Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
El Informe mundial sobre salarios 2022-23 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hace un seguimiento del terrible hundimiento de los salarios reales de miles de millones de personas en todo el planeta. La enorme distancia entre los ingresos y la riqueza del 99% de la población mundial y los ingresos y la riqueza de los multimillonarios que constituyen el 1% más rico es espantosa. Durante la pandemia, cuando la mayor parte del mundo experimentó una dramática pérdida de sus medios de subsistencia, los diez hombres más ricos del mundo duplicaron sus fortunas. Esta desigualdad extrema, ahora totalmente normal en nuestro mundo, ha producido enormes y peligrosas consecuencias sociales.
Si caminamos por cualquier ciudad del planeta, no solo en los países más pobres, encontraremos grupos cada vez más grandes de viviendas congestionadas por la indigencia. Reciben muchos nombres: bastis, bidonville, daldongneh, favelas, gecekondu, kampung kumuh, villas, barracas, poblaciones y Sodoma y Gomorra. Allí, miles de millones de personas luchan por sobrevivir en condiciones innecesarias en nuestra era de enorme riqueza social y tecnología innovadora. Pero los multimillonarios se apoderan de esta riqueza social y prolongan su huelga fiscal de medio siglo contra los gobiernos, que paraliza las finanzas públicas e impone una austeridad permanente a la clase trabajadora. La constrictiva presión de la austeridad define el mundo de los bastis y las favelas, donde la gente lucha constantemente por superar las obstinadas realidades del hambre y la pobreza, la casi ausencia de agua potable y sistemas de alcantarillado, y la vergonzosa falta de educación y atención médica. En los bidonvilles y las villas, la gente se ve obligada a crear nuevas formas de supervivencia cotidiana y nuevas formas de creer en un futuro para sí mismos en este planeta.
Estas formas de supervivencia cotidiana pueden verse en las organizaciones de subsistencia —casi siempre dirigidas por mujeres— que existen en los entornos más duros, como en el barrio urbano marginal más grande de África, Kibera (Nairobi, Kenia), o en entornos apoyados por gobiernos con pocos recursos, como en la Comuna Altos de Lídice (Caracas, Venezuela). El Estado de austeridad en el mundo capitalista ha abandonado su deber elemental de dar auxilio, y las organizaciones no gubernamentales y benéficas proporcionan vendajes necesarios pero insuficientes a sociedades sometidas a inmensas tensiones.
No muy lejos de las organizaciones humanitarias y de subsistencia se encuentra un elemento fijo en el planeta de los suburbios: las bandas, las agencias de empleo de la miseria. Estas bandas reúnen a los elementos más desfavorecidos de la sociedad —en su mayoría hombres— para gestionar una serie de actividades ilegales (drogas, tráfico sexual, chantajes de protección, apuestas). Desde Ciudad Nezahualcóyotl (Ciudad de México, México) hasta Khayelitsha (Ciudad del Cabo, Sudáfrica) y Orangi Town (Karachi, Pakistán), la presencia de matones empobrecidos, desde ladronzuelos o malandros hasta miembros de bandas a gran escala, es omnipresente. En Río de Janeiro (Brasil), los favelados de Antares llaman “bocas” a la entrada de su barrio, las bocas donde se puede comprar droga y las bocas que se alimentan del tráfico de drogas.
En este contexto de inmensa pobreza y fragmentación social, la gente acude a distintos tipos de religiones populares en busca de alivio. Por supuesto, hay razones prácticas para ello, ya que las iglesias, mezquitas y templos proporcionan alimentos y educación, así como lugares de reunión comunitaria y actividades para las infancias. Allí donde el Estado aparece sobre todo en forma de policía, las y los pobres urbanos prefieren refugiarse en organizaciones caritativas que a menudo están relacionadas de una u otra forma con órdenes religiosas. Pero estas instituciones no atraen a la gente solamente con comidas calientes o canciones nocturnas; hay un encanto espiritual que no debe minimizarse.
Nuestro equipo de investigación en Brasil ha estudiado el movimiento pentecostal durante los últimos años, realizando investigaciones etnográficas por todo el país para comprender el atractivo de esta confesión en rápido crecimiento. El pentecostalismo, una forma de cristianismo evangélico, surgió como motivo de preocupación porque ha empezado a moldear con ideas tradicionalistas la conciencia de la población urbana pobre y de la clase trabajadora de muchos países, siendo clave en los esfuerzos por transformar a estas poblaciones en la base de masas de la nueva derecha. El dossier no. 59, Fundamentalismo e imperialismo en América Latina: acción y resistencia (diciembre de 2022), escrito por Delana Cristina Corazza y Angélica Tostes, sintetiza las investigaciones del grupo de trabajo sobre evangelismo, política y organización popular del Instituto Tricontinental de Investigación Social (Brasil). El texto traza el ascenso del movimiento pentecostal en el contexto del giro de América Latina hacia el neoliberalismo y ofrece un análisis detallado de por qué han surgido estas nuevas tradiciones religiosas y por qué encajan tan elegantemente con sectores de la nueva derecha (incluyendo, en el contexto brasileño, con las aventuras políticas Jair Bolsonaro y los bolsonaristas).
En el siglo XIX, un joven Karl Marx captó la esencia del deseo religioso entre los oprimidos: “El sufrimiento religioso es, al mismo tiempo, la expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real”, escribió. “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón y el alma de condiciones desalmadas. Es el opio del pueblo”. Es erróneo suponer que recurrir a formas de religión se debe únicamente a la necesidad desesperada de bienes que el Estado de austeridad no ha estado dispuesto a proporcionar. Aquí hay mucho más en juego, mucho más incluso que el pentecostalismo, que se ha ganado nuestra atención, pero que no está solo en su labor en los suburbios pobres urbanos. Tendencias similares a las del pentecostalismo son visibles en sociedades dominadas por otras tradiciones religiosas. Por ejemplo, los da’wa (‘predicadores’) del mundo árabe, como el televangelista egipcio Amr Khaled, proporcionan un calmante similar, mientras que en India, la Fundación Arte de Vivir y una serie de sadhus (‘hombres santos’) de poca monta junto con el movimiento Tablighi Jamaat (‘Sociedad para la Difusión de la Fe’) proporcionan su propio consuelo.
Lo que une a estas fuerzas sociales es que no se centran en la escatología, la preocupación por la muerte y el juicio que rige las tradiciones religiosas más antiguas. Estas nuevas formas religiosas se centran en la vida y en vivir (“Yo soy la resurrección y la vida”, de Juan 11:25, es una de las favoritas de los pentecostales). Vivir es vivir en este mundo, buscar fortuna y fama, adoptar todas las ambiciones de una sociedad neoliberal en la religión, rezar no para salvar el alma sino para obtener un alto índice de rentabilidad. Esta actitud se denomina Evangelio de la Vida o Evangelio de la Prosperidad, cuya esencia se recoge en las preguntas de Amr Khaled: «¿Cómo podemos convertir las veinticuatro horas en beneficio y energía? ¿Cómo podemos invertir las veinticuatro horas de la mejor manera posible?”. La respuesta es el trabajo productivo y la oración, una combinación que la geógrafa Mona Atia llama “neoliberalismo religioso” o “neoliberalismo piadoso”.
En medio de la pobreza desesperante en el Estado de austeridad, estas nuevas tradiciones religiosas ofrecen una forma de esperanza, un evangelio de la prosperidad que sugiere que Dios quiere a quienes luchan por obtener riqueza en este mundo y que mide la salvación no en términos de gracia divina en la otra vida, sino en el saldo actual de la cuenta bancaria de cada uno. A través de la cooptación afectiva de la esperanza, estas instituciones religiosas, en general, promueven ideales sociales que son profundamente conservadores y odiosos hacia el progreso (en particular hacia los derechos LGBTQ+ y de las mujeres).
Nuestro dossier —una primera aproximación al surgimiento de este abanico de instituciones religiosas en el mundo de los pobres urbanos— se aferra a esta apropiación de la esperanza de miles de millones de personas:
Los retos de la construcción de sueños y de un futuro provocan en nosotros la necesidad de crear una esperanza que pueda realmente experimentarse en el día a día. También es nuestra tarea rescatar nuestra historia y hacer que la lucha por los derechos sociales se traduzca en organización popular a partir de espacios de formación y comprensión de la realidad, sin dejar de entender los nuevos lenguajes y posibilitar vivencias de solidaridad colectiva, de ocio y celebración. En estos esfuerzos, es importante que no descuidemos ni descartemos formas nuevas o diferentes de interpretar el mundo, como por ejemplo, a través de la religión, sino que promovamos un diálogo abierto y respetuoso entre ellas para construir unidad en torno a valores progresistas compartidos.
Esta es una invitación a una conversación y a la praxis en torno a la esperanza de la clase trabajadora que tiene sus raíces en las luchas por superar el Estado de austeridad en lugar de rendirse a él como hace el “neoliberalismo piadoso”.
En febrero de 2013, Jabhat al-Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria, fue a la ciudad de Maarat al-Nu’man y decapitó una estatua de setenta años del poeta del siglo XI Abu al-Alaa al-Ma’arri. El viejo poeta les enfureció porque a menudo se le considera ateo, aunque en realidad era sobre todo anticlerical. En su libro Luzum ma la yalzam, al-Ma’arri escribió sobre las “ruinas desmoronadas de los credos” en las que un explorador cabalgaba y cantaba: “El pasto aquí está lleno de malas hierbas. Entre nosotros se proclama en voz alta la falsedad, pero se susurra la verdad (…) Se niega un sudario al Derecho y a la Razón”. No es de extrañar que los jóvenes terroristas —inspirados en su propio evangelio de la certeza— decapitaran la estatua realizada por el escultor sirio Fathi Mohammed. No podían soportar la idea de una humanidad resplandeciente.
Cordialmente,
Vijay