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Desafíos y tareas para los movimientos populares en un sistema pandémico

La pandemia desatada por el Coronavirus puso de manifiesto de forma descarnada una serie de contradicciones y formas de dominación que los movimientos populares ya veníamos analizando y denunciando desde hace varios años. La expropiación de recursos y destrucción de la madre tierra; la desigualdad social; el hiperconsumismo individualista; la destrucción de lo público; la mega concentración de las corporaciones multinacionales y la ofensiva imperialista; la economía del descarte y la nueva geografía del poder en las ciudades cada vez más desiguales, son algunas de esas problemáticas. Podemos decir que atravesamos una etapa de crisis generalizada del capital, una crisis multidimensional: ecológica, económica, social, institucional, sistémica y civilizatoria.

Datos reveladores de la injusticia en que vivimos se expresan al ver que apenas 2 mil multimillonarixs poseen más riqueza que 4600 millones de personas (un 60 por ciento de la población mundial). A esto hay que agregar que 700 millones de personas viven en situación de pobreza pese a tener empleo; y 140 millones de personas han sido descartadas del mundo del trabajo formal y tienen que ganarse el pan en la economía popular, día a día. Por primera vez en la historia de la humanidad vive más gente en las ciudades que en el medio rural. Solo en Nuestra América, más del 70 por ciento de la población es urbana, y de esa población el 21 por ciento vive en barrios populares, asentamientos o viviendas precarias. Esto sin mencionar la expulsión de comunidades campesinas y originarias de sus tierras, para ser explotadas por el agronegocio. El 1% de lxs propietarixs de la región concentra más de la mitad de las tierras agrícolas. Todas estas cifras tienen por detrás a millones de rostros que padecen; y son en su mayoría de mujeres.

Lo que debería ser un derecho universal, como la salud, en pleno siglo XXI es un negocio para unxs pocxs. Las 20 principales empresas farmacéuticas, con sede central en Europa y en Estados Unidos, representan más de 60 por ciento del total de ventas de la industria farmacéutica a nivel global. Es decir, 1000 billones de dólares al año. No hay desarrollo ni investigaciones para erradicar nuevos (ni viejos) males, sino que se reeditan productos que den dinero fácil y en abundancia. Mucha aspirina, poca vacuna antipandemia.

Los sistemas de salud insuficientes, desmantelados y privatizados por la agenda neoliberal dan como resultado una enorme incapacidad de detectar, atender y tratar los casos existentes y por venir de Coronavirus o de otras enfermedades potenciales. Si no se hubiera convertido en negocio el derecho a la salud, se estaría en mejores condiciones de enfrentar esta pandemia.

Este escenario trágico se ha profundizado con la pandemia y todo indica que la crisis económica ya está alcanzando los mismos niveles, o peores, que los del “crack” de 1929. Esta situación generará enormes niveles de desempleo, caída de las economías informales y populares, la caída de los niveles de producción, distribución y abastecimiento de productos. Esto sin olvidar que el gran capital siempre se beneficia de las crisis.

La nefasta actuación del gobierno de Trump hace superar el número de 100 000 muertes  en EE. UU. La espantosa realidad de desigualdad y racismo que ahoga al pueblo norteamericano hace que la gente salga a la calle y el gobierno anuncie el toque de queda en las principales ciudades del país. Las víctimas de la pandemia provienen de los sectores populares, de las poblaciones afro y latina y no aguantan más el abandono de décadas, continuado por el gobierno actual. Como si no bastara este desastre interno, la administración de Trump ataca a otros pueblos y ha recrudecido las políticas de bloqueos contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. A esto se debe sumar las incursiones militares/paramilitares para intentar derrocar al gobierno de Nicolás Maduro y dar por tierra con la Revolución Bolivariana. Esto expresa que pueden usar la fuerza, pero también que su hegemonía está trunca y no puede mostrarse como potencia líder, como “dirección intelectual y moral” de la orquesta de Estados a nivel mundial. Esto se puede ver en que, en los últimos meses, más de 130 países han pedido ayuda al gobierno de China mientras que ninguno se ha acercado a Estados Unidos. Este dato resume el clima geopolítico que estamos atravesando en el mundo.

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Nuestra América, territorio en disputa

Existen en nuestra región tres proyectos que están en disputa y en tensión entre ellos. La crisis económica, en un primer momento, y la reciente pandemia han agudizado la crisis que el conjunto de ellos atraviesa.

El proyecto expresado por los gobiernos neoliberales, han centrado sus políticas en medidas para bien de los intereses del gran capital. Los números elevadísimos de infecciones y muertes de Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Chile evidencian lo poco que vale la vida para los gobiernos de esos países. En términos políticos se consolidan aspectos neo-fascistas con discursos de odio. En Colombia, por ejemplo, se aprovecha la situación para priorizar el terrorismo de Estado y asesinato de líderes políticos y sociales.

El proyecto de países que intentan medidas neokeynesianas, busca fortalecer a los Estados nacionales y priorizar políticas que tiendan a proteger al pueblo. Sin embargo, estos países, como Argentina o México, están muy condicionados por sus anteriores administraciones de corte neoliberal y sus consecuencias, incluyendo deudas externas que tensionan los presupuestos.

El tercer proyecto está encabezado por aquellos países que resisten la ofensiva imperialista en la región y que han sostenido el desafío de construir una orientación claramente alternativa y antiimperialista para el conjunto de la región. El recrudecimiento de las políticas de bloqueo contra Venezuela y Cuba han generado una situación de muchísima dificultad para el abastecimiento y la vida digna de estos pueblos. Sin embargo, continúan resistiendo heroicamente y mostrando que es posible construir otra forma de humanidad.

Una cuestión a mirar de cerca y que no puede dejarse de lado, es el actuar de las fuerzas represivas. En cualquier país o proyecto de gobierno que no transforme las estructuras del orden, la represión militar/policial orienta el odio habitual de clase, bajo el argumento de la cuarentena.

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Una necesaria respuesta popular

Esta compleja situación deja en evidencia lo que tantas veces advertimos: el modelo civilizatorio del capital expresado en su proyecto neoliberal pone en riesgo la vida en el planeta y, en este momento, amenaza con la muerte de cientos de miles de personas para preservar las ganancias de unos pocos. Por otro lado, solo allí donde existe tejido organizativo, el golpe es menos duro y puede resguardarse la seguridad del pueblo, evitar contagios, contener, producir alimentos y distribuirlos. Si a esto se le suman gobiernos populares que van en la misma dirección es mucho mejor, al menos para pasar el mal momento. Pero se torna insuficiente a largo plazo, porque los problemas estructurales siguen estando presentes y la post pandemia no augura un escenario muy colorido. En este marco, consideramos una serie de desafíos y tareas urgentes:

1- Cuidar la Vida: nosotrxs amamos a nuestros pueblos

Fortalecer lazos solidarios de cuidado entre todxs, generar redes de abastecimiento de alimentos, políticas sanitarias y asistencia a adultos mayores son algunas de las tareas de primer orden en la trinchera de la defensa de la vida.

Además necesitamos articular las propuestas básicas y comunes a todo movimiento popular: cancelación de deudas públicas internacionales; estatización de la salud y servicios básicos; nacionalización de empresas estratégicas en sectores como alimentos, energía, logística, transporte etc.; seguridad laboral; congelamiento de alquileres; impuestos al gran capital transnacional y local; cuarentenas sociales para contener, medidas de máximo cuidado, socialización de medicinas y vacunas.

Tenemos la necesidad de repensar y reorientar el modelo de “desarrollo”, de megaciudades de la desigualdad y el consumo lineal para dar paso a otro paradigma, con un modelo propio que corresponda a nuestra realidad y en base a nuestra cultura organizacional. En lo político, construir democracia participativa y protagónica, partiendo de nuestra forma de relacionarnos y de nuestra historia. Esto implica construir nuevas formas, basadas en la ética, en los liderazgos democráticos y transformadores.

2- Trabajar por la Paz en el mundo

En un mundo con tantas contradicciones a flor de piel, los tambores de guerra amenazan con redoblar cada día que pasa. Las tensiones geopolíticas entre EE. UU. y China se profundizan y el aparato económico-militar de Estados Unidos no está dispuesto a perder sus privilegios. Los movimientos populares debemos tejer alianzas en todo el planeta con todos los espacios sociales, políticos, culturales, religiosos que se opongan a la guerra y a la destrucción. Debemos construir un gran movimiento por la paz que reúna las voluntades de miles de millones en el planeta. En la región, es imperativo frenar y denunciar la escalada de acciones militares y paramilitares del gobierno de los EE. UU. Es fundamental nuevamente cerrar filas en defensa de Venezuela.

Los bloqueos y guerras económicas son crímenes de lesa humanidad. En nuestro presente, quienes las padecen son los procesos revolucionarios y populares que tanto han contribuido con los pueblos oprimidos del mundo. Es un deber ético pero también estratégico, para salvar los proyectos de sociedad alternativos al imperio y su lógica del capital. Debemos condenar el bloqueo a Cuba y a Venezuela. En el caso de Venezuela, reclamar porque se le devuelvan sus activos en el extranjero, sus reservas en oro y otros bienes secuestrados en el exterior.

3- Denunciar a los gobiernos neoliberales

Dejar en evidencia el proyecto del capital a costa de la vida misma de las personas, cómo destruyen los sistemas públicos y privatizan todo. Difundir que en Chile, Colombia y Guatemala utilizan las medidas de emergencia como excusa para reprimir y ejecutar líderes sociales; y también la manera en que la dictadura en Bolivia aprovecha para frenar las elecciones y atacar a pequeñxs productorxs y comerciantes. El aumento de la violencia machista en el período de cuarentena no da respiro y no puede dejarse de lado como denuncia. Pero todo esto no sirve de nada si no construimos un relato para las grandes mayorías, que visibilice la verdadera naturaleza del capital, que pone las ganancias por encima de las personas. De nada sirve que solo sea un debate entre pocxs.

4- Nuevas políticas a nivel mundial ante el nuevo escenario que se abre

Es necesario exigir medidas a nivel mundial que den cuenta de la situación límite que vive la humanidad y que oriente acciones en un sentido contrario al orden neoliberal que prevalece en el mundo:

– Fondo Humanitario internacional, a partir de políticas redistributivas a escala global, al servicio de los pueblos que más lo necesitan y a disposición frente a catástrofes imprevistas.

– Renta Básica Universal para todo ser humano, es un cuestión ética pero también de necesidad pragmática, como lo han manifestado hasta el Secretario General de las Naciones Unidas y el Papa Francisco.

– Nuevos Organismos Multilaterales, que superen al obsoleto sistema creado luego de la Segunda Guerra Mundial bajo la hegemonía de Estados Unidos y Europa. El nuevo mundo se está reconfigurando y los pueblos deben ser protagonistas de la construcción de estos organismos.

5- Defensa de los Bienes Comunes de la naturaleza

Para mantener sus tasas de ganancia, el gran capital avanza sobre la apropiación y explotación de los bienes comunes. Este escenario hace prever un recrudecimiento de la ofensiva de las grandes empresas multinacionales sobre los bienes estratégicos, en cada país y sobre todo en el Sur global. Es necesario defender ampliamente los bienes comunes de la explotación y de la desposesión por parte de las grandes empresas transnacionales. Estos bienes solo deben tenerse en cuenta para estar al servicio de las necesidades de los pueblos, no del hiperconsumo ni del capital; y su utilización debe estar en armonía con la Madre Tierra y el Buen Vivir de la población.

6- Extender la solidaridad entre pueblos

Hay que hacer eco de la labor de médicxs, trabajadorxs de la salud que atienden y curan, arriesgando sus vidas. Un reconocimiento global a nuestra Cuba y su pueblo; también a China, que ha sido estigmatizada y es víctima del racismo supremacista; y aun así es la única potencia que ha salido a ayudar a otros pueblos. A diferencia del “policía global” que solo lleva ejércitos y sometimiento económico, el país asiático tiende la mano. Es de importancia visibilizar hacia el mundo las prácticas de cuidado comunitario y colectivo que llevan adelante las cooperativas y consejos comunales y espacios comunitarios, que han estado garantizando ollas populares y garantizando comida desde el campo a las comunidades urbanas. Son las comunidades organizadas las que frenan el contagio en los territorios, atienden a personas enfermas, evitan desalojos, sostienen la distribución de alimentos, garantizan el acompañamiento y socorro de espacios que luchan contra la violencia de género. Son todas prácticas que ya existen, necesitamos que más personas las conozcan y se masifiquen.

7- Formación política, técnica y desarrollo de nuevas tecnologías para avanzar en la batalla de las ideas

En nuestros países y en todo el continente existen procesos de formación política y escuelas que los movimientos y organizaciones populares han ido construyendo y desarrollando desde hace décadas. En años más recientes, esos procesos se han ido articulando y pensando contenidos, métodos y metodologías de conjunto. Esos procesos deben profundizarse. Además, en tanto continúe la situación de pandemia, debemos traducirlos a nuevas formas de comunicación y cooperación virtual. Esto pone un desafío sobre la mesa: la formación de cuadros técnicos propios en nuevas tecnologías de la información y desarrollo informático, para no depender del enemigo ni cederle nuestra valiosa información en bandeja. Este es un escenario de disputa que existe —como los territorios, las ideas o la diplomacia— y cada vez se torna más necesario.

Debemos avanzar en consolidar estrategias comunicacionales acordes a los tiempos que vivimos y que disputen con las grandes mayorías. La importancia de la batalla comunicacional es una evidencia. El enemigo sigue siendo muy poderoso y a la vez, nuestras narrativas y mensajes todavía no terminan de encontrar la tecla justa. Entre los discursos clásicos que le hablan a lxs convencidxs y los mensajes ultralivianos no terminamos de hacer ni lo uno ni lo otro. Es por esto que las organizaciones tenemos que pensar en multiplataformas, que combinen todos los medios posibles, desde los análisis hasta la producción, la distribución y difusión de contenidos bajo un estrategia clara y coordinada. Pero además se debe articular con otros y otras que están en la misma búsqueda, en otras latitudes, generando intercambio de experiencias, compartiendo saberes, análisis, tecnología y formas organizativas. Es fundamental fortalecer nuestros trabajos de base y potenciar nuestro mensaje hacia aquellxs que no ven esperanza en este mundo.

8. Construir unidad: avanzar en articular una gran voluntad popular democrática y con vocación de transformación profunda

Los desafíos que atravesamos hacen evidente que la unidad es un valor. La unidad en términos locales, en cada país; en el plano regional y, cada vez más evidente, en el plano mundial. Las formas y niveles de unidad no pueden partir de una receta homogénea, pero sí desde experiencias ya existentes y activas. En primer lugar, la alianza amplia con quienes estén contra el fascismo y la guerra. Esto no implica diluir los proyectos de transformación, hay que afianzar con quienes compartimos perspectivas y esfuerzos recorridos de conjunto pero también se debe tejer amplios marcos de unidad con espacios nuevos. Ejemplos de esto se pueden ver en la Asamblea Internacional de los Pueblos, que busca unir esfuerzos de América, Asia, África y Europa; o en la Jornada Antiimperialista, que articula diversas redes internacionales de movimientos populares, sindicatos y partidos políticos.

En el plano regional, la Articulación de Movimientos Sociales y Populares hacia el ALBA (plataforma que contribuye a la construcción de la Asamblea Internacional de los Pueblos) sigue avanzando e incorporando países y organizaciones de toda América (Norte, Sur, Caribe, Meso). Desde el camino construido a lo largo de una década, trabaja para desarrollar un programa común bajo seis ejes estratégicos que contemplan al internacionalismo, la batalla ideológica, la defensa de la madre tierra, economía popular, democratización y feminismos populares. Aun con todo el trabajo antes mencionado, se debe seguir avanzando en articulación con otras plataformas del mundo sindical, del campo, de pueblos indígenas, de la articulación de mujeres e identidades disidentes; que ya son parte importante de estas articulaciones mencionadas, pero que también tienen sus herramientas propias o aún en construcción y debemos buscar puentes comunes.

En cuanto la integración regional, los movimientos también debemos apuntalar a los mecanismos creados a inicios del Siglo XXI y colaborar para que vuelvan a tener vida como espacios priorizados por los gobiernos y Estados. El caso más paradigmático es el de UNASUR, que fue desmembrado por los gobiernos subordinados al imperio. También la CELAC, que aún existe pero se encuentra con poca actividad. La defensa del ALBA-TCP es de suma importancia, ya que si bien es una de las pocas herramientas que sigue activa, se encuentra asediada por todos los flancos. Debemos colaborar en estas instancias y en todas aquellas que promuevan un nuevo orden multipolar y pluricéntrico, como pregonaba el comandante Chávez.

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Mirando hacia adelante, un futuro en construcción

El pesimismo de la inteligencia indica que el escenario global aún puede evolucionar para peor. Sin embargo, estos momentos de crisis son también tiempos de bifurcación, de creación y de oportunidades. Es igualmente razonable esperar la apertura de transformaciones sociales de envergadura, como nos empiezan a mostrar las masivas movilizaciones en Estados Unidos, Chile y Brasil. Es preciso prepararse con el optimismo de la voluntad, dado que ha sido en estas coyunturas dramáticas en las que los pueblos han avanzado en sus respectivos procesos de liberación social, nacional y regional. En estos momentos de duras crisis también han surgido desde la Revolución de Haití hasta las luchas de independencia en Nuestra América; desde las revoluciones socialistas de la periferia en Rusia, China y Vietnam hasta los procesos de descolonización en Asia y África.

El curso de lo que nacerá después de la crisis del Covid-19 depende estrechamente de las iniciativas que las fuerzas populares, democráticas y revolucionarias tomemos ahora, durante y después. Esas condiciones de posibilidad deben tener en cuenta la organización popular en cada territorio, la articulación subregional, en zonas de frontera y a nivel continental y mundial. El cambio no vendrá solo y debemos aprovechar esta crisis para preparar a mediano plazo una salida desde y para nuestros pueblos. Las calles deberán ser nuestras, desde la conciencia de nuestros pueblos, destinados a vivir libres y con “la mayor suma de felicidad posible”.