Dossier no. 67
La constitución y consolidación del capitalismo en los diferentes países del mundo está determinada no solo por la lógica general de este modo de producción, sino también por los elementos sociales, históricos y culturales de los diferentes territorios. El modo en que cada país y región comprende las formas de acumulación y expansión es fundamental para la lucha de clases.
La disputa entre los proyectos capitalista y socialista durante el siglo XX generó un entorno fecundo para la formulación teórica y política de alternativas para enfrentar la desigualdad social en los países de la periferia del capitalismo. Una iniciativa importante en este sentido fue la creación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Al mismo tiempo, hubo sectores que propusieron una salida a esa problemática y formularon una estrategia basada en la transformación social, como los partidos comunistas alineados con las formulaciones de la Tercera Internacional o grupos de militantes de izquierda, que intentaban entender la dinámica del capitalismo latinoamericano a partir de la teoría del valor de Marx, con vistas a construir una alternativa socialista. Estas últimas formulaciones dieron lugar a la llamada teoría marxista de la dependencia (TMD).
Con todo, en las dos últimas décadas del siglo XX el mundo asistió al desarrollo y la expansión de la globalización comercial, productiva y financiera. Este nuevo momento de la economía mundial se caracteriza por el aumento del comercio de bienes y servicios, la mayor participación internacional en las operaciones productivas de las empresas transnacionales y la intensa circulación de capitales en el plano internacional en una nueva dinámica del capitalismo mundial. Ante las exigencias del capital financiero —centro dinámico de esta nueva etapa capitalista—, los países aumentaron el grado de apertura externa de sus economías y de desregulación de sus mercados, con una reducción de la participación del Estado en la economía en el marco del ideario del Estado mínimo, a pesar de las necesidades básicas insatisfechas de un enorme contingente de la población.
De esta forma, se implementaron en múltiples países políticas neoliberales que buscaban desmantelar tanto el Estado de bienestar en Europa como los escasos avances en la determinación constitucional del Estado democrático de derecho en América Latina, presentadas como condiciones necesarias para el desarrollo económico y superación del “subdesarrollo”.
Frente a esa nueva dinámica del capitalismo contemporáneo, la oficina de Brasil del Instituto Tricontinental de Investigación Social, con colaboración de la profesora Renata Couto Moreira de la Universidad Federal de Espírito Santo (UFES) y del Coletivo Anatália de Melo – Estudos Marxistas da Dependência, busca profundizar el papel de la teoría marxista de la dependencia en la actualidad como importante herramienta científica para comprender la esencia de las actuales tendencias antidemocráticas y fascistas, y ofrecer orientación a los procesos de emancipación a lo largo del siglo XXI.
Para ello, buscamos hacer una breve historia del debate de la dependencia considerando sus diferentes corrientes y perspectivas. Además, reflexionamos sobre la relevancia de entender la superexplotación de la fuerza de trabajo como rasgo que caracteriza la especificidad de la situación de los países dependientes y su actualidad. Para nosotras y nosotros, esta categoría es fundamental para la comprensión de la forma que adopta el proceso de acumulación y apropiación de riqueza en el Sur Global, y no tiene sentido separar las posibilidades de superación de la condición de superexplotación de la clase trabajadora de los elementos estructurales que la determinan.
Teoría marxista de la dependencia y lucha de clases en América Latina
El debate sobre el subdesarrollo y la dependencia surgió en la década de 1960, guiado principalmente por el intento de comprender por qué los países latinoamericanos estaban rezagados con relación a los países centrales. El debate internacional giró en torno a puntos de vista bastante distintos e incluso contradictorios. Fue un momento de intenso diálogo para desarrollar el pensamiento latinoamericano a través instituciones como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), centros universitarios, como la Universidad de Chile, el Instituto de Economía de la Universidad Católica de Chile y la Escola de Sociologia e Política de São Paulo.
En este debate, respaldado por el Banco Mundial, las y los economistas de la CEPAL —como Celso Furtado, Raúl Prebish, Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto— veían el subdesarrollo como una situación de “atraso” en el desarrollo de los mercados y sus instituciones relacionadas. De acuerdo a ese análisis, era necesario superar una serie de condiciones estructurales en estos países, especialmente respecto a la industrialización, favoreciendo así el desarrollo de mercados internos y de mejores condiciones en los términos de intercambio en las relaciones internacionales, lo que sería posible por medio de una intervención activa del Estado. La relación desigual entre los países del centro y de la periferia del capitalismo se cuestionó en términos de desarrollo y subdesarrollo, sin llevar ese cuestionamiento hasta la contradicción entre las diferentes clases sociales de los países.
Paralelamente, en la década de 1960, un grupo de economistas formado por los profesores Ruy Mauro Marini, Theotônio dos Santos, Vania Bambirra, Luiz Fernando Victor, Teodoro Lamounier, Albertino Rodrigues y Perseu Abramo, organizó en Brasilia sus primeros estudios sobre la teoría de la dependencia en un curso permanente de lectura de El Capital, de Karl Marx. La propuesta era analizar el desarrollo histórico y las transformaciones de la realidad latinoamericana a partir del método marxista, para comprender la esencia del fenómeno del subdesarrollo en los países de la región. Ese esfuerzo también estaba vinculado a la formulación de una estrategia para enfrentar los retos políticos planteados en Brasil en la época, en un momento de efervescencia de los movimientos populares, en torno a un gobierno que proponía la realización de reformas estructurales —agraria, urbana, educativa— y la ofensiva de las clases dominantes locales apoyadas por las burguesías de los países centrales del capitalismo, especialmente Estados Unidos.
Estos fueron los primeros estudios de lo que hoy se conoce como la teoría marxista de la dependencia. A partir de categorías marxistas como la ley general de la acumulación capitalista, y la plusvalía absoluta y relativa, las y los autores afirmaban que las raíces del subdesarrollo no se encontraban en el atraso industrial de cada economía en sí, sino en la forma que había tenido el proceso histórico en que América Latina había sido incorporada al mercado mundial durante la colonización europea, y en las relaciones internacionales a las que se vieron sometidos, perpetuadas tras su independencia política en forma de dependencia económica de los dictados de la división del trabajo en el capitalismo global.
Desde esta perspectiva, se entiende el subdesarrollo como la forma necesaria que tienen las economías dependientes para insertarse en el desarrollo desigual y combinado de la acumulación capitalista en su totalidad globalizada. Así, la relación de dependencia es creada y retroalimentada por el propio desarrollo de la industria capitalista, que transforma a algunos países proveedores de materias primas en una verdadera fuente de riqueza que es drenada hacia los centros industrializados. Al mismo tiempo, para que este drenaje se sostenga, debe apoyarse en la superexplotación de la fuerza de trabajo, que expresa el verdadero proceso de producción y reproducción del capital en los países latinoamericanos.
La superexplotación del trabajo se refiere a la existencia de una intensificación del proceso de explotación del trabajo, que da lugar a una extracción de plusvalía por encima de los límites establecidos históricamente en los países centrales. Esta se convierte en una característica fundamental del sistema capitalista en las economías subdesarrolladas, ya que el capital extranjero y las clases dominantes locales se benefician de los bajos salarios, las precarias condiciones de trabajo y la ausencia de derechos laborales, maximizando así sus ganancias y la acumulación de capital. Esto contribuye a la reproducción de la dependencia y la subordinación de estos países en el orden internacional.
A partir de la división internacional del trabajo, la superexplotación de la fuerza de trabajo y el despojo de las y los trabajadores en América Latina y el Caribe, África y Asia contribuyeron a sostener el Estado de bienestar en los países desarrollados. En el Norte Global hubo una especie de compromiso entre el Estado, los patronos y la clase trabajadora centrado en la expansión de los métodos productivos, cuya base eran los crecientes aumentos de las ganancias y de la productividad, compartidos a través de aumentos de los salarios reales y de la expansión de la protección social.
Por lo tanto, como sistematiza la economista y militante popular Juliane Furno (2022), la TMD demuestra que el modo de producción capitalista a escala mundial da origen a dos tipos de economía que se desarrollan a ritmos diferentes, en los que desarrollo y subdesarrollo no son antagónicos sino complementarios, una unidad dialéctica, porque conducen a la misma lógica de acumulación. Así, el capitalismo dependiente se define por la transferencia de valor de la periferia al centro como dinámica estructural, la superexplotación del trabajo como compensación de las burguesías locales y un tipo particular de reproducción del capital en el que producción y consumo están separados.
De América Latina al mundo
El avance de gobiernos dictatoriales en América Latina llevó a muchos intelectuales latinoamericanos a exiliarse en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende (1970-1973), favoreciendo un intercambio aún mayor de estas ideas. En medio de los cambios estructurales que se implementaban —como la reforma agraria y la nacionalización del cobre—, las nuevas experiencias políticas propiciaron estudios y análisis a partir de las necesidades concretas que presentaba la compleja experiencia de una transición pacífica al socialismo.
El golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular en 1973, auspiciado por las clases dominantes chilenas y por el Estado estadounidense, causó la dispersión del grupo de la TMD. No obstante, pocos años después, muchos de sus autores se reencontrarían en México, donde sus formulaciones teóricas tendrían un desarrollo aún mayor, principalmente entre los profesores exiliados en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Así, la teoría marxista de la dependencia se desarrolló en una perspectiva no solo teórica, sino de praxis transformadora, elaborada por verdaderos intelectuales orgánicos, vinculados a las organizaciones socialistas y a los problemas de su tiempo.
Ruy Mauro Marini, por ejemplo, se convertiría en una de las lecturas clave en los procesos de formación política de militantes de diversas organizaciones socialistas y movimientos sociales, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua. Además, la TMD influyó en los programas de gobierno de la Unidad Popular chilena, del gobierno militar revolucionario de Perú y en la Teología de la Liberación de militantes cristianos de todo el continente. En su autobiografía El país bajo mi piel. Memorias de amor y guerra, la poeta Gioconda Belli recuerda que en 1973:
Leer, estudiar, era una exigencia militante que me tomaba a pecho. Devoraba la literatura rebelde de América Latina en esa época: libros del Che, de los tupamaros, la teoría de la dependencia de Ruy Mauro Marini, y también Lucáks y sus tesis sobre la ética, los debates sobre el compromiso del arte, las propuestas de Freire sobre educación para la liberación (43).
Aunque gestada en América Latina y en un contexto específico de revolución y contrarrevolución de las décadas de 1960 a 1970, la difusión de la teoría marxista de la dependencia no se limitó a esta región. Al contrario, se convirtió en una herramienta necesaria para comprender las manifestaciones del imperialismo en todo el Sur Global.
Uno de los principales elaboradores de la TMD, Theotônio dos Santos (2008), recuerda que Norman Girvan aplicó el concepto de dependencia a la realidad del Caribe, con cierta influencia en el gobierno de Manley en Jamaica, iniciando una “escuela caribeña anglófona de la dependencia”. En África, la TMD tuvo “una fusión bastante fructífera”, gracias al esfuerzo de Samir Amim por reunir en Dakar en 1970 al pensamiento social latinoamericano y africano. También formó parte de este movimiento el Congreso de Economistas del Tercer Mundo en Argel en 1974. Se pueden añadir además las publicaciones de Kwame Nkrumah (Neocolonialismo: la etapa final del imperialismo, 1965); Walter Rodney (Cómo Europa subdesarrolló a África, 1972), e Issa Shivji (Luchas de clases en Tanzania, 1976).
Theotonio dos Santos señala que India ya contaba con una larga tradición de crítica antiimperialista y de formulación de caminos propios de desarrollo, y que la TMD pasó a integrar este repertorio analítico, como en la compilación de Ngo Manh-Lan (Unreal Grouth, Critical Studies in Asian Development, 1984). Además de eso, también influiría en foros internacionales, como la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en Santiago de Chile (1972), y en la formulación del Nuevo Orden Económico Internacional.
La superexplotación como esencia de la dependencia
La categoría de superexplotación de la fuerza de trabajo fue desarrollada por Ruy Mauro Marini en la década de 1970. A pesar de las transformaciones en la lógica y la dinámica de acumulación de capital en los últimos 50 años, tal formulación aún es relevante para comprender la lucha de clases en los países del Sur Global. Sin embargo, es importante reformular el concepto, considerando la situación actual de esas economías tras la evolución histórica del modelo de desarrollo dependiente. Pensar la superexplotación en estos términos solo tiene sentido si se la considera una forma de expresión del proceso de producción, acumulación y apropiación de riqueza históricamente determinado en el continente.
La superexplotación es entendida por Marini (1972) como un cambio cualitativo en la relación social de producción específica de América Latina, que combina de forma compleja tres mecanismos de ampliación de la apropiación del valor excedente producido en la jornada de trabajo: la extensión de la jornada de trabajador/a; la intensificación de la jornada de trabajo, acelerando el proceso de producción y el trabajo en sí; y la posibilidad de expropiar parte del trabajo socialmente necesario para la reproducción de la clase trabajadora. Es decir, la superexplotación tiene como principal característica el pago sistemático de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. En otras palabras, se trata de una situación en la que los salarios medios permanecen constantemente por debajo del valor socialmente necesario para que la familia trabajadora reproduzca sus condiciones de vida y su capacidad de trabajo.
Esto es posible debido a la sumisión de las economías dependientes a la configuración de la división internacional del trabajo para atender las demandas de materias primas y alimentos a bajo costo de las economías imperialistas. Marini (2005) caracteriza así la evolución del capitalismo en los países de América Latina, a partir de la ruptura del ciclo de realización del capital en los mercados internos. Dentro de las relaciones de dependencia, la economía queda subordinada a una especialización productiva centrada en la exportación de commodities. Esta especialización productiva en la exportación de productos primarios y de baja tecnología incorporada representa la otra cara de las relaciones de dependencia y crea las condiciones para la profundización de las desigualdades salariales internas y de la propia superexplotación de las y los trabajadores.
Internamente, en los países dependientes, la superexplotación también es un mecanismo de compensación del envío de parte de la plusvalía de las burguesías locales a los centros del capital, de los que dependen financiera y tecnológicamente. Es determinante también la existencia y manutención de un gigantesco ejército industrial de reserva, que mantiene bajas las reivindicaciones salariales. Por lo tanto, la superexplotación no debe ser entendida solo como un aumento del grado de explotación, que podría resolverse con el aumento de los salarios en las luchas sindicales, sino como una dinámica de extracción de valor vigente en los países dependientes.
La dependencia se entiende dentro de las funciones y límites establecidos en el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, para garantizar la reproducción ampliada del capital global en su totalidad, y de la propia dependencia en su especificidad. La acumulación en los centros imperialistas de la riqueza producida en la economía global sostiene y es sostenida por las relaciones de dependencia.
Así, la superexplotación y la dependencia son dos caras de la misma moneda que limitan y mantienen a los países dependientes dentro de la dinámica de acumulación del capitalismo en su conjunto. Debido a esto, solo pueden superarse juntas: la superación de la superexplotación de la fuerza de trabajo solo será posible con la superación de la dependencia en las relaciones internacionales del mercado mundial y, por lo tanto, del propio sistema capitalista de acumulación.
Los economistas indios Utsa Patnaik y Prabhat Patnaik (2020) destacan que el “antiguo” imperialismo utilizaba al Estado colonial para imponer la deflación de los ingresos a las y los trabajadores de la periferia mediante el sistema de tributación colonial y la generación de desempleo. En su fase contemporánea, la adopción de las cadenas globales de valor permitió también la formación de un ejército global de reserva que trabaja tanto con la expropiación del campesinado como con la deflación de ingresos impuesta, a la vez que desempeña el papel global de mantener bajo el vector de los salarios en efectivo en todos los países, incluidas las metrópolis. Además de la expropiación de las tierras campesinas y del éxodo rural, las políticas de tercerización y precarización del trabajo contribuyen a la formación de este ejército global.
Esas colaboraciones reafirman la actualidad de la TMD, al mismo tiempo que exigen la revitalización de algunas de sus categorías de análisis para comprender los mecanismos de conformación del patrón de acumulación y dependencia, ahora bajo el yugo del capital ficticio, el sistema financiero y las políticas neoliberales. En este sentido, cabe mencionar los esfuerzos teóricos de autores como Jaime Osorio, Claudio Katz, John Smith e Intan Suwandi, entre otros.
Superexplotación, cuestión agraria y lucha de clases en América Latina hoy
Esta comprensión de los caminos recorridos hasta ahora por la TMD nos lleva a cambios específicos en los procesos políticos y en la lucha de clases en América Latina. Es desde la totalidad del sistema que entendemos la actualidad de la categoría superexplotación para analizar la dependencia de las economías latinoamericanas.
En respuesta a la crisis financiera mundial de 2008, las economías capitalistas actuaron en torno a dos ejes para compensar las pérdidas y mantener inalterable la dinámica del sistema financiero: aumentar la explotación del trabajo reduciendo los derechos laborales y acelerar la destrucción de los bienes comunes de la naturaleza.
Una de las consecuencias inmediatas es la profundización de las relaciones capitalistas en la agricultura, así como de las desigualdades entre las grandes empresas agrícolas capitalistas transnacionales y las unidades de producción familiar campesinas.
La polarización de esta contradicción lleva, en última instancia, a la caída del precio de los productos agrícolas pagados a los productores familiares en contraposición a la tendencia al alza de los precios de las commodities. Esa caída afecta también al precio de sus tierras, generando un proceso de endeudamiento constante y expulsión de las familias campesinas de sus territorios. Al mismo tiempo, se destruye aún más la base material de producción de riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas en un modelo depredador de los recursos naturales y que contrata cada vez menos trabajadores. Eso profundiza aún más la superexplotación de la fuerza de trabajo y el agotamiento de los recursos naturales, que son las bases de la producción de la riqueza social.
Esto pone fin a las limitaciones impuestas por esta lógica de valorización de las ganancias y de las rentas especulativas al propio desarrollo del sistema capitalista en su conjunto. Los ejemplos aparecen en las carteras de inversión de las grandes empresas transnacionales que operan en los mercados de commodities agrícolas y minerales, en las adquisiciones y fusiones de empresas de los complejos agroalimentarios y de grandes fondos de inversión en tierras agrícolas de los países dependientes.
En su incesante búsqueda de ganancias, los grandes inversionistas internacionales procuran invertir cada vez más en la compra de activos físicos, desde tierras hasta refinerías, abundantes en los países de la periferia del sistema; y aumentan la especulación en los mercados financieros con derivados de la producción de commodities y otros activos financieros, lo que a su vez influye en la propia determinación de los precios de las commodities.
La política agrícola neoliberal para los países latinoamericanos continúa priorizando el sector primario exportador, extremadamente concentrado y bajo el control de grandes corporaciones y fondos de inversión internacionales. De las exportaciones del agronegocio brasilero, el 83% se concentra en apenas cinco complejos agroindustriales: 46% en la producción de soja, 14,3% en el sector cárnico, 12,7% en “productos forestales”, monocultivos para las “papeleras”, 4,5% en el complejo azúcar-alcohol y 5,4% en la producción de café (MAPA, 2019).
El flujo de inversión extranjera directa en los países dependientes de América Latina, especialmente Brasil, establece así un mecanismo eficaz para compensar las crecientes caídas de las tasas de ganancia en la crisis del capitalismo global. No obstante, la salida que las clases dominantes encuentran para la crisis conduce a una profundización de su propia crisis existencial. Desde esa perspectiva comprendemos el movimiento que se viene dando en el Congreso Nacional brasileño que incide en la regulación de la adquisición de tierras por extranjeros en Brasil.
Con la prioridad dada al agronegocio, como buque insignia de la economía agroexportadora brasilera, las políticas y los recursos públicos son cada vez más apropiados por los grandes oligopolios internacionales de las cadenas agroalimentarias, viabilizando un mecanismo de creciente apropiación de la riqueza producida y profundizando la dependencia económica y la superexplotación de la clase trabajadora en América Latina. Esta lógica orienta las decisiones de inversión de los grandes actores globales del sistema capitalista y puede llevar la crisis a los extremos de escasez de alimentos y recursos naturales y a la destrucción misma de las condiciones de existencia humana en el planeta.
Datos compilados y publicados por Grain (2012) muestran esa expansión de la adquisición de tierras por extranjeros en los países latinoamericanos. En Brasil, por ejemplo, 2,9 millones de hectáreas de tierras fueron adquiridas por personas jurídicas extranjeras. De ese total, 30,9% están en manos de empresas del sector financiero, sumando un total de 907.000 hectáreas. Otro 65,4% está bajo control de empresas del agronegocio y la agroindustria, evidenciando la articulación entre los capitales financiero y agrario en el proceso de financiarización del capitalismo actual. La mayoría de estos capitales proceden de empresas transnacionales con sede en Estados Unidos, que controlan el 35,4% de las adquisiciones de tierras agrícolas en Brasil.
Según el informe del Banco de Datos de la Lucha por la Tierra (Dataluta, 2020), las propiedades de empresas de capital internacional del agronegocio de explotación de recursos naturales están concentradas en empresas papeleras, que totalizaron 1.402 propiedades adquiridas entre 2013 y 2018. El envío permanente de ganancias y dividendos a los países de origen de estos capitales amplía el proceso de valorización y creciente apropiación de la riqueza producida en estas tierras y de sus recursos naturales. Esto coloca a los grandes oligopolios transnacionales de la celulosa y el papel en el centro de la lucha de clases y de la cuestión agraria en nuestros territorios.
Las clases dominantes de los países con economías dependientes se subordinan así a los intereses de los países imperialistas y de sus grandes corporaciones transnacionales, que orientan cada vez más sus inversiones a las tierras y recursos naturales de América Latina. Hoy podemos ver el reflejo de esta reorientación de las clases dominantes aún más dependientes y subordinadas al imperialismo de Estados Unidos en la reducción de recursos y vaciamiento de las políticas públicas relacionadas con la reforma agraria y la agricultura familiar.
Tomando como ejemplo la Ley de Presupuesto Anual del gobierno de Jair Bolsonaro en 2020, los efectos son evidentes: los recortes de recursos para la reforma agraria fueron significativos en todas las áreas, sumando 71% de reducción para la adquisición de tierras para reforma agraria, 63% para asistencia técnica, 62% para promoción de la educación en el campo, 61% para monitoreo de conflictos agrarios y pacificación en el campo y 52% para fiscalización ambiental y prevención y combate a incendios forestales (Bragon, 2020).
Consideraciones finales
De todo este escenario presentado, podemos decir que la lucha por la reforma agraria, en su relación esencial con la lucha por la tierra y sobre la tierra, deja de presentar el carácter reformista de las reformas agrarias clásicas implementadas en los procesos de revolución burguesa y pasa a tener un fuerte carácter revolucionario, en la medida en que se opone a los mecanismos de poder y superexplotación establecidos en el capitalismo dependiente.
Frente a la violencia institucionalizada contra cualquier cambio en el statu quo, en el que se privilegia a las clases dominantes, cualquier forma de acción de resistencia de los movimientos sociales populares exige la combinación de amplios frentes de lucha basados en las posibilidades de avances democráticos dentro del orden burgués así como de acciones contra este orden.
Para ello, de acuerdo al análisis de la TMD, las transformaciones necesarias solo serían posibles transgrediendo la lógica impuesta por la financiarización del capitalismo globalizado. Esto nos conduce a la construcción de una revolución contra este orden como estrategia y desafío para la clase trabajadora del campo y la ciudad.
Por lo tanto, reafirmamos la importancia de la TMD como instrumento científico para tejer reflexiones y dar orientación a acciones que frenen el avance de la financiarización del capital y su crisis contemporánea, sobre todo en los países latinoamericanos. Así, nos parece necesario revisitar el debate de la TMD, considerando su elaboración histórica y su necesaria actualización, dialécticamente relacionada con el momento que vivimos en la lucha de clases en Brasil, América Latina y el mundo.
Créditos de las imágenes
Las ilustraciones de este dossier presentan adaptaciones visuales de portadas de libros y revistas, entre ellas:
- Marini, Ruy Mauro. “Dialética da dependência” e outros escritos. Compiladores: Roberta Traspadini y João Pedro Stédile. São Paulo: Expressão Popular, 2005.
- dos Santos, Theotônio. Imperialismo y dependencia Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2011.
- Rodney, Walter. How Europe Underdeveloped Africa. New York and London: Verso, 2018.
- Shivji, Issa. Class Struggles in Tanzania. New York and London: Monthly Review Press, 1976.
- Bambirra, Vania. El capitalismo dependiente latinoamericano México DF: Siglo Veintiuno Editores, 1977.
- Katz, Claudio. La teoría de la dependencia, cincuenta años después. Buenos Aires: Editorial Batalla de Ideas, 2019.
Referencias bibliográficas
Belli, Gioconda. El país bajo mi piel. Memorias de amor y guerra. Barcelona: Plaza y Janés, 2001.
Bragon, Ranier. “Bolsonaro incrementa verba para ruralistas y reduz quase a zero a reforma agrária”. Folha de S. Paulo. Septiembre de 2020. Consultado en julio de 2023. Disponible en: https://www1.folha.uol.con.br/poder/2020/09/bolsonaro-incrementa-verba-para-ruralistas-y-reduz-quase-a-zero-a-reforma-agraria.shtml.
DATALUTA-Banco de Dados de la Luta pela Terra. Relatório BRASIL 2020. Presidente Prudente (SP), UNESP, 2020.
Dos Santos, Theotonio. Imperialismo y dependencia. Caracas: Biblioteca Ayacucho de Clásicos Políticos de la América Latina; Banco Central de Venezuela, 2012.
A teoria de la dependência: un balanço histórico y teórico. Florianópolis: Insular Livros, 2020.
Furno, Juliane. Imperialismo: una introdución econômica. Rio de Janeiro: De la Vinci livros, 2022.
Grain. Acaparamiento de tierras. 2012. Disponible en: https://grain.org/media/W1siZiIsIjIwMTIvMDMvMjMvMDVfMjNfMThfMzcyX0dSQUlOX0FjYXBhcmFtaWVudG9fZGVfdGllcnJhcy5wZGYiXV0.
Marini, Ruy Mauro. “Dialéctica de la dependencia: la economía exportadora”. Sociedad y Desarollo, nº 1, 1972.
“Dialética de la dependência”. En: Roberta Traspadini y João Pedro Stédile (org.). Ruy Mauro Marini – vida y obra. São Paulo: Expressão Popular, 2005.
Ministerio da Agricultura, Pecuaria y Abastecimento. Nota técnica – Balança Comercial do Agronegócio – Março/2019. Disponible en: https://www.gov.br/agricultura/pt-br/assuntos/noticias/participacao-do-agronegocio-nas-exportacoes-brasileiras-cresce-1-5-en-marco
Manh-Lan, Ngo (ed.). Unreal Growth: Critical Studies in Asian Development. Volume 1 & 2. New Delhi: Hindustan Publishing Corporation Press, 1984.
Patnaik, Utsa y Patnaik, Prabhat. “Imperialismo en la era de la globalización”. En: Emiliano López (comp.). Las venas del sur siguen abiertas. Buenos Aires: Batalla de Ideas, 2020.