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CuadernosCrisis socioambiental y despojo
Cuaderno N°6

¿Cambia el clima pero no cambia nada? Seis reflexiones sobre la COP 26

La COP 26: expectativas, realidades y desafíos

Entre fines de octubre y mediados de noviembre tuvo lugar en Glasgow (Escocia) la 26° Conferencia de las Partes (COP) sobre el cambio climático. Por ese nombre se conoce a las reuniones intergubernamentales periódicas que convocan a representantes de los Estados signatarios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) firmada en 1992, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el medio ambiente o Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro, Brasil.

Casi 30 años después de ese primer acuerdo internacional sobre el cambio climático, esta COP en particular había despertado la atención de gobiernos, corporaciones, movimientos populares y medios de comunicación a lo largo y ancho del mundo. Por una parte, porque la conferencia tenía la misión de retomar y dar cuerpo a los acuerdos alcanzados en la COP 21, conocidos como los Acuerdos de Paris, que vinieron a ocupar a partir de 2015 el lugar del ya vencido Protocolo de Kioto de 1997.

Dichos Acuerdos eran de por sí mucho más laxos y permisivos que el protocolo anterior y avanzaban tanto en la promoción de los mecanismos de mercado en el tratamiento de la problemática ambiental como en la dilución del principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”(PRCD) que desde la CMNUCC había marcado las negociaciones internacionales con el reconocimiento del papel significativo desempeñado por los países industrializados del Norte global en la contaminación de la atmósfera a diferencia y en detrimento del Sur global.

Más allá de estos límites, el regreso de los EE. UU. a las negociaciones internacionales sobre cambio climático luego del  retiro anunciado por Trump en 2017 -similar al resuelto por George W. Bush en 2001 frente al Protocolo de Kioto- parecía despertar expectativas en ciertos sectores de la comunidad internacional.

Por otra parte, la importancia de la COP 26 se agigantaba ante los efectos catastróficos que jalonó el progreso de la crisis climática, evidenciados con claridad en el periodo reciente. Los incendios devastadores, las lluvias torrenciales y las inundaciones, las heladas o calores extremos, el derretimiento de glaciares y casquetes polares y las sequías de fuentes hídricas y territorios, que recorrieron el globo en los últimos años marcaron los avances y consecuencias de este proceso de calentamiento global. Esta actualidad dramática y la amenaza que ello impone en el futuro inmediato quedó también evidenciada en el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por las siglas de su nombre en inglés: International Panel on Climate Change) difundido en agosto de este año, donde se señalaba que estamos en presencia de “cambios en el clima de la Tierra en todas las regiones y en el sistema climático en su conjunto” que “no tienen precedentes en miles y cientos de miles de años” y que “no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios” así como alertaba “que, a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento a cerca de 1,5 ºC o incluso a 2 ºC será un objetivo inalcanzable”.

Sin embargo, la COP 26 decepcionó, una vez más, las expectativas creadas y estuvo lejos de responder a los desafíos y riesgos que enfrentan los pueblos del mundo frente al avance de la crisis climática. Sobre ello, las contribuciones que reunimos en este cuaderno examinan en detalle y desde diferentes perspectivas lo sucedido en Glasgow y reflexionan sobre las razones de este “fracaso” de la COP, sobre los intereses y actores que estuvieron en juego y las implicancias que ello supone para el presente y el futuro próximo.

Así, en el examen de los acuerdos alcanzados y de las responsabilidades sobre sus límites y falacias se suceden, en los artículos que siguen, los señalamientos sobre: a) el control corporativo que se impuso sobre la conferencia oficial; b) el uso imperial de la cuestión ambiental en el marco de las disputas geopolíticas de un sistema mundial en transición; c) el tratamiento colonial de la crisis climática –con la negativa a cumplir con el financiamiento del Norte al Sur y el desconocimiento de la deuda ecológica-; d) el peso de una condición pre-política que afecta a la mayoría de las ideologías político-partidarias y que va más allá de las diferencias Norte-Sur; e) el modo capitalista de organizar la vida y desplegar la muerte sobre los pobres del mundo.

Asimismo, se analiza el papel que le cabe al extractivismo latinoamericano y sus corporaciones en el calentamiento global y el rol jugado por éstas y por gobiernos de la región en la defensa de esos intereses en el marco de la COP. Por otra parte, se examinan y cuestionan las falsas soluciones que se plantean frente a una catástrofe climática -que, para las élites, puede pensarse ya, prevista y calculada- desde las llamadas “soluciones en base a la naturaleza” (SBN), la privatización del financiamiento Norte-Sur y la mercantilización de la crisis ambiental, hasta su militarización.

También recorren las reflexiones reunidas aquí lo sucedido en la otra cumbre, la de los pueblos, que sesionó de manera paralela a la oficial; sobre las voces y acciones que allí se levantaron, incluso haciendo mención a la renovación del movimiento por la justicia climática  que implicó la aparición de nuevas generaciones en el campo de la movilización social; claramente a partir del 2019, con la emergencia de la referencia de Greta Thunberg y las iniciativas globales Climate Strike y Fridays for Future; sobre los debates planteados al interior de la gran coalición de movimientos entre el Norte y el Sur; y sobre los desafíos para restablecer el metabolismo de la vida puesto en jaque por la modernidad capitalista y reunir conciencias, voluntades y sensibilidades para cambiar un sistema de muerte.

El abordaje de esta diversidad de cuestiones cruza, de modo horizontal, las contribuciones que componen esta publicación, con sus afinidades y sus divergencias, con sus acuerdos y debates. Estos breves señalamientos que presentamos en esta introducción, lejos de agotar la riqueza de las reflexiones planteadas, quieren, por el contrario, invitar a su lectura en la confianza de lo que pueden aportar al pensar y hacer crítico y transformador. En ese sentido, queremos agradecer especialmente a las autoras y autores que contribuyeron con sus textos -muchos de los cuales fueron escritos especialmente para esta ocasión-; así como a quienes hicieron posible la edición del presente cuaderno que cierra el año, uno más, de lo hecho desde el Colectivo “Crisis socioambiental y despojo” de la Oficina Buenos Aires del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Ciertamente, la magnitud presente y futura de la crisis climática da cuenta de una de las más importantes dimensiones de aquello que se llama la crisis de la civilización dominante que acompaña, como condición y no como exceso, la propia dinámica de la neoliberalización capitalista contemporánea. La pandemia de la COVID-19 -con sus nexos con la destrucción de los ecosistemas y la producción industrial de alimentos a gran escala- ha profundizado dramáticamente esta crisis acentuando un proceso de desigualación en todos los ámbitos de la vida social. En esta dirección, la intensificación del calentamiento global y sus efectos ambientales y sociales se suma peligrosamente a este escenario de amenazas y desafíos que afrontamos los pueblos del mundo.

Índice

Al igual que una plaga de langostas, un enjambre de lobistas invadió la COP 26 en Glasgow
por Amy Goodman y Denis Moynihan

Del colapso climático a la feria de negocios del capital
por Matheus Gringo de Assunção

Historia de dos cumbres
por Vijay Prashad

Balances y deudas
por Enrique Viale

De la insustentabilidad del sistema y sus límites
por Ana Esther Ceceña

Negociando el cambio climático: el continuado fracaso de la política convencional
por Eduardo Gudynas