Gramsci en el seno del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST): una entrevista con Neuri Rossetto

Dossier no. 54 (Julio 2022)

 

Créditos: Mídia Ninja

 

Las fotografías de este dossier, editadas por el equipo de arte del Instituto Tricontinental de Investigación Social, son retratos de la cultura viva expresada a través del arte, la educación, la agricultura, la comunicación popular y las movilizaciones de masas del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil. Cada fotografía es un retrato de quienes lucharon antes que nosotrxs y siguen alimentando nuestras luchas hoy: Rosa Luxemburgo en una pancarta, Carlos Marighella en un tambor de samba, Carolina María de Jesús en una bandera, Zumbi dos Palmares en un muro, Frida Kahlo en un lienzo, Bruno Pereira y Dom Phillips en un escenario, el Che Guevara en un cobertizo en el campo y, por supuesto, el propio Antonio Gramsci mirando una mística en curso. Las imágenes, al igual que el texto del dossier, comparten las experiencias concretas de un movimiento que se nutre de las ideas de Gramsci mientras siembra las semillas para la creación de una nueva humanidad y la transformación de la sociedad.

 

Créditos: Coletivo de Comunicação do Norte do Paraná

 

Introducción

A pesar de la insistente hegemonía del capitalismo y sus ideas neoliberales imperantes, viviendo en una coyuntura marcada por la crisis económica, política, social y ambiental, y todavía sin perspectivas de superar la crisis sanitaria, continúan surgiendo diversas formas de resistencia, luchas sociales y propuestas para un futuro emancipado.

Es en esta perspectiva de futuro, que se fundamenta en la posibilidad de cambio y en la esperanza de la emancipación humana, donde nuestros intelectuales deben “poner su corazón y su alma”, como afirmamos en el dossier nº 13, La nueva intelectualidad, del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Tenemos que elaborar propuestas creativas sobre cómo usar nuestra riqueza social para resolver los problemas inmediatos de la humanidad, como el hambre, la miseria, las enfermedades y las catástrofes climáticas; estudiar y conocer las resistencias y luchas que surgen en cada rincón del mundo. Algunas propuestas, en forma de boceto, están disponibles en el dossier nº 48, Construimos el futuro: un plan para salvar el planeta, elaborado por una red de institutos de investigación. También debemos desafiarnos a usar la creatividad para elaborar posibilidades de cooperación, solidaridad y enriquecimiento social y cultural entre los pueblos.

El comunista italiano Antonio Gramsci (1891–1937) ya prestó atención al papel de las y los nuevos intelectuales que, al participar activamente en las organizaciones políticas, se dedican a elaborar la conciencia popular y a crear espacio para que florezcan las luchas populares.

Es en este contexto que queremos rescatar la obra de Gramsci y su legado para las actuales trincheras de lucha, reforzando la batalla de ideas y, como siempre dijeron Fidel Castro y José Martí, sabiendo que las luchas dentro de las diversas instituciones culturales e intelectuales son tan importantes como las luchas en las calles, porque estas batallas van juntas y se alimentan mutuamente.

Por eso creemos importante traer a colación experiencias sociales contemporáneas que beben de esa fuente, que se alimentan de las ideas de Gramsci y consiguen, en la vida concreta, construir las semillas de esperanza de este nuevo mundo. Hablamos de esperanza no solo con esta perspectiva de futuro, sino también con el verbo esperanzar, como nos enseñó Paulo Freire, que es levantarse, ir hacia atrás y llevar adelante, es unirse a otros para construir desde hoy nuevas formas sociales. Es en la acción de este verbo frente a las experiencias sociales actuales que reside el camino alternativo de la humanidad.

El Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) en Brasil tiene como desafío cotidiano crear esa esperanza. El MST, el mayor movimiento popular de lucha de América Latina, surgió a principios de la década de 1980, transformando rápidamente la lucha campesina en una herramienta de disputa con el autoritarismo en medio de la dictadura militar en Brasil en ese momento. Sus acciones, mucho más amplias que la búsqueda del acceso a la tierra, incluyen la reforma agraria —para democratizar el acceso a la tierra y en ella producir alimentos saludables— y la lucha por justicia social. Hoy cuenta con aproximadamente 500 mil familias organizadas en el campo, entre acampadas (en ocupaciones de tierra exigiendo su legalización por reforma agraria) y asentadas (que ya conquistaron la tierra mediante la lucha). Todas estas familias siguen organizadas en una estructura participativa, democrática e inclusiva a nivel local, regional, estadual y nacional.

Desde esta perspectiva, para comprender mejor la importancia de Gramsci y su legado para la construcción de este movimiento popular, en nuestro dossier nº 54, Gramsci en el seno del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST): una entrevista con Neuri Rossetto, conversamos con el integrante de la Coordinación Nacional del MST. En esta entrevista, Rossetto hizo hincapié, en primer lugar, en que él no se considera un gramsciano, un experto en su obra, sino solo un militante político que, admirador de Gramsci, busca llevar a los movimientos populares un poco de la inestimable y extraordinaria contribución que el pensador italiano aportó al movimiento revolucionario de la clase trabajadora.

Al reflexionar sobre ese legado gramsciano y sus contribuciones para la actualidad, Neuri Rossetto considera que hay tres retos principales en la agenda: identificar con precisión a los adversarios de los programas que afrontan los dilemas de la humanidad (como la reforma agraria); establecer un diálogo permanente con la clase trabajadora para construir un proyecto político para cada país, y fortalecer la capacidad organizativa y política de nuestra base social.

Como decía en 1919 la consigna de la Revista L’Ordine Nuovo, escrita por Gramsci, Tasca, Togliatti y Umberto Tierracini: “Instruiros, porque necesitamos de vuestra inteligencia. Agitaos, porque necesitamos de vuestro entusiasmo. Organizaos, porque necesitamos de toda vuestra fuerza”.

Renata Porto Bugni, subdirectora del Instituto Tricontinental de Investigación Social, entrevistó a Rossetto en 2021. Una versión anterior de esta entrevista fue publicada en Notebooks: The Journal for Studies on Power [Cuadernos: Revista de Estudios sobre el Poder], una revista apoyada por GramsciLab. Agradecemos la colaboración del GramsciLab y del Centro per la Riforma dello Stato (CRS) —ambos miembros de la Red de Institutos de Investigación— para la realización de este dossier.

Esta entrevista también contó con la contribución indispensable y solidaria de la profesora Cristina Bezerra de la Universidad Federal de Juiz de Fora (UFJF), en Brasil.

 

Créditos: Mídia Ninja

 

¿Cuál fue la importancia del legado de Gramsci para las formulaciones de la lucha del MST? ¿Usted considera que el pensamiento gramsciano sigue siendo útil hoy en día para la construcción de organizaciones sociales y políticas y para la transformación de la sociedad?

Para nosotros como MST, un movimiento popular campesino que promueve la lucha por la reforma agraria en Brasil, la contribución de Antonio Gramsci es inestimable y extremamente necesaria para entender la actualidad y la complejidad de la sociedad burguesa. Su superación, desde una perspectiva socialista, nos exige una comprensión cada vez más precisa y actual de su funcionamiento, de su reproducción, para —desde sus propias contradicciones— descubrir los caminos de acción política de las clases subalternas.

El MST siempre tuvo claro que el éxito de la lucha por la reforma agraria en Brasil no resultará solo de la fuerza y la acción política del campesinado. Democratizar el acceso y la propiedad de la tierra cultivable exige movilizar a la sociedad en defensa de esta bandera e incluir la reforma agraria —y el modelo de desarrollo de la agricultura brasilera— en el corazón de un proyecto político-económico que responda a las necesidades y los intereses del pueblo brasilero, no a los de la clase capitalista. En este sentido, las contribuciones de Gramsci nos alertan sobre las luchas cotidianas por la hegemonía y la necesidad urgente de un proyecto de sociedad que se construya con la centralidad de las luchas de los trabajadores. Este es el camino que intentamos construir.

Con esos objetivos, tenemos un triple desafío: 1) identificar y definir los principales enemigos de la reforma agraria, así como Gramsci identificó las fuerzas del fascismo; 2) establecer un diálogo permanente con las fuerzas populares de la sociedad civil, para construir un consenso en torno a un proyecto político para el país; 3) elevar el nivel de organización y politización de nuestra base social.

Por lo tanto, podemos citar tres ejemplos de cómo la vasta y provechosa contribución teórico-política de Gramsci es actual y valiosa para que los movimientos populares se constituyan en protagonistas de la lucha de clases en la actualidad: comprender la acción del Estado, en su forma ampliada, en sus intentos de lograr el control de los conflictos originados por una sociedad dividida en clases; mirar a la sociedad civil con su potencial para que las clases subalternas abran nuevas y diversificadas trincheras de lucha contra la dominación de una minoría sobre la mayoría; y desafiarnos permanentemente a constituirnos como una fuerza política, teniendo como referencia el concepto gramsciano de hegemonía.

 

Según Gramsci, la sociedad civil está compuesta por lo que él denomina aparatos privados de hegemonía (que son instituciones de legitimación del poder, como la escuela, la iglesia, los sindicatos, los medios de comunicación, entre otros). ¿Cómo evalúa hoy la actuación de la sociedad civil frente al actual gobierno de Jair Bolsonaro en medio de la pandemia? ¿Cómo actúa/dialoga el movimiento con estas instituciones (en las trincheras y fortalecimiento de la sociedad civil)?

Lamentablemente, la sociedad aún sigue inerte ante toda la tragedia humanitaria causada por la pandemia de COVID-19 y maximizada por la política genocida del gobierno de Jair Bolsonaro. Da la impresión de que la sociedad naturalizó las miles de muertes que se produjeron y, en menor medida, se siguen produciendo diariamente por causa de la pandemia. Hay que destacar que esta inmovilidad de la población antecede al período de la pandemia.  Brasil es uno de los países con mayor desigualdad social y económica del mundo; miles y miles de personas pobres, especialmente la población negra, son asesinadas anualmente por fuerzas policiales; y el Estado está cada vez más ausente con políticas públicas en las crecientes aglomeraciones de favelas en los centros urbanos. El inmovilismo social frente a la pandemia y a este gobierno genocida tiene que ser visto en este escenario que estructuralmente martiriza a la población pobre.

No obstante, hay signos alentadores y crecientes desde mediados de 2021 de que el letargo social ha comenzado a ser derrotado: se han dado movilizaciones sociales en los centros urbanos.

Sobre nuestra acción, desde principios de 2020, cuando comenzó la pandemia de COVID-19 en Brasil, el MST definió “Salvar vidas” como su principal objetivo. Y en torno a esta bandera nos hemos estructurado en cuatro frentes de lucha:

1) Cuidado durante la pandemia: a) internalizando en nuestra base social las orientaciones y los cuidados preventivos dados por la Organización Mundial de la Salud (OMS); b) exigiendo la vacuna como un derecho universal para todos los pueblos; c) exigiendo al gobierno brasilero una ayuda económica de emergencia, para que la población tenga las mínimas condiciones de quedarse en casa mientras dure la pandemia; d) defender y valorar la salud pública, a través del Servicio Único de Salud (SUS).

2) Un frente de brigadas de solidaridad para distribuir alimentos donados por los asentamientos rurales de la reforma agraria y, junto con otras organizaciones progresistas, levantar cocinas populares para distribuir al menos una comida diaria a la población en situación de calle en los grandes centros urbanos. Solo en el estado de Pernambuco se distribuyeron más de 720 toneladas de alimentos y 600 mil comidas entre 2020 y 2021.

No hay noticias de que el agronegocio, que acapara la tierra, el financiamiento público y la asistencia técnica para la producción agroexportadora, haya hecho donaciones de alimentos a la población pobre.

Además de la distribución de alimentos, en algunos estados, principalmente en el nordeste brasilero, se formaron brigadas de agentes populares de salud para visitar y orientar a las familias pobres en las periferias de las ciudades.

3) La Campaña ¡Fuera Bolsonaro, un gobierno genocida! Tenemos un gobierno militarizado, que, desde el comienzo de la pandemia, trabajó sistemáticamente contra la ciencia, las directrices de la OMS y el acceso a las vacunas, convirtiéndose en el mayor responsable de las más de 650 mil muertes causadas por el COVID-19 en el país. “Salvar vidas” fue la campaña que, en 2021, exigió destituir del cargo de Presidente de la República a ese genocida y responsabilizarlo penalmente por las miles de muertes ocurridas.

4) La Campaña de siembra de árboles, iniciada meses antes de la pandemia, pero que ha cobrado aún más importancia en este período excepcional, que nos impide realizar acciones que aglomeren a muchas personas. Nuestra meta es plantar 100 millones de árboles en 10 años en todo el país, es decir, hasta 2030. En los dos primeros años del plan, se sembraron dos millones de árboles y se construyeron 100 unidades de la Red de Viveros Populares, distribuidas por todo país. El objetivo es avanzar en la recuperación y preservación del medio ambiente en nuestros territorios.

Sabemos que el irracional desarrollo capitalista, que promueve la destrucción ambiental en busca de la maximización de las tasas de ganancia, amenaza la vida y el planeta.

Así, estas cuatro trincheras de lucha nos permiten dialogar y promover diariamente articulaciones políticas con la sociedad civil, además de contrarrestar los prejuicios dictados por el aparato privado de hegemonía contra el campesinado y sus luchas.

 

Créditos: Wellington Lenon / MST-Paraná

 

En un contexto de pandemia vemos que las crisis sanitaria, económica y política pueden dejar grietas para la organización y movilización popular en torno a otra hegemonía. ¿Cómo analiza el movimiento estas crisis en el país y cuáles son sus posibles consecuencias y las alternativas que se están creando?

Vivimos una crisis estructural del capitalismo que precede a la pandemia. A diferencia de las crisis cíclicas, resultantes de la superproducción capitalista, y de la crisis final, caracterizada por el colapso del capitalismo, las crisis estructurales son períodos de cambio y nuevas formas de acumulación capitalista. Son períodos de grandes y profundas transformaciones, que generan crisis políticas, económicas, sociales y ambientales. Crisis que aceleran la concentración del ingreso y de la riqueza producidos y, en consecuencia, aumentan la exclusión social y la pobreza en todos los continentes. A este escenario se suma la demencial y temeraria explotación capitalista de los recursos naturales, que provoca una destrucción ambiental que amenaza la vida en el planeta. O sea, el capitalismo se muestra, socialmente, cada vez más inhumano, más injusto, incapaz de promover una sociedad igualitaria, solidaria y democrática.

Así pues, vivimos un período de inestabilidad mundial que presagia cambios de época. Y estas crisis abren posibilidades históricas para que las clases subalternas promuevan la impugnación de la sociedad burguesa y consoliden victorias en la perspectiva de una sociedad socialista.

El MST junto con La Vía Campesina —organización mundial del campesinado— ya aporta banderas de lucha con fuertes contenidos anticapitalistas. Lo hacen al defender que los recursos naturales sean excluidos de la lógica del mercado y que se ejerza un control social sobre ellos; al luchar para que los alimentos dejen de ser mercancías y se conviertan en un derecho universal; al enarbolar la bandera de la soberanía alimentaria de todos los pueblos; al defender las semillas como patrimonio de la humanidad y la producción de alimentos libres de agrotóxicos. Estas luchas, todavía restringidas a su carácter anticapitalista, son ya embriones de una nueva sociedad o de una nueva hegemonía.

Existe, todavía en este escenario de inestabilidad mundial, una disputa por la hegemonía del planeta entre Estados Unidos y China. El primero, aunque mantiene una superioridad militar incuestionable, está en declive frente al ascenso de China como potencia mundial. Consideramos que aquí también se abren brechas históricas para el surgimiento de un nuevo orden mundial. Por medio de la Asamblea Internacional de los Pueblos (AIP) luchamos por un mundo libre de países imperialistas, libre de guerras y de hambre, que promueva un desarrollo económico ambientalmente sostenible, socialmente justo, igualitario y democrático. Luchamos por una humanidad socialista.

Por ello, la AIP promueve su 3º Seminario Dilemas de la Humanidad – Diálogos entre Civilizaciones, con el objetivo de discutir medidas de emergencia postpandemia y definir banderas de luchas que señalen un mundo post-capitalista. Las actividades en marcha culminarán en 2023 en una gran actividad internacionalista a realizarse en el continente africano, con representantes de los pueblos de todos los continentes del planeta.

Por último, la pandemia de COVID-19 mostró el fracaso de las políticas neoliberales en todo el mundo, en especial en el área de salud, con la evidente incapacidad de la medicina comercial para hacer frente a una pandemia.

Los gobiernos que adoptaron políticas en defensa de la vida y establecieron medidas económicas de emergencia para asegurar condiciones de vida digna a sus pueblos, no solo tuvieron más éxito en el combate a la pandemia, sino que también están saliendo más rápido y más fuertes de la crisis económica generada por el COVID-19.

La pandemia, con un costo inconmensurable de cientos de miles de vidas, nos dio la posibilidad de fortalecer nuestras luchas en defensa de las políticas públicas de salud, vivienda, saneamiento básico, educación, derechos de género y cuidado de la naturaleza. En fin, políticas públicas para promover la dignidad humana.

En síntesis, la crisis estructural del capitalismo y la crisis mundial generada por la pandemia abrieron posibilidades históricas tanto de luchas que atiendan las demandas inmediatas de emergencia, como de las banderas que rescatan la utopía socialista como ideal de sociedad futura.

El tiempo dirá hasta que punto las clases subalternas supieron aprovechar las brechas que se abren hoy en la historia de la humanidad.

 

Gramsci resalta la importante tarea de los partidos políticos en la sociedad moderna de crear un terreno propicio para una reforma intelectual y moral que desarrolle una nueva voluntad colectiva nacional-popular. En Brasil, ¿el MST ha asumido ese papel?

El MST es un movimiento popular, compuesto por trabajadores y trabajadoras rurales y campesinos que tienen como agenda inmediata la lucha por la reforma agraria en Brasil y la garantía de condiciones de vida dignas para las personas asentadas. A lo largo de nuestra existencia, nos hemos convencido cada vez más de que esta lucha no se lleva a cabo de forma aislada en el campo ni encuentra sus límites en el orden burgués. Así, el movimiento amplió su red de relaciones sociales y políticas, buscando aliados en esa tarea, tanto en el campo como en la ciudad, y convirtiéndose en aliado de muchas otras luchas que son necesarias para enfrentar la sociabilidad burguesa.

La globalización económica neoliberal y la división planetaria de la producción capitalista subordinaron el desarrollo económico brasilero a una plataforma de exportación de productos primarios. Esto hizo inviable una reforma agraria que sirviera también a los intereses de la burguesía industrial y que al menos distribuyera tierras al campesinado para producir materia prima para la industria y el fortalecimiento del mercado interno. Ni siquiera eso sucedió. A la burguesía que acapara las tierras le importan únicamente los intereses del mercado externo (para leer más sobre ese asunto, consulte nuestro dossier nº 27, Reforma Agraria Popular y lucha por la tierra en Brasil.

Al MST le correspondió reelaborar su propuesta de reforma agraria, sistematizada en su Programa de Reforma Agraria Popular. Allí, además de la lucha por la democratización de la propiedad de la tierra, defiende un modelo de agricultura centrado en la producción de alimentos saludables para la población brasilera.

Es esa complejidad actual de la lucha por la reforma agraria, tanto por sus demandas populares como por su alcance político, la que exigió nuevas elaboraciones de propuestas para la agricultura, una cualificación organizativa y un amplio abanico de aliados, tanto nacionales como internacionales.

En este escenario estamos conscientes de las responsabilidades y de la necesidad de cualificar nuestra fuerza política, tanto en su nivel organizativo como en su nivel ideológico, para tener una mayor incidencia en la lucha de clases.

Sin embargo, no pretendemos asumir el papel de un partido político stricto sensu, pues creemos que este instrumento político está más allá de nuestro ámbito de actuación. Esto no significa que tengamos una posición suprapartidista o apartidista. Consideramos que la articulación de movimientos populares, sindicatos y partidos políticos es fundamental para la construcción de otra sociabilidad, alternativa y contraria al orden burgués.

 

Créditos: Matheus Alves

 

Gramsci no era un intelectual de “biblioteca”. Su construcción intelectual se daba en las relaciones de convergencia y divergencia que permearon su vida, que antes de la cárcel fue políticamente muy activa. Es notable que un movimiento social amplio como el MST haya sido capaz de desarrollar esa conexión intrínseca entre la práctica y la teoría. Cuéntenos más sobre la importancia de esa praxis hoy.

Ese es un desafío permanente y dinámico, como cualquier otra relación dialéctica. Un amigo del MST, el profesor José Paulo Netto, nos dijo una vez, explicando didácticamente la relación dialéctica entre teoría y práctica (dos caras de la misma moneda) que, para la teoría, la adquisición de conocimientos es un fin, para la práctica, es un medio para cualificar la acción política. El criterio para la teoría es la verdad, para la acción política el criterio es la correlación de fuerzas. El tiempo para la teoría es indefinido, para la acción política, es el momento.

Siendo así, ¿es posible pensar la una separada de la otra? O, incluso, ¿cómo priorizar una en detrimento de la otra?

Necesitamos de la teoría y del conocimiento para cualificar nuestra acción política. Pero el conocimiento solo, aislado de la acción política, se convierte en una fuerza muerta.

En el otro extremo, la advertencia de Lenin es actual: “Sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario”.

Y, además, es correcta la advertencia de Palmiro Togliatti, dirigente del Partido Comunista Italiano (PCI) y compañero de Gramsci, cuando afirmó que quien se equivoca en el análisis, se equivoca en la acción política.

A partir de ese legado de grandes pensadores de la clase trabajadora y de las luchas populares, en todos los tiempos y lugares, tratamos siempre de consolidar el conocimiento adquirido con la acción práctica. De nada serviría apropiarnos del conocimiento libertador del educador Paulo Freire si no lo implementamos en nuestras escuelas en las áreas de asentamientos y en los campamentos. Lo mismo vale para el conocimiento sobre agroecología. Este conocimiento solo culmina cuando se pone en práctica en el cultivo de alimentos. De poco serviría memorizar el extraordinario Qué hacer de Lenin si no tenemos la capacidad de entender su mensaje para la acción política, de acuerdo con nuestro tiempo y nuestra realidad.

Así, en todas nuestras áreas de actuación buscamos, de forma permanente y, vuelvo a resaltar, con su carácter dinámico, la complementariedad entre la teoría y la práctica. Esa dualidad-unidad exige una vigilancia y una insistencia constante de la organización.

Por último, no subestimamos la importancia y la fuerza de la acción política y de las movilizaciones populares como elemento educador de las clases subalternas. Las masas populares aprenden y se educan en las movilizaciones populares. Allí, en el movimiento de las masas, reside la fuerza política de la organización y se mejora el nivel político-ideológico de las masas.

 

¿Cómo son los procesos formativos de elevación de la conciencia en las prácticas del movimiento? ¿Y cómo entienden y practican los militantes la idea de intelectual orgánico de Gramsci?

La respuesta a esta pregunta se encuentra, inicialmente, en el enunciado de la pregunta anterior, que Gramsci no era un intelectual de biblioteca.

Pero creo que el primer ejemplo de intelectual orgánico vino del propio Karl Marx. El filósofo alemán, con su obra compleja y genial, tuvo la permanente preocupación de revisar la forma y la metodología de exposición de sus investigaciones a la clase trabajadora. Al menos tres preocupaciones centrales guiaron sus presentaciones: ser mejor comprendido por las y los trabajadores, la certeza de que solamente la clase trabajadora podía transformar el conocimiento científico en una herramienta para la lucha de clases, y la necesidad de promover una síntesis entre la teoría y la práctica política.

Sobre Lenin, basta recordar que el propio Gramsci lo consideraba, junto con Marx y Engels, uno de los fundadores de la filosofía de la praxis. Pero ciertamente, además de su trayectoria histórica de líder partidario, el triunfo de la revolución de 1917, bajo su liderazgo, dio a Lenin el mérito definitivo de ser un filósofo de la praxis.

El pensador marxista Michel Löwy nos dice que los intelectuales que necesita la clase trabajadora deben tener la responsabilidad de transmitir la herencia del pensamiento crítico y revolucionario; tener la capacidad de analizar las estructuras dinámicas de la sociedad burguesa, el funcionamiento y la capacidad de renovación del capitalismo, proponer alternativas; y tener la capacidad de aprender con los movimientos populares.

Para el gramsciano Guido Liguori, no hay ningún momento en el que Gramsci exalte al pueblo o a los subalternos tal y como son; si los subalternos son así, continúa Liguori, pero quieren convertirse en hegemónicos, deben antes de nada transformarse a sí mismos y adquirir conciencia de clase. ¿Cómo hacer de los estratos subalternos una clase o una alianza de clases? El propio Liguori responde: un grupo de líderes conscientes debe educar a las masas, sino ellas permanecerán estacionadas en el nivel espontáneo del sentido común, un nivel limitado, insuficiente e intrínsecamente subalterno.

Nosotros en el MST recurrimos a todos esos conocimientos que nos han legado las luchas por la emancipación humana y social y los elaboradores del pensamiento crítico y revolucionario. Con este legado, sistematizamos nuestra comprensión del intelectual orgánico y su papel en la lucha de clases. Para nosotros, la propia clase trabajadora debe formar a sus intelectuales, a partir de la educación formal, la formación política y las luchas populares y de clase. Este intelectual tiene la tarea de contribuir a la educación y organización de la clase en torno a un proyecto político y a la construcción de una hegemonía. Y, aún más, repitiendo a Liguori, contribuir para que los estratos sociales subalternos adquieran un sentido crítico y una conciencia de clase, superando el sentido común.

Por último, el dinamismo de la lucha de clases, cada vez más compleja, impondrá, a su tiempo, renovaciones y adecuaciones en las atribuciones y en el perfil de las y los intelectuales orgánicos que necesita la clase trabajadora.

 

Créditos: Juliana Adriano

 

Gramsci escribió sus cuadernos de la cárcel en un momento de derrota. Él quería saber por qué la clase trabajadora se desvió de la hegemonía de los sindicatos y de los partidos de izquierda hacia las organizaciones fascistas. ¿Usted podría reflexionar sobre estas observaciones de Gramsci

Es cierto que la clase trabajadora vivía un período de derrota en el momento de los escritos de Gramsci en la cárcel. No obstante, en el análisis gramsciano, en ese mismo período histórico, los segmentos sociales dominantes también estaban fragmentados con relación a las clases subalternas.

Había contradicciones y diferencias entre los segmentos dominantes, tan profundas y complejas que amenazaban su hegemonía sobre la sociedad. Por lo tanto, era necesaria una unificación política de la dominación burguesa. Esta necesidad fue la constatación más exacta de la fragilidad de la hegemonía dominante en aquel momento.

De esta relación política proviene toda la complejidad y la riqueza de la visión de Gramsci sobre su tiempo histórico y sobre el papel que desempeñaría el fascismo en el restablecimiento del dominio y la hegemonía de la clase dominante, debilitada tras la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918).

El extraordinario pensador latinoamericano, cubano y marxista, Fernando Heredia, siempre nos recordaba que la clave de dominación es el momento del consenso y no el de la coerción. Al recurrir al fascismo, una construcción histórica, la burguesía buscaba recomponer la centralidad de sus intereses sobre la sociedad italiana.

En ese escenario histórico, uno de los segmentos de la clase dominante, con el apoyo de los grandes terratenientes y del gran capital industrial, logró obtener el consentimiento de la pequeña burguesía para su proyecto de dominación fascista. Esos segmentos dominantes, con su proyecto fascista, promovieron un subversionismo reaccionario, algo que dialoga muy bien con el concepto gramsciano de revolución pasiva, esto es, un proceso que parece ser revolucionario, pero que no altera la estructura social o estatal. Frente a un orden burgués, fragmentado y debilitado, no nos parece difícil comprender la construcción de un consenso alrededor de un proyecto político que lleve un mensaje de transformación y que abra la perspectiva de un futuro que responda a los anhelos de un pueblo, aunque este proyecto sea de carácter reaccionario y coercitivo. Así, la pequeña burguesía, instrumentalizada por el Estado y asociaciones capitalistas, se sintió protagonista de los acontecimientos políticos fascistas.

A partir de estas reflexiones, Gramsci desarrolla toda su teoría sobre la esfera de la política y de las relaciones que se construyen en esta esfera en la lucha por la hegemonía. Descubre también que esta hegemonía se produce a través de elementos ideológico-culturales y relata las formas en que el fascismo utiliza estos elementos en el proceso de dominación.

Por lo tanto, para Gramsci, la lucha por la emancipación humana y social exige que los sujetos menos favorecidos, los más excluidos y oprimidos, organizados de modo colectivo, promuevan la ruptura con el consenso dominante. Paulo Freire, educador brasilero, complementaba ese desafío diciendo que las clases subalternas deben adquirir la capacidad de promover un desvelamiento crítico de la realidad, recrear su forma de “leer” el mundo, ser protagonistas de su propia historia y sujetos de la transformación de su realidad.

Por último, una de las más bellas reflexiones de Gramsci es cuando afirma que hegemonía es un proceso que expresa conciencia y valores organizados en torno a un proyecto político.

 

Créditos: Igor de Nadai

 

Uno de los principales conceptos estratégicos de Gramsci es el “bloque histórico”, la estrategia de hegemonía de Gramsci. ¿Usted podría reflexionar un poco sobre el proceso de construcción de tal bloque histórico en el contexto brasilero?

Esa pregunta me permite complementar el concepto gramsciano de hegemonía, como fue enfatizado en la respuesta de la pregunta anterior.

Para Gramsci el proceso de conquista de la hegemonía nunca fue algo abstracto, limitado solo al campo de las ideas, de la conciencia o de valores idealizados. Basándose en el método del materialismo histórico, tan bien fundamentado por Karl Marx y Friedrich Engels, Gramsci resalta que el proceso de conquista de la hegemonía se produce en el ámbito de la base de la sociedad. En otras palabras, en la estructura económica. O, más precisamente, en las relaciones de producción.

Esto es lo que sucedió con el fascismo en ese momento histórico. Conquistó una hegemonía porque logró dar respuesta a varios procesos económicos, culturales, ideológicos y políticos. Y así, por medio de la pequeña burguesía, el Estado y las asociaciones capitalistas obtuvieron el consenso y la dirección de las clases dominadas. Destaca que nunca fue una hegemonía plena. Hubo una resistencia significativa de partes de la clase trabajadora.

Nada más didáctico que la formulación gramsciana de que la hegemonía de la clase trabajadora comienza en la fábrica. Es ahí, con sus luchas económicas y empresariales, donde la clase trabajadora adquiere la conciencia para un momento ético-político y evoluciona hacia una conciencia en sí, una conciencia de clase.

Así pues, la hegemonía es la capacidad que tiene una determinada fuerza política de construir consenso en torno a un proyecto político. Es el proyecto político el que evidencia la necesidad de un bloque histórico, para que la clase trabajadora pueda conquistar su hegemonía.

En Brasil vivimos un largo período de descenso de la clase trabajadora. Un período que comienza en los años de 1990 y se extiende hasta la actualidad.

Por otro lado, la crisis estructural del capitalismo evidenció la incapacidad de la burguesía brasilera de alimentar un imaginario popular que le asegurara victorias electorales en la conducción del país. Las cuatro victorias consecutivas de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) no sacudieron los cimientos de la hegemonía dominante, pero sí asustaron a la burguesía. Lo suficiente como para que promoviera un golpe de Estado en 2016 para destituir a Dilma Rousseff como presidenta de la República, legítimamente reelegida en 2014. Como paso siguiente, reflejando aún la fragilidad de su hegemonía, la burguesía, ante la posibilidad de una nueva victoria de la candidatura del PT, no dudó en apoyar a un candidato conocidamente delirante.

El innombrable ganador [Jair Bolsonaro], a cambio del apoyo masivo que recibió de la burguesía, ha intentado implementar una política económica ultra neoliberal y ejercer su mandato presidencial como un gobierno que coquetea con el fascismo, para algunos, y con trazos de un gobierno bonapartista, para otros.

Así, entre los sectores progresistas hay un entendimiento casi unánime, que tendremos una larga jornada para derrotar al bolsonarismo que ha aflorado en la sociedad brasilera, incluso si Bolsonaro es derrotado en las elecciones de octubre de 2022.

En su libro Qué es la revolución, el sociólogo marxista Florestan Fernandes se preguntaba a sí mismo cuál sería el papel de la clase trabajadora en períodos defensivos y cuando el proletariado carece de medios propios de organización y de autonomía de clase.

Él mismo respondía a la pregunta, diciendo que era el momento para que la clase trabajadora promoviera luchas por reformas estructurales, la revolución dentro del orden. Y enfatizaba que la participación política de la clase trabajadora en la profundización de la revolución dentro del orden produciría consecuencias socializadoras de importancia estratégica.

El MST, a través de su lucha por la Reforma Agraria Popular, una de las reformas estructurales que la clase dominante de la sociedad urbano-industrial no ha hecho, busca elevar el nivel de organización y de politización de su base social, en una perspectiva de conquista de un proyecto político emancipador y socialista.

En otro frente de lucha, el MST es uno de los protagonistas en la construcción de un Proyecto Popular para Brasil. Este proyecto busca consolidar un bloque histórico que promueva luchas anticapitalistas, emancipatorias y conquistas económicas inmediatas que atiendan las necesidades e intereses de la clase trabajadora. Está sistematizado en torno a siete paradigmas:

  1. Buena vida para todos
  2. Defensa de la naturaleza como un bien común
  3. Construcción permanente de una sociedad igualitaria
  4. Valorar y respetar la diversidad social y cultural
  5. Democracia y participación popular en la gestión del Estado
  6. Soberanía y desarrollo en beneficio del pueblo
  7. Práctica de valores humanistas

Esperamos que tanto el proyecto político de la Reforma Agraria Popular como el Proyecto Popular para Brasil nos ayuden a incorporar más actores sociales y populares que asuman posiciones contestatarias al sistema capitalista, rescaten una matriz ético-político-cultural que permita integrar todas las demandas emancipadoras y promuevan la articulación social y política de los sujetos subalternos, como protagonistas de alternativas emancipatorias antiimperialistas y anticapitalistas. Así, esperamos que la consolidación de este bloque histórico en torno a los dos proyectos nos permita avanzar en el proceso de conquista de la hegemonía de la clase trabajadora.

 

Créditos: Mídia Ninja

 

 

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