Cada vez es más difícil poder entablar un diálogo global en medio de las crecientes tensiones internacionales. Debido a la Nueva Guerra Fría liderada por Estados Unidos, los esfuerzos por promover debates constructivos sobre China, Rusia y el cambiante orden mundial son atacados implacablemente por instituciones estatales, corporativas y mediáticas, con desinformación, propaganda e injerencia extranjera. En este clima global, es esencial desarrollar canales de comunicación y fomentar el intercambio entre China, Occidente y el mundo en desarrollo.

La crisis de Ucrania no sólo alteró el panorama geopolítico, sino que también afectó gravemente el actual orden internacional. La imposición de amplias sanciones a Rusia por parte de Estados Unidos y sus aliados ha comprometido las reglas del sistema existente y ha revelado su verdadera naturaleza coercitiva. Esta crisis sirve como una fuerte alerta para China, que debe considerar seriamente, como objetivo estratégico, la construcción de un nuevo sistema internacional paralelo al actual orden dominado por Occidente.

La humanidad atraviesa una convulsión global a escalas inéditas de los últimos 500 años: el declive relativo de Estados Unidos y Europa, el ascenso de China y el Sur Global, y la consiguiente transformación del panorama mundial. Analizando la cambiante relación entre China y Occidente a lo largo de los últimos cinco siglos, podemos comprender mejor la coyuntura actual y el importante papel que China tiene en la configuración de un nuevo orden internacional.

La «operación militar especial» de Rusia en Ucrania y el consiguiente estancamiento entre Occidente y Rusia, son acontecimientos históricos que apuntan al final inminente de la ola de globalización iniciada en los años 80. Ante la posible desvinculación forzosa y total de Estados Unidos y los países occidentales, China debe tomar la iniciativa de ajustar su orientación estratégica exterior y priorizar los países con los que se relaciona para desarrollar un nuevo orden internacional.