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ArtículosCrisis socioambiental y despojo

Del colapso climático a la feria de negocios del capital

Del 31 de octubre al 12 de noviembre tuvo lugar en Glasgow, Escocia, una nueva conferencia de las partes firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Esta COP 26 reunió a líderes mundiales, ministros de Estado, cuerpos diplomáticos, organizaciones no gubernamentales y a muchos empresarios de sectores estratégicos del capital, como la agroindustria y las petroleras. También se encontraban allí los pueblos indígenas y representantes o activistas de diferentes movimientos y organizaciones sociales, aunque todos ellos recibieron una atención marginal y contaron con muy poco espacio de participación en las decisiones políticas. Pero sus manifestaciones y acciones llamaron la atención del mundo, sirvieron para denunciar el agravamiento del cambio climático y su particular impacto sobre los más pobres del planeta, así como la urgencia de acciones efectivas y la medida en que el capital está generando un modelo de negocio que impone la especulación sobre la naturaleza.

A continuación, destacaremos algunos puntos centrales de esta COP 26 y las consecuencias que deja para los pueblos del mundo, buscando señalar algunos elementos que deben estar presentes en el análisis de los movimientos y organizaciones de la clase trabajadora, así como en la proyección de sus luchas.

La convención y los acuerdos oficiales

Los primeros días de la Convención estuvieron marcados por los anuncios de algunos compromisos; entre ellos, se destacaron: 1) el de una reducción del 30% en las emisiones de metano para el 2030; 2) llevar la deforestación a cero para 2030; y, 3) abandonar el carbón como fuente de energía para 2030 en los países desarrollados y, en 2040, para los países pobres. Pero estos tres compromisos no fueron asumidos por todos los líderes presentes y ni siquiera fueron el resultado final de la COP 26 oficial. Por el contrario, estos anuncios buscaron establecer un “discurso verde” de saneamiento y ajustes, frente a los acuerdos alcanzados en la Conferencia de París del 2015 y los estudios científicos recientes que apuntan a un agravamiento de la situación ambiental general.

En este sentido, es importante recordar que, por regla general, los convenios climáticos están marcados por las disputas entre los intereses de países y corporaciones; y, como no existe un mecanismo global para imponer la obligación de cumplir con los acuerdos alcanzados, éstos se enmarcan en el ámbito de un compromiso de las partes que dependen de la voluntad política y, si es posible, de sanciones comerciales. Así, los acuerdos antes mencionados sólo tienen un carácter voluntario. Por otra parte, es bien sabido también que los países más ricos son los mayores responsables de las emisiones de dióxido de carbono, pero la factura del desequilibrio ambiental recae fuertemente sobre los países más pobres que emiten menos emisiones

En la elaboración del acuerdo final de la COP 26 un punto importante de los debates se refirió al calentamiento global. El llamado Acuerdo de París de 2015 había establecido un conjunto de medidas para limitar la temperatura media global a 1,5 ºC para finales del siglo XXI; sin embargo, actualmente nos encontramos en un nivel promedio de 1,1 ºC y las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas o IPCC (sus siglas por su nombre en inglés: Intergovernmental Panel on Climate Change) estiman que podemos llegar al año 2.100 con una suba que oscila entre 2 ºC y 4 ºC, lo que implicaría un verdadero colapso[1]; aunque el calentamiento global no es el único problema que afrontamos, como veremos en el próximo punto.

Así, las negociaciones sobre el acuerdo final de la COP 26 fue el tema que dominó la segunda semana del evento. En este marco, el llamado “financiamiento climático” y los mercados de carbono, ambos mecanismos previstos en el artículo 6 del Acuerdo de París, monopolizaron las discusiones que involucraron a países y corporaciones y que, como era de esperar, dejaron fuera a los pueblos afectados y los representantes del activismo ambiental.

Finalmente, prácticamente nada de lo acordado en París en relación al financiamiento internacional de las inversiones que necesitan realizar los países pobres para enfrentar el cambio climático se liberó; mientras que los países ricos continúan subsidiando con importantes recursos a las empresas contaminantes. De esta manera, los mismos países que invierten alrededor de 500 mil millones de dólares al año en la industria petrolera; se niegan a aportar $ 100 mil millones al año para ayudar a los países pobres que son las mayores víctimas del desastre ambiental; según Paulo Artaxo, miembro del IPCC[2].

En esta misma dirección, el acuerdo final al que arribaron al concluir la conferencia recogió varios puntos negativos y preocupantes. Por una parte, las metas propuestas para los países para la reducción del dióxido de carbono están muy por debajo de las necesidades y las urgencias señaladas por la ciencia. Por la otra, los países pobres tendrán que soportar estas reducciones de emisiones sin poder contar con un fondo global necesario que debería ser sostenido por los países ricos; con la excepción de los anuncios de algunos fondos puntuales, pero que no resuelven el problema.

La cobertura de la prensa mundial sobre la COP 26 trató de ocultar los puntos principales que deberían haberse debatido para cambiar realmente el rumbo de colapso climático que está en curso. Ello se hizo mediante el uso de muchas siglas y conceptos ajenos al público y que, en conjunto, dieron la idea de una “narrativa verde” y la existencia de un control técnico de la situación, lo cual está muy lejos de ser cierto[3].

El colapso climático o la muerte programada de los pobres del mundo

Recientemente el Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo (Stockholm Resilience Center) difundió la actualización de un estudio[4] en el que alerta sobre la marcha de nueve procesos de desestabilización de la vida humana en el planeta, examinando la situación en la que nos encontramos y qué habría que hacer frente a ella. En este sentido, los procesos señalados en dicho informe refieren a:

1) El cambio climático: el aumento de la temperatura global de hasta 1,1 ºC tras la Revolución Industrial es directamente responsable de los extremos climáticos que se están sintiendo, con más fuerza en los últimos tiempos, a lo largo y ancho del globo. Sobre ello, los científicos señalan la necesidad de mantener la elevación de la temperatura global en un máximo de 1,5 ºC.

2) La integridad de la biosfera: la pérdida de biodiversidad y la extinción de especies han superado los límites mínimos y ya se consideran irreversibles. Para algunos científicos, estamos viviendo la sexta extinción masiva del planeta, lo que podría representar la desaparición de entre el 60 y el 95% de las especies vivientes.

3) Los cambios en el uso del suelo: los científicos demuestran que ya hemos superado este límite y que la transformación de los bosques en tierras agrícolas y ganaderas, provoca impactos profundos al eliminar la función de retención de dióxido de carbono, posible en suelos biodiversos. La deforestación y los incendios son los principales factores detrás de este problema.

4) Los flujos bioquímicos: involucra los ciclos del fósforo y el nitrógeno, comúnmente encontrados en fertilizantes químicos, utilizados a gran escala en la agricultura convencional y que terminan llegando al mar, donde provocan la destrucción de los sistemas ecológicos marinos.

5) El agotamiento del ozono de la estratósfera: hace más de 30 años, cuando la comunidad científica dio la alerta sobre ello, hubo una reducción considerable del agujero de ozono en la estratósfera, provocado por la emisión de sustancias químicas que estaban llevando a una ruptura en la capa de ozono con sus consecuencias sobre el aumento del cáncer y el daño ambiental.

6) El uso del agua dulce: el agua dulce del planeta representa solo el 2,5% del total de agua existente y el 70% de ella se consume en la agricultura.

7) La acidificación de los océanos: en los últimos 30 años, la acidez de los océanos se ha incrementado en un 30%, lo que es considerado por los científicos como un evento extremadamente rápido y puede conllevar la extinción masiva de la vida. Ya, en otras épocas históricas, éste fue un factor fundamental de dicho proceso.

8) La carga de aerosoles atmosféricos: está relacionada con la contaminación atmosférica que cada año causa alrededor de 800 mil muertes en el mundo y es resultado, entre otros factores, de los aerosoles que liberan partículas microscópicas presentes en la quema de combustibles fósiles o en incendios forestales.

9) La incorporación de nuevas entidades: nos referimos a organismos creados artificialmente y que son insertados o diseminados en la naturaleza. La lista de estos organismos puede incluir desde  elementos radiactivos a microplásticos.

Todos estos procesos combinados, que ya se experimentan en la actualidad, han provocado las migraciones de refugiados climáticos, el aumento de la pobreza, de las enfermedades y del hambre. Sobre ello, en el informe difundido por Naciones Unidas en octubre de 2021 se señala que la responsabilidad humana es inequívoca sobre los extremos climáticos que estamos viviendo[5], así como sobre cualquier colapso ambiental. Los científicos advierten además de graves daños, que afectan principalmente a los más pobres. En esa dirección, por ejemplo, la región noreste de Brasil debe enfrentar lo que llaman una “sequía ecológica”, así como otras regiones semiáridas del mundo sufrirán la desertificación, lo que provocará e incrementará las migraciones climáticas.

Ambientalismo de resultados: generar los problemas, vender las soluciones

Entre las delegaciones presentes en la COP 26, se destacó la fuerte presencia de las grandes corporaciones, especialmente las vinculadas a la agroindustria y la minería. En el caso de Brasil, éstas marcaron la pauta a seguir para las negociaciones del gobierno brasileño, como señaló Jamil Chad[6]. Al parecer, los grandes responsables del colapso climático serán los que se aprovechen al máximo del problema que ellos mismos provocan, vendiendo «soluciones basadas en la naturaleza» (SBN), que en realidad son una profundización del despojo denunciado por diversas organizaciones de más de sesenta países en la declaración «No a las soluciones basadas en la naturaleza» difundida en las semanas previas a la COP.[7]

Es importante resaltar que esta nueva ronda de despojo de los países del sur global se está dando bajo una fuerte violencia y un intento de cooptación de pueblos indígenas, campesinos, quilombolas y comunidades tradicionales, involucrando el cercamiento militar de bosques, la destrucción de medios de vida, el envenenamiento químico, las persecuciones e incluso eliminación física con asesinatos y masacres.

Pero la resistencia de los pueblos también estuvo presente en la COP 26, denunciando al modelo de capital que, bajo su profunda crisis estructural, tiende a seguir su incontrolable afán de lucro y su proceso de valorización, a costa de la vida de los más pobres y de la naturaleza.

Así, en el marco de la COP 26, tuvo lugar también la Cumbre de los Pueblos que organizó un Tribunal Popular sobre los crímenes provocados en el contenido del informe del IPCC. Allí se escucharon muchos reportes de cómo los impactos del colapso climático ya están siendo sentidos de manera dramática por los pueblos, tal como se señala en el Boletín Semanal Nº 45 del Instituto Tricontinental de Investigación Social[8].

Las soluciones para preservar la naturaleza, para combatir la crisis climática y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones más afectadas por el cambio climático pasarán ciertamente por la no mercantilización y no financiarización de los bienes naturales, así como por la lucha contra el actual modelo de producción de la agroindustria y sus tecnologías incompatibles con la naturaleza y la vida, como los pesticidas y los transgénicos. Debemos combatir las supuestas soluciones propuestas por el capital financiero, como los llamados “mercados de carbono”, que constituye una forma más de mercantilización de la naturaleza, creando un activo financiero para la revalorización del capital. En esta dirección, combatir el modelo de explotación capitalista de los bienes de la naturaleza requiere fortalecer las prácticas agroecológicas de producción de alimentos en equilibrio con los ecosistemas, defendiendo los territorios y las comunidades indígenas y poblaciones tradicionales frente a la privatización que promueve el capital y fortaleciendo las organizaciones populares que luchan por la reforma agraria y contra el modelo destructivo de la agroindustria.


Referencias

[1] IPCC: se nada for feito, colapso climático é iminente

[2] Balanço COP 26

[3] Para ayudarnos a comprender todos los conceptos y términos utilizados en la COP 26, sugerimos el importante glosario organizado por el portal IHU-Unissinos

[4] Nove limites mantêm o equilíbrio da Terra; veja quatro já ultrapasados.  También puede consultarse:  https://www.stockholmresilience.org/research/planetary-boundaries.html

[5] Relatório da ONU sobre o clima responsabiliza a humanidade por aumento de fenômenos extremos

[6] Agronegócio dita tom, agenda e até pavilhão do governo na COP26

[7] En dicha declaración se señala que  las “soluciones basadas en la naturaleza” “no son una solución, son un fraude. Las supuestas soluciones terminarán siendo ‘despojos basados en la naturaleza’, porque cercarán los espacios vitales de los pueblos indígenas, de las comunidades campesinas y de otras comunidades que dependen de los bosques, y reducirán la ‘naturaleza’ a un mero proveedor de servicios para compensar la contaminación de las empresas y para proteger las ganancias de las empresas que mayor responsabilidad tienen por el caos climático”. Declaración completa

[8] ¿Por qué nos piden que transemos nuestras vidas?