Balance, proyección y desafíos de la Reforma Agraria Popular en el Brasil actual
Contexto histórico
El Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra – Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra – (MST) surge en el contexto de las luchas por la democracia, tras la dictadura militar de los años 80`. Guiado por tres objetivos centrales: la lucha por la tierra, por la reforma agraria y la transformación de la sociedad. Siembre buscando, que estos objetivos no sólo dialoguen entre sí, permitiendo que se tornen indisociables, en la complejidad de las luchas y en la efectividad de su existencia, para estar en permanente movimiento, con fuerza y sentido estratégico.
Los profundos cambios que se han producido en la dinámica de la agricultura fueron impulsados por el avance del neoliberalismo en Brasil en los años 90`. El desplazamiento del capital hacia el campo, y la consolidación del agronegocio como un modelo de desarrollo hegemónico para la agricultura, han hecho que la reforma agraria, en su contexto y concepción clásica, se agotase, tanto desde el punto de vista ideológico como de la necesidad material para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Así, en un amplio y profundo proceso colectivo de estudio y análisis de la realidad, el MST, a partir del 2007, en el marco del V Congreso Nacional, comenzó a denominar a la Reforma Agraria Popular, como un instrumento para la acumulación de fuerzas en la lucha por la construcción de una sociedad más igualitaria.
Del mismo modo, si observamos la misión de la Reforma Agraria Popular, podemos reafirmar este mismo razonamiento. Está cada vez más claro que, toca a la Reforma Agraria Popular consolidarse como una referencia para la sociedad, como una fuerza organizativa que se propone producir alimentos saludables y promover la justicia social (para dentro y para fuera de los territorios reformados[1]).
Por esto, más allá de que los últimos años hayan sido adversos a los intereses del pueblo brasilero y para nuestros derechos, ya sea en la ciudad o en el campo, lo que se ha observado es que la Reforma Agraria Popular se sigue presentando como la única salida a algunas contradicciones más dolorosas e incómodas de la realidad brasilera, que son el hambre y la injusticia social.
Así, en casi cuatro décadas de organización y expansión de la ocupación y democratización del acceso a la tierra, y , por medio de los avances en la producción, en el desarrollo de la agroecología, de la cooperación, en la lucha por educación para todos y todas, y en la construcción de relaciones sociales humanizadoras, el MST viene realizando un ejercicio permanente de empoderamiento de la clase trabajadora, como sujetos de su propia historia.
Periodo pos golpe y gobierno de Bolsonaro
El golpe contra la democracia, que destituyó a Dilma Rousseff del poder en 2016, y los meses que se sucedieron con el gobierno de Michel Temer marcaron los pasos importantes para el inicio y la profundización de una gran crisis agraria, en la cual estamos insertos. Las medidas inmediatas, como la extinción del Ministerio de Desarrollo Agrario (MDA), el corte drástico del presupuesto para políticas públicas de seguridad alimentaria y social, como el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE) y la Medida Provisoria 759/2016 (actual ley 13.465/17), que revisó la política de regularización agraria y urbana, trajeron profundas consecuencias no solamente para el campo, sino también para la sociedad brasilera como un todo.
Hoy en día, en Brasil, más de 33 millones de personas están pasando hambre, y 125 millones de brasileros y brasileras están sometidos a algún riesgo de inseguridad alimentaria. Cuestión histórica, estructural, que se agravó en los últimos años con el alza en el costo de la vida, verificado en el aumento del precio de los alimentos, de los combustibles, del gas de cocina, la disminución de los puestos de trabajo y de los ingresos, reducción drástica del presupuesto de programas sociales y políticas públicas de seguridad social y del apoyo a la agricultura familiar.
Sin embargo, cabe destacar la gravedad de la pandemia que comenzó en Brasil en marzo de 2020 y tuvo su peor momento en el 2021, y que ha profundizado los problemas sociales en el país y en el mundo,es resultado de un sistema impulsado por los intereses del capital. La combinación de la pandemia del virus con la pandemia del hambre generó muchas muertes y enfermedades, causadas por el proyecto de muerte defendido e implementado por el actual gobierno.
Ante una situación de calamidad sanitaria, política y económica, correspondió a los movimientos populares desempeñar un papel fundamental en la conducción de la lucha para enfrentar las desigualdades, movilizando acciones y actividades para salvar vidas, fortaleciendo las relaciones orgánicas entre los pueblos del mundo.
El MST no esperó a que se dieran las condiciones ideales para enfrentarse a la pandemia. Desde el principio, adoptó una posición clara, poniendo en primer lugar la defensa de la vida, apoyando y llevando a cabo medidas de aislamiento social, fundamentales para el control de la pandemia. Con ello, el movimiento se sumó a las innumerables articulaciones que contribuyeron a las medidas de prevención del virus en el conjunto de la sociedad, así como a su base social. La consolidación del aislamiento activo y productivo ha permitido, incluso en condiciones adversas, mantener una presencia permanente en la sociedad.
Así, la reforma agraria se reposicionó en la agenda de la sociedad brasilera, como una realidad y una necesidad. Al profundizar en la comprensión de los aspectos estructurales y de emergencia de la situación, se tomaron medidas inmediatas para mitigar los impactos de la crisis sanitaria, económica y alimentaria, presentando acciones concretas, como el debate sobre la función social de la tierra, la producción de alimentos sanos, el cuidado de la vida y del medio ambiente y la búsqueda de una vida digna para todos y todas.
La solidaridad y el reparto de los frutos de la reforma agraria han surgido de los pequeños municipios brasileños, de las articulaciones con la clase en los grandes centros urbanos, y del papel fundamental desempeñado por las cooperativas de reforma agraria y las innumerables iniciativas de cooperación, comercialización y de organización popular.
Basándose en una práctica convincente de solidaridad y empatía, los asentamientos y campamentos – territorios de producción de alimentos y de relaciones sociales humanizadoras – han producido y distribuido en los dos últimos años más de 5 millones de kilos de alimentos, casi un millón y medio de almuerzos para llevar, formó a cientos de agentes de salud popular y brigadas de voluntariado para actuar en los más diversos frentes, especialmente en los grandes centros urbanos, donde se concentra la mayor parte de la población y de los dilemas sociales. Esto permitió enfrentar el hambre y cumplir la misión histórica en este período tan difícil para Brasil y el pueblo brasilero.
Sin embargo, la coyuntura agraria sigue marcada por el proyecto de poder que profundiza la dependencia nacional, ataca la soberanía popular, intensifica el saqueo de los recursos naturales e incita a la violencia contra los pueblos tradicionales y sus territorios. Importantes agendas, como la agraria y la medioambiental, han sufrido numerosos cambios legislativos, reglamentarios y burocráticos en los últimos años.
Además, estamos viviendo una escalada de violencia, criminalización e intentos de cooptación, incitados y promovidos por el propio gobierno federal, que encuentra un terreno fértil en muchos lugares con un mayor acceso y uso de armas y municiones. Los indígenas, los pueblos ribereños, los habitantes de las zonas mineras, los pequeños agricultores, las comunidades quilombolas y las zonas de reforma agraria han sufrido ataques constantes y permanentes. La aprobación del PL 490 en la CCJ de la Cámara de Diputados (2021), que hace inviable la demarcación de tierras y la liberación de la minería en territorios indígenas, son claras señales del incremento de esta ofensiva antipopular.
Miles de familias siguen esperando la regularización de sus tierras y viviendas, por lo que permanecen marginadas de las políticas públicas y sociales que garantizarían la seguridad y la calidad de vida, desarrollándose principalmente en los pequeños y medianos municipios brasileros, donde se encuentra la mayoría de estas comunidades rurales. Si, por un lado, no hay señales de regularización, por otro, hay una tensión permanente por el desalojo y la expulsión de estas familias, en el campo y en la ciudad, con las constantes ofensivas de las instituciones federales y estatales, aliadas a prácticas cada vez más recurrentes de acción militarizada, alentadas por la política de armamento.
Después de la creación del Programa Titula Brasil, en diciembre de 2020, el gobierno federal y Jair Bolsonaro, personalmente, comenzaron a publicitar la entrega de títulos a los colonos. Claramente, Titula Brasil es un intento de atacar el concepto político de la reforma agraria, una ofensiva ideológica, que busca incentivar la privatización de los asentamientos, liberando tierras para el mercado, e instigando la ideología de la propiedad privada entre los asentados, provocando divisiones internas, buscando y desmoralizando la organización de las familias asentadas. Además de esto, es un intento de deshacerse de los colonos como sujetos de derechos, desde el punto de vista del acceso a las políticas públicas y a los programas de desarrollo rural.
Se trata de una estrategia para difundir mentiras, porque, en general, lo que el INCRA está emitiendo son, en realidad, los Contratos de Concesión de Uso (CCU), que es una obligación administrativa del organismo. Los títulos definitivos, previstos por la Constitución Federal brasileña en el formato de Título de Dominio (TD) y Contrato de Domínio Real de Uso (CDRU), han tenido de hecho muy pocas emisiones y entregas en los últimos años.
Nuestros desafíos para seguir acumulando fuerzas para el próximo periodo
Recién salido de las urnas, en la gran fiesta de la democracia, una vez más, a través del voto, se reafirmó la voluntad de la mayoría, para seguir construyendo un Brasil de esperanza para el pueblo brasilero. Fue una victoria histórica. No sólo fue derrotado el gobierno de Jair Bolsonaro, sino también las ideas neofascistas de la extrema derecha que en los últimos años han predicado el odio, la discriminación y todo tipo de mentiras. Aun así, debe quedar claro que estas ideas y un comportamiento antisistémico y golpista continúan en las calles, negando el resultado de las elecciones, difundiendo fake news y cuestionando las instituciones, en un claro intento de desestabilizar y fragmentar aún más el tejido social brasilero.
Para contrarrestar esta lógica, es urgente y necesario que las instituciones brasileñas se fortalezcan, y que haya un contrapunto y un reconocimiento nacional e internacional del resultado, y la defensa contundente del estado democrático de derecho. Para ello, también es necesario seguir organizando los comités populares, la lucha y las movilizaciones de masas, como forma de que el pueblo ejerza su fuerza democráticamente, y apoye la voluntad de la mayoría del pueblo brasilero, demostrada en las urnas.
Priorizar la campaña política y la producción de alimentos fueron dos tareas heroicas y urgentes para el MST en estos últimos cuatro meses. Estamos ante el inicio de una nueva etapa, también muy difícil. El nuevo gobierno tiene que organizar un PLAN DE EMERGENCIA para ayudar a luchar contra la pobreza, enfrentar el hambre, el paro, la falta de escuelas y de vivienda. Y también nos abre las puertas para debatir un nuevo proyecto de país, con autonomía y soberanía popular.
Para ello, las tareas de las familias organizadas en los territorios de la Reforma Agraria Popular son, en primer lugar, seguir produciendo alimentos y promoviendo acciones solidarias, politizando e involucrando a nuestra base social, motivando el trabajo voluntario y las acciones solidarias, transformando estas acciones en una cultura política permanente. Y en segundo lugar, vincular la lucha por la alimentación, la reforma agraria, la vivienda, el trabajo y los ingresos con una perspectiva de clase.
Por lo tanto, es fundamental construir un consenso dentro de la sociedad, para que el pueblo brasilero pueda entenderlo y defenderlo. La lucha del MST es justa, constitucional y cumple una función social fundamental, que es enfrentar las desigualdades sociales y el hambre, y actuar solidariamente.
Nuestra lucha sólo tiene sentido si contamos con la comprensión y el apoyo de la sociedad para defendernos, para masificar y transformar todas nuestras acciones en cultura política. Es la acumulación de casi 40 años de conquistas la que estamos devolviendo y compartiendo con el pueblo brasileño. El MST ha venido trabajando bien, en su totalidad, y la Reforma Agraria Popular que estamos anunciando y construyendo es una prueba de ello. Por ello, tenemos que seguir siendo conocidos y reconocidos por nuestra capacidad de:
- Organizar y formar conciencia: para avanzar en nuestros procesos organizativos y de formación política de la clase trabajadora… es lo que nos permite caminar y forjarnos como sujetos colectivos, por lo que está en constante construcción y perfeccionamiento, de acuerdo a la historia, realidad y condiciones de cada lugar;
- Acumular fuerzas y hacer luchas nacionales e internacionales, tomar banderas conjuntas con organizaciones y movimientos populares de Brasil, América Latina y el mundo; internacionalizar las luchas, y la esperanza..
- Producir alimentos verdaderos, con abundancia y para satisfacer el hambre del pueblo brasilero. En armonía con la naturaleza, respetando y respondiendo a las necesidades de la sociedad brasilera. Practicar la solidaridad, fortalecer las políticas públicas que fomentan la agricultura familiar, la agroecología y la cooperación, mecanismos fundamentales para construir nuestra seguridad y soberanía alimentaria.
- Cambiar la vida de las personas y la realidad de los lugares, la reforma agraria debe aportar dignidad y calidad de vida a las familias asentadas, y desarrollo a los territorios donde viven. Comunidades estructuradas, con escuelas, centros comunitarios, cooperativas, agroindustrias, servicios y comercio.
- Esperanza, la mística de que las cosas siempre pueden ser mejores. Tenemos un Brasil que reconstruir, un pueblo que volver a levantar la cabeza y una nación, aunque muy joven, que debe fortalecerse en su democracia y autodeterminación.
Por lo tanto, tenemos mucho que hacer, y como nos dice la canción: «Venga, vamos, que esperar no es saber, los que saben hacen la hora, no esperan a que pase…» ¡Adelante!
Luchar: ¡Construir la Reforma Agraria Popular!
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Entrevista a Camila Rocha
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Notas
[1] Territorios que pasaron por reforma agraria.