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EntrevistasOBSAL

Mónica Peralta Ramos: “El endeudamiento hoy en día es un arma letal para los países en desarrollo”

por Leticia Garziglia y Fernando Vicente Prieto

Mónica Peralta Ramos es Doctora en Sociología y columnista de El Cohete a la Luna. Es investigadora y docente en áreas de economía política, sociología y antropología. Escribió los libros Etapas de acumulación y alianzas de clase en la Argentina (1930-1970) (Siglo XXI, 1972), Acumulación del capital y crisis política en la Argentina (1930-1974) (Siglo XXI, 1978) y La economía política argentina. Poder y clases sociales (1930-2006) (FCE, 2007).

Desde OBSAL dialogamos con ella respecto a la dimensión colonial y geopolítica de la deuda externa, la crisis del sistema financiero internacional y las posibilidades que tienen los pueblos de resistir a los endeudamientos.

¿Cuál es la función geopolítica de la deuda externa en los países de América Latina y el Caribe? ¿Cómo se vincula esto con la independencia (o con la dependencia) de los países?

El endeudamiento, tal como está estructurado hoy en día, es un arma letal para los países en desarrollo. Es un arma de succión de los recursos de los países. Es como un arma de guerra. El endeudamiento funciona con interés compuesto, tiene una lógica matemática que no se puede relacionar con la lógica de crecimiento de una economía, en la cual entran variables como la naturaleza, las cosechas o la productividad del trabajo; variables que no crecen exponencialmente como los intereses de la deuda sino que tienen otro tipo de crecimiento, lineal. Entonces, si uno coloca una deuda a una tasa de crecimiento exponencial jamás se va a poder pagar. Es el viejo drama de la humanidad: la usura. Es un mecanismo de dominación y de explotación descubierto tres mil años antes de Cristo, que fue prohibido a lo largo del tiempo en distintas culturas y lugares justamente porque es un mecanismo de destrucción social. No es una cuestión de ideologías, es una cuestión de vida humana: si es posible la vida social o no es posible. Por ejemplo, donde se descubrió, en la Mesopotamia, era una sociedad en la cual los monasterios, los sacerdotes, la élite dominante se dieron cuenta de que a través de este sistema se quedaban sin vasallos, sin cosechas y sin ejército. Destruía la sociedad. Entonces empezaron a ponerle límites. Y de los últimos doscientos años para acá se ha naturalizado. Nadie cuestiona que haya una deuda con un crecimiento exponencial del interés. Por eso yo creo que tiene que haber una revuelta social. La va a haber indefectiblemente, porque estamos marchando hacia un sistema que no tiene salida. Es un tipo de capitalismo que maximiza ganancias en todos los niveles y uno de los mecanismos es el endeudamiento ilimitado, es decir, contraer una deuda imposible de pagar. Entonces se vuelve a endeudar para reestructurar esa deuda y así sucesivamente. El ejemplo lo tenemos acá [en Argentina], ahora, que nos estamos endeudando para refinanciar. No cabe en la mente humana.

Y le está pasando al centro del universo. Estados Unidos y los países más desarrollados tienen un endeudamiento brutal, que ha destrozado al sistema financiero internacional. Está todo colgado con alfileres, el endeudamiento global ha llegado a un nivel que no ha tenido en la historia del capitalismo. Es insostenible incluso para la primera potencia mundial. Entonces yo creo que la humanidad eventualmente va a tomar conciencia —si es que todavía logra sobrevivir—, porque estamos en una situación en la que los conflictos locales se traspasan a la geopolítica y se transforman en una bomba de tiempo, donde las potencias que son nucleares se están por enfrentar directamente. Es terrible y lo estamos naturalizando. La guerra con Rusia va a terminar en una guerra terrible. Porque Estados Unidos no puede permitir que más de la mitad de la población y de los recursos naturales del mundo pasen a una esfera de intercambio financiero y comercial que no domine el dólar. Detrás de esta guerra está eso, una guerra por la moneda, por quién controla la emisión de la moneda y quién controla los recursos. Rusia es uno de los países más ricos del mundo en términos de variedad de recursos naturales. Eso es lo que está detrás de todo esto.

¿Considera entonces que, así como el sistema financiero internacional, el dólar como principal moneda de cambio también está en crisis?

Son dos cosas relacionadas. El sistema tradicional está en crisis desde 2008, nunca la superó. La pateó para adelante con endeudamiento. Y llegó a un punto en que la brecha entre el crecimiento de la economía y el crecimiento de la deuda es enorme, no se puede achicar. En este momento por cada dólar de crecimiento de la economía debe haber como diez dólares de deuda. Es exponencial el crecimiento de la deuda y la pandemia le ha dado un envión brutal. Es un sistema insostenible, en el centro y en la periferia. Y está generando muchas tensiones porque uno de los problemas es la crisis de liquidez. No hay dólares en el mundo que puedan parar una corrida cambiaria que se produzca en cualquier parte. Primero, el sistema financiero está interconectado como nunca antes, no importa el país: China, Estados Unidos, lo que sea. Por otro lado, la velocidad de las transacciones es con algoritmos, rapidísima, entonces es muy difícil parar un problema en un punto, que no se propague y contagie al resto. Es lo que estamos viendo ahora. Estamos viendo cómo implosiona un sistema. No sé hacia dónde va, pero se puede ver que hay un desfasamiento por la guerra. Porque lo que está en disputa es el continente de Eurasia, que es enorme y tiene los recursos y los mercados más grandes del mundo. Esta guerra está provocando un impacto global. Y ahí está la falla de la política exterior estadounidense, que ha logrado unir a sus adversarios y convertirlos en enemigos. Y ahora tiene una guerra en Ucrania que tendría que haberse evitado. No había necesidad de esa guerra si la OTAN no se expandía hacia el este, rompiendo todos los compromisos. El impacto global no es solo con Rusia. Han hecho con Rusia lo que no se hizo jamás a ese nivel: controlar las importaciones al nivel que lo están haciendo. Entonces está emergiendo una forma diferente de conectar las cadenas de pago con las cadenas de suministro que no es a través del dólar y que se hace de distintas maneras, por ejemplo a través de sistemas de mensajería financiera que no se rigen por el dólar y que en términos globales han tenido poca influencia. Pero ahora está la posibilidad de que crezcan rápidamente. Hasta incluso hay un banco importante, Rabobank, que hizo un estudio donde analiza la posibilidad de que venga el trueque. Es el final del dólar, que no lo produjo la guerra, venía de la crisis anterior. La crisis financiera le quita al dólar la fuerza como moneda internacional de reserva. Entonces, lo que está en cuestión es cómo se sostienen las relaciones financieras internacionales. Porque incluso dentro de los aliados de Estados Unidos, ¿quién va a confiar? Hay que ser muy tonto como nosotros, [para] ponerse de rodillas al dólar, sentarse ante el Fondo Monetario cuando ocurren estas cuestiones como que te invaden y te toman las reservas. Es una crisis dramática que se naturaliza.

Además, hay una guerra informativa. Es una guerra por conquistar el espacio de la cabeza. Esta guerra ha sido sofisticada con la economía digital, con el enorme poder que tienen los monopolios tecnológicos y con la desintegración de las instituciones políticas. Porque detrás de esta crisis del capitalismo está la crisis de legitimidad de los partidos políticos, de los sindicatos. Estamos viviendo un momento que es un pantano. Pero la flor de loto crece en el pantano y de alguna manera en este pantano la verdad se filtra. Yo espero que la juventud —que es la que mueve el mundo— se dé cuenta. Y como hay una crisis de legitimidad muy grande en las instituciones, la protesta erupciona de la manera más increíble y en los lugares menos esperados. Miren Chile.

En este contexto que usted ha descrito —de cierto caos sistémico, de incertidumbre—, ¿qué pueden hacer los países de América Latina y el Caribe frente a esto, en términos políticos? En algún momento en la década de 1980 se intentó formar un frente común ante la deuda. No se logró. ¿Que se podría hacer hoy, en este contexto geopolítico, para dar respuesta a esta situación en beneficio de las poblaciones?

Todo empieza de abajo para arriba. Es muy difícil que puedan hacer algo los países latinoamericanos si no hay un movimiento de protesta organizado. Los gobiernos son de algún modo expresión de lo que sucede en sus países. Creo que ahora hay una brisa de esperanza porque en distintos lugares hay elecciones y cambios de gobierno. A nivel de gobierno, lo primero que se me ocurre es que hay que hacer una alianza entre los países que están en contra del endeudamiento que —además de cuestionar la deuda— vaya a establecer relaciones comerciales y financieras entre sí, a ganar fuerza, apoyarse los unos a los otros. Pero para eso tiene que haber fuerza abajo, organizaciones que lo propongan y conciencia en la población de que hay que incluir y empoderarse. Esta masificación en el control de la mente siembra fragmentación, aísla a la población, la divide en identidades antagónicas. La respuesta a eso tiene que ser lo opuesto, la solidaridad, la cooperación y la visibilidad de que hay intereses comunes. Desde que la humanidad existe en la Tierra ha habido relaciones sociales, las sociedades no son individuos apilados los unos a los otros, son estructuras de relaciones sociales. Y hay dos que cumplen un eje fundamental: las de dominación y las de cooperación. Lamentablemente se llega a las grandes crisis a través del predominio de la lucha de unos contra los otros. Es justamente el endeudamiento ilimitado la mejor síntesis de esto, y de cómo puede destruir una sociedad y al mundo. No hay mundo que aguante con una deuda que crece más que la economía.

¿Cuáles son esos intereses que quedarían fuera de este campo común que tiene que unirse?

Yo no excluyo a nadie, pero sé quién se va a oponer. Es como el tema de la inflación en Argentina. ¿Quién se beneficia con esta deuda? Es un grupo pequeño, hay sectores monopólicos muy concentrados. Pero incluso hay grandes intereses que se ven perjudicados, capitales nacionales por ejemplo. Entonces no descarto que se puedan aliar eventualmente. También puede haber capitales extranjeros con una visión distinta. La resistencia más grande va a venir de los grupos concentrados de los sectores tecnológicos. Es como una pirámide, hay una guerra dentro de los monopolios, por ahí se ponen de acuerdo para caranchear sobre un país, pero entre ellos hay enormes contradicciones. Se ve en Estados Unidos en la lucha entre los monopolios tecnológicos y la Reserva Federal por controlar la emisión de moneda. Hay que empezar por los más vulnerables, que son los primeros que van a ser sacrificados en el impacto de la guerra sobre los precios. Acá tenemos más de la mitad de los niños pobres, en un país que tiene capacidad para alimentar a 500 millones de personas. Hay sectores muy concentrados interesados en las exportaciones que van a dar una pelea muy grande para impedir cualquier control de precios. Lo mismo pasa con la deuda. Pero todo está en flujo permanente. Y hay que saber establecer relaciones de fuerza y hay que empoderar a los que no tienen. Y hay que plantearse preguntas, razonar. No se olviden de que Hitler apareció gracias a la desesperación de la gente, porque no tenían más esperanza. ¿Y entonces qué hace alguien? Hace lo último que se le ofrece. Hay que dejar de naturalizar estas cosas. Ojalá que el mundo sea mejor, pero hay que hacer algo por eso, porque las cosas no cambian solas.

Continuar a Éric Touissant: “La problemática de la deuda es hoy más importante que treinta o cuarenta años atrás«
Entrevista, por José Seoane y Emilio Taddei

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