Las guerras de agresión por apropiarse de todo el país no terminaron después de 1757. La Compañía continuó tragando grandes extensiones de tierra, usando la astucia para enfrentar a un aristócrata indio contra otro, usando la riqueza del comercio de la Compañía para financiar el desarrollo de armas letales. En 1803, La Compañía Británica de las Indias Orientales había tomado Delhi, reduciendo al emperador Mughal a un jubilado. India fue progresivamente convirtiéndose en una parte crucial de un sistema global de filtración de riqueza a Gran Bretaña. Hambrientos por las mercancías de China (particularmente por el té), la Compañía y la monarquía británica encontraron que los chinos no estaban dispuestos a aceptar pagos en nada que no fuera oro. El cultivo de opio en las tierras de la Compañía podía ofrecer una salida a los problemas de balanza de pagos enfrentados por Gran Bretaña. Los británicos comenzaron a introducir opio a China como un modo de prevenir tener que pagar el té con oro. El comercio con el opio fue un éxito fantástico hasta que los emperadores chinos intentaron bloquearlo, punto en el cual los británicos emprendieron la primera y segunda guerras del opio para forzar a los chinos a comprarlo. Gran Bretaña se convirtió —efectivamente— en un traficante de droga en el escenario global, usando toda su fuerza militar para introducir opio a los chinos en función de resolver un problema de balanza de pagos. En medio de todo esto, el campesinado indio se vio forzado a cultivar opio y a vivir vidas cercanas a la esclavitud.
Gran Bretaña nunca asumió su brutalidad. Cuando en 1856 se supo desde China de la incautación de un barco pirata británico (Arrow), Lord Palmerston dijo que Gran Bretaña tenía que ir a China con todas sus armas para enseñar una lección a un “grupo de bárbaros, un grupo de secuestradores, asesinos y venenosos bárbaros”. La palabra “bárbaro” es clave. Era usada para describir a aquellos a los que los británicos querían dominar. En los archivos de India, documento tras documento sobre incidentes antes del levantamiento de 1857 mostraban a los británicos golpeando hasta matar a pequeños niños contratados para sacar las piezas de tela que enfriaban el aire; cuando los pequeños niños se quedaban dormidos en el trabajo, eran premiados con patadas de los ingleses. Ninguno de estos hombres fue acusado de nada, sus asesinatos solo se archivaron. Tras el levantamiento, cuando los ingleses tomaron Delhi, los soldados fueron atados a cañones y sus cuerpos eran destrozados cuando los cañones disparaban sobre la ciudad. Barrios enteros fueron arrasados, hombres colgados de los postes de luz, sus pies comidos por cerdos soltados por los soldados británicos.
En las postrimerías del levantamiento, la Corona británica tomó el control del subcontinente indio. El robo de riqueza se volvió rutinario. El desarrollo social del pueblo indio fue ignorado. Hacia 1911, la expectativa de vida para los indios era apenas 22 años. Cuando los británicos finalmente se fueron de India en 1947, el índice de alfabetización era un abismal 12%. Gran Bretaña tomó dinero indio, hizo a Inglaterra uno de los lugares más ricos en el mundo y dejó a India desposeída. La economista Utsa Patnaik ha observado detalladamente esta “fuga” de riqueza hacia el Reino Unido. El sostiene que entre 1765 y 1938, el flujo alcanzó £ 9,2 billones (USD 45 billones). India fue drenada de entre el 26% y el 36% de su presupuesto gubernamental. La riqueza india fue utilizada como un anticipo para el desarrollo de Inglaterra. Toda la Revolución Industrial en Inglaterra fue financiada por este robo de India y por el comercio esclavista del Atlántico. Los pueblos de África, Asia y de las Américas financiaron la tecnología europea. Es la riqueza africana, asiática y de los indígenas americanos la que permitió que las universidades europeas prosperen y que los estudiantes europeos lleguen a esos avances. Dentro de la máquina de vapor de James Watt está la sangre de un trabajador africano esclavizado en una plantación y de un campesino indio hambriento.
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