Editorial
El socialismo es un proceso histórico
“En la actualidad, el concepto de socialismo se encuentra en el centro de hostiles batallas ideológicas”, escribe la Fundación Longway (修远基金) en el primer artículo de este número de la edición internacional de Wenhua Zongheng (文化纵横). “Estos debates suelen quedarse en el plano de las ideas […] ignorando por completo la realidad que el socialismo es un proceso histórico que ha evolucionado paralelamente a la industrialización”.
La historia de la industrialización en China ha sido y sigue siendo inseparable de la construcción del socialismo, a lo largo de sus múltiples etapas, avances, ensayos y errores. El movimiento socialista mundial se debilitó en las últimas décadas del siglo XX, con la disolución de la Unión Soviética como telón de fondo. Durante este periodo, el sistema socialista chino experimentó una autotransformación a través de la reforma y la apertura, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping (邓小平). Observadores de todo el espectro político interpretaron entonces este nuevo rumbo como la sentencia de muerte del proyecto socialista en China y el inicio de la senda capitalista del país. Sin embargo, estas valoraciones iniciales, tanto de quienes estaban fuera como de los que estaban dentro del país, carecían de la información necesaria y de la distancia histórica para evaluar el carácter socialista de las reformas chinas.
Los logros sociales, económicos e industriales del primer periodo socialista bajo el mandato de Mao Zedong (毛泽东) no impidieron que, tres décadas después de la revolución, China continuara siendo un país muy pobre y la mayoría del pueblo chino siguiera viviendo en la pobreza extrema. En esta situación, Deng declaró que “la pobreza no es socialismo, el socialismo es eliminar la pobreza”, e intentó trazar un nuevo rumbo para hacer frente a la necesidad del país de modernizarse y de una vida mejor para la población. Reintroducir el capital privado e integrar a China en el sistema económico internacional formaba parte del esfuerzo por desarrollar rápidamente las fuerzas productivas del país, dando prioridad estratégica a ciertas regiones para “dejar que los que se enriquezcan primero atraigan a los demás” (先富带后富, xiānfù dài hòufù). En Occidente, consciente o inconscientemente, esta formulación se ha reducido a menudo a “dejar que algunos se enriquezcan primero”, omitiendo la segunda parte de su afirmación, que responsabiliza a los miembros más ricos de la sociedad de “llevar a los demás consigo” hacia el objetivo de la prosperidad común. Esto refleja la escasez de información sobre China que existe fuera del país, un factor esencial en la batalla ideológica sobre el concepto de socialismo.
A finales del año 2020, poco más de cuatro décadas después del inicio del experimento de Deng, China anunció que había logrado erradicar la pobreza extrema entre sus 1.400 millones de habitantes. Este logro histórico se produjo en plena pandemia mundial de Covid-19, período donde las crisis económicas y sociales existentes se agravaron en todo el mundo y millones de personas, especialmente en el Sur Global, volvieron a caer en la pobreza extrema. La erradicación de la pobreza extrema en China era uno de los dos objetivos centenarios que se había fijado el Partido Comunista de China (PCCh), a cumplir en el centenario de la fundación del partido en 1921. Durante la última fase de este proceso, entre 2013 y 2020, China se embarcó en un programa de reducción selectiva de la pobreza (精准扶贫, jīngzhǔn fúpín) iniciado por el presidente Xi Jinping (习近平), para sacar de la pobreza extrema a los últimos 100 millones de chinos. Esto se suma a las más de 700 millones de personas que salieron de la pobreza en el país desde que comenzó el periodo de reforma y apertura; desde 1978, China ha sido responsable de más del 70% de la reducción mundial de la pobreza. ¿Cómo debemos entender este notable logro?, ¿a qué procesos y actores debemos dar el debido crédito, y sobre qué base debemos hacer nuestra evaluación?
A pesar de los increíbles avances económicos de China en este periodo, sería incompleto e incorrecto atribuir únicamente a la reforma económica y a la reintroducción de las fuerzas del mercado la eliminación de la pobreza extrema en el país. Este número, titulado “El camino de China desde la extrema pobreza a la modernización socialista”, presenta tres artículos que examinan de cerca la centenaria batalla de China contra la pobreza y la sitúan dentro de la experiencia histórica del país en la construcción socialista.
En el primer artículo, “Socialismo 3.0: La experiencia del socialismo en China y sus perspectivas”, la Fundación Longway contextualiza la era actual del socialismo chino y la lucha contra la pobreza, en el marco de la búsqueda histórica de la modernización y los objetivos de industrialización e igualdad del Partido Comunista de China. Según los autores, el enfoque del partido hacia estos objetivos interconectados y, en ocasiones, contradictorios ha evolucionado a lo largo de tres fases distintas. De 1949 a 1976, la era del “Socialismo 1.0” de Mao Zedong estableció la propiedad pública de los medios de producción, mantuvo la igualdad social y logró una industrialización básica, pero encontró limitaciones en el desarrollo económico. Le siguió la era del “Socialismo 2.0” de Deng Xiaoping, que comenzó con la introducción de la economía de mercado en 1978 y logró enormes avances económicos e industriales. Sin embargo, provocó un fuerte aumento de la desigualdad, una mayor separación entre los trabajadores y los medios de producción, y “sentó las bases para una profunda crisis”. Por último, está el periodo contemporáneo, en el que China debe desarrollar un “Socialismo 3.0” que se base en las épocas anteriores abordando sus deficiencias, mediante la promoción de los intereses de la clase trabajadora y la lucha contra la desigualdad.
De hecho, el XVIII Congreso Nacional del PCCh, celebrado en 2012, marcó una nueva era en la senda socialista de China, ya que el partido elevó los esfuerzos de reducción de la pobreza a la tarea central del partido y de la sociedad. En el segundo artículo, “La lucha contra la pobreza: Una práctica revolucionaria alternativa en la era posrevolucionaria china”, Li Xiaoyun (李小云) y Yang Chengxue (杨程雪) examinan la “lucha contra la pobreza” del partido (扶贫攻坚, fúpín gōngjiān), que, según afirman, representa “una especie de retorno a su programa revolucionario histórico”. Los autores remontan las políticas de reducción de la pobreza actuales a las primeras prácticas del movimiento comunista en China, en particular la gobernanza del partido en las bases revolucionarias durante las décadas de 1930 y 1940. Además de mejorar las condiciones de vida de la población, los autores sostienen que la lucha contra la pobreza ha tenido un impacto político y económico más amplio, restableciendo la autoridad política del PCCh y reconstruyendo el consenso social en el país. En última instancia, «esto refleja una nueva etapa de la gobernanza del PCCh», concluyen Li y Yang, caracterizada por el partido «promoviendo la justicia social para realizar plenamente la modernización del país». Esta nueva etapa de gobernanza pretende acercar al país al objetivo del segundo centenario del PCCh de construir una sociedad socialista moderna para 2049, centenario de la revolución china.
Impulsar el desarrollo y el bienestar social en las zonas rurales es fundamental para estos esfuerzos. Con este fin, el PCCh lanzó en 2013 su programa de reducción selectiva de la pobreza para erradicar la pobreza extrema en China. En el tercer artículo, “Cómo la reducción selectiva de la pobreza ha cambiado la estructura de la gobernanza rural en China”, Wang Xiaoyi (王晓毅) analiza cómo este programa logró su objetivo experimentando con prácticas novedosas, al tiempo que tomaba prestado del histórico estilo de gobernanza de campaña de la era de Mao Zedong, caracterizado por la movilización de enormes cantidades de recursos humanos y materiales para completar rápidamente tareas a gran escala. Durante el periodo de reforma y apertura, debido al desarrollo de la economía de mercado, las zonas rurales se vaciaron con la emigración masiva a las ciudades, las organizaciones a nivel de aldea se debilitaron y el partido y el Estado se desvincularon de las bases, lo que provocó una disminución del acceso a los servicios públicos en las zonas empobrecidas. Además de satisfacer las necesidades materiales inmediatas de la población rural, Wang explica cómo la lucha contra la pobreza desempeñó un papel importante en la reconstrucción de las organizaciones locales, la reconexión del partido con la base rural -incluido el envío de más de tres millones de cuadros del partido a trabajar a zonas empobrecidas- y el fortalecimiento de los procesos democráticos y el autogobierno a nivel local. Lo que queda por ver es si estos importantes experimentos e innovaciones de la campaña de reducción de la pobreza pueden traducirse en cambios institucionales y efectuar cambios a largo plazo en la gobernanza rural.
En su informe al XX Congreso Nacional del PCCh de noviembre de 2022, Xi afirmó que “la modernización china es la modernización socialista llevada a cabo bajo la dirección del Partido Comunista de China”. Destacó cinco características clave del camino de China hacia la modernización: la modernización de una enorme población, la prosperidad común para todos, el avance material y ético-cultural, la armonía entre la humanidad y la naturaleza, y el desarrollo pacífico. En su informe, Xi prosiguió: “En la búsqueda de la modernización, China no seguirá el viejo camino de la guerra, la colonización y el saqueo que han seguido algunos países. Ese camino brutal y manchado de sangre de enriquecimiento a expensas de otros causó un gran sufrimiento a los pueblos de los países en desarrollo. Nos mantendremos firmes en el lado correcto de la historia y en el lado del progreso humano”. Al igual que con el socialismo, la lucha por definir la modernización y por arrancar este concepto de la hegemonía de Occidente es una batalla ideológica clave en nuestro tiempo.
Sin lugar a duda, el camino de China hacia la modernización socialista, en cual la lucha contra la pobreza desempeña un papel central, tiene una importancia mundial. Pero no se trata de un modelo único que pueda reproducirse o imponerse a otros países con sus propias historias y condiciones. Representa una vía alternativa al desarrollo capitalista occidental y la posibilidad de que los pueblos y países del Sur Global sigan su propio camino hacia la modernización -y quizás hacia el socialismo- que defienda firmemente la dignidad humana y la soberanía nacional.