La oligarquía tiene el hábito de refugiarse en un campamento militar y pedirle a los generales que actúen en su nombre. Esto es lo que Juan Guaidó y Leopoldo López hicieron la mañana del martes, el último día de abril. López huyó del arresto domiciliario para unirse a Guaidó en las cercanías de la base militar Carlota en Caracas (Venezuela). Este no es el primer intento de golpe militar, con los líderes políticos de la oligarquía suplicando que los hombres de verde dejen de lado la Constitución. Roberto Micheletti llegó al palacio presidencial de Honduras en Tegucigalpa en la parte trasera de un tanque el 2009. Las oligarquías de Tailandia y Pakistán recientemente también han rogado a sus ejércitos que depongan a los jefes de los gobiernos electos y creen consejos de paz y orden, palabras que en este contexto se vacían de significado.
Tres hombres solitarios en un puente cerca de Carlota, como niños jugando con el destino de su nación
Hacia el final del día, el intento de golpe se diluyó. Poco ayudó en las calles de Caracas que todo el establishment estadounidense —desde el presidente a los senadores— aplaudió a Guaidó y pidió abiertamente a los militares que se sublevaran. Los pocos soldados que cruzaron la línea —con brazaletes azules— se precipitaron a la embajada de Brasil a pedir asilo. Leopoldo López, que dejó su arresto domiciliario para esta aventura, corrió hacia la embajada de Chile. López, Guaidó y Edgar Zambrano se encontraron en un puente cerca de la base militar, castigados por la falta de apoyo, su bravata desinflada, el destino de la nación en las manos de otros.
Al anochecer, estaba claro que el golpe —uno de los muchos intentados en Venezuela— había fallado. Esto sucedió a pesar del claro apoyo a Guaidó de Estados Unidos y del Grupo de Lima, establecido en 2017 para derrocar al gobierno de Venezuela. Lo que previno el golpe —a pesar de las difíciles condiciones que vive la sociedad venezolana— fue la movilización de masas en las calles. Recuerdo haber visto algunas de estas movilizaciones a comienzos de año, el pueblo determinado a proteger la soberanía de su país, decidido a permitir que el proceso bolivariano supere los tropiezos contra todo pronóstico. Esto es lo que continúa previniendo —por ahora (como diría Chávez)— la victoria de la oligarquía y sus patrocinadores externos.
El Grupo de Lima está conformado por la mayoría de las fuerzas políticas latinoamericanas de derecha. Pero tiene un miembro inusual, uno que ha estado comandando sus esfuerzos: Canadá. ¿Por qué está Canadá, usualmente tan interesada en mostrar una cara de liberalismo y decencia, dirigiendo un intento de derrocar a un gobierno por la fuerza?
Una mirada atenta a los intereses del gobierno de Canadá y de sus negocios revela algo bastante diferente al liberalismo casual de su reputación. En 2017, tres académicos canadienses —Shin Imai, Leah Gardner y Sarah Weinberger— lanzaron un estudio llamado “La ‘marca de Canadá’: violencia y compañías mineras canadienses en América Latina”. Muestran que entre 2000 y 2015, al menos 44 personas han sido asesinadas como resultado de la violencia en torno a minas de propiedad canadiense en América Latina. Las historias son escalofriantes, la violencia sistemática y mortal.
Marcelo Rivera, San Isidro, El Salvador.
Una de ellas se refiere a la muerte de Marcelo Rivera, un activista antimineras de San Isidro (El Salvador) que fue asesinado el 18 de junio de 2009, su cuerpo lanzado a un pozo, sus uñas y pelo arrancados, su traquea rota, su pulgar dentro de su boca, su cuerpo atado. Marcelo, un miembro del FMLN, se había opuesto a la mina de la compañía Pacific Rim (con sede en Vancouver) porque temía la devastación medioambiental que causaría. Su oposición fue eliminada.
Hay una alta correlación entre las tierras que las compañías mineras quieren y las tierras controladas por comunidades indígenas. Este es el caso de Chile y de Guatemala, desde Canadá mismo hasta Papúa Nueva Guinea. La canadiense Cameco, la compañía de uranio más grande del mundo, comenzará a minar las tierras de la comunidad Tijwarl, un pueblo originario de la Australia occidental. La sucesión de protestas no ha podido despertar al público australiano sobre los peligros que supone para la comunidad Tijwarl, ni ha detenido la mano del gobierno australiano. Están decididos a minar para lucrar. Vicky Abdullah, una líder Tijwarl, nos dice (en el video de abajo) que la mina destruirá la “madre tierra”.
La situación en Tijwarl, Australia
Esto es un eco del concepto andino de pachamama, madre tierra, un eco de la idea de los “derechos de la madre tierra” que son tan importantes para los movimientos indígenas internacionales desde un rincón del planeta a otro. Es un eco directo del Acuerdo de la Madre Tierra firmado por los jefes de las Naciones Originarias (First Nations, en inglés) en Canadá con todas las partes interesadas, en torno al asunto del oleoducto de TransCanada. La historia de las Naciones Originarias es una historia de denigración y traición. El libro de Nick Estes, Nuestra historia es el futuro [Our History is the Future, en inglés], cuenta líricamente la historia de las luchas de Standing Rock en Estados Unidos, que es una lucha que tiene lugar en el centro de las comunidades indígenas alrededor del planeta.
10 compañías mineras canadienses: detalles financieros y violaciones
Si se observan los datos con detención, como hicieron nuestros investigadores del Instituto Tricontinental de Investigación Social, encontrarán que el 60% de las compañías mineras del mundo tienen su sede en Canadá, y que la mayoría de los escándalos en torno a las tierras indígenas están vinculados a compañías mineras canadienses o australianas. La larga y negativa historia de Canadá respecto a las Primeras Naciones dentro del territorio canadiense se ha extendido —en el curso de las últimas décadas— sobre el hemisferio americano y el exterior. En nuestros primeros Apuntes, 10 compañías mineras canadienses: detalles financieros y violaciones, documentamos las diez compañías mineras canadienses más importantes (las traducciones al español y portugués vendrán pronto). Cada entrada, de solo una página, ofrece una idea del tamaño de la compañía y de alguno de sus escándalos más importantes. “Colectivamente”, escribimos, “las compañías mineras canadienses muestran una indiferencia perversa hacia la vida humana. Y esta indiferencia se considera solo como un efecto secundario natural o necesario para el crecimiento económico”.
Nuestros Apuntes comienzan con Barrick, una de las más grandes e influyentes compañías de Canadá. La infracción grave que detallamos es su papel en violaciones, violencia y ataques incendiarios en la mina North Mara (Tanzania), la mina profunda Durban Roodepoort (Sudáfrica) y la mina de oro de Porgera (Papúa Nueva Guinea). Estos, como muchos otros, son una serie de actos criminales, tragedias para los pueblos que se multiplican mientras que la indiferencia del capitalismo pisotea sus esperanzas. Hace décadas, John Bita —un poeta de Papúa Nueva Guinea— escribió Canción de una mujer anciana en Bougainville [Song of an Old Woman on Bougainville, en ingles] (1971).
Llorar llorar déjennos llorar
Llorar llorar déjennos llorar
Pensamos que era solo una piedra
Pensamos que era solo una piedra
Pero se llevó nuestra riqueza
Protestas en la mina de oro Porgera, 2018
Durante los últimos meses, hemos estado estudiando la situación en la mina Porgera y la lucha que lleva la gente del sector organizada en la Asociación Akali Tange. La Asociación compartió con nosotros su documentación sobre la violencia sistemática, los ataques químicos sobre la población, la violencia de los guardias de seguridad de la compañía, la destrucción de la comunidad. McDiyan Robert Yapari, uno de los líderes de la Asociación Akali Tange, me dijo“Hemos intentando buscar ayuda para hacer públicas nuestras quejas para que todo el mundo sepa lo que una compañía minera canadiense —la Corporación Barrick Gold— hace a las comunidades indígenas en Porgera”. Pero, señala, sus reclamos han caído en “oídos sordos”. Mi informe entrega un resumen de la situación en Porgera, las demandas, las protestas, la necesidad de renovar el contrato de arriendo de la mina para el 12 de mayo de 2019.
Dámaso Ogaz, Fasciculo 15/08/1975
Las empresas canadienses han dado una batalla hace mucho tiempo contra el gobierno venezolano, desde que Hugo Chávez ganó su primera elección en 1999. Recientemente, Gold Reserve, la compañía de oro canadiense, ha estado peleando por acceder a los recursos de Venezuela, especialmente en el Estado Bolívar. Chávez había retirado a estas compañías cuando los precios del petróleo estaban altos y cuando los ingresos petroleros inundaban el país. La Constitución Bolivariana (bajo los artículos 127, 128 y 129) establece fuertes protecciones medioambientales, y el quinto objetivo estratégico del Plan de la Patria 2013-2019 es “preservar la vida en el planeta”. Estas protecciones son contrarias a las políticas de ajuste estructural del FMI, las que sistemáticamente debilitan las protecciones medioambientales. La frase utilizada para describir tales protecciones es ecosocialismo (Ahmet Tonak, nuestro economista del Instituto Tricontinental de Investigación Social, fue uno de los autores de un ensayo muy útil que responde al ataque al socialismo que hace el gobierno de Trump).
Las empresas mineras omiten estas preocupaciones. Palabras como democracia y derechos humanos son impedimentos. Las empresas mineras quieren poner sus manos en la tierra, sacar la piedra y llevarse la riqueza. Quizás es por eso que Canadá está en el centro del Grupo de Lima, ansiosa por derrocar la Constitución Bolivariana, ansiosa por desalojar a ese gobierno tal como ha desalojado a pueblos indígenas de sus tierras desde Papúa Nueva Guinea hasta Chile.
Cordialmente,
Vijay.
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