación de trece casas de bombeo que eran fundamentales para el sistema de drenaje de Porto Alegre, y su administración cerró todo el Departamento de Sistemas de Drenaje Pluvial (DEP), que se había creado en 1973 para gestionar el drenaje. Marchezan Júnior y Melo, junto con su predecesor José Fortunati, redujeron el número de empleados de los departamentos que gestionaban los sistemas de alcantarillado y agua.

Personas como Leite, Marchezan Júnior y Melo mantienen una actitud de desprecio hacia la mayoría de la población y una actitud de máxima consideración hacia las cuentas bancarias en paraísos fiscales de los ricos y sus amigos, la clase inversora occidental. Estas personas han sido moldeadas por el gran capital brasileño, cuyos intereses están consolidados por grupos como el Instituto Liberal, creado en 1983 para promover las ideas neoliberales de Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, y por intelectuales de la dictadura militar (1964-1985) como sus ministros de Economía Roberto Campos y Hélio Beltrão. Estas ideas fueron adoptadas por el ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), cuyo Plan de Reforma del Aparato del Estado (1995) utilizó la idea de “modernización” para debilitar las instituciones estatales e iniciar lo que la profesora Elaine Rossetti Behring denominó un periodo de “ajuste fiscal permanente”. Cardoso, Leite, Marchezan Júnior y Melo son “hombres de austeridad”, defensores de una contrarrevolución contra la humanidad.

Cuando llega la catástrofe, como ha ocurrido en Rio Grande do Sul, estos funcionarios neoliberales se apresuran a culpar al cambio climático, como si fuera una especie de fatalidad en la que ellos no han tenido nada que ver. Sin embargo, cuando se trata del clima, estas personas son las primeras en impulsar la agenda de las empresas de combustibles fósiles y promover ideas y políticas que equivalen al negacionismo del cambio climático. Su negacionismo no se basa en la ciencia, sino en intereses de clase que dan prioridad a las grandes empresas sobre las personas y el planeta. No tienen argumentos científicos para explicar la catástrofe climática, ya que no hay base científica para el negacionismo, que busca —con total desprecio por el destino del planeta— garantizar la distribución ascendente de la riqueza.

De 1968 a 1980, el poeta brasileño Mário Quintana (1906-1994) vivió en el Hotel Majestic de Porto Alegre, donde escribió hermosos poemas de lo que él llamaba “cosas sencillas”. Poco antes de que Quintana muriera, sus seguidores y amigos construyeron la Casa de Cultura Mário Quintana en el Hotel Majestic, que el gobierno del estado adquirió, restauró y transformó en centro cultural en la década de 1980. Este hotel, hogar de Quintana, se convirtió en un refugio para que escritores y artistas expusieran sus obras. La inundación de este año lo anegó.

En 1976, desde aquel hotel, Quintana escribió “La gran inundación”, inspirado por los acontecimientos de 1941 y 1967:

Cadáveres de Ofelias y perras muertas
se detenían por instantes en nuestras puertas
pero siempre a merced de los torbellinos
continuarán luego sus inciertos caminos.

Cuando el agua llegue a las ventanas más altas
pintaré rosas de fuego en nuestras caras amarillas
qué importa lo que venga
todo les es perdonado a los locos
y los locos se lo permiten todo.

Vamos, espíritu de dioses
sobre las aguas revoloteamos
algunos dicen que somos sólo nubes
otros, unos pocos, dicen que cada vez somos más muertos
pero no avisto, allá abajo, nuestros propios difuntos.

Y en vano también miro a mi alrededor
¿Dónde están, amigos, amigas?
de los primeros y últimos días
debemos, debemos, debemos continuar juntos
entonces, en un último y diluido pensamiento
siento que mi grito es solo la voz del viento

Cordialmente,

Vijay.