Cuarto paso: La cultura del saqueo. Envalentonadas por la dominación occidental, las empresas monopolistas actúan con desprecio por la ley. Como Kambale Musavuli y yo escribimos, en el caso de la República Democrática del Congo, de su presupuesto anual de 6.000 millones de dólares, las empresas mineras monopolistas, sobre todo de Canadá, país que ahora encabeza la carga contra Venezuela, se roban rutinariamente al menos 500 millones de dólares. Los sistemas de fijación de precios erróneos y esquemas de evasión de impuestos permiten a estas grandes empresas (Agrium, Barrick y Suncor) robar sistemáticamente miles de millones de dólares a Estados empobrecidos.
Quinto paso: La deuda como forma de vida. Incapaces de obtener dinero de la venta de productos básicos, cercados por un sistema agrícola mundial quebrantado y víctimas de una cultura de saqueo, los países del Sur Global se han visto obligados a recurrir a prestamistas comerciales para obtener financiación. Durante la década pasada, la deuda de los Estados del Sur Global ha aumentado y sus pagos de la deuda se han disparadoen un 60%. Cuando los precios de los productos básicos subieron entre 2000 y 2010 la deuda del Sur Global disminuyó. Desde que los precios de los productos básicos comenzaron a caer en 2010, la deuda ha aumentado. El FMI señala que de los 67 países empobrecidos que monitorea, 30 sufren de problemas de endeudamiento, cifra que se ha duplicado desde 2013. Angola adeuda más del 55,4% de sus ingresos por exportación en pago de deuda. Y Angola, al igual que Venezuela es un exportador de petróleo. Otros exportadores de petróleo como Ghana, Chad y Gabón tienen una alta proporción de deuda con respecto al PIB. Dos de cada cinco países de bajos ingresos se encuentran en profunda crisis financiera.
Sexto paso: Las finanzas públicas se van al diablo. Con pocos ingresos y bajas tasas de recaudación de impuestos, las finanzas públicas del Sur Global están en crisis. Como señala la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, «las finanzas públicas han seguido siendo asfixiadas». Los Estados simplemente no pueden reunir los fondos necesarios para mantener las funciones básicas del Estado. El equilibrio de las normas presupuestarias dificulta el endeudamiento, lo que se ve agravado por el hecho de que los bancos cobran altas tasas de interés por el dinero, alegando los riesgos de los préstamos a países endeudados.
Séptimo paso: Recortes profundos en el gasto social. Imposibilitados de recaudar fondos, atrapados por la inconstancia de las finanzas internacionales, los gobiernos se ven obligados a hacer profundos recortes en el gasto social. La educación y la salud, la soberanía alimentaria y la diversificación económica, todo eso se va por un caño. Las agencias internacionales, como el FMI, obligan a los países a llevar a cabo «reformas», una palabra que significa el exterminio de la independencia. Los países que se resisten se enfrentan a una inmensa presión internacional para someterse so pena de extinción, como dice el Manifiesto Comunista (1848).
Octavo paso: La angustia social conduce a la migración. El numero total de migrantes en el mundo hoy es de al menos 68,5 millones. Esto hace que el país llamado Migración sea el 21o país más grande del mundo después de Tailandia y por delante del Reino Unido. La migración se ha vuelto una reacción global al colapso de países de un extremo a otro del planeta. La emigración de Venezuela no es exclusiva de ese país, sino que ahora es simplemente la reacción normal a la crisis mundial. Los migrantes de Honduras que van hacia el norte, a los Estados Unidos o los migrantes de África Occidental que van hacia Europa atravesando Libia son parte de este éxodo global.
Noveno paso: ¿Quién controla la narrativa? Los medios de comunicación corporativos obedecen a la élite. No hay simpatía por la crisis estructural que enfrentan los gobiernos desde Afganistán hasta Venezuela. A los líderes que ceden a la presión occidental se les da pase libre en los medios de comunicación. Mientras lleven a cabo las «reformas», están a salvo. Aquellos países que se oponen a las «reformas» son vulnerables a ataques. Sus líderes se convierten en «dictadores» y sus pueblos en rehenes. Unas elecciones disputadas en Bangladesh, en la República Democrática del Congo o en los Estados Unidos no son motivo para un cambio de régimen. Ese tratamiento especial es solo para Venezuela.
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