Un análisis discursivo de las significaciones políticas del triunfo del Frente de Todxs
Introducción
El objetivo de este Documento de Trabajo es analizar los discursos y posicionamientos de los principales actores sociales de la escena política argentina en el período que va de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Paso) realizadas el 11 de agosto a las elecciones del 27 de octubre.
El holgado triunfo de Alberto Fernández (AF) en las primarias generó una situación muy especial. Un escenario de transición con un presidente-candidato profundamente desprestigiado, que quedó al frente de una fuerza política errante y con tensiones internas, y un candidato-presidente nutrido de una legitimidad creciente, pero sin los instrumentos institucionales para intervenir. Durante esos dos meses y medio el oficialismo generó, primero, una nueva corrida contra el peso que terminó en una dura devaluación, intentando instalar la idea de que un nuevo gobierno kirchnerista era castigado por adelantado por el poder financiero. Rápidamente intentó amortiguar los efectos negativos de esa decisión para que la profundización de la crisis económica y financiera no derive en un escenario de probable adelantamiento de la entrega del mando. Tardó en salir del desconcierto y, aunque nunca dejó de dar la sensación de ser un gobierno en retirada, se dio la tarea de resguardar su base electoral (para nada menor) que le sigue respondiendo. Si durante la campaña previa a las Paso la agenda de discusión estuvo en buena parte en disputa, luego del triunfo del Frente de Todxs (FDT) la iniciativa quedó de su lado. El período que va de agosto a octubre terminó de colocar en el centro de la escena a Alberto Fernández, sobre quien apenas tres meses antes pesaba todo tipo de incertidumbres.
En ese marco trabajamos con una pregunta orientadora -y otras tantas que nos permiten operativizarla- vinculada a lo que representan en esta particular coyuntura la candidatura y el triunfo electoral de Alberto Fernández a la cabeza del Frente de Todxs. Preguntarnos por las significaciones políticas de esa candidatura y de ese triunfo supone interpretar las posiciones enunciativas del propio Alberto Fernández a la luz de las acciones de los actores sociales y económicos más relevantes en tal coyuntura y de las formaciones discursivas que han marcado el pasado reciente -y no tan reciente- de la sociedad argentina. En suma: ¿qué reacciones ha generado entre las entidades del gran empresariado, las empresas mediáticas y la dirigencia sindical? ¿Cómo ha interpelado a los principales movimientos sociales? ¿qué rechazos, acercamientos o realineamientos provocó? ¿qué representaciones discursivas estructuran el discurso de AF y cuáles el de esos otros actores? ¿qué sentidos comunes refuerzan y cuáles cuestionan?
Asumimos que dichos discursos y posicionamientos constituyen una trama de producciones simbólicas que dan cuenta de las disputas abiertas respecto a las posibles salidas de la crisis económica en curso y del proceso de regresión social que ha implicado el fracaso de la experiencia del gobierno macrista. A su vez, esa trama de acciones políticas y simbólicas ya expresa movimientos a nivel de los diversos agrupamientos sociales y del sistema político que nos colocan ante un escenario novedoso caracterizado por cierta reconfiguración del clivaje kirchnerismo / antikirchnerismo que marcó toda la década previa.
1.Un análisis del accionar de los principales actores
1. Los medios de comunicación
El balance de las Paso
El triunfo tan holgado de Alberto Fernández en las Paso resultó un hecho inesperado que también sorprendió a los principales medios masivos de comunicación. Desde allí se ensayaron diversas líneas de interpretación que incluyen algunos matices, integran tópicos recurrentes para analizar el escenario político nacional y suman lecturas que abren la puerta a posibles reposicionamientos políticos. A su vez, estos medios se vieron condicionados por el hecho de haber realizado, desde 2015, una apuesta explícita por el éxito del gobierno de Cambiemos. A lo largo de este apartado analizaremos los discursos y posicionamientos de los medios y principales figuras que forman parte del grupo Clarín y La Nación, y complementaremos esa escena con figuras relevantes que se desempeñan en otros medios que forman una segunda línea en el ecosistema infocomunicacional argentino.
Comencemos por el punto de referencia que constituye el tándem La Nación y Clarín. En el diario La Nación la lectura del resultado electoral se basó en una serie de valoraciones que podemos sintetizar de esta manera: el triunfo del FDT debía interpretarse como un voto castigo al oficialismo por considerarlo responsable de la crisis económica y sus consecuencias. Sin embargo, a eso se agregaba la idea de que en verdad el gobierno de Cambiemos no fue capaz de revertir la herencia recibida de los gobiernos kirchneristas. En el fondo, para La Nación, lo que estuvo mal no fueron las políticas aplicadas, sino la forma en que se aplicaron. Se trata de una línea de intervención que ataca dos frentes en simultáneo, uno más estratégico y otro más táctico. Por un lado, en una operación que se puede rastrear en otros momentos de crisis (como la de 2001), se pretenden desligar las concepciones y principios de las políticas de liberalización aplicadas por el gobierno de Cambiemos de su fracaso en los hechos. Por otro, no cierra la disputa electoral y ofrece una línea de acción: enfatizar la “herencia recibida” y cargar las tintas con “el mal histórico del populismo” encarnado ahora en el FDT.
En un Editorial del jueves 15 de agosto La Nación aseguraba que “no hay dudas de que, con su veredicto en las urnas, gran parte de la ciudadanía buscó castigar al Gobierno Nacional”. En síntesis: “en los efectos de la inflación, de los aumentos tarifarios y de la caída de la actividad económica desde el segundo cuatrimestre de 2018 hasta la actualidad deben encontrarse las razones de ese voto castigo a Macri”. A su vez, en ese texto se planteaba que de cara a octubre el oficialismo debía “esforzarse por explicar el sentido de los cambios que está llevando a cabo frente a las limitaciones del voluntarismo populista”.
Esta idea está más claramente desarrollada en un Editorial del miércoles 14. Allí se afirmaba que Macri “fracasó en no poder corregir los errores y las consecuencias del populismo que lo antecedió”. Y se consideraba que “el necesario ajuste debía haberse llevado a cabo más rápidamente”, de esa manera no habría sido necesario endeudarse tanto ni enfrentar las corridas cambiarias que vinieron después. En suma, para La Nación, “hay culpas propias en el revés electoral”, pero “es una culpa compartida”.
Por el lado de Carlos Pagni, uno de los editorialistas principales de este medio que suma presencias destacadas en el matutino y en su canal de cable, encontramos un aporte más analítico que vale la pena considerar como complemento. En su programa en LN+ del día posterior a la votación, Pagni aseguró que el mensaje fundamental de las Paso había consistió en que la política económica del Gobierno no tenía consenso. Para el editorialista, el resultado de las Paso dejaba planteadas dos cuestiones preocupantes. En primer lugar, la coexistencia de un presidente debilitado y un candidato triunfante que en términos formales no había sido electo. Esto llevaba a una situación de inestabilidad que podía extenderse hasta el 10 de diciembre. En segundo lugar, para Pagni el resultado de las PASO hablaba más de un rechazo que del respaldo contundente a una propuesta. A su juicio, “al igual que lo que sucede en Brasil, y en tantos países en Europa, el motor de la política argentina es el repudio”, algo que debilita desde el vamos las bases de sustento que cualquier equipo de gobierno necesita para gobernar.
En Clarín, por su parte, el tenor de la derrota del oficialismo fue presentado como algo sorpresivo, pero en cierto punto también como algo fácil de explicar. Para decirlo con una frase de uno de sus editores “el voto bronca le ganó al voto miedo”. Entre los editorialistas del diario había dos cosas que aparecían claras: ese voto bronca tenía su origen en la situación económica y el resultado a favor de Alberto Fernández era “casi imposible de revertir”.
Las lecturas ante la corrida cambiaria post Paso
Coherente con los argumentos desplegados para analizar los resultados electorales, desde La Nación la corrida contra el peso de los días posteriores se interpretó poniendo las responsabilidades del lado de la oposición. En un segundo nivel se cuestionó la actitud inicial de Macri y se apuntó al diálogo entre los principales referentes políticos como vía para transmitir tranquilidad a los inversores financieros.
En el Editorial del martes 13 se aseguraba que “los contundentes resultados” de las Paso derivaron “en una tan negativa como esperable reacción de los mercados”. Para La Nación no había dudas de que “la reacción negativa de los mercados debe adjudicarse en buena parte a la deplorable fama del kirchnerismo”.
Dos días más tarde, en un nuevo editorial, la necesidad del diálogo entre el presidente en ejercicio y el triunfador de las Paso aparecería como un tópico central que será reiterado de ahí en más: “es vital que los principales actores políticos coincidan en que el diálogo es tan necesario como posible, incluso en el medio de un proceso electoral”. A su vez, el texto planteaba una crítica a Macri pero también rescata el cambio de actitud que tuvo en apenas 48 horas: “un primer mandatario no puede comportarse como un simple analista, sino que de él se esperan señales de serenidad y firmeza para enfrentar este tipo de situaciones (…) Por eso, su aclaración de ayer debe ser bienvenida”.
En el Grupo Clarín es interesante sumar lo que ocurre con las principales figuras de Radio Mitre. Desde esa emisora Marcelo Longobardi y Alfredo Leuco reconocieron los errores del macrismo y sostuvieron que la crisis económica explicaba el resultado de las Paso. En las semanas siguientes Leuco se mantuvo en una línea dura de denuncia y advertencia sobre los efectos de un nuevo gobierno “kirchnerista”. Ambos también coincidieron en explicar la corrida post Paso por el pánico que generaba el kirchnerismo en el mundo. No obstante Longobardi agregaría más elementos de análisis: a) los límites de la polarización como estrategia electoral, los problemas hacia el interior de Cambiemos y el factor del peronismo unido (entre “sectores racionales y recalcitrantes”); b) el Gobierno dependía ahora de que la opinión pública entendiera que la tragedia que se provocó post elecciones primarias había sido por el temor que genera el kirchnerismo entre los inversores.
En este marco, la construcción discursiva del diario Clarín mostrará dos desplazamientos a medida que avanzaron los días. Uno temático: pasa muy rápidamente a concentrarse en el escenario político que queda planteado con el holgado triunfo del Frente de Todos. Y otro retórico: de definir al FDT como kirchnerismo-cristinismo pasará a ponderar el peso de la figura de Alberto Fernández y a postular las tensiones entre un kirchnerismo duro y un peronismo pragmático. En este plano, el significante “Venezuela” volvería a aparecer como una referencia que distingue (y puede dividir) en última instancia a ambos bandos.
El editorial de Ricardo Kirschbaum del sábado 24 es un buen ejemplo. Uno de los editores de Clarín aseguraba que hay un “indisimulable corrimiento al centro de Alberto Fernández”. Algo que, según el autor de la nota, se verificaba tanto en su tono moderado como en algunos gestos políticos. Entre ellos, el haber puesto énfasis en el carácter de coalición que tiene el Frente de Todos (“el peronismo aliado al kirchnerismo”). Adelantar que en su gabinete habrá una representación equilibrada de esos espacios. Y sobre todo afirmar que en su hipotético gobierno habrá 24 gobernadores con un Presidente. Con lo que “quiso rescatar el federalismo, que durante el kirchnerismo estuvo absolutamente ausente”, Para Kirschbaum esos planteos reforzaban la idea de que “la mayor parte del peronismo y actuaría, en un futuro no muy lejano, de contrapeso a los sectores más radicalizados del kirchnerismo”.
Por otro lado, Kirschbaum señalaba que Fernández se había esforzado por hacer gestos con la intención de aplacar “temores del mercado” ante un supuesto viraje hacia una venezolanización. Y predecía que parte de la estrategia del oficialismo de cara a octubre pasaría por ponerlo en situación de tener que explicar cómo haría para llevar a cabo sus promesas electorales. Apostando a que aparecieran allí divergencias internas en el FDT, en donde la situación en Venezuela era -para el editor de Clarín- uno de los ejemplos más significativos.
Anuncios de reordenamientos
A partir de 2008, en el marco del conflicto por la resolución 125, y fundamentalmente luego de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los principales grupos de medios oficiaron como punta de lanza de la oposición corporativa a los gobiernos kirchneristas. El gobierno de Cambiemos transformó la línea editorial de esos medios en oficialista.
La foto de Alberto Fernández del 22 de agosto en el Coloquio Democracia y Desarrollo organizado por el Grupo Clarín es una muestra de los reacomodamientos que pueden darse en el sistema de medios local en el período que se abre. En el mismo sentido se pueden ubicar sus afirmaciones acerca de la comunicación en tanto “negocio”. Un proceso nada lineal y que por ahora ha tenido pocos efectos en los lineamientos discursivos más sostenidos por los medios predominantes en ese sistema.
No obstante, hay que decir que el resultado de las Paso generó fisuras evidentes en lo que hasta días antes aparecía como un bloque monolítico. Las razones de esos movimientos, cuyo devenir dependerá de muchos factores que se desplegarán en el futuro, son múltiples y su análisis excede los propósitos de este Documento de Trabajo. De todas maneras vale la pena describir algunos casos ilustrativos.
Uno de los más inmediatos fue el de Luis Majul, quien un día después de la elección, en uno de sus programas en el Grupo América, admitió que había subestimado el daño que había hecho la política económica del gobierno y reconocía que no “había investigado lo suficiente”.
Un tono similar se pudo ver en La Cornisa en la noche del domingo 18 de agosto. En ese programa el propio Majul, junto con Federico Andahazi y Julio Bárbaro criticaron con dureza la estrategia electoral de Juntos por el Cambio e hicieron un raconto de los efectos de la política económica del Gobierno. En ese contexto, Majul aseguró: “El oficialismo perdió porque no mensuró el daño que hizo con los tarifazos, el ajuste y la política monetaria, un daño que pegó en el corazón de las pymes, al corazón de la economía productiva del país”.
Una semana más tarde, ese programa fue el escenario de una entrevista a Alberto Fernández, en la que sobraron gestos de tolerancia en un intento por abonar a la idea de que, a pesar de las diferencias, el diálogo es un valor en sí mismo. “Lo que no podemos hacer es dejar de hablarnos”, dijo el candidato del FDT. “Perdón por las interrupciones”, repitió Majul en un intercambio en el que la sobreactuación apareció como un síntoma de posibles cambios en las formas de la política y de posibles reposicionamientos de algunos actores mediáticos.
El tono crítico hacia el oficialismo llegó incluso a canal 13. El domingo siguiente a las Paso, en su programa Periodismo Para Todos, Jorge Lanata aportó más cuestionamientos con frases como “¿por qué alguien votaría a un gobierno con el que está peor?” y “no podés darle a la gente en tres meses lo que no le diste a la gente en tres años”.
Las fisuras de las que hablamos también se evidenciaron en el episodio que involucró a Marcelo Longobardi y los responsables de comunicación del oficialismo. Luego de hacerle una entrevista a Alberto Fernández en su programa en Radio Mitre, el conductor recibió una catarata de insultos por redes sociales. En el editorial del día siguiente, el conductor salió a remarcar que tiene una “controversia con el kirchnerismo desde hace 16 años”, para luego afirmar: “no voy a cambiar mi punto de vista porque cuatro forajidos garpados por alguien me dicen que soy un hijo de puta”. En esa misma intervención, en un mensaje dirigido implícitamente al gobierno, subrayó que “la preocupación general de los argentinos es la inflación y el estado general del país”.
¿Instinto de preservación? ¿reflejos profesionales (y empresariales) para intentar quedar menos asociados a una experiencia política repudiada masivamente en las urnas? ¿señales de una reorientación más estructural? todas posibles explicaciones para una serie de conductas que, para bien o para mal, preanuncian movimientos en el escenario mediático argentino.
Discursos para el “Pacto Social”
Como vimos, en las primeras semanas transcurridas luego de las Paso, los discursos mediáticos de los actores dominantes mostraron cierta dispersión. Una marcada continuidad con algunos de los tópicos que venían instalados en el período previo a las elecciones primarias (“culpa compartida”, “herencia kirchnerista”, “fantasma populista”, “desconfianza de los mercados”, “venezolanización”, etc.), convivió con una tendencia a la moderación producto del reordenamiento que exigió el inesperado resultado en las urnas. Hacia fines de agosto y, sobre todo durante el mes de septiembre, ese reordenamiento terminaría articulándose en torno a la idea del “pacto social” impulsado por Alberto Fernández..
En reiteradas declaraciones, el candidato del FDT hizo referencia a la necesidad de un “acuerdo”. En un primer momento la mención al “acuerdo” apuntaba principalmente al resguardo de la gobernabilidad en el frágil escenario financiero que vive el país y menos a definiciones político-electorales más programáticas. En una entrevista del 20 de agosto en Telenoche (canal 13) decía: “Debemos cuidar que no se complique la situación (…) voy a terminar con la grieta”. El tema se terminó de instalar con fuerza en los días siguientes, de hecho en el marco de una presentación de su libro en Misiones, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) volvió a hablar de “la necesidad de un nuevo pacto social”.
Si bien Alberto Fernández fue nucleando sus declaraciones en torno a la idea de “acuerdo”, en tanto estrategia política de acercamiento a diversos actores (empresarios, sindicatos, gobernadores, fracciones de la Iglesia Católica, e incluso sectores mediáticos), como así también como estrategia asociada a medidas económicas (precios, salarios, pacto fiscal, etc.), desde los medios la figura prevaleciente fue en gran medida la de “pacto”. Más allá de las diferentes connotaciones que generan dichos términos, comenzaron a circular diversas líneas interpretativas del “pacto propuesto por AF”.
Una de esas líneas coloca la idea del pacto en una genealogía que intenta poner en serie otros momentos de crisis económica y procesos de transición de la historia argentina (desde Lanusse, a Duhalde, pasando por Perón, Alfonsín y Menem), con el fin de minimizar la propuesta a una estrategia lógica para una campaña electoral y una línea de acción para enfrentar la debacle económica y social. En esta dirección, y teniendo en cuenta el escenario atípico de una campaña con resultados electorales anticipados, algunas intervenciones intentaron instalar un paralelismo específico con la transición del gobierno de Alfonsín al de Menem. En su columna del 1° de septiembre publicada en Perfil, Nelson Castro evocaba aquel momento y planteaba: “el desmadre económico que sobrevino dio pie a un proceso hiperinflacionario que dejó en la ruina a mucha gente. Esa crisis forzó la entrega anticipada del poder al presidente electo (….) déjà vu político, social y económico por el que está atravesando la Argentina del presente”.
Lo que vale señalar aquí es que este discurso de la “historia repetida” elude por completo el análisis de las condiciones específicas de la crisis económica actual. Este tipo de relaciones históricas basadas en una operación de descontextualización refuerza, por un lado, el efecto de des-responsabilización del oficialismo y, por otro, la ligazón que articula las ideas de “desconfianza de los mercados” con “desastre económico”. Reaparece aquí una trama de sentidos que constituyen una línea discursiva con fuerte presencia en los medios dominantes.
Asimismo es posible identificar otra serie discursiva que construye la idea de “violación del pacto de gobernabilidad para la transición”, una idea que a su vez remite a la cadena kirchnerismo – populismo – desestabilización. Diversos analistas en La Nación renuevan esa referencia calificandola como el “fin de la tregua” y el “fracaso del pacto de gobernabilidad”. El argumento central fue que luego mantener una reunión con representantes del FMI, Alberto Fernández había dejado de lado su compromiso de contribuir a la estabilidad, haciendo circular un cuestionamiento público de la política del organismo que ponía en riesgo el desembolso pendiente que serviría para controlar la crisis financiera.
Dicho esto, una tercera línea interpretativa, que será la que prevalece, puede ser sintetizada del siguiente modo: mientras Alberto Fernández avanza en la construcción de acuerdos con diversos sectores para definir una agenda de medidas, sobre todo económicas, que pueden permitir contener la situación en el corto plazo, el candidato se enfrenta a un conflicto político al interior del FDT. De este modo, en cierto sentido, la fórmula se invierte en relación a la primera estrategia discursiva que señalamos: el pacto social se instala como necesidad económica, se muestra la voluntad y predisposición de diversos actores políticos, empresariales y gremiales, y en simultáneo la idea de una posible desestabilización se desplaza a la tensión kirchnerismo/peronismo en los marcos de la futura coalición de gobierno. Hay cierto efecto legitimador de la propuesta, y con esto también cierto rescate de la figura de Alberto Fernández. En ese marco, la construcción de sentido se completa con la ubicación del kirchnerismo como el núcleo irreductible de una tradición que aparece con rasgos incorregibles e incompatibles con el espíritu de una política basada en el acuerdo entre sectores diversos.
Algunas de las figuras que circularon vinculadas a esta estrategia discursiva fueron las de “debates internos”, “co-gobierno”, “conflicto de poder”, “convivencia imposible”, “está en duda quién será el nuevo jefe del peronismo”, entre otras. Puntualmente, en una columna del diario La Nación del 12 de septiembre Pagni dirá “… la ambivalencia del candidato kirchnerista es inevitable. Él pretende ser la síntesis de facciones muy diversas. Esta contradicción está en la esencia de su candidatura”. En otro editorial del 23 de septiembre titulado “Alberto Fernández y Cristina Kirchner, ¿se adelantó el conflicto?, Pagni insistía en la idea de la “contradicción” a partir de una interpretación del discurso de Alberto Fernández que, según el analista, se organiza en tres ideas fuerza: (1) Cristina repartió la herencia en vida, se está retirando; (2) La Cámpora tiene un lugar marginal en la coalición; (3) Lo que viene conmigo no es kirchnerismo sino peronismo.
En Clarín, la pluma de Van der Kooy proponía una interpretación similar. En una nota del 28 de septiembre aseguraba que Alberto Fernández estaba muy ocupado en “amalgamar una coalición heterogénea, de disparidad de pensamiento desconocido en el país”. Y que prefería mantener silencio ante declaraciones de su compañera de fórmula que no cuajaban en su intención de “ganar la confianza del establishment con el propósito de arrancar su presunta gestión con un amplio pacto social”.
Por su lado, Nelson Castro también insistirá en las pugnas de poder en el próximo oficialismo y ubicaba al “pacto social” como el recurso obligado del candidato del FDT para lidiar, por un lado, con la situación del país que entregará la gestión macrista, y que irónicamente llama “la pesada herencia que le dejará el actual gobierno”, y para tramitar “las tensiones que poco a poco se van sumando dentro del Frente de Todos”. En su columna del 22 de septiembre en Perfil, afirmaba que “como barrera para esas pujas internas, Alberto Fernández planea valerse de Sergio Massa, Felipe Solá, Héctor Daer y los gobernadores peronistas” y sentenciaba: “el apoyo de los gobernadores le será caro”.
Ante los resultados del 27 de octubre
Si el triunfo del FDT en las Paso había tenido un efecto de relativa dispersión en los posicionamientos de los principales actores del campo mediático, el resultado de la primera vuelta generó una tendencia a la uniformidad. El elemento en común que atravesó ambos momentos fue el nivel de sorpresa. Ante la distancia menor de la esperada a favor de Alberto Fernández y el crecimiento también inesperado de Macri, las interpretaciones se centraron en los significados de este último fenómeno. Ese énfasis se llevará a cabo en un marco discursivo más amplio dado por las dudas sembradas acerca de las divergencias internas en el frente ganador y más específicamente el margen de autonomía del presidente electo respecto de su compañera de fórmula. Esto fue especialmente claro en los artículos editoriales que aparecieron en Clarín y La Nación.
Con un tono firme, el editorial de La Nación del día posterior a las elecciones asegura que el presidente electo tendría que trabajar desde el primer momento para que el país supere “su grave crisis socioeconómica” y “reconciliar a sus ciudadanos en un proyecto que incluya a todos”. Para La Nación ese proyecto no es tan inclusivo. Implicaría paradójicamente neutralizar “las vetustas y destructivas ideas de un populismo que en el mundo no ha hecho más que oprimir, castigar y, ciertamente, involucionar”, y que a su juicio encarnan los sectores del nuevo oficialismo que encabeza CFK.
La firmeza se tiñe de entusiasmo cuando el texto interpreta la performance electoral de Juntos por el Cambio. El mensaje es que el triunfo del FDT puede deberse a la economía, pero la ciudadanía no renuncia a la transparencia y la lucha contra la corrupción. La Nación enfatiza que el 40% obtenido por Macri no puede ser desoído: “fue un fuerte mensaje en favor de la institucionalidad, la transparencia y la libertad en su sentido más pleno”.
En este marco, a lo largo de sendas intervenciones durante los días posteriores Carlos Pagni aportará algunos elementos para interpretar los resultados y en particular la performance del oficialismo. Por un lado, destacará que el resultado supone un “equilibrio de poder”. El término “equilibrio” es el que más repetirá para caracterizar el mapa resultante de los comicios. Dirá que lxs Fernández “reconquistaron la conducción del Estado”, aunque “no podrán fantasear con una nueva hegemonía”, lo que implicará a su vez un “enorme desafío”. Desafío al que le sumaba un aspecto más al considerar que el poder quedó fragmentado también al interior del FDT. En su columna del 31 de octubre, reforzando la idea de las contradicciones internas, afirmaba que Alberto Fernández y su compañera de fórmula “representan universos distintos”. Por otro lado, Pagni planteará que Macri sufrió un castigo por la situación económica y que su caudal de votos no se puede explicar sin considerarlo un rechazo a CFK. En este punto ensayaba una tesis que refuerza las visiones más simplificadas de los comportamientos políticos en nuestro país al agregar que Juntos por el Cambio había ganado en centros urbanos donde no se puede ganar solo con “asistencialismo” y porque expresa banderas “institucionales”. No obstante, esa visión se complementa con un análisis y una caracterización que utiliza elementos certeros de lo que fue la propia conformación de la fórmula del FDT, para volver sobre la operación de las “contradicciones internas”. Para Pagni Alberto Fernández también expresa en parte ciertas reivindicaciones ligadas a la transparencia y la austeridad, pero a la larga eso puede generar más tensiones con CFK. En esa nota del 31 de octubre, Pagni aseguraba: “Fernández le habla al mundo productivo. A los empresarios y sindicalistas de la economía tradicional. La señora de Kirchner expresa a los excluidos y a los ajustados del sistema. A los trabajadores del Estado y a la economía de los desocupados e informales (…) Los primeros pretenden, en el mejor de los casos, menos Estado, aún cuando muchísimos empresarios que abrazan a Fernández se enriquecen con exenciones y subsidios. Los segundos piden más Estado”. De este modo, la figura de las contradicciones supera la referencia a los estilos para encontrar fundamentos en el movimiento de ciertas fracciones sociales con intereses determinados. La operación discursiva que vale la pena señalar aquí es que no se plantea como un desafío, sino como un argumento más para insinuar (y desear) un fracaso predestinado.
En Clarín sus editores propusieron un balance más equilibrado, pero el tono general fue de alivio. Como sostuvo Ricardo Roa en su editorial del día posterior a la elección: “ni triunfazo de Fernández ni catástrofe de Macri. Un resultado equilibrado que le viene bien al país”. Un primer sentido que se desprende de los principales editoriales de Clarín es que el peso de la oposición no podrá ser ignorado.
Avanzando un paso más, hay dos elementos que matizan la lectura que propone Clarín respecto de la de La Nación. El principal es que, más allá de poner en foco la levantada final, aparece una fuerte crítica al macrismo. En su análisis del 28 de octubre, Ricardo Kirschbaum, consideraba que el “sorprendente” desempeño electoral del oficialismo, “también sirve para evidenciar las torpezas y errores políticos que el macrismo ha cometido durante su gestión”. Para el editor, los errores del gobierno saliente “potenciaron el desmanejo económico que llevó a esta crisis”. Aquí diremos dos cosas. El señalamiento de los errores del oficialismo, como vimos previamente, aparece mucho más en los análisis del resultado de las Paso; el 40% de octubre tiende a borrarlos. Sin embargo, la frase “errores políticos” es una manera de eludir el contenido de las políticas aplicadas. El segundo elemento que es interesante destacar en los análisis de Clarín es la mayor valoración de la unidad del peronismo como factor central del triunfo del FDT, y esto más allá de que también aparezcan las menciones a las tensiones internas que van a existir en ese espacio.
De este modo, podemos hablar de dos efectos de sentido generales. El primero es que el macrismo hizo mucho por su propia derrota electoral y por ende -si así y todo obtuvo un 40%- sigue habiendo condiciones para que su proyecto político tenga respaldo social de acá a futuro. El segundo es que sin el peronismo unido esa derrota hubiera sido incluso menos probable, con lo que aunque no se niega el aporte del kirchnerismo, hay un reconocimiento del aporte clave de Alberto Fernández como articulador y portador de un capital político propio.
2. Las entidades empresariales
En 2015 el gran capital había acompañado en bloque la llegada de Macri a la presidencia. Desde los años previos se había dado un nivel de articulación política bastante excepcional para lo que suele ser el accionar de la cúpula empresarial local. Esta articulación se materializó a través de instancias como el Foro de Convergencia Empresarial y el Grupo de los Seis, y se llevó a cabo en nombre de una serie de demandas: mayor flexibilización en las condiciones de trabajo, reducción de impuestos y el desmantelamiento de los mecanismos regulatorios que juzgaban como abusivos por parte del Estado.
El conjunto de las entidades que nuclean a los principales grupos empresarios del agro, la industria, las finanzas, la energía y el comercio apuntalaron al gobierno de Macri aunque sus políticas no beneficiaron a todos por igual. De cara a la elección presidencial comenzaron a darse movimientos y apuestas, más o menos públicas, que en términos generales se pueden interpretar según ese esquema de ganadores y perdedores.
Los sectores que conforman la UIA constituyen la fracción del gran empresariado local que más se distanció del oficialismo y que se dio una política más clara de acercamiento al candidato del Frente de Todxs. Sin obviar las diferencias históricas que existen entre los distintos sectores nucleados en esa entidad, el amplio triunfo en las Paso sumado a la propuesta de construir un Acuerdo Social generó las condiciones para consolidar ese acercamiento, que en los hechos también significó un reordenamiento en el campo empresario.
Si nos centramos en el discurso y las acciones de los principales dirigentes de la UIA vamos a percibir, entre las Paso y el 27 de octubre, tres grandes líneas de intervención: una profundización de la crítica al gobierno de Cambiemos; el respaldo a la figura de Alberto Fernández; y el aval a la propuesta del Acuerdo Social.
Si bien desde el sector habían existido cuestionamientos a la política económica desplegada por el gobierno de Macri, siempre habían sido muy mesuradas. Durante el período que analizamos, el tono y el contenido de esos cuestionamientos cambiaron notablemente. Su presidente, MIguel Acevedo, se encargó de insistir en que “Macri había ignorado a la industria” y que se había cerrado sobre un círculo de colaboradores que conciben a este sector como prebendario y anacrónico. A su vez, Acevedo aseguró en varias ocasiones que “la industria es uno de los grandes perdedores” del modelo económico. Entre tanto, hubo algunos gestos contundentes que ilustran el giro de la entidad empresaria respecto del oficialismo. Macri se ausentó del acto anual que históricamente organiza la UIA por el día de la industria y Acevedo evitó cruzarse con el mandatario en el Coloquio Industrial organizado por la UIA de Córdoba.
Luego de las Paso, la figura de Alberto Fernández recibió un doble respaldo desde este sector del empresariado. Por un lado, existió un fuerte aval a su liderazgo en un futuro equipo de gobierno. Por otro, se destacó su perfil dialoguista. Miguel Acevedo tomó posición respecto a la supuesta debilidad de origen de la candidatura de Fernández y al peso que tendría CFK. Para eso remitió a la idea de que “la Argentina tiene un sistema presidencial muy fuerte”. Y en ese marco aseguró que “el que va a tener la lapicera para tomar las medidas es el presidente”. Por su parte, estas palabras de Daniel Funes de Rioja, vicepresidente de la entidad vicepresidente, sintetizan y completan la visión que se proyectó desde la UIA acerca del candidato del Frente De Todos: «Argentina necesita consensos básicos para políticas de Estado (…) Tienen que ser consensos de la política más allá de quién gane las elecciones. Me parece importante que candidatos como Alberto Fernández los estén llevando adelante».
A todo esto hay que agregar que Funes de Rioja avaló el Plan Argentina contra el Hambre impulsado por Alberto Fernández. El dirigente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) asistió a la presentación pública del proyecto y en ese marco aseguró que las empresas alimentarias podrían colaborar con la donación del 1% de su producción, siempre y cuando sea en el marco de políticas que le den respuesta a los problemas del sector. Funes de Rioja resumió esas demandas en tres tópicos: la contracción del mercado interno, el acceso al crédito para reactivar la producción y el nivel de informalidad que representa una “competencia desleal”.
Finalmente, el planteo en torno a la constitución de un Acuerdo Social entre empresarios, trabajadores y Estado le dio al vínculo entre el candidato del Frente de Todos y la conducción de la UIA un punto de contacto más allá de los mensajes públicos que evidenciaron un horizonte de acuerdos tanto en los diagnósticos como las líneas de acción. El 11 de septiembre Alberto Fernández participó de un acto por el 50 aniversario de la UIA de Tucumán, que contó con la presencia de la cúpula de esa entidad y de la CGT. Esa primera señal se repitió en otras instancias públicas, como en la presentación del plan industrial que la UIA elaboró para el período 2020-2023. Desde entonces los encuentros y reuniones de trabajo entre los equipos de técnicos de la UIA y los colaboradores de AF se reiteraron en diversas ocasiones.
A la hora de justificar el respaldo a la propuesta, los dirigentes de la entidad industrial se basaron en una serie de significantes clave: “políticas de Estado”; “consensos”; “previsibilidad”.
Esto fue expresado de diversas formas y en distintos escenarios. Para Acevedo la propuesta se trata de “un acuerdo que hay que hacer patrióticamente para que Argentina pueda salir adelante”. El presidente de la UIA se mostró interesado en un proceso de negociación que no se limite a las cuestiones más urgentes: «soy optimista para adelante si buscamos el tipo de consenso del que hablamos, que no debe ser solo de precios y salarios”.
Más allá de una actitud que priorizó los puntos de acuerdo y mostró predisposición al diálogo con los trabajadores y el Estado, los industriales no negaron que en su agenda se encuentran temas más conflictivos como el de la productividad y los costos de producción, en donde la cuestión reforma laboral ocupa un lugar central. De hecho en su Plan Productivo 20/23, la UIA propone una reforma tributaria que «fomente el agregado de valor, potencie la producción de bienes transables y las exportaciones». Y afirma que «la Cuarta Revolución Industrial” está cambiando los procesos productivos, y por ende recomienda trabajar en las «relaciones laborales, para actualizarse a las nuevas formas de trabajo».
Si ampliamos el foco hacia otros sectores del empresariado, el contundente triunfo del FDT en las Paso no pasó desapercibido entre las entidades patronales del agro. Si bien la Sociedad Rural se mantuvo fiel al oficialismo, en el resto de los actores se evidenciaron tensiones internas y posturas más dispuestas al diálogo. Por un lado, la Mesa de Enlace expresó institucionalmente una postura más acorde a la posición de la SRA y se declaró en “estado de alerta” por considerar que el documento de propuestas del PJ para un programa de Gobierno del FDT planteaba una línea intervencionista que no podía traer ningún beneficio para el sector. En simultáneo, sectores de Federación Agraria, Coninagro y CRA se mostraron abiertos al diálogo. Incluso participaron de convocatorias para discutir las condiciones del Acuerdo Social y también el Plan Argentina contra el Hambre.
3. La dirigencia sindical
A diferencia de otros países de la región no hay dudas de que en Argentina los sindicatos constituyen un actor social y político de peso. Han sido un factor relevante para apuntalar en su momento la consolidación y despliegue de la experiencia kirchnerista. La crisis de esa experiencia y el proceso de desgaste que llevó a su derrota en 2015, también coincide con el momento de ruptura con actores sindicales significativos, como fue por ejemplo el sector que responde al moyanismo. Durante la gestión macrista, una parte importante de la CGT se mantuvo en posiciones ambiguas, otras fracciones enroladas en esa central, como los sindicatos que integran el Frente Sindical para el Modelo Nacional (camioneros, bancarios, pilotos, etc.) y ambas CTA conformaron una parte crucial de la resistencia a las políticas aplicadas desde el Gobierno Nacional.
La candidatura de Alberto Fernández actuó desde un comienzo como un elemento facilitador de la unidad del sindicalismo peronista de cara a la contienda electoral. Un proceso que se acentuó con el correr de los meses y en particular con su triunfo en las primarias. ¿Qué vieron en Alberto Fernández?
Lo primero que tenemos que señalar es que en esa relación se produjo un desplazamiento progresivo hacia la centralidad de la cúpula de la CGT, con Héctor Daer a la cabeza, en detrimento de otros sectores que tuvieron un rol más activo durante la resistencia al macrismo. En particular respecto del sector referenciado en la figura de Moyano y articulado en el Frente Sindical para el Modelo Nacional. La centralidad de la conducción de la CGT y de Héctor Daer en particular se puede apreciar en los actos públicos compartidos con Alberto Fernández y la dirigencia de la UIA, que ya mencionamos, pero también en relación a la presencia mediática. Si se quiere ponderar ese desplazamiento, incluso la CTA tuvo su momento de relativa centralidad cuando a comienzos de octubre anunció la definición de incorporarse a la CGT. Unificación que además fue planteada como necesaria para apuntalar el Acuerdo Social propuesto por AF y respaldar su figura.
La centralidad de la dirigencia cegetista no fue excluyente, pero marcó el tono de las intervenciones. A fines de septiembre, Héctor Daer compartió una entrevista televisiva con el titular de la UIA, Miguel Acevedo. Allí dejó planteada una frase que sirve para delimitar el terreno sobre el cual propone moverse una parte importante del sindicalismo: “hablar de reforma laboral en términos de pérdidas de derechos, no es el camino”, sentenció el dirigente de la CGT. A lo que añadió que existe la voluntad de “caminar juntos” con el sector empresario “para sacar adelante al país”. Se plantee explícitamente o no, desde la cúpula sindical ese parece ser el límite de lo que puede ser puesto en discusión en una mesa de negociación. En el caso de Daer, la justificación de ese límite se sostiene en dos argumentos: “las empresas fueron competitivas con esta legislación laboral” y ante la idea remañida de que los convenios colectivos no se tocan desde hace décadas recordó que “la dinámica que tienen los convenios colectivos fue corrigiéndose y adecuando un montón de cuestiones”.
En este contexto, analizar las intervenciones de los dirigentes sindicales que participaron en el Coloquio de Idea, realizado a mediados de octubre, nos permitirá construir una visión más amplia del papel y el discurso de esa dirigencia en la coyuntura que abordamos.
En el caso de Gerardo Martínez, titular de la UOCRA, el hincapié estuvo puesto en que es posible hablar de una comunidad, más allá de los intereses sectoriales, si el Estado cumple con su rol de arbitrar: «todos aquí representamos intereses; ustedes, de las corporaciones, y nosotros, de los trabajadores. El Estado tiene que ser un facilitador». Asimismo, señaló que hay que apuntar a institucionalizar las instancias de negociación para constituirlas en una “política de Estado».
El Secretario General de la UOM, Antonio Caló, se refirió al Pacto Social como una negociación en la que “todos tenemos que poner algo”. Y prefiero hablar más de una “actitud” que de objetivos y contenidos a priori.
Por su parte, Hugo Yasky, titular de la CTA, y Sergio Palazzo, de La Bancaria, coincidieron en que el Acuerdo Social que se necesita no puede quedar en un mero acuerdo de precios y salarios. «El acuerdo social tiene sentido si, además de los primeros seis meses, nos marca una hoja de ruta que nos diga que el objetivo es ir al empleo. No queremos a los hijos de los trabajadores en un comedor social, ni a una clase trabajadora subsidiada por el Estado», aseguró Yasky. Ambos también se refirieron a la demanda de una reforma laboral que enarbolan todas las entidades empresariales. Sin romper con el tono cordial de sus intervenciones pretendieron marcar la cancha sin poner en peligro el eje central de todas las intervenciones que fue fundamentar la construcción de un Acuerdo Social entre empresarios, trabajadores y Estado. «La reforma laboral como un dogma de algunos sectores del neoliberalismo, que lo aplican como una cuestión religiosa, no sirve como receta», dijo Yasky. Palazzo, por su parte, habló de la necesidad de regular las actividades financieras y luego aseguró: «una reforma laboral planteada en términos de qué cede uno y qué cede el otro no va a llegar a ningún puerto. Tenemos que pensar cómo se implementan las nuevas formas de trabajo. Bienvenido sea que uno de los candidatos esté convocando a ese pacto con anterioridad a la elección”.
Volvemos sobre Daer para cerrar este apartado con su intervención en el Coloquio de Idea ya que nos sirve para quedarnos con una buena síntesis. El secretario general de la CGT señaló, por un lado, que los trabajadores están dispuestos a “mirar para adelante” y a “aportar”. Refiriéndose a los resultados del gobierno de Macri les dijo a los asistentes que a la gran mayoría de las empresas y trabajadores les fue muy mal. Pero que es momento de “dejar de mirar por el espejo retrovisor para juntar prejuicios, y empezar a mirar hacia adelante”. Acto seguido afirmó que “tenemos la suerte de que quien más posibilidades tiene de gobernar, tiene la voluntad política de sentar a empresarios y sindicalistas”. Y completó su intervención sosteniendo que no había que banalizar el acuerdo convocado, y que lo que hay que debatir es un camino para el desarrollo. Según Daer “Íbamos rumbo a un país primarizado, lo que hay que poner en debate es si queremos desarrollarnos e invertir en ciencia y tecnología, como hacen los países a los que les va mejor”.
De este modo, podemos identificar, más allá de los matices, un posicionamiento que toma como propia la propuesta de construir un Pacto Social entre empresarios, sindicatos y Estado, al punto de que esta dirigencia sindical se constituyó en vocera de dicha propuesta. En ese plano, aparece una cadena discursiva cargada de sentidos positivos: diálogo, consenso, desarrollo, producción. Todas ideas que a su vez se proyectan en la figura de Alberto Fernández, quien incluso antes de ratificar su condición de presidente electo ya ofició como factor articulador dentro del propio sindicalismo y de allí hacia sectores empresarios. En otro plano, aparece la disposición a “mirar hacia adelante”, que aquí significa dos cosas. En un sentido más explícito, dejar de lado las tensiones de los últimos años, en donde la crisis económica llevó a algunos sectores a posturas, por momentos, confrontativas. Posturas que la propia cúpula sindical, en especial de la CGT, considera como indeseables o como acciones de último recurso. En un sentido más implícito, implica que los trabajadores están dispuestos a no discutir sobre los retrocesos y las pérdidas que implicaron, sobre todo, las políticas de ajuste y liberalización aplicadas desde 2015. Esto último aparece como la concesión que permite compensar una posición más firme respecto de la demanda empresaria de una reforma laboral que flexibilice aún más las condiciones de trabajo. Sea por convicción o por un resguardo corporativo, ese parece ser por ahora el punto de arranque del que partirá la cúpula sindical de cara a las disputas que se abren con el nuevo escenario político.
2. El discurso de Alberto Fernández
La búsqueda del perfil propio
Si tomamos como punto de referencia a la campaña previa a las Paso, el discurso de Alberto Fernández puede analizarse según dos grandes momentos. El primero, donde el objetivo principal fue el de terminar de instalarlo como candidato, tuvo tres grandes componentes que remiten a sendos objetivos: presentarlo como “un tipo común”; dotarlo de un perfil dialoguista y firme a la vez; asociarlo a la gestión encabezada por Néstor Kirchner. Mientras que este último tópico permitía reforzar al electorado más afín, y también era un modo de postular que contaba con experiencia para enfrentar momentos de crisis comparables, los dos primeros ejes estaban más orientados a ampliar el voto duro que aportaba su compañera de fórmula. “Austeridad” y “diálogo” aparecen como contrapesos de ciertos rasgos asociados a la figura de Cristina. “Convicción” fue la característica que se intentó resaltar para compensar el hecho de que había sido ella quien definió la conformación de la fórmula.
En un segundo momento, el foco estuvo puesto en criticar las políticas aplicadas por el macrismo y poner en evidencia sus efectos más notables. Esto está contenido claramente en dos spots dedicados a la pobreza y la deuda externa. De la mano de ese componente de denuncia aparecieron las primeras propuestas, caracterizadas más por lo ilustrativas que por la exhaustividad. El ejemplo más notorio fue el de la entrega gratuita de medicamentos para los jubilados a ser financiada por el ahorro que implicaría una baja en la tasa de interés y la consecuente reducción de los costos del endeudamiento público. “Entre los especuladores y los jubilados nosotros elegimos a los jubilados”, diría luego Alberto Fernández en reiteradas ocasiones. En otro orden, en el tramo final de la campaña previa a las primarias, comenzó a ocupar un espacio importante en su discurso la cuestión del federalismo. Vale recordar que el cierre de campaña fue con un acto en Rosario en el que estuvieron presentes todos los gobernadores y candidatos a gobernadores del FDT, quienes previamente firmaron una serie de compromisos con el futuro presidente.
Si retomamos el rasgo vinculado a la “amplitud” y “el diálogo” hay un elemento clave de la práctica política del candidato Alberto Fernández que operó como una constante durante toda la campaña y fue su participación en espacios de todo el arco mediático. Esto no sólo contrastó con la actitud histórica de Cristina, sino también con la actitud asumida por Macri desde que llegó a la presidencia. El perfil dialoguista del candidato del FDT se jugó en diversos planos y acciones, pero tuvo en los medios a un escenario fundamental. Un buen ejemplo de esto fueron las entrevistas realizadas en TN o el reportaje de Beatriz Sarlo para Infobae.
Dicho esto, hay que agregar que la cuestión de la integración latinoamericana ha sido un aspecto muy importante en el discurso político de Alberto Fernández. Incluso antes de que comience la campaña electoral tuvo gestos muy significativos al respecto. Visitó a Lula en la cárcel y pidió por su libertad en diversas ocasiones. Tuvo varios encuentros con Pepe Mujica y se reunió con Evo Morales durante la gira previa a las elecciones de octubre.
El candidato-presidente del Acuerdo Social
Pasadas las Paso y hasta la reanudación de la campaña, Alberto Fernández quedó en una posición compleja y por momentos contradictoria. Asumió una postura de mayor responsabilidad en tanto virtual presidente electo, pero no se corrió de su condición de candidato opositor. Combinó un discurso propositivo y una intesa iniciativa hacia empresarios, sindicalistas y gobernadores, con críticas duras al oficialismo y gestos de firmeza con el FMI, en medio de las idas y venidas respecto del cronograma de desembolsos comprometidos por ese organismo.
En este período la acción política de Fernández tuvo varios ejes que tuvieron un centro articulador en la propuesta de construir un Acuerdo Social entre “los que producen, los que trabajan y el Estado”. La idea de Acuerdo Social se inserta obviamente en una serie histórica extensa e incluso tiene connotaciones internacionales dado que en nuestro país el Pacto de la Moncloa en España siempre gozó de una buena fama entre políticos, intelectuales y periodistas de distintas adscripciones ideológicas. En principio nos interesa remarcar que esta propuesta, estructurante de todo el discurso y acción política del candidato del FDT, se inscribe en una trama más específica. Por un lado, estuvo presente en el discurso de CFK durante la primera presentación de su libro Sinceramente en la Feria del Libro, que simbólicamente representó el inicio de la campaña electoral y el preludio del anuncio de la candidatura de Alberto Fernández. Allí Cristina describió el desastre económico y social que dejaba el macrismo y llamó a construir un “nuevo contrato social” como perspectiva casi refundadora para salir de la crisis. “Un pacto que nos involucre a todos”, aseguró en esa ocasión. Por otro lado, se convirtió en una propuesta política que podía expresar el contenido superador de la polarización kirchnerismo / antikirchnerismo de cara a la sociedad en su conjunto, pero también dentro del peronismo. Más concretamente como una fórmula que expresaba en los hechos un balance de los gobiernos de CFK al plantear un desplazamiento de la confrontación al diálogo y la apertura de un lugar creciente a sectores del peronismo que se habían distanciado (gobernadores y sindicalistas) de los sectores que responden directamente a la expresidenta. Al mismo tiempo, el pacto social es una figura que se proponía como la contracara del gobierno de Macri, presentado desde la oposición como “un gobierno de CEOs” que impuso su visión del país a las mayorías y que llegó al poder para que “sus amigos se llenen los bolsillos”. Por último, la propuesta de este acuerdo social en su acepción más acotada remitió a una forma de afrontar la crisis económica cuando se presentó en los términos de una acuerdo de precios y salarios para el primer tramo del nuevo gobierno.
A la vez, la importancia del acuerdo social no se limitó al plano discursivo. Fue la iniciativa a partir de la cual los equipos del FDT, con Alberto Fernández a la cabeza, consolidaron su acercamiento al gran empresariado, especialmente a la UIA, aunque no faltaron los gestos hacia las entidades del agro y de las finanzas. Como ya describimos, también fue el marco para proponerle un mayor protagonismo a la dirigencia sindical. Desde la cúpula de la CGT e incluso de la CTA, oficiaron como voceros de esta propuesta en espacios mediáticos y eventos empresarios.
La otra pata importante de esta propuesta ordenadora fue el componente del federalismo. Tal como señalamos, durante las Paso, Alberto Fernández tuvo gestos importantes al respecto, pero se circunscribieron más bien a asegurarse el respaldo del perononismo del interior. Progresivamente el tema ocupó más espacio en su discurso e incluso fue incorporado a las autodefiniciones principales del candidato: “soy el más federal de los porteños”. Asimismo, fue en este lapso cuando Alberto Fernández anunció que de llegar al gobierno implementaría un esquema de capitales alternativas en todas las provincias con el objetivo de descentralizar la administración pública nacional. La idea inspirada según AF en José Manuel de La Sota, fue presentada rodeado de gobernadores y candidatos a gobernadores en la previa a las elecciones mendocinas. En esa oportunidad el candidato del FDT indicó que la idea aspiraba a trasladar mensualmente al gabinete nacional para “escuchar in situ” los problemas de la gente. Sin muchos detalles acerca de la implementación, la propuesta apareció ligada sobre todo a mostrar una vocación de cercanía con las poblaciones del interior del país y, nuevamente, a mostrarse rodeado de los dirigentes provinciales del peronismo.
En las semanas que siguieron a las Paso Alberto Fernández quedó en una situación sumamente ambigua. En cada caso tuvo que dar señales de cómo se movería como presidente al mismo tiempo que se diferenciaba del mandatario en ejercicio que además seguía siendo su principal contendiente. Ese intento de equilibrio fue puesto a prueba en varias oportunidades, pero tal vez la circunstancia más compleja fue la que envolvió a los movimientos sociales y sectores sindicales que apoyaban la fórmula del FDT en reclamos al gobierno de Cambiemos. Concretamente, durante las movilizaciones para exigir la sanción de la Emergencia Alimentaria en el Congreso y en el conflicto de los pilotos de Aerolíneas Argentinas se pusieron en evidencia varias cuestiones. Como suele ocurrir con cualquier candidato que se ve ganador antes de una elección y apuesta a un escenario político lo más estable posible, Alberto Fernández fue la cara visible de un llamado general a la mesura para transitar la larga transición que se avecinaba. Entre un proceso de movilización que siguiera marcando las responsabilidades del oficialismo en la crisis socioeconómica ante un gobierno saliente que se autoinflingía daños, el FDT apostó por mantener “el orden”. En términos electorales es una actitud que tiene lógica, aunque muestra una postura conservadora que también tiene sus riesgos. Tiene lógica porque conserva el centro de la escena exclusivamente para el candidato y el frente conducido por el peronismo. Y es conservadora porque en perspectiva cualquier proceso de movilización previo a un cambio de gobierno fortalece a los actores que lo protagonizaron. Simultáneamente, durante los episodios que mencionamos Alberto Fernández se mostró fiel a un estilo político. El que está en la base de su candidatura y en la propuesta del Acuerdo Social. El mensaje político y electoral de ese llamado al orden fue “voy a ser el presidente del diálogo” y de “la canalización de los conflictos mediante las instituciones de la democracia”.
Un discurso desde el centro de la escena
Hecho el recorrido previo, consideramos que una buena manera de encarar una descripción sistemática del discurso de Alberto Fernández durante la campaña electoral previa a los comicios de octubre es centrarnos en los dos debates presidenciales.
En primer lugar, estas instancias sirvieron para reforzar un aspecto clave de cualquier discurso de un líder político como es el relato sobre el origen y todo aquello que remite a cómo se percibe (y pretende ser percibida) esa persona. En el segundo debate, realizado en la Facultad de Derecho de la UBA, Alberto Fernández reforzó su ligazón con la universidad pública y su calidad de profesor universitario. Allí dijo: “en esta Facultad me eduqué y educo”. “Enseño en esta Universidad Derecho Penal desde hace 35 años”. A este aspecto, hay que sumarle otro rasgo referido a su personalidad y trayectoria política. Ante los pedidos de explicaciones por las acusaciones de corrupción de los gobiernos kirchneristas aseguró: “Cuando no me gustó algo me fui”, y “ningún Juez me ha citado a declarar en ninguna causa”.
En cuanto a los contenidos y posicionamientos vale empezar por el eje soberanía y relaciones internacionales. Alberto Fernández apeló a la idea de que es posible una apertura y un papel en la globalización sin perder la autonomía como país y sin retroceder en derechos sociales. “No vamos a permitir que la globalización y la apertura (económica) se lleven puesto al trabajo argentino», sostuvo como premisa y puso al Mercosur como primer marco de alianzas. También le adjudicó a las inversiones extranjeras un papel relevante al recordarle a Macri que las potencias no invirtieron en el país a pesar de todos sus gestos. Para abordar un tema conflictivo como el de Venezuela planteó que el país caribeño tiene problemas, pero que “a diferencia del Presidente (Macri)” quiere “que los venezolanos resuelvan el problema» y se declaró terminantemente en contra de cualquier intervención extranjera y de una salida militar. También le dio un espacio al tema Malvinas para asegurar que trabajará para seguir reclamando por la soberanía argentina de las islas.
En materia económica reafirmó la línea trabajada desde la campaña de las Paso y reforzó la propuesta del Acuerdo Social como camino urgente. “Lo primero que tenemos que hacer es generar consumo, para que la economía vuelva a funcionar, lo segundo es ayudar a que las exportaciones crezcan porque necesitamos dólares, dólares para pagar la deuda y para poder comprar insumos y seguir produciendo”, aseguró resumiendo el horizonte y los objetivos. Acto seguido, se refirió al cómo y allí la idea de pacto social apareció en su versión más idealizada: “vamos a terminar con la política de la imposición. Y vamos a proponer la política del consenso. Por eso propongo que nos sentemos a una mesa, los industriales, el campo, los que trabajan y el Estado y entre todos diseñemos qué país necesitamos construir”,
En este punto es importante lo que Alberto Fernández sostuvo acerca del tema empleo y producción. Por un lado, se diferenció de Macri al sostener que “uberizó la economía”, pensó que los desempleados podían convertirse en “emprendedores” y hoy los emprendedores “son monotributistas que suben a una bicicleta y reparten pizzas”. Se declaró en contra de un sistema en el que el empleador pierda obligaciones y lxs trabajadores pierdan derechos. Por otro lado, aseguró que el trabajo registrado es fundamental porque es la base de la integración social. Y aquí integración no solo aparece vinculada a bienestar sino también a orden. En sus palabras: “las sociedades modernas prestan mucha atención al trabajo registrado, trabajo en blanco es la mejor garantía de paz social”. A esto hay que agregarle una preocupación central relacionada con las Pymes como dadoras fundamentales de empleo y con el papel del Estado como facilitador del desarrollo de ese actor económico.
Reconstruidos estos aspectos a modo de un marco general nos interesa puntualizar en algunas operaciones más novedosas y significativas:
En primer lugar, el lugar que ocupa el valor del igualitarismo en el discurso de Alberto Fernández. Históricamente en nuestro país este valor estuvo asociado a una serie de servicios universales que posibilitaron una sociedad con movilidad social. Es una tradición cultural que atravesó épocas, movimientos políticos y experiencias de gobierno e incluso clases sociales. En el contexto de la Argentina actual, es un rasgo cultural opuesto al imaginario individualista, meritocrático y emprendedor que encarna el macrismo. Tiene una referencia obligada en la educación pública, cosa que Alberto Fernández se encarga de plantear, pero va más allá.
Al hablar de educación apeló a ese imaginario histórico. De hecho, fue en el único tramo que apeló a figuras con nombre y apellido, como Sarmiento y Alberdi, de quienes el macrismo, a su juicio tiene mucho que aprender. “Si algo nos hizo distintos es esa educación pública”, aseguró Fernández apelando a cierta idea de orgullo nacional. “Fuimos distintos en el mundo porque nuestros chicos pudieron aprender y porque nuestras universidades, el día que fueron gratuitas se llenaron de hijos de trabajadores”, agregó.
Junto con el tópico “educación pública” el ideario igualitarista aparece como un hilo conductor que permite entender sus posturas respecto de otros temas como la ciencia, la vivienda y el centralismo. El lugar común de que las mejores sociedades son las que apuestan a desarrollar el conocimiento, es acompañado por la idea de que para eso “tenemos que darles oportunidades a todos, en la ciudad de Buenos Aires y en cualquier lugar de la patria”. Esa impronta federalista se completa con la preocupación por “llevar la infraestructura al interior del país” (…) ”de otro modo seguiremos retrasando y profundizando la desigualdad”. Respecto del tema habitacional, Alberto Fernández asume un postura fuerte al considerar a la vivienda como derecho a ser garantizado por el Estado: “necesitamos darles a los argentinos una vivienda y vamos a construirlas (…) Vamos a darle también a los sectores medios la posibilidad de acceder a un crédito para que puedan tener su primera casa”.
En segundo lugar, aunque en parte ligado al componente del igualitarismo el lugar que Alberto Fernández le otorgó al movimiento feminista amerita un análisis específico. En principio, el candidato del FDT aseguró que es imprescindible contemplar las nuevas demandas que existen en la sociedad. Entre las cuales se destaca “el colectivo feminista”, “que es el que más debe llamar nuestra atención”. No solo porque puso sobre la mesa los efectos de la violencia de género, sino también por la desigualdad que ese colectivo padece y denuncia. Aquí el posicionamiento electoral es acompañado por el compromiso de crear el Ministerio de la mujer, la igualdad y la diversidad, y por una toma de posición -sumada a una concepción- acerca del aborto que hasta entonces no había aparecido, por lo menos, con la claridad en que fue formulada durante el primer debate presidencial. En ese contexto, Alberto Fernández aseguró que se trataba de una cuestión de ampliación de derechos y que hay que tender a la legalización para que las mujeres pobres tengan las mismas oportunidades que las mujeres ricas. “Les pido que terminemos con la hipocresía”, sentenció.
En tercer lugar, la postura desarrollada acerca del tema “seguridad”. La estrategia consistió en negar la posibilidad de abordarlo como un tema es sí mismo. En este sentido, partiendo de la base de que es una cuestión que constituye un baluarte de la agenda de las expresiones de derecha y que está muy arraigada en un sentido común represivo que atraviesa transversalmente a grupos y clases sociales, se trató de una estrategia con altos costos. Alberto Fernández, eludió la ambigüedad que le hubiera permitido hacer un gesto para contactar con dicho sentido común, indicó explícitamente que no existen soluciones fáciles y ligó este problema con el de la desigualdad. Nuevamente, el ideal igualitarista se hace presente para asegurar que “las sociedades más igualitarias son las sociedades que menos crimen tienen”. “Es más fácil hablar de mano dura, de penas más fuertes, pero la verdad es que el problema de la inseguridad está directamente relacionado a la desigualdad de una sociedad”, concluyó.
Llegados a este punto, estamos en condiciones de cerrar este apartado puntualizando dos cuestiones. Por una parte, el discurso de Alberto Fernández propone un modelo de sociedad en el que la igualdad aparece como un valor orientador. Para lo cual hay una serie de dimensiones que en Argentina han empeorado y sobre las cuales el próximo gobierno deberá trabajar: el hambre como lo más urgente, luego los derechos sociales de primera generación: salud, empleo, educación, vivienda; a los que hay que sumar las nuevas demandas condensadas en la agenda del movimiento feminista. El Estado aparece aquí como un agente fundamental en un proceso de cambio progresivo que se concibe como ampliación de derechos y el camino debe ser sí o sí la construcción de acuerdos. Ese horizonte aspiracional tiene de hecho un modelo de país que, en algunos casos, aparecerá de modo explícito en el discurso de Alberto Fernández y que son “los países nórdicos”.
El otro aspecto a destacar es el siguiente. De cara a las elecciones de octubre en el accionar de Alberto Fernández primó una impronta de continuidades. No llevó a cabo lo que podemos llamar una búsqueda de ampliar sus bases de sustentación (votos) por derecha. No incorporó ninguno de los elementos centrales de la agenda conservadora (represiva, antiderechos, antiinmigrates, etc). Ni la corrupción, ni la seguridad ocuparon un espacio importante en su discurso ni fueron objeto de anuncios relevantes. Está claro que Macri hizo el movimiento inverso, reforzando precisamente ese perfil, y que para el primer tema existía un límite más objetivo dadas las acusaciones y los procesos judiciales que atraviesa CFK y varios de sus funcionarios. Sin embargo, no necesariamente ocurría lo mismo respecto de la cuestión seguridad/inseguridad, frente a la cual siempre hay margen para discursos efectistas y demagogos. Sea como sea, por convicción o por conveniencia, el candidato del FDT reforzó el perfil que venía trabajando (acuerdo social, productivismo vs especulación, latinoamericanismo) e incorporó como novedades ciertas definiciones que interpelan a un electorado identificado pon posiciones más progresistas y de izquierda. En esa línea colocó en el centro el Plan Argentina contra el Hambre -que fue la propuesta de gobierno más trabajada en este tramo de la campaña-, reforzó su polémica con el presidente brasileño Jair Bolsonaro, explicitó su postura de legalizar el aborto y propuso la creación de un Ministerio de la Mujer, la igualdad y la diversidad, como medida diferenciadora.
3. Conclusiones
- El amplio y sorprendente triunfo del FDT en las Paso no solo definió la elección por adelantado y planteó una transición mucho más prolongada de lo esperable. Modificó el escenario político en su conjunto. Nutrió a la figura de Alberto Fernández de un capital político propio, legitimó la estrategia ideada por Cristina Fernández de Kirchner y relegó a los principales referentes del oficialismo a un lugar secundario.
- Entre las primarias y las elecciones de octubre, los medios de comunicación dominantes y sus principales figuras atravesaron por distintas etapas. Más allá de algunos matices, lo que primó ante todo fue el desconcierto frente a la constatación de que las estrategias discursivas desplegadas en los meses previos no cuajaban en la nueva situación. La denostación a la que fue sometida la figura de CFK y su espacio político, y la línea de intervención mediática orientada a desresponsabilizar al oficialismo respecto de la profunda crisis económica en curso encontraron un límite contundente en el resultado electoral. Las empresas mediáticas y voces más consagradas tuvieron que afrontar, durante varias semanas, una suerte de herida narcisista. En ese contexto se evidenciaron fisuras cuya extensión y profundidad parece haberse acotado, pero que habrá que seguir de acá en adelante.
- La levantada del macrismo en octubre frenó la tendencia a la dispersión en el campo mediático. Los principales medios salieron de una posición de enunciación vinculada a la búsqueda de explicaciones y retomaron su lugar de intérpretes con vocación de incidir en el devenir de los acontecimientos. El “equilibrio de poder” y las contradicciones internas en el FDT se convirtieron en los tópicos más transitados. Se reactivaron así líneas discursivas de más larga data. Pero ahora con un escenario diferente. Si en la descripción de un esquema de poder institucionalmente más repartido se deja ver cierto alivio, en la insistencia respecto de las diferencias que encarnan los distintos sectores de la nueva coalición de gobierno se evidencia un desplazamiento y un efecto de legitimación diferida y parcial. Lo que antes de las Paso era demonización del kirchnerismo y señalamiento de los peligros que significaría su vuelta al poder, pasa a ser postulado como una incompatibilidad. En el esfuerzo por seguir asociando al kirchnerismo con ciertos sentidos (concentración de poder, radicalidad, autoritarismo, estatismo) los sectores no kirchneristas del FDT, y la figura de Alberto Fernández en particular, quedan implícitamente dotados de rasgos “valorables” desde el punto de vista de dicho discurso mediático: centralmente la moderación y la razonabilidad.
- El triunfo de Alberto Fernández en las Paso y su posterior iniciativa tuvieron efectos contrapuestos en el empresariado y en la dirigencia sindical. A nivel de la cúpula empresaria se registraron realineamientos y divergencias en el marco de lo que venía siendo un comportamiento en bloque. En cambio en el mundo del sindicalismo operó como un factor de articulación. En el primer caso tuvieron mucho que ver las consecuencias negativas de la política económica del macrismo y el esquema de perdedores y ganadores resultante entre las fracciones del capital. No por casualidad el mayor acercamiento se dio con los sectores industriales, a quienes más puede convenirles avanzar en la perspectiva de un acuerdo de condiciones mínimas para el próximo período con el Estado como garante. En el segundo caso, la propuesta de un gran acuerdo social no sólo significó un importante gesto de legitimación -sobre todo para la dirigencia de la CGT-, sino también la posibilidad de intentar conservar puestos de trabajo, derechos laborales y niveles de ingresos por la vía de la negociación, luego de varios años en los que el rol de la cúpula sindical estuvo en cuestión en medio de los retrocesos vividos por el pueblo trabajador en su conjunto.
- El Frente de Todxs construyó una discursividad bien diferenciada del discurso macrista. Alberto Fernández propuso a la tradición igualitarista como el espejo principal para ponderar y cuestionar la experiencia de Cambiemos. Mientras que desde Juntos por el Cambio se reforzaba el perfil elitista, antiderechos y xenófobo, Alberto Fernández asumió parte de la agenda de los movimientos sociales más dinámicos de la etapa previa, especialmente la del feminismo. Incluso anunció que abriría nuevos espacios de la administración pública para dar cuenta de esas demandas. También tomó con fuerza la cuestión de la integración regional como condición para construir márgenes de autonomía en el plano internacional.
- El otro pilar del discurso de Alberto Fernández fue el llamado a un acuerdo social entre trabajadores, empresarios y el Estado. Una figura que encierra una ilusión: la de que es posible un camino más o menos armonioso para superar la crisis. Al mismo tiempo, contiene una concepción acerca de cuáles serían los sujetos de tal proceso y atribuye un papel regulador al Estado que se distingue del “Estado facilitador de los negocios” que caracteriza al discurso macrista. Es, en definitiva, una fórmula débil y a su vez eficaz, al ofrecer un horizonte de salida de la crisis en medio de una profunda incertidumbre.
- A partir de todo esto es evidente que el triunfo del Frente de Todxs debe ser leído como el rechazo a lo que fue el gobierno de Macri, pero también como la canalización de un horizonte de aspiraciones que el nuevo gobierno deberá materializar si quiere consolidar su base social, y evitar que una frustración entre las mayorías populares revitalice las variantes conservadoras que quedan expectantes tanto en el centro del sistema político como en sus márgenes.
Fuentes
El listado completo de fuentes utilizadas se encuentra al final de la versión de descarga del documento.
*Sobre los autores:
Carolina Collazo | Dra. en Ciencias Sociales y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de
Buenos Aires, Magíster en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad (FfyL-UBA). Docente e investigadora de
la UBA. carolina_collazo@yahoo.com.ar
Adrián Pulleiro | Dr. en Ciencias Sociales y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de
Buenos Aires, Magíster en Comunicación y Cultura. Docente de la UBA y la Universidad Nacional de La Pampa.
adrianpulleiro@yahoo.com.ar